- En las noches oscuras pequeños seres
susurran bajo las almohadas
de los melancólicos soñadores
palabras que no es posible reproducirlas.
A veces son dulces como nanas,
otras son tan crueles que saltan lágrimas,
mas todas ellas encubren la manifestación
de espíritus de otras épocas.
Se estremecen los durmientes con tales
enígmaticas sílabas de un idioma
que desconocen durante el día,
pero que en la noche interiorizan.
Así en sus sueños emergen extrañas
formas que se contorsionan adoptando
posturas imposibles y secretas muecas
que adolecen al ser reinterpretadas.
Negras sendas caminan en la onírica
que les conducen a goces infernales,
tornándose lo que al principio
era plancentero en una eterna pesadilla,
de las manos de hermosas hadas
rescatan suculentas ambrosías
que al rato de ser degustadas
se convierten en caducas pócimas.
Tiemblan los cuerpos, se quiebran
las almas consagradas al culto
de lo impío y de lo blasfemo,
de la lujuría y de la curiosidad inquieta.
Nada de esto recuerdan al despertarse,
a excepción de una amarga sensación
que les recorre la mente y que no se
desvanece hasta la caída en la ilusión del día.
- A Lucifer
En el cielo del Cielo andaban volando
innúmerables ángeles, pero quizás
el que más destacaba por belleza
y agudeza a la par era uno llamado
Lucifer, cuyo único defecto a ojos
del Absoluto que todo lo gobierna
era su picaresca y rebeldía.
Mas a pesar de ello, era el predilecto
por hermosura y gallardía, algo
que no sólo demostraba en su presencia
sino también lo cobijaba en su interior
destacándose de sus hermanos
demasiado iguales, demasiado obedientes.
Sin embargo, en un día sin tiempo
de la eternidad, el Rector principal
decidió crear a unas criaturas llamadas
hombres, lo que produjo una sensación
de recelo y de melancolía en Lucifer
ya que le recordaban lo peor que tenía él:
una curiosidad innata y una tendencia
a escalar cumbres vetadas.
Y así, los rechazó, se negó a tener
que cargar con ese mal recuerdo
que arrugaba sus facciones,
sometiéndole a una desdicha
que le haría adquirir un comportamiento
deleznable, dejaría de ser ejemplo
para los restantes ángeles.
Esta contrariedad desde la creación
hizo que quisiera ascender cotas
que le estaban veladas para alejarse de ellos, lo que a la larga sin extensión
oscureció su semblante, trastocando
su valía interna en temeridad lo cual
entristeció enormemente a Dios
puesto que tenía grandes esperanzas
en el porvenir infinito de su predilecto.
Tras largas deliberaciones al final
le dijo: "Será mejor que te vayas de aquí
y que a partir de ahora tomemos
caminos aparentemente distintos,
y ya que tanta molestia te causan
los hombres, vive con ellos y algunos
te adorarán a ti, y otros, a mí."
Al principio, Lucifer se negó, gritó
exasperado por tamaña decisión
que le alejaría de su Señor, mas
finalmente optó por aceptar
tan doliente propuesta, así
que se suicidió desde lo alto de los cielos
para acabar cayendo donde habitaban
las extrañas y pérdidas criaturas.
Desde entonces, aquí vive ayudando
a los hombres en la medida
de sus posibilidades, siendo aceptado
y negado desde diferentes enfoques,
mas a pesar de ello, cuando estos seres
mueren, a sus más queridos entre ellos,
los lleva ahí donde reside Dios, y les dice:
"Ojalá logres vivir aquí durante mucho
tiempo, si es así dile al que está
en el trono que me haga volver.
Pero si te hacen descender por sus
designios divinos, yo aquí te esperaré
para que nos lamentemos juntos."
- Pocas cosas me placen tanto
como el encerrarme en mi habitación,
clasurar los párpados y hundirme
entre almohadas para dormir.
Esto no lo hago ni por pereza
ni por mera holganocería, sino mas bien
porque mis tristezas internas son tantas
que la oscuridad de mi cama me reclama.
No se trata de una banal búsqueda
del descanso, es lo que se produce
cuando se cierran los ojos en la noche
y las horas pasan sin advertirlo.
Es así cuando algo divino
se comunica con mi mente y produce
aquello que denominamos sueños,
elevándome a abismos muy altos.
Durante ese tiempo arrebatado
por ignorada e inconsciente inspiración,
nace otro yo, otra habitación, otros cielos
invocados por ángeles caídos de eternos tiempos.
Acudo al mundo de los sueños
como quién corre tras una esperada
cita, un encuentro tan sanador
como pailativo para almas atormentadas
Las melancolías se disipan, los rencores
se olvidan y se da cabida a oníricos
misterios que mantienen a corazón
y a imaginación cautivadas.
En el sueño nada me perturba, todo es
tan natural como la luna que alumbra.
Sólo temo el final de tal dicha,únicamente espero que se eternice para no despertar nunca.
- Cuerpo ardiendo, sudor frío.
La cama está empapada
de divagaciones exquisitas.
Visión nublada, voz quebrada.
Un mundo incomprensible
que sólo da pie al desconocimiento.
Pasos temblorosos, miembros inquietos.
Desconozco el final de la senda,
y del principio ya no me acuerdo.
Mareo corporal, mente abismal.
La quebrada insondable
sólo puede conducir a lo ilimitado
Ojos llorosos, sentimiento contenido.
Ya no reconozco quién soy yo,
y los demás parece que tampoco.
Cuando atenaza la enfermedad,
y uno se acostumbra a ella
hasta el punto que la hace compañera,
sus visitas terminan por volverse
cada vez más frecuentes.
La última será en el regazo
de la ansiada muerte.
- Cuando la noche se torna esmeralda
yo surjo de las profundidades del sótano
de forma tan tenue como el deslizarse
de la sombra al ganar terreno la luna.
Mis miembros se van contorsionando
en violentas sacudidas y cambios
repentinos de postura, demostrando
cuan viva se encuentra la muerte.
Escapo de mi guarida para aterrorizar
a quienes osen traspasar el umbral
entre la cordura y la locura, dando
azarosa sentencia a los miedosos.
Si me ven siempre se produce idéntica
reacción, lanzan un grito temeroso
que yo respondo con alarido
que proviene de los sárcofagos infernales,
después huyen despavoridos dejando
sangre del pavor por el suelo que pisan
mientras que yo voy tras ellos, unas veces
aceleradamente, y otras con lentitud.
Mas al final, siempre les atrapo y cuando
esto pasa mis garras les trapasan
sus finas y blanquecinas pieles
cual si desgarrase una fruta recién caída.
Así voy a mis anchas a través
de los dominios nocturnos haciendo
del mal un bien y del sufrir un placer
porque así lo ordena un cabrón.
Soy una bestia que despliega su ferocidad
con mas intensidad en la oscuridad,
y que cuando comienza el día se repliega
en la tumba de los deseos y de los sueños.
- Al cuervo universal
Se posa sobre verjas oxidadas
escutrando horizontes que están
velados a los iluminados.
Despliega sus negras alas
cual si fueran una colección de penas
cantadas por poetas nostálgicos.
Aparece sin aviso previo anunciando
futuras desgracias para los diestros
y ganancias en el porvenir para siniestros.
Pero cuando el cuervo se queda
en una inmensa soledad, este piensa
cual será su final al recordar
la muerte de tantos de sus hermanos.
Mas cuando el cuervo se queda
en una tremenda soledad, este no puede
evitar que una lágrima se deslice
por sus oscuros ojos y moje sus sombrías plumas.
Planea por un cielo bajo
manteniendo su cabeza apuntando
a un punto fijo en la maleza.
Persigue a su presa con insistencia
hasta que acaba exhausta
y engullida en su fino pico.
Nunca se encuentra del todo saciada
y cuando cree estarlo algo reverbera
en su interior provocando punzadas.
Pero cuando el cuervo se queda
en una inmensa soledad, este piensa
cual será su final al recordar
la muerte de tantos de sus hermanos.
Mas cuando el cuervo se queda
en una tremenda soledad, este no puede
evitar que una lágrima se deslice
por sus oscuros ojos y moje sus sombrías plumas.
Nunca es bienvenido allí donde aparece,
en los lugares luminosos le echan
y en aquellos oscuros le temen.
Siempre interpretan su canto
como una risa irónica,
mas realidad se trata de un gemido lastimero.
Los niños se alejan en su presencia,
los adultos recelan de sus pertenencias
y los viejos suspiran desasosegados.
Pero cuando el cuervo se queda
en una inmensa soledad, este piensa
cual será su final al recordar
la muerte de tantos de sus hermanos.
Mas cuando el cuervo se queda
en una tremenda soledad, este no puede
evitar que una lágrima se deslice
por sus oscuros ojos y moje sus sombrías plumas.
Fugaz en las noches, retardado en el día
siempre atraviesa parámos desiertos
que le llevan a prados desolados.
Pica en el suelo allende a las rocas brillantes con un ojo en el suelo,
y con otro apuntando a lo circundante.
A las veces muchos de ellos se reúnen
al rededor de cádaveres abandonados,
pero casi siempre vuelan solitarios.
Pero cuando el cuervo se queda
en una inmensa soledad, este piensa
cual será su final al recordar
la muerte de tantos de sus hermanos.
Mas cuando el cuervo se queda
en una tremenda soledad, este no puede
evitar que una lágrima se deslice
por sus oscuros ojos y moje sus sombrías
plumas.
- Atravesando el portal predestinado,
llego a la oscuridad mediante la luz
y me aposento en ella cual si fuera
la más inmensa iluminación.
Hace mucho frío y nada puede verse
a excepción de unos rayos azulados
dispersos en una amplia sala
de la que no se sabe si hay salida.
Tiemblo, me estremezco pensando
allí donde me encuentro, desconcertado
ante el fatal designio que desde lo alto
me tenían preparado desde largos años.
Apenas hay capacidad de movimiento,
sólo mi aliento en forma de vaho
es conferido con un desplazamiento
más veloz que mis propios pasos.
Cadenas, su ruido y presión en todos
mis miembros me advierte que soy
preso de las torturas que invoqué
cuando todavía era un vivo cautivo
¿Qué será de mí? Me pregunto,
o al menos me preocupo por el sino
de una alma arrojada hacía extraños
avatares conversos en cárceles.
Con tiento y algo de arrojo, me arrastro
muy lentamente a través de fangos
sombríos cuyo tacto es roca húmeda
iluminada por la escasez de luz.
A lo lejos escucho algunos susurros
que en la medida que me acerco
van incrementándose en potencia y eco,
hasta retumbar sobre heladas paredes.
Parecen pedir ayuda, exigir redención,
mientras tanto yo callo, sólo pienso
replegándome en las todavía más
tenebrosas cavernas interiores.
Ahora ya sé dónde me encuentro,
señales que me llegan a la mente
en forma de diabólicos torbellinos
y que me dicen que estoy en el infierno.
- Tambaleándome, me voy desplazando
por estas oscuras sendas
que forman parte de eso que suelen
llamar el mundo, o la tierra-infierno.
Aquí soy siempre extraño de mi mismo,
mas sobre todo para todos aquellos
que osan considerarse mis semejantes
a pesar de nuestra distinta naturaleza.
Mis ojos, precavidos, siempre andan
recorriendo cada una de las esquinas
por si en cualquiera de estos días
alguno de ellos pretenden darme una sorpresa.
Soy desconfiado, sospecho acerca
de sus sombrías intenciones pues
nada conozco acerca de estos seres
cuya razón de existir me es un misterio.
Todos parecen darse movimiento
a sí mismos, animados por una deidad
que lejos de divina cabría clasificarla
entre las huestes de criaturas infernales.
Unos muestran su vulgaridad sin censura
alguna, otros a veces se contienen
y sonríen amablemente y algunos
de los pocos se visten con piel de oveja.
Pero sé que en su conjunto tienen
por bandera una corruptible huella
que muchos considerarán pecado
y que les antecede en la vida.
Lo tengo comprobado al vislumbrar
sus horrendas intenciones concretadas
en el acto, como también por lo que
callan pero que borrachos confiesan.
Serían capaces de cualquier atrocidad
a cambio de esa gema lóbrega
cargada de maldad disimulada,
de ese premio a la peor criatura.
Lo puedo ver en sus muecas guardadas,
en las expresiones repentinas, en gestos
callados que sólo son silenciados
cuando ojo ajeno se posa en ellos.
Temo, por mí y mis escasos seres
queridos que algún día descarguen
ese rencor tan mal alimentado
por haberlos descubierto en su impiedad.
Quizás, podrían abalanzarse sobre mí
con ira, con saña, con una amenaza
cumplida mientras mantienen ojos
desorbitados y miembros contorsionados.
Por eso, me alejo de ellos cuanto puedo.
Prefiero estar abandonado, olvidado,
borrado de registros civiles para que
nunca me encuentren a través de estos parajes.
- Irremediablemente perdido, vagando
entre desdichadas sombras
que conforman contornos inanimados.
Disperso estoy en la infinitud del abismo.
Se deslizan mis zapatos como patinando
entre las franjas de aquellas pisadas
del pasado, impulsadas por aquellos
nobles ideales y sueños vanos.
¿Hasta cuando seguiremos agonizando?
¿Tantas miserías alguna vez nos conducirán a la prometida salvación?
Los pequeños pecadores también
nos merecemos un pequeño cielo
en el que descansar tras tantas
tribulaciones acumuladas en nuestras almas.
¿Hasta cuando continuará esta tortura?
Oh, liberanos tú al que llaman
el príncipie de los desdichados...
Para mí es el mundo fuente de agonías
varias, en cada esquina hay un grito
desgarrador que hace temer al espíritu.
Algún día mi alma quedará sorda.
Para ti esta tierra nuestra se asemeja
a un juego donde las sorpresas
ya están dispuestas de antemano,
de ahí que las tristezas te hagan desternillar de la risa.
¿Hasta cuando seguiremos agonizando?
¿Tantas miserías alguna vez nos conducirán a la prometida salvación?
Los pequeños pecadores también
nos merecemos un pequeño cielo
en el que descansar tras tantas
tribulaciones acumuladas en nuestras almas.
¿Hasta cuando continuará esta tortura?
Oh, liberanos tú al que llaman
el príncipie de los desdichados...
Cada día un nuevo error ajeno nos hace
estremecer, mas es peor en las noches
donde los propios nos atormentan.
Se presentan figuraciones amenazantes.
Sólo encuentro la felicidad detrás mía,
el presente sólo produce un agudo
sufrimiento cuyo porvenir incierto
podría implicar su cese si lo quieres.
¿Hasta cuando seguiremos agonizando?
¿Tantas miserías alguna vez nos conducirán a la prometida salvación?
Los pequeños pecadores también
nos merecemos un pequeño cielo
en el que descansar tras tantas
tribulaciones acumuladas en nuestras almas.
¿Hasta cuando continuará esta tortura?
Oh, liberanos tú al que llaman
el príncipie de los desdichados...
Pero no, nunca todo pecado parece
suficiente, cada vez estos van
incrementando hasta hacerse innúmeros.
Mi saco ya pesa su condena...
Las buenas acciones y los momentos
de contento únicamente son un paliativo
que con el paso del tiempo resultan
todavía peores que la propia enfermedad.
Mira mis llagas, que aún sin ser comparables a tus estigmas,
te claman clemencia y son los testigos
de mis sufrimientos pretéritos.
Por favor, abre la dorada puerta.
Deja que pase un poco de inmundicia
para que así lo brillante resalte,
mi oscuridad hace más potente tu luz.
¿Hasta cuando seguiremos agonizando?
¿Tantas miserías alguna vez nos conducirán a la prometida salvación?
Los pequeños pecadores también
nos merecemos un pequeño cielo
en el que descansar tras tantas
tribulaciones acumuladas en nuestras almas.
¿Hasta cuando continuará esta tortura?
Oh, liberanos tú al que llaman
el príncipie de los desdichados...
- Un hondo pesar se me acumula
en el pecho, haciéndose tan inmenso
que dificulta el raudo caminar,
que se vuelve un arrastrar de pies.
Tanto me pesa la congoja,
que voy deteniendome a ratos
para recuperar aliento en tanto
que alzo mi cansada mirada al cielo.
Escruto tales alturas con una incertidumbre en los labios temblorosos,
balbuceando palabras indescifrables
que se intercalan con confusos pensamientos nocturnos.
Pienso acerca de este instante
lanzado en aras del porvenir
y en cómo esa última despedida
que es la muerte es a su vez un alivio
a la hora de curar mis males interiores.
Estos actúan como insectos
que me roen las entrañas, siempre
tan traviesos que no les basta
con aletargar mi sentimiento,
quieren también detener mi pensamiento.
Por eso sé que llegará el momento,
que aunque no sea mi hora marcada,
decidiré detenerme por mí mismo,
quedarme quieto y ensimismado.
Será posiblemente en el tronco
de un sauce llorón al sentir
que su naturaleza y la mía se comprenden
en demasía como confidentes.
Ahí me apoyaré, alzando la vista,
deslizando mi mirada a través
de unas ramas que adornan a la luna
y a sus compañeras estrelladas.
Entonces, cerraré por fin los ojos
y estas tristezas como cuchillas
que se ceban con mi corazón
se curarán instantánemente
para conducirme allí dónde nadie sale.
- En las soledades noctunas
me convierto en enemigo de mí mismo,
y recorro con la mente aquellos lugares
vetados en el estado de vigilia.
Son los recuerdos esas iluminarias
malditas que encendidas desde antaño
se comunican unas con otras
a fuerza de repentinas sacudidas.
Cien chispas y millares de relámpagos
hacen aletargarse a mi conciencia
de tal manera que el menor ruido
provoca un imprevisto estremecimiento
Más allá de la verdad
está la oscuridad del despertar,
ese sarcofago maldito.
Carezco de sentimientos
mientras dura la maldición del sueño,
aquella realidad alterna.
Y todo ello, por mantenerme puro
en un mundo de ignominia y fantasía,
cuya eternidad es un instante.
Esa mirada procedente de las tinieblas
sólo puede implicar el resurgimiento
de una bestia de los bosques,
aquella que incluso con la risa desgarra.
Los gritos del fondo del laberinto
no provienen de sus entumecidas fauces,
son más bien sufrimientos del pasado
que retornan en sucesivas grabaciones.
A veces, me cuesta diferenciar
los sollozos de las exaltaciones
se alegría. Tan confuso estoy
que la felicidad y la tristeza me resultan hermanas.
Más allá de la verdad
está la oscuridad del despertar,
ese sarcofago maldito.
Carezco de sentimientos
mientras dura la maldición del sueño,
aquella realidad alterna.
Y todo ello, por mantenerme puro
en un mundo de ignominia y fantasía,
cuya eternidad es un instante.
Cuando me creía en compañía
el replandor se las estrellas
me revela que en realidad siempre
me he encontrado en plena soledad.
El conjunto de imagenes, sonidos
y sensaciones no son otra cosa
que impresiones huidizas nacidas
de mis imaginaciones interiores.
Aún dura el hechizo, la figuración temblorosa que repta por el hielo
cual criatura de un mundo que es anterior
tanto en tiempo como en originaria desdicha.
Más allá de la verdad
está la oscuridad del despertar,
ese sarcofago maldito.
Carezco de sentimientos
mientras dura la maldición del sueño,
aquella realidad alterna.
Y todo ello, por mantenerme puro
en un mundo de ignominia y fantasía,
cuya eternidad es un instante.
No temo el sacrificio de la luz,
de aquel fuego primigenio, si tras
su apagón da origen a la escapatoria
del ego y sus vanidades.
No quisiera que el sol dejase de alumbrar,
mas entiendo que su existencia
es un suspiro a ojos divinos, algo
que resulta inevitable hasta para humanas potencias.
Vagamos por parajes que nos resultan
conocidos hasta que tras ellos se abre
un velo tan transparente que nos muestra
el desconocimiento perpetuo, la gran mentira.
Más allá de la verdad
está la oscuridad del despertar,
ese sarcofago maldito.
Carezco de sentimientos
mientras dura la maldición del sueño,
aquella realidad alterna.
Y todo ello, por mantenerme puro
en un mundo de ignominia y fantasía,
cuya eternidad es un instante...
- Al final de la escalinata se encuentra
un harapiento mendigo con una maliciosa
mirada, cuya esencia secreta es escrutar
aquellos oscuros rincones para elegir
allí donde se aposenta para pasar la noche. No teme la oscuridad, mas bien
está tan acostumbrado a ella
que la ha asumido como una segunda
naturaleza, tanto se asemeja a sí mismo
esas sombras despechadas.
De día, recorre las calles agachado
y con sus brazos cruzados en la espalda,
procurando pasar desapercibido
entre la muchedumbre cual Judas moderno. Pero, en la noche, este
se encuentra navegando en su elemento,
adelanta las manos y se desliza
con gran soltura entre avenidas.
La gente le mira con extrañeza,
sin permitir un punto intermedio
entre la rabia y la pena, tanta contraria
sensación causa en los viandantes.
Sin embargo, él es ajeno a todo ello,
o al menos se hace pasar por un ignorante, que calla todo desprecio
y compasión para contentarse
con aquella esquina acogedora.
Pareciera que recibiera un castigo
divino, proveniente de aquellos cielos
que con el sol son tan esplendorosos,
y que con la compañía de la luna
se tornan cuento de misterio.
Mas en realidad él se siente dichoso,
cree que más bien es una especie
de premio troncado en salvación
a medias, una instancia intermedia
entre el fulgoso paraíso y el sombrío infierno. Eh tú, que nos contemplas
a todos desde tus inmensas alturas:
¿Hay alguna explicación a esto?
Dime tú nazareno, ¿Un hombre así
sería admitido en tu reino?
- A Judas
En el desierto una sombra que pasaba
fugaz lograba espantar hasta a los
demonios antes de que estos propusieran
cualesquiera tentación alguna.
Pelirrojo, de semblante deformado,
cojo con la espalda doblada y de facciones oscuras, iba de un lugar
a otro siendo rechazado por todos,
incluso por los ladrones y maleantes.
Su nombre era Judas, y su apellido
Iscariote, probablemente huerfano
desde nacimiento y en vísperas
de separarse de una mujer que de tanto
despreciarle le dejó sin descendencia,
decidió unirse a los discipulos del Cristo.
Al principio, todos ellos desconfiaban
de él en primera instancia por su fealdad
y en segunda por su afición a mentir
y a fabular sin próposito evidente,
pero una serena sonrisa cómplice
entre Cristo y San Juan logró que fuera
en cierta manera aceptado entre ellos.
Nunca llegó a integrarse del todo,
pues siempre fue considerado
un monstruo de desconocidas intenciones, que no casaba con nadie
a excepción de con la perpetua duda
e incertidumbre de Santo Tomás.
Mas en su interior, en ese corazón
maltrecho y deforme, maltratado
por la vida y sus semejantes, había
una rara bondad escondida que ansiaba
fundirse con la totalidad del Espíritu Santo. En verdad, amaba a Cristo
como sólo lo haría un hermano, quería
ir hasta su Reino en los Cielos
para poder aunarse con una totalidad
que siempre le rechazo en este mundo.
Por despecho, traicionó a su Maestro
a cambio de unas viles monedas
que poco después le pesarían
y le remorderían la conciencia
hasta que su desdichada mente
se rompería en millares de fragmentos.
Al ver a Jesús agonizar en la Cruz,
ya comenzó a sentir los pinchazos
de los perfidos males interiores,
mas cuando ya espiró su dolor
se acrecentó tanto que recurrió
al suicidio, a la mutilación del yo.
Colgándose de una desvalida rama,
se despeñó en los abismos del olvido
como todos los perdidos, sólo siendo
recordado por hermanarse con Satanás.
Pero no se engañen queridos amigos,
hay quién tiene compasión y sabe
perdonar cuando se conocen
las intenciones, por ello tengo por cierto
que Dios con él lo hizo y que aunque
en tierra se dice que fue un canalla,
ya reposa en el Paraíso sobre un trono
justo al lado del Primogenito que amó
por encima de sus propios pecados.
- A la luna liberadora.
La vida es un cúmulo de penas
que van tomando forma de cadenas,
y que sin nosotros mismos saberlo
nos van pesando con cada paso.
Se arrastran los hierros por los suelos,
provocando chirridos y crujidos
cual si cantasemos para nuestros
adentros y el metal fuera el instrumento.
Pocos son capaces de interpretar
una canción así tan díficil de comprender,
y pese a que todos la oyen cada noche
su procedencia es extraña e ignorada.
Aún con ello, hay quienes agudizan
sus oídos por si captan su sentido,
otros se esconden temerosos,
mientras que algunos otros hacen como si no existiera
Entonces, sale la luna.
Oh, la luna esplendorosa.
Calma todos los malestares,
cierra las heridas de antaño
y nos conduce al sueño milagroso.
Cuando los desdichados lloran sus penas,
ella los consuela lanzando sus rayos
liberadores, y así los perdidos
se reconfortan sintiendose por vez primera comprendidos por tan bella mujer.
Entonces, sale la luna.
Oh, la luna esplendorosa.
Calma todos los malestares,
cierra las heridas de antaño
y nos conduce al sueño milagroso.
Esta existencia es una pesadilla,
pues en cada inhóspito escondrijo
sale un horrendo monstruo intentando
devorarnos sin matarnos del todo.
Por eso nos vamos desangrando
poco a poco, dejando por el suelo
rastros sangrientos que nos señalan
el regreso a un hogar imposible.
Las señales de sangre, con el tiempo,
terminan por convertirse en pinturas
detestables, obras malditas
que nos recuerdan sufrimientos préteritos.
Nadie las comprende, ni siquiera nosotros
mismos puesto que sus trazos están
impresos sobre lienzos que ya no
recordamos después de tantos años.
Entonces, sale la luna.
Oh, la luna esplendorosa.
Calma todos los malestares,
cierra las heridas de antaño
y nos conduce al sueño milagroso.
Cuando los desdichados lloran sus penas,
ella los consuela lanzando sus rayos
liberadores, y así los perdidos
se reconfortan sintiendose por vez primera comprendidos por tan bella mujer.
Entonces, sale la luna.
Oh, la luna esplendorosa.
Calma todos los malestares,
cierra las heridas de antaño
y nos conduce al sueño milagroso.
Cada respiración lanzada es un presagio
de muerte, con nuestro aire firmamos
el eterno contrato que dotándonos
de vida nos conduce a la extinción última.
Pocos son conscientes de esta condena,
y la toman como si se trata de un juego
que habría que aprovechar cuando
en realidad es una maldición auto-impuesta.
Comprueba esta mancha negra,
esta desidia, los postreros estertores
de los seres agonizantes, aquellos
que han sido asestados por las fatigas.
Sólo hay una vía interpretativa de este
abatimiento interiorizado, y no es otra
que el sentido del sinsentido, la razón
de la sinrazón de esta desdichada vida.
Entonces, sale la luna.
Oh, la luna esplendorosa.
Calma todos los malestares,
cierra las heridas de antaño
y nos conduce al sueño milagroso.
Cuando los desdichados lloran sus penas,
ella los consuela lanzando sus rayos
liberadores, y así los perdidos
se reconfortan sintiendose por vez primera comprendidos por tan bella mujer.
Entonces, sale la luna.
Oh, la luna esplendorosa.
Calma todos los malestares,
cierra las heridas de antaño
y nos conduce al sueño milagroso.
Hace tiempo que nos han olvidado,
mas paradójicamente a veces somos
perseguidos, señalados incluso, por
aquellos mismos que nos desterraron.
Lejos de sentir compasión, se ríen
de nosotros, de este sufrir insensato
que ellos mismos nos han impuesto
sin que hayamos podido decidir nada.
Por ello procuramos apartarnos,
alejarnos lo máximo posible del sonido
de sus burlescas voces para evitar
una mutilación del corazón.
Queremos escondernos de su nefasta
presencia porque cuando aparecen
sin ser llamados, sólo somos capaces
de gritar para pedir el auxilio nocturno.
Entonces, sale la luna.
Oh, la luna esplendorosa.
Calma todos los malestares,
cierra las heridas de antaño
y nos conduce al sueño milagroso.
Cuando los desdichados lloran sus penas,
ella los consuela lanzando sus rayos
liberadores, y así los perdidos
se reconfortan sintiendose por vez primera comprendidos por tan bella mujer.
Entonces, sale la luna.
Oh, la luna esplendorosa.
Calma todos los malestares,
cierra las heridas de antaño
y nos conduce al sueño milagroso.
Cuando los desdichados lloran sus penas,
ella los consuela lanzando sus rayos
liberadores, y así los perdidos
se reconfortan sintiendose por vez primera comprendidos por tan bella mujer.
- Pese a que contengo las lágrimas,
estas se me acumulan formando
el lago de mis propias vacuidades,
de aquellas ilusiones fragmentadas.
Gran pesar, enorme desdicha es la fantasía de quién siendo desgraciado
sueña con la dicha, con la felicidad
imposibilitada ante el acontecimiento.
Segmentos de penurias y de caídas
imprevistas conforman un interior
que está maldito en sí mismo, llevado
a un sufrimiento que es su propia causa.
Pocos advierten, nadie sabe, que
ese semblante reflejado en un cristal
vacilante que se despliega por la vía
de la existencia es un instante detenido.
Aquellos recuerdos tan tristes han
congelado al que fue el último impacto,
volcando frenesí y desdoble en quietud
infinita, unificación de todo lamento.
Mas, aún estando quebrado, golpes
incesantes provenientes de caprichosos
desiginios siguen insistiendo en azotar
aquel ser lloroso y sangrante.
Descuida, me he acostumbrado
a tener al daño por amigo y a considerar
al hastío un aliado, incluso me creo
hermano de la desolación y sus parajes.
Sin embargo, esto no será para siempre.
Llegará algún momento que el cristal
terminará por romperse, dando cabida
a un nuevo sueño destructivo, al fin
de principios y de pasos culminantes.
No temeré entonces, me desplazaré
con cautela, alzando mi mirada
allí donde abarque cuanto le sea posible
justo antes de perecer honorable.
- Silencios imprecisos dan cabida
a interpretaciones esquivas,
que cuando son volcadas al papel
sólo producen confusiones en sus lectores.
La vida y todo lo que de ella nace
es incomprensible, manifestación
de una entelequia superior cuya sustancia
resulta indescifrable a ojos humanos.
Danzan los acontecimientos cual fichas
lanzadas al azar, invocadas por secreto
genio maligno que se desliza dentro
de las mentes inconscientes de las gentes.
Sólo nos duelen los recuerdos incompletos, no damos asentimiento
al instante impreciso del que nosotros
somos productores del sufrimiento.
Oh, infinito principio universal creado
para desquiciarnos buscando
mediante una razón que resulta insuficiente, falible como nosotros mismos
¿Hasta qué recovecos se escurrirá
nuestra existencia para que nos demos
cuenta de que todo intento es vano
cuando se trata de simplemente vivir?
- A la bella muerte
Lejos, muy lejos más allá de los montes
una lóbrega luz se esparce a través
de los cañaverales eternos, plagando
al alma del campo de un efluvio oscuro.
Yo, tumbado en la hierba, creyéndome
cubierto y protegido por la espesura
contemplo ese resplandor sombrío
que se va desplazando entre las ramas.
Al principio, lo que fuere tal cosa
parece una mancha morada que revolotea
de un lado para otro, buscando
a un observador incondicional de sus
aventuras andanzas nocturnas.
Mas después, mucho después advierto
que mis ojos se encontraban atrapados
en una ilusión, cautivados por extraña
figuración inventaban en vez de conocer.
Por eso, atenuando mi mirada, apartando
el velo de la ignorancia, enfoco allí
dónde mi visión se encuentra anonadada
y descubro su verdadera pálida iris.
Se trata, en realidad, de una hermosa
mujer que sintiendose desde antaño
muy sola sale a divertirse, a probar
las flaquezas mortales en su seducción.
Sonriente, le hago una mueca, quizás
un pícaro guiño para indicar que
se acerque, y que así pueda disfrutar
de la amena compañía de un interior mendigo que también se siente muy solo.
Por fin ante mí la lleno de halagos,
le digo que su belleza supone todo
un prodigio pero que no desmerece
la inteligencia que dotan sus facciones.
Ella tan contenta no para de reírse
algo sonrojada mientras me cuenta
los secretos de toda la humanidad,
espantándome algunos y otros
dándome una leve esperanza.
Y justo cuando ella iba a posar sus labios
sobre los míos, confundiendo nuestros
dos rostros en un inhóspito semblantes
mi mirada nublada por fin comprende,
y sabe que se encuentra ante la muerte.
Después, todo fue oscuridad... ¡Pero
bendita oscuridad! Sabrosa y desdichada
a la par, me dota de un conocimiento
tan sensual como contemplativo,
tan claro como misterioso...
Sí, la muerte me llevó consigo con un
beso sellado que era veneno y cura
al mismo tiempo: medicina de las tumbas, pócima venenosa del desengaño.
- Otro mundo, uno todavía mayor
se solapa por encima, en las alturas
respecto al infimo que habitamos.
Brillan ahí estelas incandescentes,
se escuchan gloriosos estruendos
y todos sus seres son trasparentes.
Cuentan que en tales esplendores
nacieron todas las cosas de la tierra
cuya esencia es la de ser mero reflejo.
También dicen que allí tal es el día
como es la noche, del mismo modo
es un instante cual lo es una eternidad,
y que todos los aparentemente contrarios
se confunden en una unidad que intercala
dichas y desgracias, risas y lágrimas.
No lo vemos porque estamos ciegos,
pero si supieramos dormir y estar
despiertos a la vez seríamos
de los escasos sabios que lo contemplan
cuando acuden despejados a los sueños.
- Cuando me siento perdido me cobijo
en espesas sombras, que aunque causan
temor a tantos seres vivos, para quienes
fuímos olvidados cual almas en pena
resultan cuanto menos confortables.
Aquí en la oscuridad todo se ignora
acerca de nombres y de apariencias,
todo se repliega a secretas confidencias
que salen de labios temblorosos
mediante muecas y señales ocultas.
Al poco de llegar a tales oscuros parajes
no es extraño que la duda se intercale
con la ignorancia y sus prejuicios,
provocando un seismo interno que
no es raro que de entrada al miedo.
Pero, al tiempo, esa primera vaga
sensación va desvaneciendose
como la bruma cuando el rocío
se evapora, dando hermoso nacimiento
a una paz imperturbable, hermana del silencio que se dió antes del mundo.
Si uno presta atención a este abismo,
a estos misterioros laberintos ubicados
en un foso sin fondo alguno, sabrá
que aquí hay más verdad que en las plazas, todas ellas plagadas de declaciones vanas que no conducen a nada.
También, uno va averiguando en el
deslizarse de esta eternidad inocua
que teologos y lideres religiosos estaban
equivocados al situar el infierno
en las profundidades subterraneas,
pues en este plácido lugar tan récondito
Dios a las veces se hace ver para
que degustemos de su secreta esencia,
y del diablo todavía ni le vimos ni oímos
hablar en nuestros entaponados oídos.
Cierra los ojos, conten la respiración
por un momento, abre tus manos
y sabrás que en esta mi solitaria
oscuridad hay algo de divino.
- A la seductora tormenta.
Miro en dirección al cielo, contemplo
la formación de las nubes que cada vez
son más negras hasta hacerse
una oscuridad casi inaudita.
Siento como mi corazón palpita deseando
alzarse por encima de sus posibilidades
para así planear sobre aquellas oscuridades como quién se desvanece
por el azar de una mala caída.
Escucho el estruendo que han formado
aquellas hadas desdichadas, han
lanzado un hechizo en forma de maleficio
invitando a los perdidos a su convite.
Mis ojos, tan asombrados como absortos
en el paradójico resplandor, se abren
ensimismados en la inmensa sombra
que quiere demostrar que está viva.
Relámpagos que construyen rayos,
rayos que se incrementan en truenos,
truenos que se elevan hacía el estruendo
violento que se dió en la creación.
Yo aspiro a tu impetú, a tu desatada
tristeza que ahora es furia, a ti
ensimismada en el rencor del adíos,
a ti llorando hasta gritar de desesperación
Quisiera abrazarte, estrecharte en mis
brazos para que de tanto apretarte
debido a la emoción demasiado contenida tú implosionaras todos
mis organos en millares de particulas
repartidas en ese abismo sin fondo
que ahora es tu corazón desde antaño.
Sí, bésame con esa electricidad
desquiciada para hacer de mi misero
cuerpo un mero conducto de sangre
hirviendo en un frenesí de locura infernal,
ahondando con tu lengua enferma
en mi sesos repartidos en diversas zonas.
Ámame destrozándome, quiéreme
clavandome la aguja del sino fatal,
adoráme disparando la última bala
de la ruleta durante su última vuelta.
Quisiera ese final, oh tormenta mía
que te formaste en el atarceder
con mis lágrimas.
Llevame allí donde la nada es,
oh tormenta primigenia, que eres
gracias a la tristeza del mundo.
Soñemos juntos, oh tormenta melancólica que renaces cada vez que alguien siente honda pena.
Mátame, sí mátame oh tormenta pasajera
para convertir todo este sufrir
en una alegría que entiende de buen fin.
- Dicha y destierro son dos estados
que únicamente existen en el humano
pecho cuando se reviven recuerdos
encerrados en el circulo del corazón.
Pocas cosas nos alientan a la par
que nos defraudan como el asomarse
a aquel foso sin aparente fondo
semejante a un baúl abandonado.
Mas en las noches ociosas cuando
intentamos invocar el sueño este
parece relucir con un brillo diferente
que nos conduce a rastras hasta su entrada.
Ahí ví nacer y morir a mi abuelo,
contemplé la venida y la salida
de mi padre, el tambalearse
de toda una casa para reconstruirse,
como también el abrirse y el romperse
incesante de mi corazón en el amor,
o esa sonrisa que a las veces vierte
unas lágrimas absorbidas por mis labios.
Tantas cosas inmensas que son pequeñas, y otras nímias que acaban
resultando tan importantes medran
reviviendo a uno interiormente.
Sentimientos y pensamientos drenan
el hálito de la vida, mas sin ese
constante desfallecerse ya hace tiempo
que habría muerto de pena.
Supongo que después de todo sólo
queda asomarse a esa abertura
que late balbuciente como un bebé
ya demasiado anciano.
Lo haré con tiento, poco a poco,
no vaya a ser que después de todo
si acabase siendo demasiado brusco
todo terminase en la nada con la que empezó.
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