Emprendo el camino de regreso al amado hogar por las
acostumbradas sendas de los recuerdos, mas en esta ocasión voy a valerme de mis
propias piernas para disfrutar así de los deleites que me ofrecen el paisaje.
Y, de nuevo, las conocidas carreteras mal construidas en cuyos lados están
repletos de hierbas silvestres muchas veces pisoteadas por quienes transitan
por estas vías. También, como puestos a propósito, siguiendo unas determinadas
líneas, se encuentran algunos árboles, que procurando mantener las distancias,
han comenzado con el paso del tiempo a rozarse unos con otros mientras un
suntuoso viento los zarandea aventurando aquello que regresa, lo inesperado del
pasado.
Yo estaba como digo, recorriendo estos lares con mis pasos
como así también con mi mirada. Cada cosa que veía no podía dejar de recordarme
otros tiempos mayormente dichosos, que se me parecían ahora tras las tristezas
pasadas, un lastre en semejanza a una pesada carga. En cada mañana sentía un
saco a mis espaldas y me decía: "¡Ay, espero que al próximo día esta
sensación de peso se me vaya!" Pero, al cabo, nunca cesaba e insistía con
la luz del nuevo día. Hasta que me dí cuenta que aquel saco que tan pesado se
me hacía, no era algo exterior a mí mismo como los objetos que a veces
portamos, sino que, muy al contrario, era parte de mí. Y desde entonces, os
juro que he procurado acostumbrarme. Sin embargo, todo ha sido en vano.
Precisamente por ello, puede que me encuentre como ahora
mismo andando en dirección hacía ningún sitio. Me hago el perdido de cara a un
plano real y tangible porque en verdad también lo estoy en un sentido mas
interno, profundo incluso ¡Pero qué me digo! ¿Se puede saber a quién diablos
estoy hablando con el pensamiento? En fin, yo seguí rastreando mis pesados pies
por la carga que llevaba a las espaldas tan tranquilo, en sosiego aún que
tuviese aquellos laberintos internos que jamás conducen a ningún lugar
determinado, pero que, a su vez me mantienen en vida. Mientras se esté uno en
contradicción consigo mismo se procura -aún con el pesar que conlleva- seguir
vivo. Muchas veces mis allegados me aconsejan que procure escapar de esta
encrucijada que me roe las entrañas, que deje de insistir en lo inevitable que
tienen todos los asuntos préteritos. Yo les respondo muy ufano escondiendo mi
dolencia en cuanto puedo en tanto que me aprieto sutilmente las sienes:
"Es que no puedo... Después de todo lo que ha pasado, no soy capaz de
olvidar. Me es imposible, y mucho mas dejar atrás aquello que me alimentó de
vitalidad en mi etapa más oscura." Ellos me miran con cierta sospecha, como
si mi secreto tuviera algo de misterioso y arquean las cejas mientras ladean la
cabeza en señal de desaprovación ¡Pero qué voy a hacerle si esta búsqueda ha
perdido desde hace tiempo su sentido y dirección!
Y, mientras esto contaba hacia mis adentros, una figura que
en la distancia me parecía extraña hizo retornar de vuelta mis impresiones
concernientes al mundo exterior. No comprendía la razón de que otro paseante me
resultase lo suficientemente interesante para detener mis devaneos circulares.
Pero, en la medida que me iba acercando, los latidos de mi corazón se tornaban
acelerados. Parecía una mujer que esperaba al próximo autobús en una parada
rodeada de una otoñal niebla, aunque no era una mujer cualquiera; era ella. Sí,
no podía confundirme en esta ocasión, comencé a estar seguro de que se trataba
de la mujer proveniente del pasado que ahora habitaba mis sueños Los ojos
podrán engañarme de vez en cuando si no estoy muy advertido, mas este temblor
de mi pecho no se agita por nada.
En efecto, cuanto mas cerca me hallaba más me certificaba en
mi fuero interno de que sería ella "¿Que hará aquí de nuevo? ¿Vendrá para
verme a mí? ¿Cómo debería reaccionar después de tanto tiempo?"- me
preguntaba sin ser capaz de responderme. Sus rasgos eran cada vez mayormente
definidos, la corvatura de su nariz y su particular esbeltez desproporcionada
no podía matizarse entre la neblina como si se tratase de un capricho. Hasta
sus ojos saltones y marrones parecían responder a lo que estaba ocurriendo en
mi interior, incluso, podría decirse que miraban hacía mi dirección. "Es
probable que me haya reconocido estando tan cercano a ella. Voy a comportarme
como si todo me diese igual, pasivamente para que no advierta mi perplejidad
ante su presencia" -seguía diciéndome frunciendo la frente y haciendo
contorsiones con los dedos de la mano.
Ya cuando aquel estruendo que se ocasionaba en el foso de mi
alma alcanzaba su culmen, cuando estaba apunto aquella tormenta de aplacar mi
espíritu, cuando la respiración iba a dar paso a la mayor tempestad jamás
pensada, cuando iban a ser las súplicas y las lágrimas, pude darme cuenta de
que eran imaginaciones mías. Justo cuando estaba a pocos metros de aquella
mujer, la ilusión se borró y su rostro me fue desconocido. No era ella, era
otra persona ajena. Su estar y su presencia desde la lejanía se me hacía tan
parecida, que por un momento pensé que... Otra vez dejé engañarme por una
esperanza sin fundamento debido a mi frustración interior. Nunca lograré
curarme de esta enfermedad amorosa. Me resultó tan similar a la distancia...
Quizás sería por la niebla. Pero no, la culpa fue mía, toda la culpa siempre
será mía.
Moriré tarde o temprano y la misma figura me seguirá
acosando, ya sea en sueños o en espejismos como el narrado a modo de ejemplo.
Mientras ella todavía permanezca en mí, seguirá componiendo la parte esencial
de mi mundo. Debería interiorizarlo para que así en un futuro no me sea tan
duro de replantearlo. No, de nuevo me engaño. Sé que eso no será así porque me
perseguirá durante toda la vida en la medida que siga habitando en mí. No puedo
dejarla pasar como si hubiere sido un acontecimiento cualquiera, como quién se
quita la camisa al hallarse esta ya sucia. Al fin y al cabo soy el hidalgo
quebrado, he de permanecer en mi posición y hacerle justicia a mi nombre. Sea
así.
Desesperado del pasado amor, confunde el rostro de su antigua amada
Delante de mí, bajo mi sorpresa,
apareció un rostro conocido
que provocó el intenso latido
del que no responde y sopesa
Allí te vi, en figura luminosa
con tu aspecto acostumbrado y embellecido,
mientras, que, mi ánimo embebido
certificando y no creyendo tal promesa
se dijo: "¡Ay, cruel proeza
fue el volver a verte
en aquella forma ilusoria!
¡Ay, qué onírica pobreza
la de pensar por un instante,
poder volver a amarte ya no sólo en la memoria!
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