Es extraño, mas según tengo observado, los individuos que presentan carácteristicas excepcionales y que debido a ello destacan por encima de la media rara vez sobresalen en el ámbito social. Me refiero a aquellas personas que tienen un talento cuasi-innato que sin embargo rara vez es aplaudido por el vulgo, tienen una capacidad y una apertura instrospectiva tan inmensa que rara vez resultan comprendidos entre sus semejantes. Lo sorprende es que, estos últimos carentes de toda introspección y de potencialidad reflexiva, son quienes más suelen destacar entre las gentes, mientras que los genios acaban recluidos en un solipsismo de incomprensión, e incluso llegan a ser tratados como unos bobos incapaces de hacer nada de provecho. A menudo les señalan indicando que no han sido capaces de encauzar su vida, son motivo de burla y hasta de escarnio, en tanto que el vulgo se vanagloria de todos los asuntos banales que ha zanjado con la ayuda de su ignorancia.
Por lo poco que se sabe de la existencia vigil del soldado-brujo, diríamos que a este se le ha solido incluir en el grupo de estos contemplativos aparentemente inútiles para la sociedad. Tenía un mundo interior que abarcaba un universo entero, una capacidad imaginativa que lindaba con la genialidad y una agudeza intelectual que rara vez era asimilada por sus semejantes. Estas aptitudes que no podían figurar en historial laboral alguno, dieron pie a que se le señalase como un inútil incapaz de comprender los usos y costumbres sociales, a la par que se le fue inclinando al ostracismo de las mutiltudes. Esto era en la vida ordinaria, pero en el mundo onírico era capaz de las más increíbles hazañas que pudieran pensarse debido a su dominio de los elementos y de la magia negra, siendo capaz de manipular todo lo que tenía a su al rededor a su antojo. Aquello causaba tanto admiración como temor entre los seres soñadores, que le reverenciaban hasta cierto punto, mas también temblaban al pensarse victimas de un portento tan misterioso, y a las veces, caprichoso.
Movido por este impulso que rozaba con cierta azarosidad a ojos externos, en una ocasión se le observó revolviendo entre la basura, y al no encontrar ni libros ni otros objetos que le fueran de provecho, comenzó a extraer algunos materiales que no tenían nada que ver entre sí y empezó a aunarlos cual si estuviera fundiendo hierro. Largo rato transcurrió así, cogiendo una cosa y otra, tirando esto y lo otro, hasta que logró formar lo que sería un maniquí un tanto extraño. Podía advertirse, poniendo bastante imaginación en este empeño, que trataba de simular lo que sería una figura femenina, con sus curvas, ondulaciones y proporciones. Cuando ya lo hubo completado hasta el más minímo detalle, comenzó a recitar una serie de fórmulas como para sí mismo entre murmullos, lo que dió como resultado que lo que parecía un maniquí adquiriese vida, y por ende, movimiento.
Acto seguido, aquel ser resultado de los desperdicios de unos contenedores, dió en desplazarse con tal soltura que nadie hubiese advertido que era resultado de los despojos, sino que aún con su apariencia harapienta, era un robot con sus circuitos bien constituidos además de con una programación resultado del genio científico. El caso era que a partir de entonces esta figura mecanizada femenina comenzó a seguirle por todas partes como si fuera su sombra, allí donde el soldado-brujo se desplazase, ahí iba tras él aquel ser creado por su magia. Si el soldado-brujo avanzaba, así lo hacía ese milagro de la inventiva fantástica, si se detenía, se paraba en seco y esperaba a que el movimiento se reanudara. Uno podría pensar que aquel maniquí solamente se limitaba a ser una especie de mimo que venía a repetir sus movimientos como el reflejo que devuelve el espejo, pero en realidad este no se ceñía a la mera imitación corporal, sino que tenía vida propia, puesto que tenía su propia forma de desplazarse, como también que su actitud de espera no era la del automata programado, era mas bien la de una vida en suspenso con sus propios gestos predeterminados por naturaleza. No se limitaba a la mera apariencia de vida, era la vida en sí misma desarrollándose de acuerdo a un carácter fijado por el aliento de la vida.
En cierta ocasión, el soldado-brujo decidió acompañar a un amigo suyo por unos callejones cargados de chalets calcinados por lo que fue un incendio motivado por un mago iracundo que antes habitaba la zona, y como no, el maniquí robótico fue en su compañía como siempre acostumbraba. El motivo de tal expedición no era otro que el de ver si eran capaces de entrar en la casa calcinada de su amigo, el cual hacía años que no entraba en la misma. Con cierta inventiva fueron capaces de atravesar el umbral de la puerta principal, y una vez ahí se sobrecogieron al comprobar que mientras la parte exterior de la casa mostraba las señales que suelen acompañar al abandono de una casa completamente carbonizada, en el interior estaba todo impoluto cual si no hubiera pasado nada, a excepción del polvo que atestiguaba que aquel lugar había sido abandonado hace ya unos cuantos años, lo restante permanecía idéntico y en su sitio como si los dueños hubieran salido a hacer las compras hace poco. Obviamente, ni el soldado-brujo ni su compañero se esperaban algo semejante, y si no llega a ser porque el maniquí animado se quedase esperando en el exterior -se desconocía la razón de por qué cuando el soldado-brujo entraba a cualesquiera lugar esta permaneciese esperando fuera del mismo- ella tampoco se lo hubiese creído.
Fueron inspeccionando habitación por habitación, sala tras sala, no dejando recoveco alguno ni resquicio donde estos no asomasen sus perplejas cabezas ni pisasen sus cuidadosos pies en esta investigación profunda del hogar. En un principio se ciñieron a buscar entre las estancias más apartadas, pero en cuanto llegaron al salón principal, el compañero del soldado-brujo no pudo reprimir un sollozo que pugnaba por salir cuando contempló que los regalos que jamás abrió -pues el incendio se ocasionó un día antes del Festejo de los presentes- y que le recordaron a su normalidad perdida por la ira de un hechicero depravado. Cuando, completamente derrotado por el impacto de la remembranza, quedándose en cuclillas ante los envoltorios de los regalos, ya no pudo reprimir las lágrimas que acudieron en profusión por sus anegadas mejillas. Pero su mezcla de tristeza y nostalgia fue aún mayor cuando comprobó desenvolviendo uno de los regalos cual era el presente que su padre ya fallecido esperaba que recibiese su primogénito. Se trata de una simple pelota, mas una pelota cargada de significado por el desastre acontecido y por la ausencia de un padre que jamás vería a su hijo alegrarse por su regalo. Esta escena no pudo evitar conmover al soldado-brujo, el cual decidió retirarse de la casa para dejar que su amigo pugnase en soledad e intimidad por las emociones que otorgan los recuerdos.
Ya en el exterior, pudo vislumbrar ante sus ojos algo vidriosos debido a la escena anterior que algunas gotas que anunciaban una lluvia inminente, lo que le alarmó visiblemente ya que si alguna vulnerabilidad tenía el maniquí que él mismo había formado, era el contacto directo con el agua. Así, pues, comenzó a correr en su compañía en dirección opuesta para comprobar si era capaz de encontrar un cobijo adecuado antes de que el agua minase la figura de aquel portento de la magia. Pero, según avanzaba en su carrera, sus esfuerzos se mostraban inútiles en tanto que el agua caía cada vez con una mayor profusión. Los cielos se oscurecían anunciando una inevitable tormenta, mientras que la lluvía caía como un millar de agujas afiladas que pretendían echar al traste su experimento. El maniquí parecía que se derretía al contacto con tal cantidad se agua, emborronándose sus formas cual si esta hubiera sido formada a partir de barro o cartón. Así, pues, no le quedó otra al solado-brujo que recitar los conjuros que le darían la liberación definitiva a ese ser que él mismo había creado a partir de la basura. Y en tanto que esto recitaba aún siendo cegado por las afiladas gotas de lluvía y sus oídos eran ensordecidos por los truenos que retumbaban en la distancia, la figura que antes era un compuesto de basura bien constituida y aunada entre sí, fue vertiéndose por partes en blanca piel y en aúreos cabellos hasta que llegó un punto en el que su cuerpo al completo se metamorfoseó en una hermosa joven excenta de los ropajes que exige el decoro. Resultado de lo cual, el soldado-brujo le lanzó su raída capa para que se cubriera mientras huía de un enemigo desconocido. Finalmente, la hermosa dama, se lanzó a una carrera tan enfebrecida que terminó por desaparecer entre los arbustos y los arboles que tenían poco más adelante. Y aunque el soldado-brujo intentó alcanzarla, se le hizo imposible.
De repente, se encontró en un campo desierto si no llega a ser por la gran cantidad de hierba virgen que estaba bajo sus pies, y hasta la lluvía pareció detenerse con la huída de las nubes, mostrando así un panórama despejado aún con la inminencia de la llegada de la noche. Desconcertado, el soldado-brujo se detuvo en seco, inspeccionando a un lado y a otro por si lograba cerciorarse de dónde se encontraba. Sin previo aviso, aparecieron dos divinidades esféricas que recibían los nombres de Mamoptle y Mamaptla por aquellos lares, y que chocando entre sí como unas bolas enfebrecidas por el delirio, se lanzaron en dirección al soldado-brujo con saña y celo, dispuestas a entrar en combate con aquellos que no las rendían el debido culto. Y como el soldado-brujo era de aquellos que miraban con desconfianza a aquellos poligotas dioses que con su arrogancia y desparpajo buscaban que sus fieles les lamiesen los pies por su auto-proclamada divinidad, no era de extrañas que las divinidades esféricas que le acometieran con furia. Un buen rato duró este combate en el que el soldado-brujo era lanzado por los aires debido a los placajes que estas pelotas sagradas le conferían, mas debido a su dominio de la magia negra y del vacío, finalmente logró mandarlas allí donde estas provenían, que no era otro lugar que no fueran las sombras de la ignominia.
Una vez que estas quedaron reducidas al ámbito de lo ignoto, una tercera divinidad se presentó ante el soldado-brujo que permanecía sentado en el suelo como si hubiera finalizado un picnic. Esta recibía el nombre de Hiplotep, y tenía una forma de cubo, que con su resplandor azul cegaba a todo aquel que dirigiese su mirada en su dirección. Tan arrogante era que pensaba que el ocasionar susodicho resplandor en los presentes cegando así su visión, le otorgaba del suficiente estatuto para que se le considerase un dios. Sin embargo, esta no acudía con intenciones hostiles, se limitó a rendir un cortés aplauso al soldado-brujo por su hazaña, indicándole que gracias a lograr que las divinidades esféricas regresaran de ahí de dónde estas habían surgido, ella tenía mas posibilidades de que más seguidores fueran en seguimiento de su estela. Por un momento, el soldado-brujo apretó su puño con insensatas ganas de mandarla a ella también a ese lugar, pero quizás debido a la melancolía que le produjo que el maniquí convertido en una bella doncella huyese de ahí, se limitó a asentir con una sárdonica sonrisa y dejó que la divinidad cubo se fuera de ahí complacida en su gredo inventado.
Cierto tiempo después, el soldado-brujo fue perseguido por un militar de la zona que mandando por un declarado enemigo suyo buscaba pistas sobre él por todo el mundo onírico. Y como advertí en las primeras líneas de este escrito sobre la instrospectiva genialidad del soldado-brujo, este no se iba a dejar alcanzar tan facilmente. Así que se transformó en un joven recluta que acompañó al militar en sus indagaciones en tanto que este era ignorante de que se encontraba ante su mismo objetivo. Riéndose hacía sus adentros de la escasa sagacidad del militar, el soldado-brujo acompañó a este tranformado en un aleatorio ayudante mientras el militar no notó nada extraño en ello. Se desplazaban de una zona a otra con evidente perplejidad del militar que no entendía como este soldado-brujo era tan agudo para pasar inadvertido durante tantísimo tiempo, siendo certero por lo menos para sus informes que desde hacía poco se encontraba precisamente por aquella zona.
Y fue en el transcurso de estas indagaciones cuando el soldado-brujo siendo la apariencia del joven recluta localizó a la que había sido su maniquí, y que ahora era una joven tan hermosa y vivaracha como sus cabellos rubicundos al ser movidos por el viento. Aquello provocó que su corazón dejase de latir durante unos instantes, lo que casi le delató ante la mirada indagadora del ciego militar. Pensó que quizás ya era hora de dejar atrás esta parodia, y cuando se hubieron distanciado de la bella muchacha, reveló su forma ante el desconcertado militar, el cual no tuvo demasiado tiempo para reaccionar, no pudo ni alzar su arma cuando fue repentinamente decapitado por el sombrío filo del soldado-brujo. Todavía su cuello cercenado daba rienda suelta con el riego de su sangre cuando el causante del mismo ya se desplazaba en dirección contraria, retrocediendo allí dónde había encontrado a su anterior creación ya humanizada en aquella esplendorosa pintura viva.
Esta le reconoció de inmediato, y aunque titubeando al principio, no pudo evitar esbozar una sonrisa cuando sus nervios fueron sofocados, y mas aún sonrió cuando vislumbró la sangre del militar en el semblante del soldado-brujo. Sin proferir palabra alguna, alzó el dedo índice en dirección a su rostro, y con una exclamación de regocijo, se llevó la sangre reciente a sus labios. Cuando la saboreó, no pudo reprimir una inocente risotada de regocijo, elevándose así sus rubios cabellos debido a la emoción. Repitió ese mismo movimiento, y en esta ocasión, tras degustar con deleite aquella sangre que debía de saber como el oxído, no pudo evitar danzar al rededor del soldado-brujo con evidente alegría. Sus movimientos danzarines se daban de tal manera que probaba algo de sangre para instantes después bailar evidentemente contenta. Tan feliz se encontraba degustando aquel líquido sanguiolento que se lanzó para besar al soldado-brujo no tanto por amor como para mostrarle la alegría que le producía sentir en sus labios la sangre reciente, y que además, esta se había producido gracias al desenfreno que le pertenecía con entera exclusividad a él.
Cuando ella le tomó de la mano para que caminasen juntos, justo en ese momento y no antes aún con el espectáculo del baile sangriento, concretamente con el contacto de su gélida mano, cuando se dió cuenta de que si bien había creado a una hermosa joven que aparentaba inocencia y virginidad, también había formado en la profundidad de su níveo seno lo que era la maldad en sí misma. Parecía que la belleza de la que era dotada su impoluto semblante y la armonía de sus formas femeninas se había aunado con exquisita consonancia con el mal absoluto, cual una exquisita melodía era acompañada por el estruendo de los tímbales. Aquello pensó nada mas recibir el helado contacto de su pálida mano, mas poco le importó. Quizás también pensó que era inevitable que lo esplendoroso conviviera con la negrura en este ambivalente mundo, y que al igual que el alma humana se encuentra acosada por sus propios pecados y una capacidad de salvación, así también debía ocurrir con la hermosura que escondía tras el repentino esplendor un cúmulo de despiadadas sombras que espantarían al demonio mismo.
Así, cogidos de la mano como si fueran amantes que hubieran sido pillados in fraganti durante sus secretas confidencias amorosas, ambos se alzaron en un desatado vuelo en frenesí por el crepúsculo del mundo de los sueños, elevándose a unas alturas que probablemente se dirigían a los palacios que se encuentran en la luna.
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