sábado, 2 de diciembre de 2023

Lamentaciones y exaltaciones

 - Me preguntas acerca del origen

de todos los males de este mundo


¡Que sé yo!


Me susurran las flores sobre la melancolía de la caída de sus pétalos


¡Que sé yo!


Me interrogan a escondidas los laureles

porque el viento los azota en demasía


¡Que sé yo!


Me acosan a preguntas las mariposas

que extraviaron a sus parejas


¡Que sé yo!


Yo únicamente sé lo que me es dado

conocer, que todo acaba menguando,

haciéndose tan pequeñito

que un día sin avisar desaparece


Yo sólo sé que los días y sus noches

avanzan velozmente, sin detenerse,

y que cuando uno quiere darse cuenta

ya es demasiado tarde para abrir los ojos.


- Recuerdo que cuando era niño

el sol calentaba con tonos rojizos,

en las noches no hacía tanto frío

y cada paseo era algo memorable.

También me vienen a la memoria

motas de polvo, gotas fragmentadas

de aquellas rápidas imágenes

que pasan como un suspiro.

En mi cabeza y en mi corazón

toda mi familia desfila ante mí

desde una altura considerable,

me ven a mí siendo muy pequeño,

tan frágil, sensible, inestable...

Todos ellos me cogen de la mano,

me llevan a un lugar y a otro,

siempre lejos de todo peligro,

muy alejado de todas aquellas cosas

que me dan miedo y provocan temblores.

Hoy en día, ya no soy tan inocente

como lo era entonces, y aún siendo 

todavía un poco ignorante, 

sé algunas cosas que me ha enseñado

mi frugal vida de tristezas contenidas.

Pero, a pesar de tener todo esto

en cuenta, a veces quisiera

que apareciera toda mi familia

en una sala reunida, y que todos ellos

me dijeran que el sol vuelve a calentar

igual, que esta noche la luna brillará

y que no tengo nada de lo que preocuparme porque las estrellas

guiarán mi camino a través de aquel

desolado desierto del miedo.


- Cuando llueve, quienes fueron abandonados se congregan

al rededor de una fogata en medio del bosque


Contemplando a la doncella atrapada

en la luna con un pícaro conejo,

todos borrachos cantan, bebiendo

vino hasta caer redondos del sueño.


De todos ellos, algunos permanecen

despiertos hasta que los rayos del sol

se esculpen en sus rostros, iluminando

sus lágrimas cual rocío en las hojas.


Cuando llueve, en la noche, alumbra

el fuego de la esperanza a unos pobres

que al amanecer vuelven a desilusionarse


- Tengo una pena muy grande atascada

en el pecho, que se va inflamando

a medida que voy viviendo.

Es tan inmensa esta pena que rara vez

consigo acallarla en mi soledad.


Temo que algún día alguien se dé cuenta.

Pues cuando miro a mis seres queridos

a veces se me escapa una mirada

de profunda y dolorosa melancolía.

Tan potente es mi tristeza.


Su imperio sobrepasa en fuerza

al resplandor de millares de soles,

y aún el huracán más poderoso

no puede con el vendaval de mis lágrimas

Locas ellas, son musculadas y traviesas.


Desde hace tiempo ya, me acechan.

Me enseñan sus fauces cual perra

rabiosa, y si hago amago de arrogancia

se me lanza a la yugular sin pensarlo.

Por eso, inevitable, ya la he aceptado.


Hoy día, campa a sus anchas 

por mi desdichado corazón, salta

y grita a doquier sin parar nunca.

A pesar de su fiereza, es hermosa,

se ceba pero mantiene la compostura.


Sin evitarlo, lanzo lánguidas miradas

a los demás por si por un casual

alguien fuera capaz de liberarme

de este evocador cautiverio

del que soy adicto y preso.


Mas creo que con el tiempo he llegado

a acostumbrarme hasta el punto

de que en las tristes noches la acaricio

con una mezcla de pena y desgana,

y ella gime terriblemente consolada.


Últimamente ella me ha concedido

dos regalos maravillosos que rescaté

de mis lágrimas de madrugada:

una es inspiración, y la otra,

un hálito impuro de inmortalidad.


- En un lejano puente se escucha

un grito que es estremecedor,

y aunque se entrecorta, este me desgarra

como catáratas sobre montañas.


La niebla se zambulle sobre lo circundante, arrullando todos los seres

en una hábil sinfonía terrorífica.


Si el viento son los violines,

las pieles erizadas son las arpas

y mi conciencia quién las interpreta.


Danzan seres que antaño eran alados,

pero que hace tiempo que olvidaron

la capacidad de remontarse volando.


Sauces llorones decoran los pabellones

donde se amontonan cádaveres

de amantes disfrazados.


Y mientras tanto, los búhos se entienden

con los cuervos cuando lamentan

la ida de las concubinas.


Yo soy el espectador que hace de actor,

aquel que agarra la soga con temor

de soltarla antes de tiempo.

Ay, me quema la garganta...


- Llueve a cántaros en este día otoñal,

tanto que todos los caminos 

se encuentras anegados de agua,

la cual huye con premura allí donde

esta encuentra salida, por cualquier

resquicio por nímio que sea.


Las calles se han convertido en un gran

río, y yo me pregundo: ¿Dónde tiene cabida aquí el mar? Quisiera poder

contemplar un océano artificial

con serenidad, como si mi mundo

fuera una isla desierta rodeada de sal.


Las gentes son presos que procuran

escapar de la catástrofica cárcel

marina. Porque aquella les recuerda

su debilidad, les lanza una lección

que para quién la descifra parece

indicar que nada está controlado.


Las calles inundadas son presagios

lanzados al azar, un destino deviniente

que juega con las andanzas ora

convertidas en nado, en barcos

que transportan de un lado a otro

las añoranzas de un sueño imposible.


Yo quisiera quedarme tumbado,

dejar que la marea me lleve 

allí donde la seña me haya indicado,

y así poder visitar extrañas tierras.

Todas ellas plagadas de sombras

contenidas en un suspiro de mujer.


- Muchos cantan la belleza de la primavera,

mas yo lo hago con la melancólica

sutileza que se esconde en el otoño.

A través de las hojas caídas 

de los árboles, atrapo los recónditos

secretos que me susurra la muerte.

Dicen que en los cielos nubosos

y en las inesperadas neblinas,

puede tomarse la hermosura desfalleciente.

También en las lluvías repentinas,

hay algo de mágico, sobre todo

en ese descenso y ascenso gradual.

Aspiro la húmedad, y esta, me dota

de caricias que transpiran

de mi nariz a mi surcado pecho.

En las noches hay un mensaje cifrado,

entre las estrellas que ocultan las nubes

un hálito señal de lo efímero juega.

Las sensaciones se trastocan

en los sentidos de las sombras

como esa rama que se balancea en la luna.

Los grillos entonan sus últimas canciones, los pájaros nos deleitan

con su belleza cuando emigran

y las gentes andan ligeros por el monzón.

Y, mientras yo, siento consuelo

al ver cuán bello es el perecer 

de todas las cosas, viendome reflejado

en esa flor que deja caer sus pétalos.


- Sin ser capaz de evitarlo,

mis ojos siempre retornan 

a posar su mirada en los poemas

de Li Bai, el Genio Inmortal de la Poesía.

Sus versos me trasladan a otra tierra

repleta de naturales paisajes de antaño,

y donde cada elemento parece tomado

del ensueño de algún lírico dios.

Mientras tomo el libro, y voy leyendo,

tremendamente deleitado, aparece

el cansancio, y mis párpados

poco a poco van atardeciendo.

Y ya inserto en el sueño, puedo ver

al poeta alejándose a través 

de una blanquecina senda lejana,

sembrada de oscuros árboles en sus margenes.

Yo, le sigo. Y cuando creo estar

casi lindando con su figura,

este se gira sonriendo como bromeando

y se desvanece en el aire cual genio.

Me siento muy solo sin su armoniosa

compañía. Y pese a que los paisajes

son hermosos y las aventuras mas allá

de ellos propicias, sólo quiero

brindar con una copa de vino con él.


Cuando despierte, volveré a leerle.

Viajaré por sus versos, nutriéndome

de sus imágenes y poéticas impresiones,

así podré alejarme de este desquiciado mundo.


- Sólo aspiro a un remanso de paz

y de tranquilidad, a semejanza

de unas aguas estancadas 

donde no haya turbaciones innecesarias

ni mundanos ruidos atrolladores.


Quiero habitar en el sosiego de un refugio

alejado del mundo, y decorado 

con el canto de los pájaros al amanecer,

y en el atardecer, arrullado por el silencio

sólo interrumpido por melodías de insectos.


Las preocupaciones y aspiraciones

de las gentes son todas banales,

tan insignificantes como la mosca

sin alas que quiere ascender 

encontrandose pegada al suelo.


Únicamente deseo que el olvido,

la ausencia de sonidos y de visiones

equivocadas borren todo atisbo

de egoísmo y de vanidad en mí,

despejándose cual rocío mañanero


Sueño con esa oscuridad tan callada

y elegante, como un beso dado 

en la noche, un regalo de alguna

musa que desdichada y vacilante

alcanzó la sensación de la nada.


- El velo nocturno ya suplanta

nuestros sueños, y los convierte

en sútiles efluvios insatisfechos.

Tan insondable es su marcha.


Nuestros ojos no pueden verlo,

pero ella está ahí, presente,

hechicera lanzando sus fuegos fatuos

sobre nuestras cabezas huecas.


Estas cadenas que arrastro,

este fardo en mi espalda,

son tan sólo un par de muestras

de mis suplicios en esta rara aventura.


Sin embargo, ya no temo nada.

Ni a la bruja ni a su hermana la muerte

porque yo también soy hijo de la noche

y de sus apesadumbrados paisajes.


Conozco este hermoso jardín

desde antaño. Lo reconozco con mis ojos

todavía mas cuando es noche cerrada,

puesto que soy participe de las sombras.


Y a pesar de ello, de esta costumbre,

no puedo evitar entristecerme

y de llorar cada noche sintiéndome

desdichado e incomprendido por los mortales


- ¿Que será de mis lágrimas cuando

estas sean tan inmensas

que me sobrepasen en estatura?


Corren los tiempos, y con ellos,

las melancolías pasadas se atropellan

con las presentes, a lo que se añade,

el temor por el porvenir.


Inconstante raciocinio humano,

siempre divagando como el agua

que se precipita de la cascada,

camino hacía ninguna parte.


Caen piedrecitas de la montaña nevada,

y poco a poco van aumentando en grosor

hasta que se quedan encalladas

sobre una rama que les sirve de sostén.


Poco me importa ya el curso de todas

las cosas. Siempre es la misma melodía

que ya sé de memoria, la única diferencia

es el intercalarse del deleite y el sufrir.


¿Que será de mis silencios cuando estos

se acumulen con tal impetú, llegando 

el momento donde no tenga nada que decir?


- El mundo es un paradero insondable,

que encubre un secreto innombrable.

Tras tanta corteza y segmentos de tierra,

se esconde una sútil esencia

que viaja a través del devenir constante

cual si fuera una estrella fugaz

que cruzase el cielo en una barca dorada.

Es casi tan imposible el descifrar

el significado de este transcurrir

de los años, del emerger de las canas

y del declinarse de las cosas,

que no es extraño señalar simplemente

que se trata de algo inefable

para después cruzarse de brazos, perplejo

Cruzo los océanos, los senderos

más recónditos y atravieso millares

de montes en busca de una respuesta

que nunca hallaré, y que todos los sabios

callan cuando llegan a la tumba.

Me iré lejos de aquí, conoceré

gran cantidad de paisajes desconocidos,

y entre unos ramajes a nada de perecer

descubriré el por qué en un gorrión al nacer.


- En esta noche, siento un cosquilleo

interno, algo que me recorre

pasando por mis entrañas

y desembocando en mi pecho.

No puedo adivinar con certeza

qué será, mas las serpientes

que se encuentran enredadas

entre mis pulmones parecen atestiguar

que se trata de una nostalgica añoranza.


Cuando veo la lluvia caer,

me acuerdo de que ya no estás conmigo 

y que probablemente jamás te vuelva a ver.


Salgo a dar un paseo vislumbrando

unas parpadeantes estrellas en un cielo

encapotado. Pareciera un cuento

que inacabado atendiera a un cúmulo

de sucesivas tragedias, mi particular

leyenda quebrantada por tristezas.

Las imagenes se deslizan por mi

memoria, jugando con los recuerdos

y convirtiendolos en pesadillas soñadas.


Cuando veo la lluvia caer,

me acuerdo de que ya no estás conmigo 

y que probablemente jamás te vuelva a ver.


Regreso a casa, acompasando mis pasos

a una lenta y desdichada letanía,

la cual lleva repitiéndose demasiado tiempo. Se trata de una cruenta sinfonía

cuyas notas están todas desmenuzadas,

demasiado sueltas en ocasiones,

y entremezcladas tantas veces

que desde hace mucho tiempo perdí 

el hilo, o quizás simplemente me olvidé.


Cuando veo la lluvia caer,

me acuerdo de que ya no estás conmigo 

y que probablemente jamás te vuelva a ver.


Ya tumbado en la cama pretendo invocar

al sueño sin conseguirlo. Este se me escapa, se desliza caprichoso entre mis

dedos, que procurran atraparlo en vano.

Entonces pienso que en mi vida jamás

he logrado alcanzar ese punto,

aquel núcleo donde todo se encuentra

en su sitio, impoluto y bien ordenado.

Todo es un caos constante, y yo, su prisionero.


Y cuando veo la lluvia caer,

me acuerdo de que ya no estás conmigo 

y que probablemente jamás te vuelva a ver.


- Me encuentro suspendido sobre

una laguna brillante, cuyos arroyos

circundantes están sombreados

por la proyección de los lotos

en esta noche donde la luna

se encuentra velada por cúmulos de nubes.

Desde aquí me pregunto si en algún

momento bajará una ráfaga de luz

que dote de sentido a este brumoso

paisaje, sólo acompañado por el misterio

de abrojos convertidos en sombra.

Mas, me doy cuenta de que yo mismo

estoy hermanado con lo oscuro,

que mis palpitaciones son ecos olvidados,

mis ojos faros apagados, mis manos

cubiertas de palmera y mis sentidos

soldados caídos en un suspiro.

Por eso siempre paso inadvertido,

cual carencia de entidad,

como una ausencia que ya se desvaneció

hace mucho tiempo y cuyo recuerdo

no es otra cosa que el marchitarse

lentamente hasta dispersarse lejos.

Derramo una sola lágrima al caer

en el abismo de la certidumbre,

al asentir esta cruel realidad inversa,

sabiendo que soy lo que no soy,

que no ser es lo mismo que ser

¿Para que devanarse en divagaciones

que llevarán a un mismo punto?

Aquí me quedaré, quieto con la incognita

colgando de mis mejillas y con una

barbilla temblorosa debido a la emoción,

al menos sé que esta tristeza

que con los años se atenúa

me es más fiel que todas las verdades

inventadas que se han dicho

desde inmemoriales tiempos, desde antaño.


- Si quieres ascender, liberarte, 

primero deberás descender

hasta lo más profundo, 

hasta el cieno más sucio e inmundo.

Tienes que caer, y no dejar de gritar

en tu caída, cayendo, cayendo

para acabar siendo vastago del olvido,

pasar desapercibido hasta desvanecerte.

Ser la nada, sin reconocer todos esos

algos que van presumiendo

de su sustancia incompleta,

de lo inacabados que son.

Todo está vacío, huecos por donde

se filtra la nulidad de todas las cosas

que se resuelve en su propia negación,

pues todo aquello es ausencia.

La afirmación es ficción, frustración

la división de todas las cosas

cuya verdadera naturaleza es ser una,

la hermana de la nada que surgió

de la Madre Primigenia, de su seno

cargado de suculenta leche que nos dotó

de la vana ilusión que nos arraiga a la vida

Muerte, muerte es lo que yo amo,

y aquella infantil imagen de la parca

mi amante de novela, 

aquella que no trae ni se lleva a nadie

porque uno en realidad siempre estuvo

colgando de la misma espinosa rama,

que tanto nos hace sangrar.

Gritamos porque caemos,

porque no podemos evitar este descenso

que muchísimo tiempo después

quizás nos permita escalar la montaña.


Pero mientras caemos, contemplamos el paisaje,

y la despedida de las hojas otoñales,

donde todo acaba sólo para comenzar

de nuevo en otro final. 


Que la noria siga girando,

sin parar, y así podamos reír juntos

por última vez.