miércoles, 7 de julio de 2021

La gran fábrica

 - Bueno, ¿Tiene usted alguna experiencia laboral? ¿Qué habilidades tiene a la hora de encontrar un empleo?


La verdad es que no tenía ninguna, ni laboral ni de ningún tipo ¡Si me he pasado la vida encerrado en casa debido a mi miedo a los hombres! ¿Habilidades? ¿Cuales, además de leer avidamente las páginas de algún libro? Si se refiere a las que deben tenerse para llevar una vida ordinaria, carezco de todas ellas. Soy un tipo raro, taciturno y asocial ¿Eso es todo, no? ¿A quién le puede importar alguien así? A mí mismo no lo haría si fuera "normal", desde luego. Pero como tampoco he tenido muy en cuenta la opinión ajena, supongo que ya ha llegado un punto en el que me da completamente igual.


Vine a este horrenda oficina por presión familiar. Me decían que tenía que hacer algo con mi vida, que no podía seguir así. Para ellos "hacer algo con tu vida" se resuelve en tener un número impreso en un papel con el que poder colocarse en la gran maquinaria de la vida normativa, y dicho sea se paso, de la vulgaridad. Todos ellos son vulgares, y sin ápice de creatividad de algún tipo. Yo tampoco me considero alguien extraordinario en su sentido positivo, sino mas bien en el negativo. Mas aún con ello, he escrito algunas cosas que podrían considerarse "originales" Algo que todos esos monos de feria ni harían ni estarían preparados para entender.


Pero al cabo, aquí estoy: en uno de los epicentros de la gran fábrica de la banalidad y la estupidez. La sombra de este lugar no tiene nada que ver con la que se repliega en mi habitación, esta es mucho mas densa y satura, la otra es como una fina capa y libera ¿Será porque aquí abundan los ficheros, y en mi cuarto son las palabras de los muertos concretadas en los libros? No lo sé. Pero me estoy agobiando, y me cuesta respirar. No estoy acostumbrado a salir de casa, y cuando lo hago es para darme un paseo por el campo y pensar en mis cosas. Aquí uno no puede pensar, se deja llevar por climas que le son extraños como el enfermo terminal por los médicos en un hospital de la capital. Pone su vida en sus manos, y que sea lo que Dios quiera. En este caso, yo estoy poniendo en manos de esta gentuza mi porvenir fáctico, material, y que sea lo que el Diablo guste.


- Vale. Por los informes que figuran aquí, se trasluce que usted está cursando estudios universitarios... Bien ¿Algo mas que deba saber? - continúo diciendo la mujer tecleando con sus uñas postizas


Esta mujer me está poniendo nervioso, no se atreve ni a mirarme a los ojos. Me trata como si fuera un infra-humano, alguien que es digno de despreciar porque no ha aportado el suficiente dinero al estado. En cierta medida, soy una especie de disidente que ha usado de la indiferencia a modo de protesta. Mientras los demás se movían de aquí para allá de cara a mantener cada artefacto en su lugar y en marcha, yo me quedé en medio de la plaza con los brazos cruzados, y las piernas entrelazadas como si estuviera meditanto mientras leía poesía. Debido a ello, en cierto modo estoy acostumbrado a que me eviten la mirada, o en su defecto, a que me miren con desprecio. Yo, en cambio, les reto a todos ellos mirandolos a los ojos, susurrandoles aún sin palabras: "Yo he hecho algo de lo que todos ustedes son incapaces: permanecer quieto" Así les digo, y me río para mis adentros.


¿La universidad? Una porquería. Allí no había nada digno ni de valor que debiera aprenderse. Tan sólo está inclinada para hacer de nosotros seres humanos funcionales, para mantener viva instrumentalmente la gran fábrica de este mundo. En la medida en que uno va progresando en tal estructura secuencial aprende de cara al futuro a inmiscuirse en lo que vendría a ser la esclavitud laboral voluntaria. Así como ahí aplauden a los estudiantes con mejores clasificaciones, en el porvenir lo harán con los compañeros que tengan mejores sueldos. Esa carcel sirve como preparatoria para lo que será una vida de lo más vulgar y repleta de hastio, donde la única diversión que tendrá su hueco de un tiempo mal repartido se resolverá en un hartarse a cervezas en el bar con unos colegas apestosos, lo cual es otra de las cosas que ya se ven en las universidades cuando los estudiantes se emborrachan y drogan para que la superchería de los profesores se les haga mas liviana. 


Pero de todas maneras ¿Qué lección podría aportar yo de la vida si soy un perdido que mira con atolondramiento al abismo? Quizás sólo una: que todo es repugnante, y que por mucho que hagamos seguirá siendo así de repugnante. Hay veces que asomo la cabeza por la ventana, y me dan ganas de vomitar sangre al ver pasar a un transeúnte. Esa máscara de falsa felicidad en forma de sonrisa de complaciencia que portan todos ellos, ese gesto inercial con el que dan rienda suelta a sus pasos, ese moralismo barato e hipocríta con el que censuran a los demás, esa risita bochornosa con la que se ríen de estupideces, y tantas otras cosas mas... En fin, la resolución de siempre: todo es repugnante y seguirá siendo repugnante.


En esto sí que se podría decir que soy todo un maestro: en localizar lo nauseabundo de esta putrefacta sociedad. Podría añadirlo en mi curriculúm vacío, así habría algo interesante en que estos funcionarios estatales que sólo sirven para juzgar a los demás podrían fijarse. Ya me imagino los ojos como platos que podría esta mujer aburrida al verlo impreso en esta hoja carcomida. Lo más seguro es que se inclinaría para fijarse bien, y ver si efectivamente pondría tal cosa. Y al comprobarlo, se volvería a reclinar en su silla acolchonada, y lo guardaría en su memoria para contarselo a las cuarentonas de sus amigas. Se reirían a mi costa, mas lo que no sabrían es que yo también lo hago de todos ellos. Incluso ahora, he sonreído no para resultar amable, sino porque me cuesta guardarme mi risa ante la estupidez humana. 


- Y digame ¿Para qué puestos se encuentra verdaderamente cualificado? ¿A cuales aspiraría de menor a mayor según su criterio?


Y otra vez, de nuevo esa tonalidad de voz que parece sacada de un ordenador. Respecto a su pregunta sacada de un formularío barato, me atrevería a responder con una interrogación: ¿Alguien sabe realmente en lo que se encuentra "cualificado"? Yo diría que no, y quién responda en afirmativo miente como un bellaco. Todos mienten, me mienten a la cara y se desternillan de risa a mis espaldas. Pero ya lo sé, no pasa nada. Lo que sobrepasa castaño oscuro es este espéctaculo gratuito ¿Y yo tengo que fingir que sé de lo que me hablo? Lo siento, pero no lo pienso hacer. Antes muerto que ser como uno de esos cadáveres andantes. Aunque bueno, pensandolo mejor ha quedado un poco paradojica mi manera de expresarme, digamos mas bien que mi elección reside en: o bien permanecer muerto en esta catastrofica vida, o ya irme a la tumba directamente. Prefiero esta última opción. 


Cuando me obligaron a acudir a este lugar por imperativo social, tenía ciertos atisbos de lo que esta mala obra teatral y artificial pudiera ser. Mas todos ellos han resultado superados por la mediocridad -si en asuntos mediocres cabe hablar de algún tipo de superación- y han provocado que mis ácidos estomacales reverberen con aún mayor intensidad que cuando me asomo a la ventana de mi cuarto. Poco me importa resultar descortés o mal educado, pero la situación en su ámbito idóneo requiere de un buen corte de mangas, acompañando por un grito de desesperación, y marcharse volviendo las espaldas. 


Dicen de mí que estoy cargado de odio. Se equivocan. Es el amor quién me rechaza, y por ende, hasta el odio me evita. Lo que soy es indiferente, y aún así no puedo evitar quejarme. Estoy plantado entre medias de un muro insondable, y de vez en cuando profiero un pequeño sollozo debido a que las muescas están demasiado prietas. Sin embargo, siempre han estado así y siempre seguirán así por mucho que yo lance gemidos lastimosos, o refunfuñe entre dientes. Haga lo que se haga nada servirá, el mundo seguirá igual y mis lágrimas seguirán fluyendo con la misma cantidad. Y mientras tanto, lo único que variará será la decadencia de este mundo que irá en aumento. Espero, por lo menos, no seguir vivo para entonces.


Aún con ello, hay veces que no puedo evitar imaginarme situaciones en las que actuase cual soy yo en realidad, y me digo a mí mismo: "Ojalá fuese así... Ojalá pudiera ser mi auténtico yo en este reino de la desfachatez." Pero al final acabo por convencerme a mí mismo de que es imposible debido a tantos impedimentos externos, y a que la vulgaridad siempre gana en número como votos en las elecciones. Quisiera liberarme de estas ataduras, proferir palabras de angustia y seguir una senda aún no recorrida por nadie. Pero, ¿Cómo hacerlo cuando todo movimiento en este mundo viene resuelto para las gentes en dinero o en influencia social? Pareciera que hagas lo que hagas cuando te salgas de este esquema que ha sido preconfigurado, se produce la caída. Y así es, así todos caemos en el mismo abismo. Uno en el cual no hay grandeza alguna, solamente sombras y desdicha...


- Pues ya si encontramos algo que se adapte a sus necesidades le llamaremos.


- Gracias... -dije con un nudo en la garganta. 

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