sábado, 10 de junio de 2023

La última lección del maestro

 La gran puerta fue abierta.

Y nada mas ser abierta, un chico pudo acceder a una inmensa sala completamente despejada. Esta sólo contaba con un altar, y estaba tamizada con madera pulida. Las sombras y las luces se intercalaban entre sí dotando a la sala de un toque mistico. El resplandor lumínico que mejor podía percibirse estaba impreso en el suelo, dejando la figura de las ventanas esmaltadas entre la penumbra que dominaba aquel lugar. Pero, mas allá de las sensaciones visuales, reinaba un silencio casi absoluto. Sólo podían escucharse las pisadas del chico al dirigirse a la parte elevada del altar, la cual era paradojicamente la más oscura de aquella enorme estancia. Cuando llegó, una figura emergió del centro desplazandose con parsinomia, cual si volara.

Esa figura se trataba de su maestro "Ese viejo ya está borracho otra vez. Fíjate, se le nota la ebriedad en las mejillas y de la comisura de sus labios se notan los rastros resecos de sus babas alcoholizadas. Encima, debe ser todo un mujeriego, que se aprovecha de su estatus de maestro para abusar sexualmente de las mujeres jovenes. Esa naríz rojiza le delata. Sólo los pervertidos tienen una naríz tan roja y una sonrisa tan extraña... Ese rostro esconde millares de perversiones acometidas en el pasado y en el presente. Estoy seguro, mi maestro es un maldito borracho y un maníaco sexual." En aquello pensaba el chico en aquellos momentos ante la fija mirada de su maestro, que no se movía ni un paso. Parecía, incluso, que ni respiraba. Estaba pétrido como una estatua que fuera ahí clavada desde hace muchísimos años. Además, como estaba situado sobre el altar, casi podría llegar a confundirse por una especie de idolo de antaño. Esto incómodaba al chico, esa mezcla entre santidad y mundanidad le desconcertaba "Siempre igual... Con esa mirada vacía que pone siempre. Este maestro, además de ser un alcohólico y un pervertido, debe ser también un adicto a las drogas. No es normal que se le quede mirando a uno así como si no viera nada ¡Que estoy aquí, joder! De verdad... Como se le nota que le queda muy poco a este hombre para entrar en la fase de la demencia senil. Es anciano para lo que quiere, excepto para beber sin parar y darle al manubrio. De eso estoy seguro..." Volvía a pensar el chico, cargado de suma impaciencia y nerviosismo.

De repente, el maestro alzó su mano izquierda en señal de saludo y descendió del altar de un salto que produjo un golpe seco en el suelo. Si uno prestaba atención, podía escucharse el eco de ese golpe cual si se tratase del martillo de un juez sobre la madera. Cuando hubo bajado, el maestro fue andando con tranquilidad en línea recta, incluso empujó sin querer al chico, aunque hizo como si no pasase nada "Qué cabrón... ¡Encima me empuja y ni se disculpa! Este maestro es un maleducado y un impertinente. Claro, como los gestos sociales de cordialidad son usos mundanos, pues pasa olimpicamente de ellos... Pero para llenarse el estómago de bebidas y de manjares, no hay problema. Como tampoco tocar senos de diferentes tamaños supone algún tipo de contrariedad ante la elevación espiritual. Este tipo es un fantoche, lo digo yo. No sé qué llevo haciendo tantos años aquí, estudiando con este mentiroso compulsivo" Seguía pensando el chico en estas cosas, cuando el maestro que hasta entonces le estaba dando la espalda en su marcha, se giró y le miró directamente. Aquello perturbó al chico, que se quedó de piedra, plantado donde estaba y con sudores fríos.

Entonces, los resecos labios del maestro se despegaron, dejando entrever entre el labio inferior y superior varios hilos de saliva blanquecina, como si llevase sin abrir la boca ni para comer durante algún tiempo. Este pronunció con una voz que a las veces era solemne, y otras quizás un poco mediocre por sus gallos intermitentes:

- Es hora de que practiques la meditación final. Ya has avanzado mucho en el transcurso de este tiempo, y creo que ha llegado el momento de que pongas en práctica todo lo que te he ido enseñado. Esta meditación parece muy sencilla, pero no lo es tanto como puede aparentar ser. Verás, quiero que concentres todos tus esfuerzos en meditar mirando a esa vela -Dijo señalando hacía el altar, donde apareció una vela que hasta entonces el chico no había visto, y continuó- Quiero que medites tanto clavando tu visión exterior e interior que acabes convirtiendote en esa vela. Sólo entonces podrás entenderlo todo, que es para lo que viniste aquí ¿Verdad?

El chico, rascandose una sien, se adelantó para responder al maestro y comentarle sus dudas para el procedimiento meditativo. Y cuando ya estaba abriendo la boca, preparado para expulsar aire con sonido en forma de palabras con sentido, el maestro se dió la vuelta sin prestarle ninguna atención "Será jodido... Me cuenta esa ambiguedad, y se marcha en mi cara cuando iba a preguntarle si debía adoptar alguna postura o lo que fuera. Menuda cara tiene el muy hijo de puta. Juro que si logro alcanzar la comprensión óptima, me metaforseo en un rayo y le parto en dos mitades por ser un farsante asqueroso." Al terminar de pensar esto, el chico se puso en cuclillas en dirección a la vela. Se quedó contemplandola embobado, sin saber qué hacer. Al principio, notaba como sus párpados caían debido al sueño. Mas, al percatarse, se apartaba las legañas de los ojos y las tiraba al suelo. Algunas se le quedaban pegadas en los dedos y se las comía. Al rato, intentaba volver a concentrarse, fijando su mirada en la vela y procurando apartar sus pensamientos. Pero se despistaba, acababa pensando en mil cosas baladí, y volvía a repetir el mismo proceso una y otra vez.

"Estoy hasta los cojones... Este viejo podrido me está tomando el pelo, y encima yo le tomo en serio... Pero bueno, como no tengo otra cosa que hacer, seguiré intentandolo hasta que me caiga del sueño. Total, no tengo nada mejor que hacer en este putrefacto lugar." Desplazando estos pensamientos, se puso a bostezar. Y al instante, retomó la contemplación de la vela. Su llama oscilante sedujo sus ojos, veía cómo se blanceaba a un lado y a otro cual si fuera la cintura de una mujer bailando durante un extraño ritual. Su mente materializó aquella mujer danzante, que, cargaba su cuerpo desnudo con un número considerable de lentejuelas que se movían a la par de sus pasos y saltos. No había nada mas, sólo aquella mujer de piel morena bailando sobre la llama de la vela. Algo en el interior de aquel chico ansiaba bailar también, deslizarse a través del fuego y alcanzar a aquella mujer. No sabía a ciencia cierta si se trabaja de un deseo espiritual, o lujurioso, ambos se confundían en aquella tambaleante llama que ceñía la cintura de aquella sensual mujer.

Sin avisar, la llama se apagó durante unos instantes. Fueron los suficientes para que la presencia de la oscuridad se hiciera patente. A pesar de que ese tenue apagón duró muy poco, un recuerdo de esa oscuridad permaneció como un resquicio en el interior del chico. Nada mas volver a salir aquella llama, este se adentró en ella deslizándose al principio rápidamente, mas luego con premura. Ya instado en la misma, pudo contemplar un esplendoroso paisaje. Parecía que volara por el cielo, ya que estaba rodeado de nubes. Sin embargo, no se quedó en el sitio. Empezó a impulsarse poco a poco, ganando velocidad con cada movimiento. Acabó descendiendo, y pudo contemplar un inmenso prado verdoso que estaba dividido en dos sectores bien diferenciados: por un lado, había un campo de trigo, y por otro, un bosque frondoso. Lo que dividía ambos sectores era aquel campo asalvajado que estaba plagado de malas hierbas que entendían de un cierto tipo de sintonía, ya que parecía que estaban plantadas en orden, cual si hubieran sido ordenadas por la mano del hombre. El chico se quedó ahí, es suspenso esperando que pasase algo. Pero nada pasaba, sólo ascendía de nuevo cuando se quedaba en quietud. Así que prefirió seguir explorando aquel inhóspito terreno.

Sin saber cómo, dónde o por qué, se encontró a sí mismo en su hogar rodeado por su familia. Mas él ya no era él, sino una especie de entidad invisible que sobrevolaba las sucesivas salas de su casa, contemplando a todos que por lo demás, estaban a sus cosas. Lo único que le extrañó de aquella situación fue que veía a todos como mas jóvenes, y que la decoración de la que fue su casa, era muy diferente a la que él había conocido en vida. Esta situación de perplejidad y de contrariedad, le condució al camino que llevaba a su habitación. Ahí pudo ver que la misma estaba decorada de forma infantil, con trenes y coches a doquier por las paredes, y con algunos juguetes y muñecos dispersos por el suelo. Recordaba a algunos de ellos, sobre todo a ese peluche de vaquero que le acompañó en su cama cual si fuera una amada hasta bien entrada su adolescencia. Aunque quizás lo mas sorprendente de todo fue contemplar a sus padres mucho mas jóvenes, que rodeaban una cuna de un tono azul pálido, cual si estuvieran protegiendola de los males del mundo. A estos se les veía muy felices y emocionados, tanto que sus ojos estaban vidriosos por tanto sentimentalismo contenido. Al ver esto, pensó el chico, que a pesar de que terminasen separandose, en aquel entonces parecían verdaderamente enamorados.

Cuando se acercó aún mas, posicionándose sobre la cabeza de sus padres, pudo verse a sí mismo siendo un bebé. Ese bebé que fue él mismo, le miró directamente a los ojos como si reconociese a esa entidad invisible que sería él en un susodicho futuro. Mientras que los padres probablemente pensasen que su hijo estaba con la mirada pérdida jugando, lo que en realidad pasaba era que su hijo de aquel pasado-presente, estaba mirando a aquel otro hijo del presente-futuro. Aquel contacto tan penetrante se dió con tal intensidad que la entidad invisible del chico, se sintió  inexorablemente atraída por su yo del pasado siendo un bebé recién nacido, y aunque tenía sus dudas de si ese acercamiento era el propicio, no pudo evitar seguir arrastrándose en esa dirección. Era como si se tratase de la energía de atracción que domina un imán, y que por ello, resulta inevitable. Justo cuando estaba delante, a punto de fusionarse dentro de la cabeza de su yo-bebé, este emitió un estridente lloro que perturbó a sus padres, que cuyo semblante adquirió una expresión de extrañeza, para acto seguido abalanzarse a coger a su bebé por si le pasaba algo. Y justo en el instante en el que el chico siendo una entidad invisible que flotaba en el aire se aunó con aquel yo que había nacido hace poco, se produjo un resplandor acompañado por una sacudida cual si fuera un pequeño seísmo que sólo él fuera capaz de percibir.

***

Cuando el maestro salió de la gran sala de meditación principal, se encaminó hacia su cabaña, que estaba a pocos pasos de aquel lugar. Pero, sin saber por qué, en el último momento, cambió de opinión. Prefirió darse un paseo, a pesar de que el cielo estaba muy nublado y amenazaba con llover. A medida que avanzaba en su sosegado paseo nocturno, pudo observar a través de las columnas que formaban algunos árboles lejanos, que de las nubes del cielo se filtraban las luces de algunos relámpagos. Esto tampoco le detuvo, siguió avanzando sin miedo alguno. Entonces, se situó en medio del campo, con sus envejecidos pies descalzos aprisionando cúmulos de barro húmedo. Fue ahí, justo en ese lugar donde se detuvo, cuando escuchó un fuerte estruendo que provenía del cielo tormentoso. Y ese estruendo acabó transmutándose en un enorme rayo que impactó sobre el maestro, dejándole totalmente calcinado. Su cuerpo se desplomó, quedando sólo varias cenizas de las que todavía ascendía un humo negruzco.

domingo, 4 de junio de 2023

Poemas de un loco

 - Un gato muerto abandonado en la calzada

sobre el que todos pasan,

pero nadie mira.

Da igual sea noche o día,

que llueva bajo la luna o que el sol clareé,

sigue ahí descomponiendose poco a poco.

La muerte posó sus ojos sobre él,

quiso acariciarle por última vez,

siendo abandonado por la vida.

Mientras todos continuan

con sus penas y alegrías,

hay quién llora y quien ríe verdaderamente

y los hay también que fingen.

Mas, todo eso ya carece de importancia

para aquel gato muerto abandonado

sobre el que todos pasan y nadie mira.


- Lágrimas resbalan en mi interior,

pocos las ven pero ahí viven,

en mi cercenado corazón.


Puede que a primera vista

parezca una persona alegre, 

ampliamente sonriente,

y que intenta ser amable.

Pero, en realidad, mi interior se resiente.


Lloro profundamente

ante mis propios males, y el conjunto 

de penurias que asolan el mundo,

mi sonrisa sólo es testigo

de esa apariencia atronadora.


Y, aunque el día sea soleado,

hay una especie de lluvia en mi pecho,

que fluye y fluye como sin razón.


- Ya anochece, se presiente en las nubes,

mientras que en mis labios,

cuelga una nota balbuciente

procedente de canciones de antaño.

Siempre me ocurre.

Cuando contemplo a la luna asomarse,

mis cuerdas vocales vibran tenuemente

como si quisieran lanzar un grito,

como si buscasen auxilio.

Siempre me ocurre, desde siempre.

Una estrella, solitaria, se desliza

en un cielo desolado, carente de compañía

y en cierta medida, no puedo evitar

sentir simpatía ante su desdicha.

Es triste, lo sé.

Sé que entristece esa nube pasajera,

ese paso brumoso hacía ninguna parte,

hacía un vacío inexistente,

una ausencia que se anula a sí misma.

Lo sé, es triste.

Pero, incluso, cuando el cielo nocturno

se ha instaurado en su totalidad,

los cuervos graznan 

y los murcielagos revolotean.

Eso indica que en la sombra hay vida,

quienes han sido abandonados,

olvidados, marginados de la sociedad,

aquí acuden, a un reino que se dice ausencia

Es triste, pero siempre ocurre.


- No puedo dormir.

Cuando cierro los ojos,

tras mis párpados,

encuentro otros ojos,

unos ojos que no son míos.

Parecen pertenecer a otro ser

que vive en las profundidades de mí,

sin llegar a confundirse con mi yo,

habita y perturba mi interior.

Ahí se esconde, en mi seno, 

agazapado, dentro de mi corazón

como si estuviera esperando

ese instante previo a la oniría

para saltar en forma de vibraciones,

templores que se reparten

mediante energías sucesivas,

focos de luz que parpadean,

sonidos estridentes

y aquel grito sofocante que se repite

en forma de eco eterno.

Aquel me pide ayuda,

me exije una respuesta,

algún tipo de reacción ante el sufrimiento

que nunca llega por mi parte 

al yo quedarme mudo en el sitio.

Yo también espero en silencio

una respuesta ante una pregunta

un tanto diferente:

¿Quién vive en mí?

¿Soy yo mismo el que pide auxilio,

o es otro que está dentro de mí?


Pero el caso es que no puedo dormir.

Cuando intento cerrar los ojos,

tras un tupido velo,

encuentro otros ojos,

unos ojos que no son míos.


- Sopla el viento tras la ventana,

un vendaval tal que arrastra

todo a su paso.


En mi corazón también hay un viento

tan tremendo que agita mis venas,

las estirpa a ratos,

arracándolas una a una de cuajo.


Es inmenso el viento

que perciben mis oídos,

lo está derrumbando todo.


Pero, mas aún, es el aire

que acumulan mis pulmones,

provoca que todo mi ser se zarandeé

con tanta intensidad que desfallezco.


La tormenta, empieza,

y amenaza con no cesar jamás

con sus relámpagos de advertencia.


En mi cabeza, hay algo del rayo,

es como un fuego que prende

cada una de mis neuronas

haciéndolas soñar con el final.


Aquel paisaje exterior se desvanece,

todo acabará con un suspiro del cielo,

una venganza de la naturaleza.


Pero, en mi paisaje interior,

la desolación ha precedido a la creación.

Todo lo que ha nacido, ha perecido.

Y aún lo hermoso, se hermana con la muerte.


- Frente al desconocido,

intento que me salgan las palabras

pero no puedo.


Siento en mi garganta

el vómito reverberar, atascado,

incapaz de salir fuera

debido a una profunda presión

que me impide liberar

aquello que anida en mi interior.


Como un veneno, me corroe,

me va pudriendo por dentro

sin atisbar su salida,

atrancadas se encuentran las puertas

de mi alma, que con sus cerraduras

impiden la huída de las sílabas.


Y, a pesar de todo, lo intento.

Procuro con mi impetú entero

la escapatoria ante la declaración

irremediable, aquello que no puede

evitar decirse, pese a su tóxica sustancia

y a la devastación que provocaría.


Cantan unos, charlan otros,

ladran algunos otros,

mas mi voz es sinónimo de silencio,

es ese sonido inaudible procedente

de una tierra remota, tan lejana

que resulta una comedia de la cercanía.


Y cuando algo escapa

de aquel reino ignoto

denominado ondas sonoras por algunos,

sólo parece el eco de una nación

inexistente, la huída de un ladrón sin crimen, la melodía que se agota...


Así que lo siento,

intento que me salgan las palabras

pero no puedo.


- Cantan algunos pájaros

como si representasen una melodía

que careciera de fin,

y aunque en realidad lo tenga,

ellos continúan con su cantinela,

ignorantes en apariencia del final.

Puede que también las hierbas,

que juguetonas se balancean

impulsadas por el hálito del viento,

también caigan en la susodicha

ingnorancia, en el desconocimiento.

Pero, aún así, pájaros y hierbas,

junto a todos los seres que componen

el conjunto de la naturaleza,

a pesar de hallarse en la supuesta

inconsciencia, encierran una sabiduría

de la que carecemos los humanos.

Sí, todo parece una línea recta,

que va arriba y arriba, hasta que un día

va cayendo abajo y abajo,

mas en realidad esa línea que sube

y que baja, es una curva 

que se retroalimenta constantemente.

Es decir, un círculo, la eternidad

de todo lo efímero.


Al final, esos pájaros que perecerán

y aquellas hierbas que se secarán,

tales seres individuales se perderán

en la memoria colectiva del olvido.

Mas si contemplamos el conjunto

de todas las cosas desde una perspectiva

que sea amplia, nos daremos cuenta

de que en este mismo día

del año siguiente, aquellos pájaros

seguirán cantando y esas hierbas

se seguirán balanceando.

Hay algo de eterno e infinito en este mundo...


- Todos se arreglan en su día a día,

dispuestos a triunfar en la alta

sociedad, aquel conjunto abstracto

de personas que mas que un abanico

parecen un sórdido desierto de soledad.


Algunos parecen fingir felicidad,

otros van con la cabeza agachada

preocupados quizás por su cuentas

corrientes, han oído hablar de crisis

en sus televisores de anchas pantallas.


Sus pasos, provocan ruido,

ruídos metálicos, de asfalto,

de piedras mal pegadas sobre el pétroleo,

todo siguiendo un ritmo monótono,

aburrido hasta la saciedad de sus corbatas.


Pueden verse sus sombras transitar,

errantes hacía un paradero 

denominado trabajo, luego vuelven,

toman un descanso en la cafetería

antes de regresar a sus desdichados hogares


Desde una panoramica elevada,

todo es tralalí y tralalá,

vente aquí, regresa ahí,

llama a tal y a cual,

ayer pasó esto, hoy aquello, mañana lo otro...


Pero en una esquina, ajeno a todo ello,

un mendigo recién lavado

mira hacía el cielo estrellado

mientras sus lágrimas expresan

la nostalgia de los olvidados.


- Calada tras calada,

el humo asciende

hacía el cielo inclemente.


Una llamarada en mi pecho se enciende.

Se trata del regusto de una herida

de la emergen miles de virutas negruzcas.

En mi corazón algo se prende,

un sentimiento de hastío y adversidad,

el desafío último de la existencia.


Si esta vida es tan frugal

como aquellas chispas cenicientas,

yo quiero ser como las que se apagan

bajo la promesa del fuego.

No creas lo que susurran los vientos,

que anodinos anuncian algo imposible.


Hay quienes callan, y quienes hablan 

demasiado, mas al fin y al cabo,

lo que dicen ambos viene a ser lo mismo:

que todo pasa, y que lo que retorna

es el olvido de un recuerdo,

cuya única esencia es el desasosiego.


También hay algunos suspiros,

voces demasiado bajas 

para ser escuchadas por las montañas.

Y los discursos elevados,

resultan muy aburridos para ser escuchados por las colinas.


Un camino colindante, un extravío,

hacía allí me dirijo tambaleante,

quizás un tanto ebrio,

pero lo suficientemente consciente

para caer en la cuenta de aquel susurro

que proviene del subsuelo.


Una calada tras otra,

provoca que el humo se eleve

hacía otra alta promesa rota.


- Sobre las calles desiertas,

sólo cruzan algunos trozos

de períodicos desparramados

sobre una acera moribunda.

Es una mañana desoladora

tras una noche muy bulliciosa

en la que se sucedieron

inmensas explosiones de pasiones

tan desenfrenadas como enfermizas.

De aquello ya no queda nada,

únicamente el borroso recuerdo

que tras la borrachera

se convierte en jaqueca.

De repente, en aquellas calles solitarias,

aparece una figura desfalleciente,

que jadea, que se estremece,

que apenas puede respirar...

Se trata de una hermosa mujer

que con mini-falda,

y un escote prominente del que asoman

dos senos resplandecientes,

aparece en la escena de un teatro

que carece de espéctadores.

Ella mira a un lado y a otro,

sin encontrar nada que sea de su gusto,

excepto la luna que se mantiene

en un cielo grisáceo por la contaminación

Entre la basura, descubre un charco

tan sucio como si estuviera repleto

de estiércol, todo el lleno

de inmundicia humana acumulada.

Y, a pesar de eso, lo usa 

cual si fuera el espejo de un palacio,

un fragmento de cristal

venido desde el mismísimo cielo.

Cuando se contempla,

ve un semblante demacrado,

y un rimel corrido adornado

con unos ojos vidriosos.


Entonces, le dice a su reflejo:

"Soy una prostituta malherida..."


- Desde un alto y agrietado edificio

ha caído un cuerpo

cual si se tratase de un trozo de plomo

que hubiera sido liberado de sus ataduras


Al caer, el cuerpo se ha roto,

ha estallado en varios fragmentos rojos,

pétalos de intestinos y otros órganos

que ahora tiñen el descolorido suelo.


Al parecer se trata de una joven

que desde lo alto parecía un saco,

o quizás un diente de león rojizo

que fuera soplado por un niño.


La gente se aglomera a su al rededor

poniendo caras de espanto,

baten palmas ante el teatro

y fingen lágrimas que no sienten.


Incluso, se atreven a sacar sus cámaras

para tomar una instántanea

de un tremendo acontecimiento

que ya es un secreto a voces muy usual.


Mas con el tiempo, aquella caída 

de una flor que se ha marchitado

de aquella forma tan prematura

será algo que permanece olvidado


Entonces, llegaron sus padres

contorsionándose, llorando 

a lágrima viva, alzando sus manos

al cielo, implorando por su hija...


Para ambos, aquel momento,

aquel instante, aquella fatídica

caída de una amapola en suspensión

será algo que no podrán olvidar jamás.


- La soledad es una aguja muy fina,

y tan juguetona que me atraviesa

las venas, muy lentamente

hasta irme devorando poco a poco.

Cuando estoy en mi habitación, a oscuras,

siento su agijón penetrarme,

mezclarse con mi sangre

y dotarla de un tono verdoso.

Algo se está muriendo en mí,

lo siento desde muy dentro

cual si se tratase de un líquido corrosivo

de un olor sumamente apestoso.

Y mientras, mi corazón fatigado

intenta bombear la escasa sangre.

Pum, pum, suena cada vez mas bajo

pum... pum... Casi es silencio.

Mis venas van inflamándose,

como un zumbido de aire.

Zum, zum van deshinchandose a ratos,

zum... zum... Casi es vacío.

Algo viscoso es expulsado por mi boca,

una sustancia parda, un poco oscura,

que al contacto con el frío suelo

se vuelve negro carbón.

Tantos sufrimientos, tantos resquemores,

tanta insondable pena... 

Nada de esto es bueno para mí, 

pero no puedo evitar su crecimiento

Yo, en tanto, me hago mas pequeño,

ya soy una bola de algodón...

No, soy todavía menos:

una mota de polvo volando.


- Una vida insignificante se desvanecerá,

y cuando lo haga otra,

serán dos vidas insignificantes

desvaneciendose sin retorno posible,

y así igualmente lo hará una tercera,

y después una cuarta, una quinta...

Así sucesivamente, desconociendo de fin.


Pero dime tú, pequeña vida insignificante

¿De verdad te consideras

tan poco importante como dicen?

No, responderás lo mas seguro,

fiel a tus nímios principios.


Está bien, reformularé la pregunta:

¿Crees que eres importante

para el conjunto del universo,

o al menos, para otro insignificante ser

como tú?


Oh, me temo que la vida insignificante

número trescientos catorce

se desvaneció sobre una desdichada

estrella colgada en el archíelago celeste

mucho antes de poder responder.


- No llores vanamente

aunque tu sombra sea un mero reflejo.

Pese a que todos estamos muertos,

aún late en nuestro pecho

un suspiro de esperanza.

Hay que tener paciencia,

sed de devenir

y la necesaria astucia

para encontrar en la oscuridad 

que se cierne un hálito de tenue luz.

Grita si lo consideras oportuno.

Todavía en el abismo

hay espacio para el eco,

aunque cierto es que abunda el silencio

pueden escucharse repentinos sollozos

de los que aún conservan ilusión.


Muchos son los que sufren,

los que viven completamente solos,

los marginados e incomprendios

que han pasado a ser errabundos

recuerdos de sombras

que van de aquí para allá

sin ser reconocidos por nadie.

Al final, ¿Qué mas dá?

La nada tiene mas sustancia

que ese todo aparencial,

que ese cúmulo de luces articiales

de ciudades desoladas

construídas por magnates ociosos.

Y sí, yo soy un charlatán

que quizás habla por hablar,

haciendo supuesta poesía

de lo que para muchos sea una parodia.

Al menos esto es real,

este silencio incómodo,

las palabras inconexas

y ese vaho que resulta de mi aliento.


Así, pues, no llores

porque unos individuos brindados

con su armadura pre-fabricada

hayan decidido que es preferible

ignorar unas pisadas sombrías

que portan su particular felicidad.

Al menos, esto es real.


- Entro al metro,

a aquellos vagones que se asemejan

a un gusano inmenso

repleto de parásitos que lo devoran.


Este se zarandea,

se curva a través de lagunas oscuras,

sigue recto incansable

recorriendo el túnel del suicidio.


Los ruidos que provoca

son estruendosos, como bufidos

de un animal salvaje desbocado

con sus millares de engranajes.


Ahora se estremece, vibra,

suena la metálica campana

que indica que ya ha llegado 

a una parada donde bajan unos anónimos


A través de sus flameantes pasillos

van caminando rostros desfigurados,

los cuales se sientan sobre plástico

mientras que otros siguen paseando.


Hay un ámbiente cargado

de una tal sustancia denominada amianto

que afecta a los ojos del gusano

dejándole a veces ciego o bizco.


¡Qué cúmulo de depresiones habitan

en este insecto tan tenebroso!

Parece alimentarse de recuerdos

y de algunas pesadillas de madrugada.


Y yo, mientras tanto, me desoriento.

Mis ojos no logran enfocar los carteles,

no puedo encontrar mi parada.

Jamás volveré a casa...


- Ponen ante mí un papel en blanco.

Pretenden que lo rellene con un lapíz

que tengo pendiente de mi mano.


Procuro enfocar con mis ojos,

los abro y los cierro parpadeando

sobre un horizonte lejano.


De repente, al ver, descubro

de qué se trataba el misterio.

Son carácteres que forman preguntas.


No conozco respuesta alguna.

Titubeo interiormente, indago

aquella sombra de la memoria.


A mi al rededor, todos parecen afanarse

en escribir sin cesar, sin duda ni miedo,

con tal naturalidad sin reparos.


Y yo, no sé qué responder 

ni cual es la solución a ese problema.

Quedo en una duda perpetua.


Ahora miro arriba y abajo sospechando

que quizás este enigma sea una trampa,

algo inventado por unos instigadores.


No, esto no es conocimiento

ni mucho menos es vida.

Todo esto son cuentos aburridos.


Ya no me distraen estos pasatiempos,

el recorrido limitado y predeterminado

por unos rostros cubiertos de mantas.


Señalan un camino inexistente,

preconfigurado sobre unas mentiras

que llevan siendo creídas mucho tiempo.


Me marcho. Ya no aguanto más.

Me iré a buscar nuevas sendas,

otros paisajes no descubiertos.


Se trata de una búsqueda diferente

que atraviesa otro atajo lejano,

otro paraíso desterrado.


- Mis sueños son como hilos de seda,

que juntándose unos con otros,

acaban formando un sucio paño

tan desgastado que quién se atreve

a tomarlo termina con sumos trozos

desparramados entre sus manos.

Hay quién sueña para evadirse

de la tristeza cotidiana que le acompaña,

también los hay que usan de sus sueños

cual si fueran terapias encubiertas.

En mi caso, mis desdichados sueños

son mas bien otra forma de vivir.

Soñando descubro vidas posibles

dentro de lo que es mi vida efectiva,

todas aquellas que dejando de ser

al soñarse pasan a ser por instantes.

Podría haber sido esto o lo otro,

mas al soñar soy lo que podría

por unos segundos en retroceso,

en descenso por la alta escalera

que conduce a una cúspide desconocida.

No me perturban aquellos ecos soñados,

todo lo contrario.

Su curucú y su tantantán me encandilan

hasta el punto que me río bailando

sin poder evitar ser un loco a ojos ajenos,

incluso para aquellos ojos de personajes

que por ser oníricos dicen que no existen.

Qué bien me lo paso cuando sueño.

Pero, entonces, me despierto

quizás por el estrepito de fuera,

o porque cierta luz incide sobre mí.

Y cuando lo hago, cuando abro

pesadamente mis aturdidos párpados

recuerdo lo que es fantasía

y lo que es mi día a día.

Es entonces cuando lloro

y me siento muy solo.


- En todo lo que escribo, procuro

no limitarme al lírico acento,

eliminar brumas innecesarias

y mostrar con sinceridad y nitidez

aquellos ecos silenciados

que resuenan externos e internos,

revelando la humana pericia.

No me preocupan los aplausos,

o la escasez de los mismos,

siempre y cuando el elemento poético

sea sustituido por alguna reacción,

ya sea de reconocimiento

ante la dura realidad, o en su defecto,

el rechazo de pleno de un plato caducado

No temo, el rimbombante estornudo

del académico pedantesco,

ni tampoco la censura del ignorante

frente a mis profanas palabras,

interpretadas como un insulto.

Si esto es poesía o no

¡Que sé yo!

Si esto rima o es acompasado

¿Acaso importa?

Mas me vale desnudar pensamiento

y sentimiento, fundirlos en uno

cual si se estuvieran apareando,

fornicando el uno con el otro

para acabar dando a luz a su hijo,

el que se supone que es esto.

Es un poco feo, bastante malcriado,

llora a las veces demasiado alto,

y cuando ríe mas desagrada

que provoca empatía.

Y aún con ello, detrás de esta ponzoña,

creo que tiene algo de valor,

una suerte de valía por encima

de los hijos de nobles y ricos:

Habla con sinceridad, es honesto,

capaz de sobresaltar al auditorio

y además sabe deslizarse

con sorprendente espontaneidad

¿Qué mas se puede pedir?

Después de todo,

se trata de un poema más.


- Los que te conocieron,

no te olvidan, algo de ti llevan con ellos.

Y aún los que te vieron de soslayo,

de un aroma a tabaco negro se acuerdan.


Recuerdo a un hombre muy sobrio

con un puro suspenso en sus labios,

en apariencia muy serio, 

mas con una risa muy potente y sonora.


Recuerdo aquel fuerte semblante,

aquella férrea e inmensa voluntad,

aquella estantería repleta de libros

de la que tomaste tantos conocimientos.


Y recordando, pienso también

en como te seguía adónde fueras,

de tus mundanales enseñanzas

y tus intuiciones de sabiduría fugaces.


Hoy, hubiera sido tu cumpleaños,

y yo te recuerdo con una liviana sonrisa

mientras las cenizas de mi ducado

se derraman sobre un pasado sombrío.


Pero no temo todas aquellas sombras,

ni aquel presente que se difumina

sobre un porvernir incierto

porque recuerdo a mi abuelo.