lunes, 10 de abril de 2023

Muñeca

Adoro a mi muñeca. Siento un profundo amor por ella que no se agota en la mera pulsión sexual. Es un amor auténtico, vaya que sí. Quién lo niegue, o me tenga por un enfermo, no conoce de la verdadera naturaleza del amor, y como tal, lo ignoraré. Taparé mis ojos y mis oídos, gritaré interiormente aislandome del mundo. De tal manera, sólo perteneceré a mi muñeca, y ella a mí. Mutuamente caminaremos a través de sendas vetadas para los demás. De nosotros, únicamente quedarán nuestras huellas y el recuerdo de aquel amor, aquella pasión, aquel sentir compartido...

Antes de conocerla, yo era un hombre perdido. No tenía un rumbo que seguir, todo eran sombras y vestigios de estas mismas sombras. Pero un día, por un conocido, decidí acudir a la corporación "Compañeros eternos S.A" Alentado por la soledad y la desorientación que sentía, me encaminé con paso firme a aquella extraña empresa. El trámite fue muy sencillo, sólo tuve que elegir la muñeca que mas me interesaba, firmar la venta y comprobar el contrato y la garantía. Hasta me trajeron a la muñeca a casa, bien protegida para evitar daños. La revisaron, vieron si tenía algún error de fábrica, y ahí me la dejaron, plantada en la sala de estar.

Nada mas desenvolverla, me quedé tremendamente impactado. Se trataba, sin duda, de toda una belleza. Además, estaba desnuda. Tenía un cuerpo decorado de finas y delicadas curvas, unos hombros blanquecidos de porcelana, unos senos muy bien plantados y redondeados, un cuello que parecía esmaltado por ambrosía divina... En fin, una hermosura como jamás en toda mi vida había visto. Para evitar que mis nervios implosionaran de la excitación, decidí cubrirla con una toalla, y acto seguido, vestirla con la ropa que venía de regalo con la compra. Mientras lo hacía, intenté no abusar de recorrer su cuerpo con mis manos, ya que no me parecía muy moral tocarla cuando aún no estaba ni activada, ni mucho menos encendida.


Una vez vestida, quedó muy elegante. Le puse, como decía, la ropa que venía incluida en el pack. Se trataba de un vestido azul marino bastante largo y decorado con unos flecos de una tonalidad de azul mas clara. La ropa en sí era bastante recatada, no dejaba asomar casi ni un atisbo de piel. Pero, como yo ya la había visto desnuda, no podía detener mi imaginación, y comencé a temblar de la alegría. Para frenar esta excitación, opté por ponerla en activo en seguida. Siguiendo las instrucciones que venían incluidas en el producto, y con unos nervios a flor de piel, al final pude encenderla y configurarla sin problemas.

Justo entonces, abrió los ojos y esbozó una sonrisa. Sus ojos de un tono violaceo me miraron directamente a mí, y sus carnosos labios se quedaron entreabiertos de una forma bastante sensual y que me puso bastante nervioso. Me presenté ante ella, indicando mi nombre y donde nos encontrabamos, hasta incluso, me incliné en señal de respeto. Ella pareció no comprender, al principio, de qué se trataban estas formalidades. Pero después, también se presentó debidamente. Me sorprendió lo real que parecía esta muñeca en comparación a una mujer humana, casi podría decirse que no había diferencia entre ellas.

A partir de ese momento, mi vida cambió por completo. Yo la trataba como si fuese mi compañera de vida, y esto parecía que a ella le complacía. Intenté no aprovecharme del hecho de que yo era "su dueño" y no acostarme con ella a primera de cambio. Aunque tenía una función específica para esos quehaceres amatorios, opté por dejar que las cosas fueran lo mas naturales posibles. Y mas teniendo en cuenta que yo mismo hasta entonces no había tenido ningún tipo de relación, no quería forzar las cosas. Pero, al final, completamente embebido por lo bella y delicada que era, caí rendido ante su profunda hermosura. Fue algo precioso a la par que excitante, era capaz de adaptarse a todo tipo de sexo. Una experta, sin cabida a la duda, en el arte del amor, del dar y del recibir de una manera espontánea, sin fingimientos ni alardes. Disfruté, en ese sentido, como jamás lo había hecho en toda mi vida. Me sentía inmensamente feliz, y también percibía esa felicidad en ella.

Así fue como empezamos a convivir como una pareja de hecho. Nuestra vida trascurría como pudiera hacerlo la vida de otras parejas formadas por dos humanos. Sin embargo, era cierto que algunos amigos y conocidos cuando se enteraban que estaba "usando" a mi muñeca para este fin me miraban extrañados, sin saber que decir. Incluso, cuando nos dabamos largos paseos cogidos de la mano o abrazados, quienes se habían enterado del rumor, también tenían esa perpleja mirada acompañada por una mueca que connotaba extrañeza. Yo no comprendía la razón de tanta sorpresa y repudio al respecto. Al fin y al cabo, no estabamos haciendo nada malo. Nos queríamos, y eso era lo importante. No estabamos haciendo daño a nadie ¿Por qué nos juzgaban de esta manera?

La estúpida reacción de la gente nos llevó a aislarnos de los demás. Antes, de vez en cuando, recibía la visita de mis familiares y amigos, mas con el tiempo, debido a su rechazo, dejé de invitarlos y ellos de venir. Estabamos solos, encerrados en nuestro mundo y en nuestro modo de vida. Cosa que la verdad es que no nos molestó a ninguno de los dos, todo lo contrario. Mas, por otro lado, nos apenaba que la gente nos rechazase de esa forma tan irracional, por que sí, sin motivo aparente a excepción de su incomprensión hacía nuestro amor. Por los demás, teníamos una vida compartida en pareja muy sana y éramos muy felices juntos hasta que ocurrió aquel incidente...

Un día, tras varios años de convivencia, a mi muñeca -que ya entonces podría denominar "mi mujer"- le ocurrieron cosas muy raras. Tenía comportamientos y expresiones muy extrañas que no tenían sentido alguno. Era como si le dieran unos calambres por todo el cuerpo que producieran aquellos movimientos involuntarios. A un lado y a otro levantaba los brazos sin razón aparente, empezaba a correr por la casa porque sí, soltaba palabras aleatorias cuando yo no le había preguntado nada, o emitía unos ruidos muy extridentes provenientes de su garganta, como si se estuviera ahogando. Yo, profundamente preocupado, no sabía que hacer. Consultaba el manual de instrucciones día tras día constantemente, pero ahí no salía nada de todo aquello que le estaba pasando. Así que tras una semana horrible, sufriendo lo indecible, opté por acudir allí donde la compré cual si fuera a su medico para pedir una explicación.

Ahí me dijeron que no podían darme un diagnostico satisfactorio, y me derivaron al centro de fabrica. Acto seguido, sin pensarmelo dos veces, acudí al lugar con un nerviosismo patente tanto en mi semblante como en todo mi cuerpo. Tras varias horas de una espera insoportable y que parecía interminable, un hombre con una bata grisacéa salió del cuarto donde la examinaron y me dijo que no podían hacer nada, que se trataba de un error de fábrica que hasta entonces no se había dado, y que ellos mismos se harían responsables al estar el producto todavía dentro de la garantía. Cuando recibí esta noticia, no sabía cómo reaccionar. Me quedé unos instantes completamente pétrido, clavado en el sitio con un inmenso dolor que me atravesaba el corazón de principio a fin. Sin poder contenerme, estallé en millares de lágrimas y de gritos ahogados por mis propios espasmos ante el rostro inexpresivo de aquel hombre que parecía mas una máquina que mi propia muñeca.

Sin saber qué hacer, sólo me quedaba despedirme de ella. Le pedí el favor al hombre de que me dejase activarla por última vez, así podría al menos despedirme. Al final, me lo concedió bajo una mirada de desprecio que pasó de soslayo recorriendo superficialmente mi semblante enrojecido por tanto llorar. Ya dentro de la sala donde habían examinado a mi querida muñeca, pude verla con la tripa abierta repleta de cables y circuitos en vez de vísceras, como así también su cabeza, que mostraba una capsula de un azul cielo intenso que sustituía lo que vendría a ser el cerebro para nosotros. Así, pues, el hombre la activó y nos dejó solos. Durante unos segundos se produjo un silencio espectral, mas al poco, ella abrió sus violacéos ojos ya apagados y empezó a producir una serie de sonidos que costaba escuchar, así que decidí agacharme poniendo el oído sobre su boca por si era capaz de atisbar palabras entre aquellos sonidos, y pude escuchar lo siguiente:

- G-gracias por todos estos años... años... Me h-has demostrado un gran y profundo amor... amor... Has sido muy e-especial para mí... mí, mi, mi... Te re-recordaré y amaré siempre, siempre, siempre... Phss, Zum...

Entonces, con los ojos ya sin luz clavados en el techo, y sin el sonido de su ventilador y sus engranajes internos, se apagó para siempre. No pude evitar deshacerme en lágrimas durante aquel instante mientras llenaba de besos el  cuerpo de la que fue mi mujer aunque para muchos otros fuera nada mas que chatarra. Este sufrimiento se dilató durante unos cuantos minutos, y después, guardando como podía la compostura, hablé con aquel hombre sobre si podía quedarme con aquel cuerpo para enterrarlo debidamente. Este sólo se limitó a asentir inclinando la cabeza considerándome probablemente un loco, para momentos después alejarse de cara a arreglar todos los papeleos.

Finalmente, debido a que se trataba de un error de fábrica, me dieron otra muñeca distinta por los daños ocasionados. Era cierto que también era muy hermosa y tenía un cuerpo espéctacular, pero esa ya no era mi muñeca. Aquel intercambio de "productos" sólo pudo ocasionarme mas dolor en el corazón tras lo que había pasado. Así que opté por apagarla, y devolverla indicando que ya no estaba interesado. En verdad, no se trataba de mero interés, ya que el amor que sentí por mi anterior muñeca no se trataba de entretenimiento ni de pasar el rato. Aquello era un amor verdadero como tantos otros. Es mas, este escrito no es simplemente un pasatiempo ocioso. Es una auténtica historia de amor, ni mas ni menos que las demás.

Aunque, para ser sincero, este escrito tampoco se limita a ser una historia de amor como otras. En realidad, esta es una carta de suicidio en la que me he visto con la necesidad de explicar los predecentes, para que quede testimonio del verdadero comienzo de mi vida, lo que será a su vez, su final. Una vez que termine de escribir esto, voy a tomar una serie de pastillas que actualmente pueden adquirirse en cualquier farmacia para quitarme la vida. He decidido que será lo mejor, ya no puedo vivir mas tiempo con este sufrimiento que me acuchilla internamente con severidad y tenacidad este corazón malherido mío.

Cuando ya sienta mis piernas temblar y mis restantes miembros enflaquecer y fallar en sus funciones debido al efecto de las pastillas, me meteré en la tumba junto a mi amada muñeca y me dejaré morir poco a poco. Así podremos estar para siempre juntos, e incluso, haremos cumplir el eslogan de la susodicha empresa: "Compañeros eternos"


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