domingo, 24 de noviembre de 2019

La epístola que jamás llegó


Me encontraba como solía al poco de despertarme cuando ya comenzaba a clarear la luz del día, removiendo con mi cuchara el café recién hecho. Y entre vuelta y vuelta recordé que desde hace tiempo estaba esperando una carta que deseaba en lo mas profundo de mi ser cobijarla en mi memoria en base a releerla incesantes veces. Pero, aún a pesar de mi ferviente deseo, no había llegado. Supongo, que, como dicen se vive con las ilusiones, mas rara vez estas se llevan al cabo por mucho que se las quiera. Sin embargo, decidí dar paso a la esperanza aunque fuera durante leves instantes y me dirigí con paso lento y tenue hacía el buzón. Al abrirlo, entre facturas y reclamaciones de deudas, encontré una de esas cartas que nos llegan a nosotros debido a algún error. Era tanta la curiosidad que albergaba mi pecho, que corrí dentro de casa, y sentándome en mi despacho, me dispuse a leerla.

Desde las primeras líneas me pareció sumamente interesante a pesar de desconocer el verdadero trasunto de la historia. Para mí era un fragmento de lo que podría haber sido toda una novela epistolar, que, en forma inacabada se me mostraba deliciosa en cada una de sus formas. Tampoco sé quién será aquel tal C.S, y mucho menos a quién estaba dirigida, pues ni en adverso ni en reverso hay muestras de nombre alguno ni mucho menos de dirección alguna. Que haya llegado a mí supongo que es fruto de la casualidad, mas como pienso que aquello de los azares es todo invenciones, pues cada hecho fortuido es objeto de una causalidad primigenia, o al menos, es ese mi parecer. Así, pues, aquí lo dejo para que vosotros podáis comprobarlo por vosotros mismos quién pudiera ser su autor y a causa de qué ha podido a mí llegarme. Espero que después de todo, de aquí en adelante le vaya todo bien a este desconocido individuo, ya que me apenaría pensar que el final de su historia haya sido tan trágico como en sus comienzos.


Amada mía, querídisima fuente de mi suerte y de mi alegría, y a su vez, de mis infortunios y desdichas, he aquí esto te envío para que en su día lo recibas cuando sea propicio:

¿Quién iba a pensar que, después de tanto tiempo, nos íbamos a volver a encontrar? Me han pasado tantas cosas desde que no hablamos, que no sé ni por dónde empezar. Desde luego, ambos hemos cambiado y nos hemos vuelto un misterio el uno para el otro, tan oscuros nos hemos hecho que se necesitarían cinco soles para iluminarnos a ambos desde dentro. En lo que a mí se refiere, mi aparencia exterior supone todo un reflejo de lo que habita en mi interior, que aunque no sea al completo e imperfecto, si al menos en cierta manera mis ojeras dan indicio de mis tristezas. Confio en que puedas comprender estas palabras, como la gacela que huyendo, comprende la tierra que pisa superficialmente.

Quisiera que recitaras estas palabras impusiendo mi voz a cada una de las letras, para que así mi escritura no se quedase en meros carácteres impresos en la hoja, para que fuese cada sílaba la palabra viva que habita en mi pecho. Escucha, jamás te mencioné en este escaso tiempo lo que sentía, ya sea por miedo o cobardía, ya por un muro de desconfianza que nos imponemos por temores que nos son intrínsecos, pero mis espíritus interiores me han advertido de algunas señas amorosas que sobre ti albergo. Creo, que a pesar de las escasas conversaciones que hemos mantenido, que mi sentido me ha llevado aún mas lejos de lo que tu máscara me vela y tus aparencias celan, guardando en ti una iluminaria precoz, en todo caso me hiela el alma cuando me aproximo, y con ello, he descubierto todo un paraíso infernal en aquellos laberintos tuyos. Es el fuego que congela, el gélido fragmento que se siente en la piel cual llama ardiente que se levanta, ambos elementos contrapuestos, contradictorios en sí mismos, que cuando se unen ocasionan amor pasional para que luego queden las piltrafas vespertinas, parto de sumas cenizas. No se han tocado los cuerpos, pueden que ni tan siquiera se hayan rozado, pero uno de ellos se siente tan cercano al otro que bastaría estar a dos metros para presentir en su corazón la fortaleza y flaqueza que provoca que todavía siga bombeando, y así logre hacer resurgir, la sangre que me hace condenado y salvo.

Vislumbré en tus curiosas miradas el secreto que se asoma y que no del todo se desvela, la cadena que ata y después mata, dando vida limpia. Mira, pon tus ojos atentos en este acontecimiento que pasa, que se escapa mientras unas manos polvorientas, ya hambrientas de ti, se quiebran quedándose empobrecidas para mantenerse suspensas en el aire. Son las mías ante el rechazo implícito en tu esquivar mis gestos mas heróicos, pues he de decir que no hay nada mas valiente en nuestros decaídos tiempos que ansíar el amor auténtico por imposible que le demos. Me muevo fraudulento, viendo desde la distancia cómo te alejas entre las ramas, bosques de gentes que nos ocultan las pasiones verdaderas. Dudo, sí. Por mucho que me pese he de admitir que dudo, no tan sólo de ti sino de la realidad que me rodea, cuando es lo primero que debería afirmarse. Para mí todo esto es un sueño que se ha transfigurado en esta horrible pesadilla que es mi vida. Lo peor sería pensar que la culpa no reside tanto en los aconteceres exteriores, como en mis interiores fracturados por hallarme durante tanto tiempo en la penumbra, averiguando así, debido a un ápice de sol mortecino, que creyendome vivo en las sombras, en realidad estaba muerto por no haber podido alcanzar la totalidad de la luz. En este caso, tú resultas una tonalidad inesperada, rescatada de un pasado ya muy lejano, que se ha hecho en este instante presente, en vías de ocasionar una felicidad pasajera que ya se ha convertido en una tristeza perpetua.

Al principio, no sabía cómo sentirme al respecto, mas los sentires y las afecciones no se resuelven en hueras deducciones carentes de un significado íntimo, se vuelcan en pensares sentidos cuando el concepto se descubre vivo. Pensé, sentí, desperté y recordé que la alegría que es efímera suele ocasionar mas pesares que dichas. Quizás me engañé sobre  ti, te cubrí con una capa purpura, te construí un altar como si fueras una diosa pura, para posteriormente descubrir que eras un ideal imposibilitado, puesto que volabas tan alto, que cuando caíste junto a mí en el nido terrenal, se reveló la fantasía mía integral. Daba vueltas en torno a ti cuando me hallaba perdido, te inventaba deidades que se corporizaban en sensaciones elementales, y una vez que se deshizo el lazo aureo, ya casi desnuda, me reprochaste mis errores en un grito sin ruido. Un silencio con sonido espiritual inundó la sala imaginaria, y te desvanecías al tiempo que reaparecías, en cierto modo parpadeabas ocultándote de mi mirar perplejo, propio de alguien que no sabe lo que hacer. Entonces, fui un cobarde, huí de ti por ti y me oculté allí donde nadie sabe donde, ni yo mismo sé con certeza cual es mi hogar fideligno.

Y, ahora, ¿Qué va a ser de mí? Estoy aquí junto a mi soledad en la noche, rodeado de estrellas y cosas bellas, preso de ellas en mi contemplación noctuna. Esclavo y libre en el amor en cuanto yugo alado, fugitiva mariposa naciente de mi figuración, que mientras placidamente vuela se estrella con aquella enorme roca de la que se enamoró. Me asusto de mi imaginación al pensarte como una forma que todavía no ha conocido lo que es la materia, no quisiera que fueras vano ideal en un principio creado por una criatura cualquiera -como es mi caso- y que luego me hayas dejado porque sí abandonado, aquí tirado, arrastrado por los pesares que me acometen, persiguiendo quizá otras aves rapaces, mas veloces en ánimo que yo. Porque, aunque complicado, incomprensible y pesado en espíritu, puedo ser polvo fluctuante que mana del aire, nocivo para los mentirosos, curioso de tu hermosura interior. Prefiero explorar, en mí ansío seguir vivo y descubrir hacia donde conducen los fulgores que tanto se rompen, que en el alta mar chocan con los resplandores que no me dejas traspasar ¿Qué hay de malo en mi barco? Sí, es antiguo y bochornoso, ambigüo y deviniente, pero está a tiempo de ser glorioso si le bendices con las dulces aguas del rio, si le llevas hasta lo celestial y divino descubriéndole un sentido, un milagro hipnotizado que en su desconcierto logra salir del desierto.

¿Se puede saber qué estoy escribiendo? Aquello nunca va a llegar a realizarse, está detenido en un universo idealizado que no sale del alma que sueña. Son visiones, iluminaciones ineficaces que pretenden darme esperanza a mí mismo ¿Pero de qué servirían si no están dirigidas a ti? Es decir, ¿Para qué tanta palabrería? Te lo voy a aclarar en unas líneas. Atenta, por favor. He estado, estuve y estoy solo, y no digo que ello me haga sentir en pesadumbre. Lejos de eso, me he acostumbrado y le he tomado cariño a esta dama tal altanera llamada soledad. Pero desde que apareciste de nuevo, como un reflejo del préterito espejo, que en dos piezas se había partido y que inesperadamente ha vuelto a juntarse, nada resulta de la misma manera que antes de aquel acontecimiento al que ahora me refiero. Por ello, y por millares de cosas mas, he de decirte que necesito de ti una confirmación de tus parpados cuando nos veamos a la mañana siguiente. Si te ves dispuesta a amarme -aunque sea tu manera- y de crear un comienzo, un núcleo en el que restaurar valores pasados en desuso, abre bien los ojos cuando te sonría, toma mi mano y caminemos hacia donde sea con un proyecto de porvenir. Sé que no soy el prototipo de nadie, pues no soy ningún arquetipo dispuesto a ser disuelto en rasgos desfigurados. Yo sé quién soy ¡Ay, otra vez las fantasías! Olvidalo, eso jamás va a ocurrir. Ya estoy delirando y teniendo fe ciega en mi delirio, y encima simulo que detrás hay algún tipo de sentido ¿Quién va a soportar mis letanías? Seguramente tú no, ya lo sé...

En verdad lo siento, y esta lamentación se dice en muchos sentidos. Verás, he caído en un abismo tan profundo que solamente un ángel sería capaz de rescatarme, necesitaría un milagro emanado de los Cielos, y tú tenías pinta de serlo, mas ya me engaño respecto a lo ángelical y lo demoniaco ¿Puedes notar esta brisa melancolica que acaba de pasar? Es la ausencia, el olvido, el amor que está extinto, mis llantos y gemidos, tus desaires y desquites, nuestro próximo hundimiento, puede que un adios cada vez mas cercano... En fin, ¿Qué mas podré decirte? ¡Ah, sí! Guardo aquí mismo un retrato tuyo, no de tu rostro tal y como está ahora, sino mas bien es un trozo que une lo que fue con lo que es y lo que será. Proviene de ti, de eso estoy seguro. De pocas cosas he estado tan seguro como en esta ocasión que se nos escapa, o que se me escapa a mí. Bueno, sea lo que sea así es. Ya no sé si volveremos a vernos, o si volveremos a vernos como antes nos veíamos, e incluso, si me recordaras como lo que fui antes de lo que te acabo de escribir ahora. Espero que te vaya todo bien en la vida a partir de ahora, y que sobre todo en la muerte Dios pueda perdonarnos a todos, a ti y a mi por dejar viajar hacia tras lo que podría haber sido una oportunidad que se ha quedado encaustrada en esta mi desgraciada imaginación. Desgraciada porque se conforma con fantasmologías irreales para ser feliz en un mundo desdichado, a lo que se le suma el no haber sido correspondido con otra cosa que no sea los pasajes oníricos ¡Ay, vida mía! Te escurres entre mis dedos como el agua fría, te cubres con nubes en la lejanía hasta que plegada junto con tus sábanas te desvaneces y ya no puedes escuchar mis palabras. No pasa nada, ya me voy a dormir eternamente yo también.


Atentamente y con el debido cariño que te profeso, tu olvidado amante.

C.S.


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