domingo, 2 de julio de 2023

El espectador solitario

 - Venga ¿Jugamos a una partida de cartas?

Otra vez lo mismo, por eso odiaba tanto salir a lo que fuera. No entendía cómo se entretenían las personas, quizás porque no comprendía su naturaleza en apariencia simple. Además, no me gustaba jugar a las cartas, o mas bien, no sabía. Siempre se me olvidaban las reglas del juego después de escucharlas, y luego creía que los demás estaban haciendo trampa constantemente. Mas que jugar con los demás, sentía que eran los demás quienes estaban jugando conmigo. Me veía a mí mismo como esas cartas que pasaban de mano en mano, que se doblaban, ponían bocabajo, o que se marginaban en la esquina de la mesa. En realidad, ese desconocimiento del juego de las cartas, provenía de mi desconocimiento del juego humano, de sus reglas, patrones y movimientos... Por eso era tan torpe en lo que se refería a las relaciones sociales, porque no comprendía la ritualística que subyacía a las mismas. Eso provocaba que prefiriese apartarme de los demás y encerrarme en casa. Sin embargo, siempre me acababan arrastrando a salir, y yo me decía: "¿Por qué no? Luego, nada mas cruzar el umbral de la puerta de mi casa, me arrepentía. Y cuando ya estaba inserto en la "fiesta" todavía mas. Menudo aguafiestas estaba hecho.

- Yo paso. Prefiero estar aquí sentado tranquilo - respondí resoplando y rascándome la ojera izquierda que me picaba

- Siempre estás igual... Anda... ¡Ánimate!

Seguí insistiendo en mi negativa, y al final no les quedó otra que empezar a jugar sin mi participación. Me limitaba a observar aquellos movimientos de cartas. Estas se desplazaban a un lado y a otro, sin yo entender la razón. Era verdad que el juego se asimilaba bastante a la vida, esta pasaba muy rápido y nadie entendía por qué. Pero aún así, todos fingían comprenderlo todo, y continuaban como si nada. Ocioso, contemplaba el ambiente hasta que mis ojos se detuvieron en una de las jugadoras. Con un pelo tintado de un rojo anaranjado, se afanaba en ganar fuera como fuese. Qué manía tenía a esa chica, era insoportable. Su carácter era irritante. No sabía cómo los demás la aguantaban, por compromiso supongo pensaba a las veces. También me ponía de los nervios esos dientes delanteros torcidos, uno estaba montado sobre otro de manera rídicula. Parecía una suerte de conejo con algún tipo de retraso. Además, esos ojos saltones que se daban trompicones de un lado para otro parecían un par de canicas trucadas de las que se usaban en la mafía del colegio para arrebatar las preciadas canicas de los niños proletarios. En fin, tenía tanta manía a esta chica que decidí sabotearla el juego, chivando a los demás las cartas que vía de soslayo para que supieran sus movimientos ocultos.

Así, pues, me levanté y rodeando la mesa como un poseso fuí poniendo en marcha mi endiablada estrategia. Posaba mis ojos en las cartas que sujetaban las mugrientas manos de ella, y con cara de repugnancia iba chivando a los demás qué cartas tenía para que siempre le sacasen ventaja al asunto. Esto, claro, provocó que finalmente ella perdiera todas las partidas. Esta chica era bastante tonta, pero no lo suficiente para no darse cuenta que era yo quién estaba saboteando el juego en su contra. Así que, sin avisar, se levantó de repente y me dió una sonora bofetada. Para hacerme el fuerte, fingí que no me había hecho daño alguno, y empecé a lanzar sonoras risotadas en el aire completamente falsas.

- ¡Eres un maldito imbécil! Un idiota, un asqueroso, un repugnante hijo de tu madre... ¡Me cago en tu jodida vida, inútil de mierda!

Ante semejante ataque explosivo de insultos, me reí mas alto, esta vez de verdad. Me divertió tanto aquel bombardeo, que hasta se me pasó el dolor de la bofetada pese a que tenía la mitad de la cara totalmente roja debido al golpe. Al principio, no respondí nada mientras ella me insultaba, ya que en verdad me era indiferente lo que una mota de polvo aplastada tuviera que decirme. Pero sin saber por qué, de repente me sentí muy ofendido y comencé a insultarla también, aunque sin rebajarme demasiado haciendo referencia a su aspecto físico. Eso lo guardaba para mi asco interno, en contraparte, decidí criticarla por su inteligencia, o mejor dicho, por su escasez de ella. Así que, poniendome de puntillas, a pesar de sacarla cuatro cabezas, empecé a señalarla con el dedo, declarando lo insoportable que era, totalmente furibundo y alterado.

- ¡Parad ya, por favor! Hay que joderse, de verdad... ¿No os dáis cuenta del mal rollo que estáis transmitiendo en la quedada? ¿No os dá vergüenza, so golfos?

Ambos nos quedamos petrificados ante repentina réplica por parte de nuestro amigo en común. Pero aquello sólo duró un instante. Nos volvímos a mirar con un semblante cargado de odio y de resentimiento, y nos sentamos en nuestras respectivas sillas. Era verdad que el ambiente estaba mas cargado, incluso parecía que hacía mas calor. Yo estaba sudando, y al parecer ella también por lo que podía advertirse en ese montón de pelusa enredada que tenía sobre la cabeza. Ya notaba el penetrante olor de mi propio sudor, era apestoso aunque el sudor de ella apestaba todavía mas, era como avinagrado. Hice una mueca de evidente disgusto y desagrado en su dirección, y me quedé mirando al suelo meditativo, pensando en otras cosas para calmarme.

- ¿Nos metemos en la piscina? ¡Vamos! Seguro que así nos calmamos todos un poco ¿Verdad?

Lo rechacé haciendo un gesto cortante con la mano, mientras movía la cabeza de un lado a otro en señal de negativa. A pesar de eso, me siguieron insistiendo, mas no pudieron conseguir que cediera ni un ápice. Al final, desistieron y se metieron todos en la piscina, en tanto que yo me quedé sentado en el mismo sitio, a la sombra de una sombrilla y un par de palmeras calcinadas. Mientras contemplaba cómo se divertían nadando, tirandose agua los unos a los otros, buceando y comportándose como unos niños de parvulario, pensé en cuán diferente me sentía de toda esa gente. Quiero decir, tampoco es que me considerara mejor, o especial respecto a ellos, simplemente distinto, como si nuestras naturalezas no estuvieran en la misma sintonía. Obviamente, con algunos de ellos me llevaba bien, con unos mas que con otros, pero en general nos notaba muy distintos, casi como si pertenecieramos a otro mundo. Esto lleva pasándome largo tiempo con la mayoría de la gente, al final he optado por pensar que mi papel en esta vida es el de limitarme a ser un mero espectador, permanecer lejos de los demás y en silencio, leyendo y dedicándome a escribir ociosas historias en vías de crear un mundo imaginario en el que sentirme como en casa. Muchos pensarán que esto es bastante triste, mas personalmente no me lo parece tanto. Lo considero otra manera de vivir que es factible teniendo en cuenta esa frontera que me separa de los demás.

De repente decidí levantarme, ya me aburría su pueril espectáculo. Ellos parecían no darse cuenta de mis movimientos, por eso aproveché la ventaja de mi invisibilidad y me deplacé caminando por aquel jardín. Todas las plantas que lo formaban estaban bastante asalvajadas, sin cuidado alguno, mas ello le confería cierto atractivo. Me sentía como si estuviera recorriendo un bosque alejado de la humanidad, y ese sentimiento interno me procuró bastante paz. Así, seguí caminando tan tranquilo, disfrutando de cada paso que daba, mientras el jolgorío que había detrás iba desvaneciendose cual si fuese un paisaje atravesado por una densa niebla. Aquello me tranquilizó bastante, el sentir que todas aquellas voces que me eran extrañas se fundían con el silencio. En verdad, el silencio me comunicaba muchísimo mas que aquel exceso incoherente de palabras arbitrarias.

Llegué al final del jardín, detrás de aquella casa llena de gotelé y cuyas tejas eran testigos directos de la pátina del tiempo. Desde ahí pude observar un arbusto que sin saber por qué ni cómo me atrajo, así que decidí conducirme en su dirección y agacharme para observarlo mejor. Este estaba carácterizado por un verde musgo bastante intenso, y esmaltado por gran cantidad de florecillas amarillas, de las que provenía un perfume intenso. No sabría decir si este perfume tan fuerte me agradaba o desagradaba, por un lado su olor me recordaba al de un prado abierto en la mañana, mas por otro lado, también parecía que olía como si algo estuviera en descomposición. Tal fue la contradicción interna, que sólo sirvió para aumentar mas mi curiosidad. Así que empecé a manosear el arbusto como si quisiera hacerle cosquillas, esperando algún tipo de reacción. Cuando aparté algunas de sus ramas, pude ver que en su interior había un agujero por el que podía entrar yo. De él salía aire, y otro olor bastante denso pero que era ya completamente agradable, en comparación a aquellas flores.

Sin dudarlo ni por un instante, me metí de lleno en su interior. Caí en un foso bastante profundo en el que mi cuerpo entero se manchaba de barro mientras me deslizaba por aquel camino secreto. Parecía un camino bastante hondo y largo, ya que según recuerdo hasta tuve que cerrar los ojos para que la tierra no se colase dentro. Iba muy rápido, como una flecha, pensaba que en cualquier momento iba a implosionar y a estallar en mil fragmentos de piel, tejidos y órganos. Pero al final, no pasó así. Cuando abrí los ojos me encontré en un campo abierto que estaba rodeado por un inmenso follaje verdoso. Los caminos que componían los al rededores me recordaban a aquellos que había recorrido en soledad durante mi adolescencia, mas en verdad no eran los mismos.

En el cielo podía comprobarse que estaba anocheciendo, las estrellas caían en forma de diminutos meteoritos que alumbraban todo el entorno como si se tratasen de centenares de luciérnagas que al poco de nacer, fallecían cuando estaban a punto de rozar el suelo. Incluso, las diferentes plantas que rodeaban todo el terreno parecían cobrar vida con el deslizarse del viento. Sentía como si estas me estuvieran saludando, o invitándome a que me acercara. No sospeché de ellas, pero preferí limitarme a complacerlas con una sincera sonrisa y decidí seguir aquellos caminos embarrizados que me recordaban a aquellos que tantas veces había decidido recorrer para volver a casa. Es cierto, no eran exactamente los mismos. Estos parecían productos de algún sueño, mientras que los otros eran mas bien el resultado del cansancio.

¿Hacía dónde me llevarían? Me preguntaba, ya que no lo sabía. Pero en el fondo, ¿Y qué importaba? Esta noche exuberante es bastante fresca y me hace soñar con un mundo mejor, me llena de esperanza, y me hace replantearme mi propio papel de ahora en adelante. Desconozco si mejoraré como persona en el futuro, mas haré lo posible para mantener el ánimo interno de esta noche, cargada de ilusiones expectantes ante lo que me vaya a encontrar en la siguiente esquina. 

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