Cuando recibí el mensaje de mi amigo X, salí precipitadamente por la puerta principal de mi casa. Cargado con una bolsa y una caja de cartón en mano, atravesé por la calle principal con premura. Prácticamente no me fijé en lo que había a mí al rededor. Sólo pude observar frente a mí el gran arco de la entrada a la urbanización, la figura distante de mi amigo apoyada en el centro y una mujer con sobrepeso caminando en mitad de la calle tras haber tirado la basura. Me incliné en señal de saludo a esta misma mujer, y lancé toda la basura en el mismo cubo.
Para entonces, X ya me había visto y se dispuso a encaminarse en mi dirección. Cuando nos encontramos justo delante nos dimos un abrazo amistoso, y todo vivarachos salímos de la urbanización atravesando la carretera sin importarnos el paso de los coches.
- Vaya, veo que te has cortado el pelo. Se te nota muy distinto así - comenté deslizandome a su lado, arrastrando los pies como de vez en cuando acostumbro
- Sí, ya era hora - respondió él, y continuó- Y tú te has dejado crecer la barba. Así conectada con el bigote que tienes, te hace parecer todo un bohemio - dijo mientras se reía, todo ufano y con una mirada que indicaba que había dado derecho en el clavo-
En verdad, él no era el primero que me lo había dicho. Constantemente me recalcaban que tenía pintas de bohemio. Eso me hizo pensar acerca de qué significaba ser eso de bohemio, si era mas bien un comentario superfluo en torno a mi apariencia, o era algo mas intrínseco que se volcaba en lo externo a mí. Quizás sería por mi afición a la literatura y por escribir de vez en cuando relatos que no le importan a nadie, pensaba. O, puede que además de por eso, fuese porque fumaba bastantes ducados al día y de vez en cuando me tomaba alguna alegría bebiendo algo de alcohol. Mas, en todo caso, había algo de ese término "bohemio" que me perturbaba. No era por serlo en sí, o por parecer serlo, sino mas bien porque tanto gente conocida como desconocida coincidieran en ese supuesto hecho. Era algo que me producía un mareo interior, el que conocieran supuestamente algo de mí que ni yo mismo me había replanteado jamás. Si no era ser bohemio, era ser demasiado intenso, un literato, un viva la vida... En fin, presuponiendo que entendiera a qué se referían, seguía sin entender nada como siempre me pasaba con todo.
X y yo pasamos a través de las calles de la urbanización de al lado, discutiendo opiniones y contrastándolas con experiencias de nuestra vida. Hacía bastante tiempo que no nos veíamos. A veces el constructo artificial que supone nuestra vida social nos impone una serie de baches y de barreras que nos impide hacer lo que queremos como individuos. Y aunque yo particularmente he evitado lo máximo posible esas obligaciones creadas por la sociedad, lo cierto es que muchas veces caigo igualmente en las mismas. Eso me deprime terriblemente, y de ahí la necesidad personal de volver a ver a mi amigo de la infancia, y de compartir unos ratos, como si volvieramos por unas horas a ser niños.
Después, entramos al principal centro comercial de nuestra zona. A este centro comercial se le llamaba coloquialmente por aquí "El nuevo" en contraste al otro que tenía al lado que se le llamaba "El viejo" A pesar de esa denominación mucho de nuevo ya no tenía. El recinto en cuestión estaba desolado, completamente vacío, sucio y casi descuartizado. Cada pisada arrastraba un cúmulo de roña que se quedaba pegada en los zapatos, y cada vez que se alzaba un poco la voz, era el eco quién te respondía. X y yo lo estuvimos comentando mientras accedíamos a una tienda para comprar un par de "flashes" cual si fueramos efectivamente un par de críos gastándonos nuestra paga en chuches.
Con los "flashes" en mano, salímos de ahí como fantasmas de una casa encantada que se ha quedado demasiado pequeña, y subímos la cuesta en dirección al centro del pueblo. Mientras así lo hacíamos, no pude evitar fijarme en el paisaje. Es verdad que aquí estaba todo desolado, que apenas pasaban los coches y que toda la vegetación estaba seca y plagada de arena y barro. Sin embargo, encontraba un encanto en todo esto. No en vano, aquel era el lugar de mi infancia y adolescencia. Aquí paseaba con los distintos grupos de amigos que he ido teniendo a lo largo de mi juventud, hacíamos gamberradas, bebíamos alcohol, fumabamos o simplemente charlabamos sobre cosas banales que en ese tiempo para nosotros no estaban exentas de la debida importancia. En fin, podría decirse que me invandió la nóstalgia, o mas bien, que yo me dejé invadir por ella gracias a lo que veían mis ojos en ese momento.
Al rato, X y yo llegamos al pueblo. Otro lugar que estaba terriblemente abandonado. Discurriendo a través de sus calles, podía observarse cómo los edificios se caían a trozos completamente alejados de la mano de dios. El pavimento y los mosaicos sobre los cuales pisabamos, o bien, estaban desgastados de tanto usarse, o en su defecto, habían sido arreglados con el mínimo presupuesto. Las calles que rodeaban la calle principal estaban abarrotadas de gatos abandonados, mas completamente vacías de gente. El abandono del pueblo era palpable frente a unos concejales que probablemente estaban llenando sus bolsillos del dinero que debieran invertir en reparar el pueblo sin escatimar en gastos. Pero, a pesar de esto, tampoco en esta ocasión pude evitar sentir cierto encanto por lo que contemplaba. Es mas, me sentía maravillado en el buen sentido por ese abandono. Estaba feliz. Me encontraba en el núcleo de mi pasado. Pensaba en cuantas veces había pasado por aquí, me había sentado en los bancos de madera carcomida ya sea solo o acompañado, y me había puesto a contemplar inmerso en mis pensamientos a la luna ascender con cigarro en boca, o botella en mano. Aquellos recuerdos eran sumamente gratos para mí.
Al final, mi buen amigo y yo decidimos sentarnos en unos bancos modernos que habían puesto por el pueblo hacía ya unos años. Ya estaba anocheciendo. Pero eso no impidió que por eso detuvieramos nuestro encuentro, y regresaramos a casa. Todo lo contrario. Nos quedamos un momento en silencio contemplando aquel paisaje abandonado aunque encantador, desolado y tranquilo, hasta que la voz de X quebró el silencio sólo antes interrumpido por el zumbido de algunos insectos.
- A veces recuerdo el tiempo en el que éramos niños, y sobre todo, adolescentes. Nos lo pasábamos muy bien. Aunque, la verdad, es que jamás volvería a esos tiempos. No me gustaron nada. Fuí a veces muy infeliz, sólo me salvaron las risas debido a las paridas de entonces -dijo muy serio
- Es cierto, pienso igual. También eran otros tiempos muy distintos a estos. Éramos a veces bastante crueles. - le respondí con una seriedad semejante
- Sí, pero tampoco nos quedaba otra. Por entonces, si no aprendías a defenderte por ti mismo lo tenías jodido. Y defenderse implicaba que tenías que meterte y poner en rídiculo a los demás para quedar por encima. Si no actuabas así, ya podías prepararte para lo que te esperaba al día siguiente. No estoy nada orgulloso con lo que hice. Pero, por otro lado, sé que no me quedaba otra. A día de hoy no lo entenderían debido al correctismo político y a la sensiblería actual, mas entonces la cosa era muy distinta. Nos tratábamos fatal entre nosotros, como sobre todo a otros que no tenían nada que ver con nuestro grupo. Aunque bueno, tampoco era del todo culpa nuestra. Las malas influencias y la presión del grupo también provocaron que en ciertas ocasiones actuaramos como animales. Pero bueno, por suerte, al menos yo, pude disculparme mucho después con los afectados por nuestras perrerías. En ese sentido puedo decir que tengo la conciencia tranquila.
Yo asentí en silencio mientras le escuchaba, no podía darle la razón de otro modo. Es cierto que cuando éramos adolescentes actuabamos con inconsciencia, influidos por los demás y en una especie de teatro de la supervivencia. Mas, a pesar de todo, no podía evitarme sentirme mal a ese respecto. Recordaba episodios en los que yo mismo me había reído de mucha gente, y había insultado y hasta agredido a mucha otra. En verdad, muchos se lo merecían, así que podría decirse que me encontraba en un estado de vulnerabilidad que requería de la auto-defensa. Por suerte, durante el colegio y el instituto no se habían metido mucho conmigo. Era porque les daba miedo. Siempre iba vestido de negro, con un flequillo que me ocupaba la mitad de la cara, y además, era bastante alto. Esas pintas, por otro lado, provocaron que corriesen por ahí muchos rumores un poco raros sobre mí. Algunos de ellos estaban relacionados con el satanismo, e incluso, con el sacrificio ritual y el homicidio. Obviamente, todas aquellas cosas eran tonterías. Mas, no obstante, esas estupideces inventadas me ayudaron en mas de alguna ocasión a salvar el pellejo y a ahorrarme en disgustos.
Pero, volviendo a lo que mi amigo X me había dicho, también me sentía mal no sólo por las cosas que había hecho por sobrevivir en el ámbito social -aunque como dijo, estás entendieran de algún tipo de justificación- sino porque yo a diferencia de él no había tenido la oportunidad de disculparme con aquellas personas que fueron afectadas por mis acciones. Una vez que acabé el instituto y me presenté a los examenes oficiales para ingresar en la universidad, me desentendí de todo y de todos. Empecé a rondar mucho mas por el centro, y dejé un poco de lado a mi pueblo y su gente. Siempre he vivido bastante a mi bola como acostumbro a decir, indiferente a las veces respecto a los demás, y eso provocó que toda aquella gente del pasado se hundiera en la oscuridad cual si apareciese una densa niebla durante la noche. A veces pienso que ojalá hubiese tenido la oportunidad de disculparme, o al menos, la valentía suficiente para buscar a toda esa gente y pedirles perdón en condiciones. Mas desde aquellos tiempos pasados hasta ahora he sido un cobarde que ha procurado enfrentarse a lo mas mínimo posible en esta vida. Siempre huyendo de aquí y para allá, en busca de refugio y diversión constante a pesar de esta profunda melancolía que anida en mi interior. Quizás haya sido precisamente esa melancolía la que ha implementado esa necesidad en mí de tomarme la vida a risa, como si fuera una fiesta.
En ese momento, ví como mi amigo X ya se levantaba, así que hice lo mismo y lo seguí. Continuamos nuestro paseo ya completamente de noche mientras charlabámos acerca de aquel pasado en apariencia lejano que ambos compartíamos. Nuestras siluetas fueron sumiendose por aquella oscuridad nocturna en aquel lugar desamparado. Ya sólo podía oírse el eco de nuestras risas y la sombra que proyectabamos en el suelo cuando los escasos coches que pasaban nos iluminaban con sus faroles, en tanto, que, nuestras figuras iban desvaneciéndose en aquella bruma fantasmal.