lunes, 7 de octubre de 2019

Ilusión proveniente de amores pasados


Emprendo el camino de regreso al amado hogar por las acostumbradas sendas de los recuerdos, mas en esta ocasión voy a valerme de mis propias piernas para disfrutar así de los deleites que me ofrecen el paisaje. Y, de nuevo, las conocidas carreteras mal construidas en cuyos lados están repletos de hierbas silvestres muchas veces pisoteadas por quienes transitan por estas vías. También, como puestos a propósito, siguiendo unas determinadas líneas, se encuentran algunos árboles, que procurando mantener las distancias, han comenzado con el paso del tiempo a rozarse unos con otros mientras un suntuoso viento los zarandea aventurando aquello que regresa, lo inesperado del pasado.

Yo estaba como digo, recorriendo estos lares con mis pasos como así también con mi mirada. Cada cosa que veía no podía dejar de recordarme otros tiempos mayormente dichosos, que se me parecían ahora tras las tristezas pasadas, un lastre en semejanza a una pesada carga. En cada mañana sentía un saco a mis espaldas y me decía: "¡Ay, espero que al próximo día esta sensación de peso se me vaya!" Pero, al cabo, nunca cesaba e insistía con la luz del nuevo día. Hasta que me dí cuenta que aquel saco que tan pesado se me hacía, no era algo exterior a mí mismo como los objetos que a veces portamos, sino que, muy al contrario, era parte de mí. Y desde entonces, os juro que he procurado acostumbrarme. Sin embargo, todo ha sido en vano.

Precisamente por ello, puede que me encuentre como ahora mismo andando en dirección hacía ningún sitio. Me hago el perdido de cara a un plano real y tangible porque en verdad también lo estoy en un sentido mas interno, profundo incluso ¡Pero qué me digo! ¿Se puede saber a quién diablos estoy hablando con el pensamiento? En fin, yo seguí rastreando mis pesados pies por la carga que llevaba a las espaldas tan tranquilo, en sosiego aún que tuviese aquellos laberintos internos que jamás conducen a ningún lugar determinado, pero que, a su vez me mantienen en vida. Mientras se esté uno en contradicción consigo mismo se procura -aún con el pesar que conlleva- seguir vivo. Muchas veces mis allegados me aconsejan que procure escapar de esta encrucijada que me roe las entrañas, que deje de insistir en lo inevitable que tienen todos los asuntos préteritos. Yo les respondo muy ufano escondiendo mi dolencia en cuanto puedo en tanto que me aprieto sutilmente las sienes: "Es que no puedo... Después de todo lo que ha pasado, no soy capaz de olvidar. Me es imposible, y mucho mas dejar atrás aquello que me alimentó de vitalidad en mi etapa más oscura." Ellos me miran con cierta sospecha, como si mi secreto tuviera algo de misterioso y arquean las cejas mientras ladean la cabeza en señal de desaprovación ¡Pero qué voy a hacerle si esta búsqueda ha perdido desde hace tiempo su sentido y dirección!

Y, mientras esto contaba hacia mis adentros, una figura que en la distancia me parecía extraña hizo retornar de vuelta mis impresiones concernientes al mundo exterior. No comprendía la razón de que otro paseante me resultase lo suficientemente interesante para detener mis devaneos circulares. Pero, en la medida que me iba acercando, los latidos de mi corazón se tornaban acelerados. Parecía una mujer que esperaba al próximo autobús en una parada rodeada de una otoñal niebla, aunque no era una mujer cualquiera; era ella. Sí, no podía confundirme en esta ocasión, comencé a estar seguro de que se trataba de la mujer proveniente del pasado que ahora habitaba mis sueños Los ojos podrán engañarme de vez en cuando si no estoy muy advertido, mas este temblor de mi pecho no se agita por nada.

En efecto, cuanto mas cerca me hallaba más me certificaba en mi fuero interno de que sería ella "¿Que hará aquí de nuevo? ¿Vendrá para verme a mí? ¿Cómo debería reaccionar después de tanto tiempo?"- me preguntaba sin ser capaz de responderme. Sus rasgos eran cada vez mayormente definidos, la corvatura de su nariz y su particular esbeltez desproporcionada no podía matizarse entre la neblina como si se tratase de un capricho. Hasta sus ojos saltones y marrones parecían responder a lo que estaba ocurriendo en mi interior, incluso, podría decirse que miraban hacía mi dirección. "Es probable que me haya reconocido estando tan cercano a ella. Voy a comportarme como si todo me diese igual, pasivamente para que no advierta mi perplejidad ante su presencia" -seguía diciéndome frunciendo la frente y haciendo contorsiones con los dedos de la mano.

Ya cuando aquel estruendo que se ocasionaba en el foso de mi alma alcanzaba su culmen, cuando estaba apunto aquella tormenta de aplacar mi espíritu, cuando la respiración iba a dar paso a la mayor tempestad jamás pensada, cuando iban a ser las súplicas y las lágrimas, pude darme cuenta de que eran imaginaciones mías. Justo cuando estaba a pocos metros de aquella mujer, la ilusión se borró y su rostro me fue desconocido. No era ella, era otra persona ajena. Su estar y su presencia desde la lejanía se me hacía tan parecida, que por un momento pensé que... Otra vez dejé engañarme por una esperanza sin fundamento debido a mi frustración interior. Nunca lograré curarme de esta enfermedad amorosa. Me resultó tan similar a la distancia... Quizás sería por la niebla. Pero no, la culpa fue mía, toda la culpa siempre será mía.

Moriré tarde o temprano y la misma figura me seguirá acosando, ya sea en sueños o en espejismos como el narrado a modo de ejemplo. Mientras ella todavía permanezca en mí, seguirá componiendo la parte esencial de mi mundo. Debería interiorizarlo para que así en un futuro no me sea tan duro de replantearlo. No, de nuevo me engaño. Sé que eso no será así porque me perseguirá durante toda la vida en la medida que siga habitando en mí. No puedo dejarla pasar como si hubiere sido un acontecimiento cualquiera, como quién se quita la camisa al hallarse esta ya sucia. Al fin y al cabo soy el hidalgo quebrado, he de permanecer en mi posición y hacerle justicia a mi nombre. Sea así.


Desesperado del pasado amor, confunde el rostro de su antigua amada

Delante de mí, bajo mi sorpresa,
apareció un rostro conocido
que provocó el intenso latido
del que no responde y sopesa

Allí te vi, en figura luminosa
con tu aspecto acostumbrado y embellecido,
mientras, que, mi ánimo embebido
certificando y no creyendo tal promesa

se dijo: "¡Ay, cruel proeza
fue el volver a verte
en aquella forma ilusoria! 

¡Ay, qué onírica pobreza 
la de pensar por un instante,
poder volver a amarte ya no sólo en la memoria!






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