viernes, 2 de diciembre de 2022

Cinco poemas imaginarios

 - Cuando contemplamos la luna,

por un momento, hay algo divino

que nos traspasa el corazón

y que nos recuerda al enamoramiento.

Es un instante de ebriedad absoluta

en el que de sus plateados rayos

bebemos sin cesar una esencia

cargada de alegre nostalgia.

Como Li Bai la invitamos a beber,

siendo en realidad la misma luna

la que nos dota de suculenta ambrosía,

flujo de un mundo a parte.

Oh, qué sensación tan plancera,

de los ojos pasa al paladar,

y de ahí a colmar nuestro ser

sin desear que llegue el amanecer.


- Vaga mi mente por lejanos espacios

siderales sobre un principio sin fin

cual escalera caracol que sube y sube,

incesantemente, hacía donde nadie sabe.

Atravesando las infinitas estrellas, 

yo habito en el reino de los Inmortales,

soy un invitado perpetuo que pasea

sobre palacios adornados con perlas

y bosques repletos de extraños cristales.

Estos hermosos parajes son un sueño

perpetuo, una fantasía totalmente real,

en donde cada uno de sus habitantes

siempre está bebiendo alegre,

admiradores incondicionales 

de la belleza y de los buenos valores,

viven y mueren sin temor alguno,

sabiendose efimeros a la par que eternos

¡Cuanto deberíamos aprender los mortales de ellos!

Y ahora, disculparme, pero he de acabar

este vaso de suculento vino

mientras me deleito con la dulce melodía

que se esparce por este lugar de ensueño.


- Cuentan que cuando caen las hojas,

estas emiten unos susurros,

que imperceptibles para los hombres, 

pasan desapercibidos para la mayoría

¿Qué dirán esas hojas caídas?

¿Será un mensaje importante?

Me preguntaba, mientras recorría

un camino sin fin, deteniendome

sólo ante la caída 

de esas efímeras hojas otoñales.

Entonces, en un momento indeterminado,

un grupo de cinco hojas resecas

me dijo al oído con un acento quebrado:

"No mas dolor. No mas muerte.

Hay quién le divierte, quién gusta

de ajenos sufrimientos.

Pero, nosotras, con nuestra caída,

suplicamos que no haya mas daño.

Por favor, no mas muerte..."

Ante aquel mensaje provinente

de una naturaleza que me superaba

en entereza y sabudiría, 

sólo me cabía entremecerme.

Y así fue como yo mismo caí,

y me dediqué largos años

a susurrar a cada anonimo viajero

que cesase el sufrimiento y la muerte.


- En el pequeño mundo

que supone un diminuto jardín,

unas rosas florecen en pleno otoño,

pudiendo con el frío y la gélida humedad.

Podría pensarse que estas rosas

son como un tributo a la huída primavera,

pero mis ojos no lo ven así.

Estas rosas que resisten, que sobreviven

allí donde otros lo creerían imposible,

son mas bien una muestra de esperanza.

Estas rosas cuales hermosas damas

son un canto extendido al otoño, 

la resistencia que habita en toda vida,

y que rinde culto a la muerte inevitable.


Yo quisiera sacar a bailar a esas mujeres

de enrojecidas mejillas,

exquisitos pómulos salientes

y de cuerpos resistentes,

para celebrar la belleza

de todo lo desfalleciente.

Ay, pero ¿Aceptarán que yo, un cualquiera,

baile con ustedes, rosas del otoño reluciente?


- Es doloroso encontrarse

frente a un destino,

que insondable, nos traspasa

con una mirada fatal,

tan fija e inamovible

como aquel pasaje que ya fue escrito.

Ni desisto, ni continúo,

se trata solamente de esperar, 

con paciencia contenida

aquel último suspiro,

aquel adiós imprevisto,

aquellos puntos supensivos...


Después de todo, ya es hora de detenerse,

de cesar de correr y berrear sin cesar,

simplemente abandonarse

para al cabo algún día despertar.

Tras ese sueño, 

esa fantasía llamada vida,

esos goces, placeres, sones a doquier,

ya tan sólo quedan cúmulos de cenizas.

Todo al final ha acabado,

excepto por un suspiro

que se va dilantando hasta que sin querer

una estrella fija ha cambiado su rumbo

sólo para volver a desfallecer.

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