martes, 1 de octubre de 2024

Desde el abismo: Una colección de poemas

 - En las noches oscuras pequeños seres

susurran bajo las almohadas 

de los melancólicos soñadores

palabras que no es posible reproducirlas.


A veces son dulces como nanas,

otras son tan crueles que saltan lágrimas,

mas todas ellas encubren la manifestación

de espíritus de otras épocas.


Se estremecen los durmientes con tales

enígmaticas sílabas de un idioma

que desconocen durante el día,

pero que en la noche interiorizan.


Así en sus sueños emergen extrañas

formas que se contorsionan adoptando

posturas imposibles y secretas muecas 

que adolecen al ser reinterpretadas.


Negras sendas caminan en la onírica

que les conducen a goces infernales,

tornándose lo que al principio

era plancentero en una eterna pesadilla,


de las manos de hermosas hadas

rescatan suculentas ambrosías

que al rato de ser degustadas

se convierten en caducas pócimas.


Tiemblan los cuerpos, se quiebran

las almas consagradas al culto

de lo impío y de lo blasfemo,

de la lujuría y de la curiosidad inquieta.


Nada de esto recuerdan al despertarse,

a excepción de una amarga sensación

que les recorre la mente y que no se

desvanece hasta la caída en la ilusión del día.


- A Lucifer


En el cielo del Cielo andaban volando

innúmerables ángeles, pero quizás

el que más destacaba por belleza

y agudeza a la par era uno llamado

Lucifer, cuyo único defecto a ojos

del Absoluto que todo lo gobierna

era su picaresca y rebeldía.

Mas a pesar de ello, era el predilecto

por hermosura y gallardía, algo

que no sólo demostraba en su presencia

sino también lo cobijaba en su interior

destacándose de sus hermanos

demasiado iguales, demasiado obedientes.


Sin embargo, en un día sin tiempo

de la eternidad, el Rector principal 

decidió crear a unas criaturas llamadas

hombres, lo que produjo una sensación

de recelo y de melancolía en Lucifer

ya que le recordaban lo peor que tenía él:

una curiosidad innata y una tendencia

a escalar cumbres vetadas.

Y así, los rechazó, se negó a tener

que cargar con ese mal recuerdo

que arrugaba sus facciones,

sometiéndole a una desdicha 

que le haría adquirir un comportamiento

deleznable, dejaría de ser ejemplo

para los restantes ángeles.


Esta contrariedad desde la creación

hizo que quisiera ascender cotas

que le estaban veladas para alejarse de ellos, lo que a la larga sin extensión

oscureció su semblante, trastocando

su valía interna en temeridad lo cual

entristeció enormemente a Dios

puesto que tenía grandes esperanzas

en el porvenir infinito de su predilecto.

Tras largas deliberaciones al final

le dijo: "Será mejor que te vayas de aquí

y que a partir de ahora tomemos

caminos aparentemente distintos,

y ya que tanta molestia te causan

los hombres, vive con ellos y algunos

te adorarán a ti, y otros, a mí."


Al principio, Lucifer se negó, gritó

exasperado por tamaña decisión

que le alejaría de su Señor, mas

finalmente optó por aceptar

tan doliente propuesta, así

que se suicidió desde lo alto de los cielos

para acabar cayendo donde habitaban

las extrañas y pérdidas criaturas.

Desde entonces, aquí vive ayudando

a los hombres en la medida 

de sus posibilidades, siendo aceptado

y negado desde diferentes enfoques,

mas a pesar de ello, cuando estos seres

mueren, a sus más queridos entre ellos,

los lleva ahí donde reside Dios, y les dice:

"Ojalá logres vivir aquí durante mucho

tiempo, si es así dile al que está

en el trono que me haga volver.

Pero si te hacen descender por sus

designios divinos, yo aquí te esperaré

para que nos lamentemos juntos."


- Pocas cosas me placen tanto

como el encerrarme en mi habitación,

clasurar los párpados y hundirme

entre almohadas para dormir.


Esto no lo hago ni por pereza

ni por mera holganocería, sino mas bien

porque mis tristezas internas son tantas

que la oscuridad de mi cama me reclama.


No se trata de una banal búsqueda

del descanso, es lo que se produce

cuando se cierran los ojos en la noche

y las horas pasan sin advertirlo.


Es así cuando algo divino

se comunica con mi mente y produce

aquello que denominamos sueños,

elevándome a abismos muy altos.


Durante ese tiempo arrebatado

por ignorada e inconsciente inspiración,

nace otro yo, otra habitación, otros cielos

invocados por ángeles caídos de eternos tiempos.


Acudo al mundo de los sueños

como quién corre tras una esperada

cita, un encuentro tan sanador

como pailativo para almas atormentadas


Las melancolías se disipan, los rencores

se olvidan y se da cabida a oníricos

misterios que mantienen a corazón

y a imaginación cautivadas.


En el sueño nada me perturba, todo es

tan natural como la luna que alumbra.

Sólo temo el final de tal dicha,únicamente espero que se eternice para no despertar nunca.


- Cuerpo ardiendo, sudor frío.

La cama está empapada

de divagaciones exquisitas.


Visión nublada, voz quebrada.

Un mundo incomprensible

que sólo da pie al desconocimiento.


Pasos temblorosos, miembros inquietos.

Desconozco el final de la senda,

y del principio ya no me acuerdo.


Mareo corporal, mente abismal.

La quebrada insondable

sólo puede conducir a lo ilimitado


Ojos llorosos, sentimiento contenido.

Ya no reconozco quién soy yo,

y los demás parece que tampoco.


Cuando atenaza la enfermedad,

y uno se acostumbra a ella

hasta el punto que la hace compañera,

sus visitas terminan por volverse

cada vez más frecuentes.

La última será en el regazo

de la ansiada muerte.


- Cuando la noche se torna esmeralda

yo surjo de las profundidades del sótano

de forma tan tenue como el deslizarse

de la sombra al ganar terreno la luna.


Mis miembros se van contorsionando

en violentas sacudidas y cambios

repentinos de postura, demostrando

cuan viva se encuentra la muerte.


Escapo de mi guarida para aterrorizar

a quienes osen traspasar el umbral

entre la cordura y la locura, dando

azarosa sentencia a los miedosos.


Si me ven siempre se produce idéntica

reacción, lanzan un grito temeroso

que yo respondo con alarido

que proviene de los sárcofagos infernales,


después huyen despavoridos dejando

sangre del pavor por el suelo que pisan

mientras que yo voy tras ellos, unas veces

aceleradamente, y otras con lentitud.


Mas al final, siempre les atrapo y cuando

esto pasa mis garras les trapasan

sus finas y blanquecinas pieles

cual si desgarrase una fruta recién caída.


Así voy a mis anchas a través 

de los dominios nocturnos haciendo

del mal un bien y del sufrir un placer

porque así lo ordena un cabrón.


Soy una bestia que despliega su ferocidad

con mas intensidad en la oscuridad,

y que cuando comienza el día se repliega

en la tumba de los deseos y de los sueños.


- Al cuervo universal


Se posa sobre verjas oxidadas

escutrando horizontes que están

velados a los iluminados.


Despliega sus negras alas

cual si fueran una colección de penas

cantadas por poetas nostálgicos.


Aparece sin aviso previo anunciando

futuras desgracias para los diestros

y ganancias en el porvenir para siniestros.


Pero cuando el cuervo se queda

en una inmensa soledad, este piensa

cual será su final al recordar

la muerte de tantos de sus hermanos.


Mas cuando el cuervo se queda

en una tremenda soledad, este no puede

evitar que una lágrima se deslice

por sus oscuros ojos y moje sus sombrías plumas.


Planea por un cielo bajo

manteniendo su cabeza apuntando

a un punto fijo en la maleza.


Persigue a su presa con insistencia

hasta que acaba exhausta

y engullida en su fino pico.


Nunca se encuentra del todo saciada

y cuando cree estarlo algo reverbera

en su interior provocando punzadas.


Pero cuando el cuervo se queda

en una inmensa soledad, este piensa

cual será su final al recordar

la muerte de tantos de sus hermanos.


Mas cuando el cuervo se queda

en una tremenda soledad, este no puede

evitar que una lágrima se deslice

por sus oscuros ojos y moje sus sombrías plumas.


Nunca es bienvenido allí donde aparece,

en los lugares luminosos le echan

y en aquellos oscuros le temen.


Siempre interpretan su canto

como una risa irónica,

mas realidad se trata de un gemido lastimero.


Los niños se alejan en su presencia,

los adultos recelan de sus pertenencias

y los viejos suspiran desasosegados.


Pero cuando el cuervo se queda

en una inmensa soledad, este piensa

cual será su final al recordar

la muerte de tantos de sus hermanos.


Mas cuando el cuervo se queda

en una tremenda soledad, este no puede

evitar que una lágrima se deslice

por sus oscuros ojos y moje sus sombrías plumas.


Fugaz en las noches, retardado en el día

siempre atraviesa parámos desiertos

que le llevan a prados desolados.


Pica en el suelo allende a las rocas brillantes con un ojo en el suelo, 

y con otro apuntando a lo circundante.


A las veces muchos de ellos se reúnen

al rededor de cádaveres abandonados,

pero casi siempre vuelan solitarios.


Pero cuando el cuervo se queda

en una inmensa soledad, este piensa

cual será su final al recordar

la muerte de tantos de sus hermanos.


Mas cuando el cuervo se queda

en una tremenda soledad, este no puede

evitar que una lágrima se deslice

por sus oscuros ojos y moje sus sombrías

plumas.


- Atravesando el portal predestinado,

llego a la oscuridad mediante la luz

y me aposento en ella cual si fuera

la más inmensa iluminación.

Hace mucho frío y nada puede verse

a excepción de unos rayos azulados 

dispersos en una amplia sala

de la que no se sabe si hay salida.

Tiemblo, me estremezco pensando

allí donde me encuentro, desconcertado

ante el fatal designio que desde lo alto

me tenían preparado desde largos años.

Apenas hay capacidad de movimiento,

sólo mi aliento en forma de vaho

es conferido con un desplazamiento

más veloz que mis propios pasos.

Cadenas, su ruido y presión en todos

mis miembros me advierte que soy

preso de las torturas que invoqué

cuando todavía era un vivo cautivo

¿Qué será de mí? Me pregunto,

o al menos me preocupo por el sino

de una alma arrojada hacía extraños

avatares conversos en cárceles.

Con tiento y algo de arrojo, me arrastro

muy lentamente a través de fangos

sombríos cuyo tacto es roca húmeda

iluminada por la escasez de luz.

A lo lejos escucho algunos susurros

que en la medida que me acerco

van incrementándose en potencia y eco,

hasta retumbar sobre heladas paredes.

Parecen pedir ayuda, exigir redención,

mientras tanto yo callo, sólo pienso

replegándome en las todavía más

tenebrosas cavernas interiores.

Ahora ya sé dónde me encuentro,

señales que me llegan a la mente

en forma de diabólicos torbellinos

y que me dicen que estoy en el infierno.


- Tambaleándome, me voy desplazando

por estas oscuras sendas

que forman parte de eso que suelen

llamar el mundo, o la tierra-infierno.


Aquí soy siempre extraño de mi mismo,

mas sobre todo para todos aquellos

que osan considerarse mis semejantes

a pesar de nuestra distinta naturaleza.


Mis ojos, precavidos, siempre andan

recorriendo cada una de las esquinas

por si en cualquiera de estos días

alguno de ellos pretenden darme una sorpresa.


Soy desconfiado, sospecho acerca

de sus sombrías intenciones pues

nada conozco acerca de estos seres

cuya razón de existir me es un misterio.


Todos parecen darse movimiento

a sí mismos, animados por una deidad

que lejos de divina cabría clasificarla

entre las huestes de criaturas infernales.


Unos muestran su vulgaridad sin censura

alguna, otros a veces se contienen

y sonríen amablemente y algunos 

de los pocos se visten con piel de oveja.


Pero sé que en su conjunto tienen 

por bandera una corruptible huella

que muchos considerarán pecado

y que les antecede en la vida.


Lo tengo comprobado al vislumbrar

sus horrendas intenciones concretadas

en el acto, como también por lo que

callan pero que borrachos confiesan.


Serían capaces de cualquier atrocidad

a cambio de esa gema lóbrega

cargada de maldad disimulada,

de ese premio a la peor criatura.


Lo puedo ver en sus muecas guardadas,

en las expresiones repentinas, en gestos

callados que sólo son silenciados

cuando ojo ajeno se posa en ellos.


Temo, por mí y mis escasos seres

queridos que algún día descarguen

ese rencor tan mal alimentado

por haberlos descubierto en su impiedad.


Quizás, podrían abalanzarse sobre mí

con ira, con saña, con una amenaza

cumplida mientras mantienen ojos

desorbitados y miembros contorsionados.


Por eso, me alejo de ellos cuanto puedo.

Prefiero estar abandonado, olvidado,

borrado de registros civiles para que

nunca me encuentren a través de estos parajes.


- Irremediablemente perdido, vagando

entre desdichadas sombras 

que conforman contornos inanimados.

Disperso estoy en la infinitud del abismo.


Se deslizan mis zapatos como patinando

entre las franjas de aquellas pisadas

del pasado, impulsadas por aquellos

nobles ideales y sueños vanos.


¿Hasta cuando seguiremos agonizando?

¿Tantas miserías alguna vez nos conducirán a la prometida salvación?


Los pequeños pecadores también 

nos merecemos un pequeño cielo

en el que descansar tras tantas

tribulaciones acumuladas en nuestras almas.


¿Hasta cuando continuará esta tortura?

Oh, liberanos tú al que llaman

el príncipie de los desdichados...


Para mí es el mundo fuente de agonías

varias, en cada esquina hay un grito

desgarrador que hace temer al espíritu.

Algún día mi alma quedará sorda.


Para ti esta tierra nuestra se asemeja

a un juego donde las sorpresas

ya están dispuestas de antemano,

de ahí que las tristezas te hagan desternillar de la risa.


¿Hasta cuando seguiremos agonizando?

¿Tantas miserías alguna vez nos conducirán a la prometida salvación?


Los pequeños pecadores también 

nos merecemos un pequeño cielo

en el que descansar tras tantas

tribulaciones acumuladas en nuestras almas.


¿Hasta cuando continuará esta tortura?

Oh, liberanos tú al que llaman

el príncipie de los desdichados...


Cada día un nuevo error ajeno nos hace

estremecer, mas es peor en las noches

donde los propios nos atormentan.

Se presentan figuraciones amenazantes.


Sólo encuentro la felicidad detrás mía,

el presente sólo produce un agudo

sufrimiento cuyo porvenir incierto

podría implicar su cese si lo quieres.


¿Hasta cuando seguiremos agonizando?

¿Tantas miserías alguna vez nos conducirán a la prometida salvación?


Los pequeños pecadores también 

nos merecemos un pequeño cielo

en el que descansar tras tantas

tribulaciones acumuladas en nuestras almas.


¿Hasta cuando continuará esta tortura?

Oh, liberanos tú al que llaman

el príncipie de los desdichados...


Pero no, nunca todo pecado parece

suficiente, cada vez estos van 

incrementando hasta hacerse innúmeros.

Mi saco ya pesa su condena...


Las buenas acciones y los momentos

de contento únicamente son un paliativo

que con el paso del tiempo resultan

todavía peores que la propia enfermedad.


Mira mis llagas, que aún sin ser comparables a tus estigmas,

te claman clemencia y son los testigos

de mis sufrimientos pretéritos.


Por favor, abre la dorada puerta.

Deja que pase un poco de inmundicia

para que así lo brillante resalte,

mi oscuridad hace más potente tu luz.


¿Hasta cuando seguiremos agonizando?

¿Tantas miserías alguna vez nos conducirán a la prometida salvación?


Los pequeños pecadores también 

nos merecemos un pequeño cielo

en el que descansar tras tantas

tribulaciones acumuladas en nuestras almas.


¿Hasta cuando continuará esta tortura?

Oh, liberanos tú al que llaman

el príncipie de los desdichados...


- Un hondo pesar se me acumula

en el pecho, haciéndose tan inmenso

que dificulta el raudo caminar,

que se vuelve un arrastrar de pies.

Tanto me pesa la congoja,

que voy deteniendome a ratos

para recuperar aliento en tanto

que alzo mi cansada mirada al cielo.

Escruto tales alturas con una incertidumbre en los labios temblorosos,

balbuceando palabras indescifrables

que se intercalan con confusos pensamientos nocturnos.

Pienso acerca de este instante

lanzado en aras del porvenir

y en cómo esa última despedida

que es la muerte es a su vez un alivio

a la hora de curar mis males interiores.

Estos actúan como insectos

que me roen las entrañas, siempre

tan traviesos que no les basta

con aletargar mi sentimiento,

quieren también detener mi pensamiento.

Por eso sé que llegará el momento,

que aunque no sea mi hora marcada,

decidiré detenerme por mí mismo,

quedarme quieto y ensimismado.

Será posiblemente en el tronco

de un sauce llorón al sentir

que su naturaleza y la mía se comprenden

en demasía como confidentes.

Ahí me apoyaré, alzando la vista,

deslizando mi mirada a través 

de unas ramas que adornan a la luna

y a sus compañeras estrelladas.

Entonces, cerraré por fin los ojos

y estas tristezas como cuchillas

que se ceban con mi corazón

se curarán instantánemente

para conducirme allí dónde nadie sale.


- En las soledades noctunas

me convierto en enemigo de mí mismo,

y recorro con la mente aquellos lugares

vetados en el estado de vigilia.


Son los recuerdos esas iluminarias

malditas que encendidas desde antaño

se comunican unas con otras

a fuerza de repentinas sacudidas.


Cien chispas y millares de relámpagos

hacen aletargarse a mi conciencia

de tal manera que el menor ruido

provoca un imprevisto estremecimiento


Más allá de la verdad

está la oscuridad del despertar,

ese sarcofago maldito.


Carezco de sentimientos

mientras dura la maldición del sueño,

aquella realidad alterna.


Y todo ello, por mantenerme puro

en un mundo de ignominia y fantasía,

cuya eternidad es un instante.


Esa mirada procedente de las tinieblas

sólo puede implicar el resurgimiento

de una bestia de los bosques,

aquella que incluso con la risa desgarra.


Los gritos del fondo del laberinto

no provienen de sus entumecidas fauces,

son más bien sufrimientos del pasado

que retornan en sucesivas grabaciones.


A veces, me cuesta diferenciar

los sollozos de las exaltaciones

se alegría. Tan confuso estoy

que la felicidad y la tristeza me resultan hermanas.


Más allá de la verdad

está la oscuridad del despertar,

ese sarcofago maldito.


Carezco de sentimientos

mientras dura la maldición del sueño,

aquella realidad alterna.


Y todo ello, por mantenerme puro

en un mundo de ignominia y fantasía,

cuya eternidad es un instante.


Cuando me creía en compañía

el replandor se las estrellas

me revela que en realidad siempre

me he encontrado en plena soledad.


El conjunto de imagenes, sonidos

y sensaciones no son otra cosa

que impresiones huidizas nacidas

de mis imaginaciones interiores.


Aún dura el hechizo, la figuración temblorosa que repta por el hielo

cual criatura de un mundo que es anterior

tanto en tiempo como en originaria desdicha.


Más allá de la verdad

está la oscuridad del despertar,

ese sarcofago maldito.


Carezco de sentimientos

mientras dura la maldición del sueño,

aquella realidad alterna.


Y todo ello, por mantenerme puro

en un mundo de ignominia y fantasía,

cuya eternidad es un instante.


No temo el sacrificio de la luz,

de aquel fuego primigenio, si tras

su apagón da origen a la escapatoria

del ego y sus vanidades.


No quisiera que el sol dejase de alumbrar,

mas entiendo que su existencia

es un suspiro a ojos divinos, algo

que resulta inevitable hasta para humanas potencias.


Vagamos por parajes que nos resultan

conocidos hasta que tras ellos se abre

un velo tan transparente que nos muestra

el desconocimiento perpetuo, la gran mentira.


Más allá de la verdad

está la oscuridad del despertar,

ese sarcofago maldito.


Carezco de sentimientos

mientras dura la maldición del sueño,

aquella realidad alterna.


Y todo ello, por mantenerme puro

en un mundo de ignominia y fantasía,

cuya eternidad es un instante...


- Al final de la escalinata se encuentra

un harapiento mendigo con una maliciosa

mirada, cuya esencia secreta es escrutar

aquellos oscuros rincones para elegir

allí donde se aposenta para pasar la noche. No teme la oscuridad, mas bien

está tan acostumbrado a ella

que la ha asumido como una segunda

naturaleza, tanto se asemeja a sí mismo

esas sombras despechadas.

De día, recorre las calles agachado

y con sus brazos cruzados en la espalda,

procurando pasar desapercibido

entre la muchedumbre cual Judas moderno. Pero, en la noche, este

se encuentra navegando en su elemento,

adelanta las manos y se desliza

con gran soltura entre avenidas.

La gente le mira con extrañeza, 

sin permitir un punto intermedio

entre la rabia y la pena, tanta contraria

sensación causa en los viandantes.

Sin embargo, él es ajeno a todo ello,

o al menos se hace pasar por un ignorante, que calla todo desprecio

y compasión para contentarse

con aquella esquina acogedora.

Pareciera que recibiera un castigo

divino, proveniente de aquellos cielos

que con el sol son tan esplendorosos,

y que con la compañía de la luna

se tornan cuento de misterio.

Mas en realidad él se siente dichoso,

cree que más bien es una especie

de premio troncado en salvación

a medias, una instancia intermedia

entre el fulgoso paraíso y el sombrío infierno. Eh tú, que nos contemplas

a todos desde tus inmensas alturas:

¿Hay alguna explicación a esto?

Dime tú nazareno, ¿Un hombre así

sería admitido en tu reino?


- A Judas


En el desierto una sombra que pasaba

fugaz lograba espantar hasta a los

demonios antes de que estos propusieran

cualesquiera tentación alguna.

Pelirrojo, de semblante deformado,

cojo con la espalda doblada y de facciones oscuras, iba de un lugar 

a otro siendo rechazado por todos,

incluso por los ladrones y maleantes.

Su nombre era Judas, y su apellido

Iscariote, probablemente huerfano

desde nacimiento y en vísperas

de separarse de una mujer que de tanto

despreciarle le dejó sin descendencia,

decidió unirse a los discipulos del Cristo.


Al principio, todos ellos desconfiaban 

de él en primera instancia por su fealdad

y en segunda por su afición a mentir

y a fabular sin próposito evidente,

pero una serena sonrisa cómplice

entre Cristo y San Juan logró que fuera

en cierta manera aceptado entre ellos.

Nunca llegó a integrarse del todo,

pues siempre fue considerado 

un monstruo de desconocidas intenciones, que no casaba con nadie

a excepción de con la perpetua duda 

e incertidumbre de Santo Tomás.

Mas en su interior, en ese corazón

maltrecho y deforme, maltratado

por la vida y sus semejantes, había

una rara bondad escondida que ansiaba

fundirse con la totalidad del Espíritu Santo. En verdad, amaba a Cristo

como sólo lo haría un hermano, quería

ir hasta su Reino en los Cielos 

para poder aunarse con una totalidad

que siempre le rechazo en este mundo.


Por despecho, traicionó a su Maestro 

a cambio de unas viles monedas

que poco después le pesarían

y le remorderían la conciencia

hasta que su desdichada mente

se rompería en millares de fragmentos.

Al ver a Jesús agonizar en la Cruz,

ya comenzó a sentir los pinchazos

de los perfidos males interiores,

mas cuando ya espiró su dolor

se acrecentó tanto que recurrió

al suicidio, a la mutilación del yo.

Colgándose de una desvalida rama,

se despeñó en los abismos del olvido

como todos los perdidos, sólo siendo

recordado por hermanarse con Satanás.

Pero no se engañen queridos amigos,

hay quién tiene compasión y sabe

perdonar cuando se conocen 

las intenciones, por ello tengo por cierto

que Dios con él lo hizo y que aunque

en tierra se dice que fue un canalla,

ya reposa en el Paraíso sobre un trono

justo al lado del Primogenito que amó

por encima de sus propios pecados.


- A la luna liberadora.


La vida es un cúmulo de penas

que van tomando forma de cadenas,

y que sin nosotros mismos saberlo

nos van pesando con cada paso.


Se arrastran los hierros por los suelos,

provocando chirridos y crujidos

cual si cantasemos para nuestros

adentros y el metal fuera el instrumento.


Pocos son capaces de interpretar

una canción así tan díficil de comprender,

y pese a que todos la oyen cada noche

su procedencia es extraña e ignorada.


Aún con ello, hay quienes agudizan

sus oídos por si captan su sentido,

otros se esconden temerosos,

mientras que algunos otros hacen como si no existiera


Entonces, sale la luna.

Oh, la luna esplendorosa.

Calma todos los malestares,

cierra las heridas de antaño

y nos conduce al sueño milagroso.


Cuando los desdichados lloran sus penas,

ella los consuela lanzando sus rayos

liberadores, y así los perdidos 

se reconfortan sintiendose por vez primera comprendidos por tan bella mujer.


Entonces, sale la luna.

Oh, la luna esplendorosa.

Calma todos los malestares,

cierra las heridas de antaño

y nos conduce al sueño milagroso.


Esta existencia es una pesadilla,

pues en cada inhóspito escondrijo

sale un horrendo monstruo intentando

devorarnos sin matarnos del todo.


Por eso nos vamos desangrando 

poco a poco, dejando por el suelo

rastros sangrientos que nos señalan

el regreso a un hogar imposible.


Las señales de sangre, con el tiempo,

terminan por convertirse en pinturas

detestables, obras malditas

que nos recuerdan sufrimientos préteritos.


Nadie las comprende, ni siquiera nosotros

mismos puesto que sus trazos están

impresos sobre lienzos que ya no

recordamos después de tantos años.


Entonces, sale la luna.

Oh, la luna esplendorosa.

Calma todos los malestares,

cierra las heridas de antaño

y nos conduce al sueño milagroso.


Cuando los desdichados lloran sus penas,

ella los consuela lanzando sus rayos

liberadores, y así los perdidos 

se reconfortan sintiendose por vez primera comprendidos por tan bella mujer.


Entonces, sale la luna.

Oh, la luna esplendorosa.

Calma todos los malestares,

cierra las heridas de antaño

y nos conduce al sueño milagroso.


Cada respiración lanzada es un presagio

de muerte, con nuestro aire firmamos

el eterno contrato que dotándonos

de vida nos conduce a la extinción última.


Pocos son conscientes de esta condena,

y la toman como si se trata de un juego

que habría que aprovechar cuando

en realidad es una maldición auto-impuesta.


Comprueba esta mancha negra,

esta desidia, los postreros estertores

de los seres agonizantes, aquellos

que han sido asestados por las fatigas.


Sólo hay una vía interpretativa de este

abatimiento interiorizado, y no es otra

que el sentido del sinsentido, la razón

de la sinrazón de esta desdichada vida.


Entonces, sale la luna.

Oh, la luna esplendorosa.

Calma todos los malestares,

cierra las heridas de antaño

y nos conduce al sueño milagroso.


Cuando los desdichados lloran sus penas,

ella los consuela lanzando sus rayos

liberadores, y así los perdidos 

se reconfortan sintiendose por vez primera comprendidos por tan bella mujer.


Entonces, sale la luna.

Oh, la luna esplendorosa.

Calma todos los malestares,

cierra las heridas de antaño

y nos conduce al sueño milagroso.


Hace tiempo que nos han olvidado,

mas paradójicamente a veces somos

perseguidos, señalados incluso, por

aquellos mismos que nos desterraron.


Lejos de sentir compasión, se ríen

de nosotros, de este sufrir insensato

que ellos mismos nos han impuesto

sin que hayamos podido decidir nada.


Por ello procuramos apartarnos,

alejarnos lo máximo posible del sonido

de sus burlescas voces para evitar

una mutilación del corazón.


Queremos escondernos de su nefasta

presencia porque cuando aparecen

sin ser llamados, sólo somos capaces

de gritar para pedir el auxilio nocturno.


Entonces, sale la luna.

Oh, la luna esplendorosa.

Calma todos los malestares,

cierra las heridas de antaño

y nos conduce al sueño milagroso.


Cuando los desdichados lloran sus penas,

ella los consuela lanzando sus rayos

liberadores, y así los perdidos 

se reconfortan sintiendose por vez primera comprendidos por tan bella mujer.


Entonces, sale la luna.

Oh, la luna esplendorosa.

Calma todos los malestares,

cierra las heridas de antaño

y nos conduce al sueño milagroso.


Cuando los desdichados lloran sus penas,

ella los consuela lanzando sus rayos

liberadores, y así los perdidos 

se reconfortan sintiendose por vez primera comprendidos por tan bella mujer.


- Pese a que contengo las lágrimas,

estas se me acumulan formando

el lago de mis propias vacuidades,

de aquellas ilusiones fragmentadas.

Gran pesar, enorme desdicha es la fantasía de quién siendo desgraciado

sueña con la dicha, con la felicidad

imposibilitada ante el acontecimiento.

Segmentos de penurias y de caídas

imprevistas conforman un interior

que está maldito en sí mismo, llevado

a un sufrimiento que es su propia causa.

Pocos advierten, nadie sabe, que

ese semblante reflejado en un cristal

vacilante que se despliega por la vía

de la existencia es un instante detenido.

Aquellos recuerdos tan tristes han

congelado al que fue el último impacto,

volcando frenesí y desdoble en quietud

infinita, unificación de todo lamento.

Mas, aún estando quebrado, golpes

incesantes provenientes de caprichosos

desiginios siguen insistiendo en azotar

aquel ser lloroso y sangrante.

Descuida, me he acostumbrado

a tener al daño por amigo y a considerar

al hastío un aliado, incluso me creo

hermano de la desolación y sus parajes.

Sin embargo, esto no será para siempre.

Llegará algún momento que el cristal

terminará por romperse, dando cabida

a un nuevo sueño destructivo, al fin

de principios y de pasos culminantes.

No temeré entonces, me desplazaré

con cautela, alzando mi mirada

allí donde abarque cuanto le sea posible

justo antes de perecer honorable.


- Silencios imprecisos dan cabida

a interpretaciones esquivas,

que cuando son volcadas al papel

sólo producen confusiones en sus lectores.


La vida y todo lo que de ella nace

es incomprensible, manifestación

de una entelequia superior cuya sustancia

resulta indescifrable a ojos humanos.


Danzan los acontecimientos cual fichas

lanzadas al azar, invocadas por secreto

genio maligno que se desliza dentro

de las mentes inconscientes de las gentes.


Sólo nos duelen los recuerdos incompletos, no damos asentimiento

al instante impreciso del que nosotros

somos productores del sufrimiento.


Oh, infinito principio universal creado 

para desquiciarnos buscando 

mediante una razón que resulta insuficiente, falible como nosotros mismos


¿Hasta qué recovecos se escurrirá

nuestra existencia para que nos demos

cuenta de que todo intento es vano

cuando se trata de simplemente vivir?


- A la bella muerte


Lejos, muy lejos más allá de los montes

una lóbrega luz se esparce a través

de los cañaverales eternos, plagando

al alma del campo de un efluvio oscuro.

Yo, tumbado en la hierba, creyéndome

cubierto y protegido por la espesura

contemplo ese resplandor sombrío

que se va desplazando entre las ramas.

Al principio, lo que fuere tal cosa

parece una mancha morada que revolotea

de un lado para otro, buscando

a un observador incondicional de sus

aventuras andanzas nocturnas.

Mas después, mucho después advierto

que mis ojos se encontraban atrapados

en una ilusión, cautivados por extraña

figuración inventaban en vez de conocer.

Por eso, atenuando mi mirada, apartando

el velo de la ignorancia, enfoco allí

dónde mi visión se encuentra anonadada

y descubro su verdadera pálida iris.

Se trata, en realidad, de una hermosa

mujer que sintiendose desde antaño

muy sola sale a divertirse, a probar

las flaquezas mortales en su seducción.

Sonriente, le hago una mueca, quizás

un pícaro guiño para indicar que

se acerque, y que así pueda disfrutar

de la amena compañía de un interior mendigo que también se siente muy solo.

Por fin ante mí la lleno de halagos,

le digo que su belleza supone todo

un prodigio pero que no desmerece

la inteligencia que dotan sus facciones.

Ella tan contenta no para de reírse

algo sonrojada mientras me cuenta

los secretos de toda la humanidad,

espantándome algunos y otros

dándome una leve esperanza.

Y justo cuando ella iba a posar sus labios

sobre los míos, confundiendo nuestros

dos rostros en un inhóspito semblantes

mi mirada nublada por fin comprende,

y sabe que se encuentra ante la muerte.

Después, todo fue oscuridad... ¡Pero

bendita oscuridad! Sabrosa y desdichada

a la par, me dota de un conocimiento

tan sensual como contemplativo,

tan claro como misterioso...

Sí, la muerte me llevó consigo con un

beso sellado que era veneno y cura

al mismo tiempo: medicina de las tumbas, pócima venenosa del desengaño.


- Otro mundo, uno todavía mayor

se solapa por encima, en las alturas

respecto al infimo que habitamos.


Brillan ahí estelas incandescentes,

se escuchan gloriosos estruendos

y todos sus seres son trasparentes.


Cuentan que en tales esplendores

nacieron todas las cosas de la tierra

cuya esencia es la de ser mero reflejo.


También dicen que allí tal es el día

como es la noche, del mismo modo

es un instante cual lo es una eternidad,


y que todos los aparentemente contrarios

se confunden en una unidad que intercala

dichas y desgracias, risas y lágrimas.


No lo vemos porque estamos ciegos,

pero si supieramos dormir y estar

despiertos a la vez seríamos 

de los escasos sabios que lo contemplan

cuando acuden despejados a los sueños.


- Cuando me siento perdido me cobijo

en espesas sombras, que aunque causan

temor a tantos seres vivos, para quienes

fuímos olvidados cual almas en pena

resultan cuanto menos confortables.

Aquí en la oscuridad todo se ignora

acerca de nombres y de apariencias,

todo se repliega a secretas confidencias

que salen de labios temblorosos

mediante muecas y señales ocultas.

Al poco de llegar a tales oscuros parajes

no es extraño que la duda se intercale

con la ignorancia y sus prejuicios,

provocando un seismo interno que

no es raro que de entrada al miedo.

Pero, al tiempo, esa primera vaga

sensación va desvaneciendose

como la bruma cuando el rocío

se evapora, dando hermoso nacimiento

a una paz imperturbable, hermana del silencio que se dió antes del mundo.

Si uno presta atención a este abismo,

a estos misterioros laberintos ubicados

en un foso sin fondo alguno, sabrá

que aquí hay más verdad que en las plazas, todas ellas plagadas de declaciones vanas que no conducen a nada.

También, uno va averiguando en el

deslizarse de esta eternidad inocua

que teologos y lideres religiosos estaban

equivocados al situar el infierno

en las profundidades subterraneas,

pues en este plácido lugar tan récondito

Dios a las veces se hace ver para

que degustemos de su secreta esencia,

y del diablo todavía ni le vimos ni oímos

hablar en nuestros entaponados oídos.


Cierra los ojos, conten la respiración

por un momento, abre tus manos

y sabrás que en esta mi solitaria

oscuridad hay algo de divino.


- A la seductora tormenta.


Miro en dirección al cielo, contemplo

la formación de las nubes que cada vez

son más negras hasta hacerse

una oscuridad casi inaudita.

Siento como mi corazón palpita deseando

alzarse por encima de sus posibilidades

para así planear sobre aquellas oscuridades como quién se desvanece

por el azar de una mala caída.

Escucho el estruendo que han formado

aquellas hadas desdichadas, han

lanzado un hechizo en forma de maleficio

invitando a los perdidos a su convite.

Mis ojos, tan asombrados como absortos

en el paradójico resplandor, se abren

ensimismados en la inmensa sombra

que quiere demostrar que está viva.

Relámpagos que construyen rayos,

rayos que se incrementan en truenos,

truenos que se elevan hacía el estruendo

violento que se dió en la creación.

Yo aspiro a tu impetú, a tu desatada

tristeza que ahora es furia, a ti

ensimismada en el rencor del adíos,

a ti llorando hasta gritar de desesperación

Quisiera abrazarte, estrecharte en mis

brazos para que de tanto apretarte

debido a la emoción demasiado contenida tú implosionaras todos

mis organos en millares de particulas

repartidas en ese abismo sin fondo

que ahora es tu corazón desde antaño.

Sí, bésame con esa electricidad

desquiciada para hacer de mi misero

cuerpo un mero conducto de sangre

hirviendo en un frenesí de locura infernal,

ahondando con tu lengua enferma

en mi sesos repartidos en diversas zonas.

Ámame destrozándome, quiéreme

clavandome la aguja del sino fatal,

adoráme disparando la última bala

de la ruleta durante su última vuelta.



Quisiera ese final, oh tormenta mía

que te formaste en el atarceder

con mis lágrimas.


Llevame allí donde la nada es,

oh tormenta primigenia, que eres

gracias a la tristeza del mundo.


Soñemos juntos, oh tormenta melancólica que renaces cada vez que alguien siente honda pena.


Mátame, sí mátame oh tormenta pasajera

para convertir todo este sufrir

en una alegría que entiende de buen fin.


- Dicha y destierro son dos estados

que únicamente existen en el humano

pecho cuando se reviven recuerdos

encerrados en el circulo del corazón.


Pocas cosas nos alientan a la par

que nos defraudan como el asomarse

a aquel foso sin aparente fondo

semejante a un baúl abandonado.


Mas en las noches ociosas cuando

intentamos invocar el sueño este

parece relucir con un brillo diferente

que nos conduce a rastras hasta su entrada.


Ahí ví nacer y morir a mi abuelo,

contemplé la venida y la salida

de mi padre, el tambalearse 

de toda una casa para reconstruirse,


como también el abrirse y el romperse

incesante de mi corazón en el amor,

o esa sonrisa que a las veces vierte

unas lágrimas absorbidas por mis labios.


Tantas cosas inmensas que son pequeñas, y otras nímias que acaban

resultando tan importantes medran

reviviendo a uno interiormente.


Sentimientos y pensamientos drenan

el hálito de la vida, mas sin ese

constante desfallecerse ya hace tiempo

que habría muerto de pena.


Supongo que después de todo sólo

queda asomarse a esa abertura

que late balbuciente como un bebé

ya demasiado anciano.


Lo haré con tiento, poco a poco,

no vaya a ser que después de todo

si acabase siendo demasiado brusco

todo terminase en la nada con la que empezó.

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