jueves, 29 de agosto de 2019

Cuestiones de conciencia


Los siguientes fragmentos o esbozos representan pensamientos inacabados, que no han llegado a patentarse en una unidad sistemática que entienda de una continuidad precisa. Probablemente, debido a ello, desconcierten en gran parte al lector, e incluso, le resulten algunos de ellos demasiado simples o vacuos para que se procuren de una reflexión profunda. En este sentido, siento desalentar a quién siga estas piezas en forma de letras, puesto que en verdad si se les presta la suficiente atención, logran divertir instruyendo a la vez. En verdad se las puede contemplar como una serie de confesiones íntimas en dialogo interior que intentan atrapar una universalidad a partir de lo fragmentario, para así quién lo lea, pueda sentirse tanto criatura-espectador como creador-artista. Cada uno, en cuanto participante de lo que lee, deberá responder y completar las preguntas. Sea así.

Desde mi lugar campestre, este hidalgo os lanza sus bendiciones.
Vale.

- La ausencia se responde a sí misma. Se diría, que juega con su no-estar, su no-presencia yéndose llega.

- Recordar la mañana que ya se ha ido siendo de noche produce dolores tanto físicos efectivos como morales afectivos, su curso así culmina en desesperación. Últimamente me siento en perpetua tristeza buscando la alegría. Rememoro los tiempos felices que ya no están, habitando en las sombras de las melancolías actuales.

- El soplo del viento adquiere una realidad admirable en cuanto cerramos los ojos. Así, el mundo exterior se desvanece para dar entrada al mundo interior, resultando este último el más importante, el que nos confiere conciencia… El sentido, entonces, se aparta, y da entrada al espíritu que desconociendo comenzará a conocer algún día.

- Fiel a mi mismo y mis convicciones, me alejo de los demás. Y no puedo evitar que irremediablemente acabo temiendo, que, de los pocos que están se puedan marchar.

- Soy desagradecido respecto a la sinceridad recíproca. Pues cuando sonrío, en verdad es una treta mediante la cual oculto los sollozos, que afluyen cual rio vespertino hacía las profundidades del mar abisal. Aquella oscuridad y la incertidumbre que provoca, me aterran.

- ¿Quién soy yo? ¿Y qué me hago de mí mismo? Solamente sé que soy uno que vive en la medida de lo posible y de mis fuerzas. Ello, claro está, si se puede considerar que uno está viviendo cuando se nutre del recuerdo y de fantasías tanto propias como ajenas… En tal caso, yo sería más bien una persona que quizás ya pasó al arrastre desde hace tiempo, y que no obstante, insiste en perpetuar su existencia ad infinitum.

- ¿Por qué insistiremos cuando ya no merece la pena continuar? Es inevitable, siempre se busca permanecer en la vida aún en las condiciones más pavorosas imaginables, aunque sea en la indigencia. El suicidio es una indecencia, un insulto dirigido a quién nos dio la vida. Sin embargo, quiénes al cabo perecen así, suelen suscitarme compasión. Y, por lo tanto, merecen ser salvados.

- Siempre pensé en al escribir mi última carta, esta culminase así: “¡Adiós, camaradas! Yo hice lo que pude” Pero, al final, siempre termino aplazado la llegada de la muerte porque amo la vida a pesar de las desdichas que conlleva ¿O quizás sea porque me horrorizan las despedidas imprevistas?

- El horizonte, el campo al descubierto, prados inacabables, el mar con su fluir, un cielo amaneciendo, la noche y sus estrellas… Son incentivos que me dan esperanza, me animan a creer como el que teniendo sed se limita a beber.

- Y otra vez, la misma imagen incrustada en mi memoria que pugna por mantenerse ocurra lo que ocurra. Se arrastra en los momentos sucesivos, hay veces que hasta parece desvanecerse… Después, sin que yo la llame, acaba retornando y los latidos de mi corazón aumentando.

- “¡Por favor, déjalo ir! No hay que preocuparse en vano, tú continúa con lo tuyo y lo restante, es en base al destino y a los escudriños de la Providencia”  ¡Oh, son tan fáciles de pronunciar estas acostumbradas palabras de cortesía para quién le da igual lo que le pase al prójimo, y vive creyendo que libertad es responder a las apetencias carnales! En lo que a mi se refiere, sencillamente digo que, si nos amarramos al dolor soportándolo y procurando ir más allá del mismo, nos hacemos mas fuertes en base a sufrir en las luchas que nos acometen a diario, aunque sea a las veces, gratuitamente. Hemos de permanecer fieles, no a nuestros caprichos, sino a lo que con esfuerzo y perseverancia podemos llegar a ser aprendiendo de la guerra.

- Solamente limitarse a soñar es una banalidad, y querer instalarse en el mundo real una fatalidad ¿Qué hacer, pues?

- Si vislumbráis una senda desierta y solitaria, tened por cierto de que se trata de mi camino. Me agobian las multitudes, pero cuando estoy en soledad, en contacto espiritual conmigo mismo y mis pensamientos, me siento aliviado y curado de toda superficialidad mundana. Hasta que, sin quererlo ni apetecerlo en un principio, llega aquel estremecimiento que me hace tambalear en cada uno de mis pasos. Ello significa e implica que estoy ante un abismo sobre el cual no puedo invocar la fortaleza suficiente para lanzarme y conocer su culmen. ¿De verás soy tan cobarde? ¿Por qué jamás estoy conforme? ¡Ay, me encanta contrariarme! Lo cierto es que tal estado también me deprime.

- La fe, todo es cuestión de fe. La recuperamos tan fácil como la perdemos ¿Qué clase de juego endemoniado es este? Parece que vivo en una inmensa tabla de ajedrez encerrado en un castillo, siguiendo un mismo movimiento y cuyo rumbo desconozco del todo pese a que se da durante repetidas veces. Advierto, con aquel horrible miedo que tanto aborrezco, que nadie atiende a unas reglas ni a un orden determinado en este juego ¿Quienes serán los vencedores? ¿Quienes los vencidos? ¿Existirán, acaso?

- Todo en el mundo desde su exterioridad me resulta vanidad. Cada uno a lo suyo, y de lo que tal vez les sobre a esos repugnantes mangantes, lanzan unas migajas a los demás ¡Qué delirio! Yo no quiero ser así.

- Una luz alumbra el final del foso, en resultas del cual desde hace tiempo vengo cayendo. De vez en cuando, me aferro a alguna rama y espero a ver qué ocurre. Y, como cuando hago aquello, veo que la luz continua su curso, yéndose cada vez más lejos, vuelvo al acostumbrado camino de perdición desfalleciente, y así, constantemente. “¿Merece la pena?”- me preguntas. Las penas lo merecen, no tanto las lágrimas que suelo lanzar mientras ellas caen en dirección a la luz ¡Ojala ellas lleguen!

- Soy lo que no he visto en su totalidad, aún a pesar de que puedo presentirlo mediante una intuición no del todo formada. Algo indeterminado que camina al vacío, allí donde nadie desea asomarse. Esa es la razón de que a la menor mirada impensada que osa penetrar tan inhóspitos lares, me provoca el sentirme incómodo.

- Una caricia, aquel tacto tal halagador que nos suele sorprender si no estamos acostumbrados. Puede que lo único que lo supere sea el beso, su leve roce en llamas, tímido cuando éramos inocentes… ¡Ay, ya estoy imaginando en vez de fundar mis actos en acciones en torno al mundo real!

- Nostalgia y melancolía: mis palabras preferidas. El nunca retornar, y sin embargo, siempre insistir en lo que ya se sabe de antemano imposible. Se ansía ver resurgir lo que ya murió, y si bien la racionalidad nos aconseja que carece de importancia, para la pasión es precisamente el asunto primordial y que no podemos dejar en balde.

- En este mundo (pese a su estado aparencial) no hay secretos, nada está encubierto para quién tenga los ojos bien abiertos. Y si uno adquiere cierta agudeza en el espíritu (recordemos, cuerpo y alma a su vez), es capaz de desentrañar lo que los vulgares pretenden velar sin conseguirlo ¡Qué ignorantes! Se piensan a sí mismos sagaces siendo tan superficiales…

- Los principales vicios que hacen enflaquecer al sentido moral interior son: el dinero, afán de poder, acumulaciones materiales, convulsiones lascivas… Estas cosas nos llevan a pensar necedades y a ejecutar actos demenciales. Sólo nos puede librar de ellas un ánimo impenetrable junto con un corazón honesto y noble. Quisiera lanzarme de aquella manera a tales altitudes.

- Tinieblas que esconden nada más que sombras en su mayoría… Confío en la salvación universal, necesito creer en el bien para no desesperar. De lo contrario, sin posibilidad de iluminación; ¿Para qué continuar? Aunque también sé que es imposible detenerse.

- Tanto el vivir como el morir me espantan ¿No hay nadie que recoja mis sollozos en una cuchara?

- Que vengan los que se fueron y se larguen los que vinieron. La constante contradicción, el impulso que me lleva hacía dónde desconozco.

- Hay demasiada maldad en cada lugar, mucho dolor provocado por los injustos, daños lanzados a diestro y siniestro… Y todos aquellos factores se incrementan y me entristecen.

- La balanza sigue su acostumbrada función. Y, mientras tanto, el mismo punzón amenazante se me clava en el cuello ¿Por qué…?

-  Voy andando mirando al suelo ¿La razón? He sido vencido en batalla. Otros días, alzo la cabeza, la mantengo erguida un momento hasta que me acuerdo de mi vencimiento, y vuelvo a estar cabizbajo ¡Qué desdicha la mía!

- Cuando acudo a la ciudad (lo que ocurre raras veces) solamente percibo la vulgaridad y decadencia ajena y su vacuidad en asuntos espirituales, que son precisamente los que elevan al hombre por encima del resto de los mortales. Esto quiere decir que en su mayoría los hombres son estúpidos, no ven lo que tienen ante los ojos y no merece la pena ni la molestia el procurar conocerlos en su masificación.

- Una tempestad arrecia en el exterior, mientras que en mi interior acontece una lucha que recuerda a la fuerza de la tormenta que se está dando durante estos mismos instantes ¿Cuándo caerá el rayo y me partirá en dos mitades? Quizás, así, logre entender.

- Dos bifurcaciones en el camino: el ancho de los demás, y, el estrecho que es el mío. Ya llevo algunos años recorriéndolo con tiento respecto a mis pisadas, preveo que tarde o temprano me encontraré con alguna trampa de la que jamás lograré escapar.

- ¿Soñar o vivir la vida que suelen designar como la real? No sé cual de ambas es preferible o desfavorable para mí. Y en tanto que esto voy pensando hacía mis adentros, me acabo durmiendo. Ya adivinarán vuestras mercedes mi decisión inconsciente.

- Ella nunca volverá. Una vez que se admita este principio se podrá vivir con soltura, aunque, inevitablemente termino por engañarme a mi mismo con mi pensar faustico, y sigo animando a la ruleta a que siga girando como desde siempre.

- “¿Hasta cuando?”- susurra alguna voz que visita mis dominios “Hasta cuando no haya nada que hacer”- responde otra voz impertinente. “Hum, -digo yo- la pregunta no ha sido correctamente respondida”

- Llega un aroma que nos recuerda viejos tiempos, y con ello, nos estremecemos sin buscarlo. La fragancia, entonces, comienza a tomar forma y se hace imagen, nos transforma. Aquella, sin venir al caso, lanza palabras que nos pareces aleatorias, y dudamos. Al final, después de un rato, se desvanece. Y es cuando nos preguntamos: ¿Bajo qué propósito e inusitados ordenes celestiales me sigues haciendo daño por capricho? ¿Alguna vez cesará este remordimiento interno que siento?
No lo creo, este pavor me perseguirá hasta la muerte.

- En ninguna otra ocasión nos sentimos tan solos (en su sentido negativo, ínfimo) como cuando estamos rodeados por una gran multitud. Y, en contraposición, nunca estamos tan bien acompañados si no lo es en los momentos que nadie perturba nuestra soledad interior (ya desde una perspectiva positiva, purificadora) Estos conceptos, aplicados a situaciones concretas no son azarosos, se tornan provechosos si se los medita convenientemente.

- La pregunta esencial de nuestra existencia versaría algo así: “¿Cual es mi papel en el mundo?” Otros, no prestando atención a estos sutiles detalles, no saben ni lo qué es un papel, ni mucho menos qué es el mundo ¿Dónde me encontraría yo mismo? ¿O tú?

- Me dedico a esperar lo inesperado y a ofrecer lo que no puede ser prestado ¿Cómo será que me siga sorprendiendo que mis expectativas jamás se satisfagan?

- Poco importa pasear, correr, nadar, volar, andar por allí… Lo circunstancial es que el movimiento se resuelva desde lo intrínseco, lo restante son meros añadidos.

- Muchas veces la salida resulta ser desde donde se comienza, y cuando se empieza se hace desde el final ¿Alguien me explica la razón de este sentido inherente, del cual, no podemos escapar a pesar de cualesquiera esfuerzos? ¿O si podemos hacerlo efectivamente?

- Aquellas noches en las que nos negamos a seguir en estado de vigilia son en las que antes nos despertamos soñando.

- No quiero llegar a afirmar o a negar premeditamente sin tener vislumbrados los principios, mas no puedo evitar la declaración que se libera.

- ¿Hasta dónde llegaremos a este paso? Mirad hacía dónde no se ve nada.

- La esperanza hasta ahora no se ha asomado, y así, nos la inventamos como hacemos con nuestras verdades. En tal caso, podemos continuar incluso con el cuerpo magullado y repleto de heridas.

- ¿Qué resulta realmente sincero e indubitable? No lo que se nos antoja, sino lo que se nos impone como algo que no podemos detener y nos impulsa.

- Libertad, siempre la libertad aún siendo esclavos.

- Mantén la espada en alto, después mira al rededor y pronuncia lo que hasta ahora ha sido injustamente silenciado. Verás como si esperas un poco, oirás en forma de eco lo que se ha sido negando desde antaño. Resulta, pues, que si hay un oficio por el que persistir pendiente de un hilo, es aquel que dictamina lo que la gente no quiere escuchar. Que cierren vista, olfato y audición si les place, mas jamás reniegues de la verdad.

- ¿Justicia o Amor?

- Es cierto, descendí todo lo posible y cuando llegué al fondo, quise ascender. Supongo que nunca es del todo tarde para subir allí arriba, y si tras tantos arduos esfuerzos me quedo en el camino, al menos, tendría un hogar donde descansar. Es irónico que lo amé resulto ser mi sepultura.

- Y volveré a preguntarte: ¿Por qué?

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