domingo, 8 de diciembre de 2019

Pensares, sentires y un ruiseñor


- Pensamiento y sentimiento sobre la llegada de la muerte

Mientras va pasando el tiempo con tiento,
con cada aire recogido y expulsado,
dando pasos con el corazón aterido
y detenido en un pasado sentimiento

Viendo en la lejanía arreciar al viento,
observando con la mente un recuerdo,
pensando en lo efímero, evitando el miedo,
procurando sin lograrlo hacer de ello un concepto

Pienso, y ya puedo escucharla,
fenómeno de la naturaleza,
que de lo cambiante hace estable

Siento la muerte, logro mirarla
en tanto que reverencio su realeza,
que, según entra en mí sueño afable


- A un ruiseñor muerto

Antes, reinaste en los cielos,
por encima de la arboleda
plegaste las alas, eliminando miedos
propios de habitantes en una tierra alejada

Hubo un tiempo, que sinceros
tus cantares eran reflejo de una mirada
que apresaba valles, campos y prados
en cuyas hierbas, bailaban al tu pasar         
                                    [cual desatada amada

Altivo, imperioso ruiseñor,
nada más salir de tu nido
eliminaste las sombras de alrededor,
junto al tu píar, espectro de lo ido

Pequeño con voz de tenor,
solamente te pido
que seas lo que fuíste, morador
del horizonte, principe escabullido

Ahora, tras tal quebranto,
estampada tu figura
frente a la ventana, ya muerto,
tu corazón aún apura

la escasez de vida, mientras tanto
vas muriendo, con un sol que te alumbra
en señal de despedida, como así tu ojo tinto
nos indica cuán poco 
                 [es lo que la vida dura

                   

                                 

domingo, 24 de noviembre de 2019

La epístola que jamás llegó


Me encontraba como solía al poco de despertarme cuando ya comenzaba a clarear la luz del día, removiendo con mi cuchara el café recién hecho. Y entre vuelta y vuelta recordé que desde hace tiempo estaba esperando una carta que deseaba en lo mas profundo de mi ser cobijarla en mi memoria en base a releerla incesantes veces. Pero, aún a pesar de mi ferviente deseo, no había llegado. Supongo, que, como dicen se vive con las ilusiones, mas rara vez estas se llevan al cabo por mucho que se las quiera. Sin embargo, decidí dar paso a la esperanza aunque fuera durante leves instantes y me dirigí con paso lento y tenue hacía el buzón. Al abrirlo, entre facturas y reclamaciones de deudas, encontré una de esas cartas que nos llegan a nosotros debido a algún error. Era tanta la curiosidad que albergaba mi pecho, que corrí dentro de casa, y sentándome en mi despacho, me dispuse a leerla.

Desde las primeras líneas me pareció sumamente interesante a pesar de desconocer el verdadero trasunto de la historia. Para mí era un fragmento de lo que podría haber sido toda una novela epistolar, que, en forma inacabada se me mostraba deliciosa en cada una de sus formas. Tampoco sé quién será aquel tal C.S, y mucho menos a quién estaba dirigida, pues ni en adverso ni en reverso hay muestras de nombre alguno ni mucho menos de dirección alguna. Que haya llegado a mí supongo que es fruto de la casualidad, mas como pienso que aquello de los azares es todo invenciones, pues cada hecho fortuido es objeto de una causalidad primigenia, o al menos, es ese mi parecer. Así, pues, aquí lo dejo para que vosotros podáis comprobarlo por vosotros mismos quién pudiera ser su autor y a causa de qué ha podido a mí llegarme. Espero que después de todo, de aquí en adelante le vaya todo bien a este desconocido individuo, ya que me apenaría pensar que el final de su historia haya sido tan trágico como en sus comienzos.


Amada mía, querídisima fuente de mi suerte y de mi alegría, y a su vez, de mis infortunios y desdichas, he aquí esto te envío para que en su día lo recibas cuando sea propicio:

¿Quién iba a pensar que, después de tanto tiempo, nos íbamos a volver a encontrar? Me han pasado tantas cosas desde que no hablamos, que no sé ni por dónde empezar. Desde luego, ambos hemos cambiado y nos hemos vuelto un misterio el uno para el otro, tan oscuros nos hemos hecho que se necesitarían cinco soles para iluminarnos a ambos desde dentro. En lo que a mí se refiere, mi aparencia exterior supone todo un reflejo de lo que habita en mi interior, que aunque no sea al completo e imperfecto, si al menos en cierta manera mis ojeras dan indicio de mis tristezas. Confio en que puedas comprender estas palabras, como la gacela que huyendo, comprende la tierra que pisa superficialmente.

Quisiera que recitaras estas palabras impusiendo mi voz a cada una de las letras, para que así mi escritura no se quedase en meros carácteres impresos en la hoja, para que fuese cada sílaba la palabra viva que habita en mi pecho. Escucha, jamás te mencioné en este escaso tiempo lo que sentía, ya sea por miedo o cobardía, ya por un muro de desconfianza que nos imponemos por temores que nos son intrínsecos, pero mis espíritus interiores me han advertido de algunas señas amorosas que sobre ti albergo. Creo, que a pesar de las escasas conversaciones que hemos mantenido, que mi sentido me ha llevado aún mas lejos de lo que tu máscara me vela y tus aparencias celan, guardando en ti una iluminaria precoz, en todo caso me hiela el alma cuando me aproximo, y con ello, he descubierto todo un paraíso infernal en aquellos laberintos tuyos. Es el fuego que congela, el gélido fragmento que se siente en la piel cual llama ardiente que se levanta, ambos elementos contrapuestos, contradictorios en sí mismos, que cuando se unen ocasionan amor pasional para que luego queden las piltrafas vespertinas, parto de sumas cenizas. No se han tocado los cuerpos, pueden que ni tan siquiera se hayan rozado, pero uno de ellos se siente tan cercano al otro que bastaría estar a dos metros para presentir en su corazón la fortaleza y flaqueza que provoca que todavía siga bombeando, y así logre hacer resurgir, la sangre que me hace condenado y salvo.

Vislumbré en tus curiosas miradas el secreto que se asoma y que no del todo se desvela, la cadena que ata y después mata, dando vida limpia. Mira, pon tus ojos atentos en este acontecimiento que pasa, que se escapa mientras unas manos polvorientas, ya hambrientas de ti, se quiebran quedándose empobrecidas para mantenerse suspensas en el aire. Son las mías ante el rechazo implícito en tu esquivar mis gestos mas heróicos, pues he de decir que no hay nada mas valiente en nuestros decaídos tiempos que ansíar el amor auténtico por imposible que le demos. Me muevo fraudulento, viendo desde la distancia cómo te alejas entre las ramas, bosques de gentes que nos ocultan las pasiones verdaderas. Dudo, sí. Por mucho que me pese he de admitir que dudo, no tan sólo de ti sino de la realidad que me rodea, cuando es lo primero que debería afirmarse. Para mí todo esto es un sueño que se ha transfigurado en esta horrible pesadilla que es mi vida. Lo peor sería pensar que la culpa no reside tanto en los aconteceres exteriores, como en mis interiores fracturados por hallarme durante tanto tiempo en la penumbra, averiguando así, debido a un ápice de sol mortecino, que creyendome vivo en las sombras, en realidad estaba muerto por no haber podido alcanzar la totalidad de la luz. En este caso, tú resultas una tonalidad inesperada, rescatada de un pasado ya muy lejano, que se ha hecho en este instante presente, en vías de ocasionar una felicidad pasajera que ya se ha convertido en una tristeza perpetua.

Al principio, no sabía cómo sentirme al respecto, mas los sentires y las afecciones no se resuelven en hueras deducciones carentes de un significado íntimo, se vuelcan en pensares sentidos cuando el concepto se descubre vivo. Pensé, sentí, desperté y recordé que la alegría que es efímera suele ocasionar mas pesares que dichas. Quizás me engañé sobre  ti, te cubrí con una capa purpura, te construí un altar como si fueras una diosa pura, para posteriormente descubrir que eras un ideal imposibilitado, puesto que volabas tan alto, que cuando caíste junto a mí en el nido terrenal, se reveló la fantasía mía integral. Daba vueltas en torno a ti cuando me hallaba perdido, te inventaba deidades que se corporizaban en sensaciones elementales, y una vez que se deshizo el lazo aureo, ya casi desnuda, me reprochaste mis errores en un grito sin ruido. Un silencio con sonido espiritual inundó la sala imaginaria, y te desvanecías al tiempo que reaparecías, en cierto modo parpadeabas ocultándote de mi mirar perplejo, propio de alguien que no sabe lo que hacer. Entonces, fui un cobarde, huí de ti por ti y me oculté allí donde nadie sabe donde, ni yo mismo sé con certeza cual es mi hogar fideligno.

Y, ahora, ¿Qué va a ser de mí? Estoy aquí junto a mi soledad en la noche, rodeado de estrellas y cosas bellas, preso de ellas en mi contemplación noctuna. Esclavo y libre en el amor en cuanto yugo alado, fugitiva mariposa naciente de mi figuración, que mientras placidamente vuela se estrella con aquella enorme roca de la que se enamoró. Me asusto de mi imaginación al pensarte como una forma que todavía no ha conocido lo que es la materia, no quisiera que fueras vano ideal en un principio creado por una criatura cualquiera -como es mi caso- y que luego me hayas dejado porque sí abandonado, aquí tirado, arrastrado por los pesares que me acometen, persiguiendo quizá otras aves rapaces, mas veloces en ánimo que yo. Porque, aunque complicado, incomprensible y pesado en espíritu, puedo ser polvo fluctuante que mana del aire, nocivo para los mentirosos, curioso de tu hermosura interior. Prefiero explorar, en mí ansío seguir vivo y descubrir hacia donde conducen los fulgores que tanto se rompen, que en el alta mar chocan con los resplandores que no me dejas traspasar ¿Qué hay de malo en mi barco? Sí, es antiguo y bochornoso, ambigüo y deviniente, pero está a tiempo de ser glorioso si le bendices con las dulces aguas del rio, si le llevas hasta lo celestial y divino descubriéndole un sentido, un milagro hipnotizado que en su desconcierto logra salir del desierto.

¿Se puede saber qué estoy escribiendo? Aquello nunca va a llegar a realizarse, está detenido en un universo idealizado que no sale del alma que sueña. Son visiones, iluminaciones ineficaces que pretenden darme esperanza a mí mismo ¿Pero de qué servirían si no están dirigidas a ti? Es decir, ¿Para qué tanta palabrería? Te lo voy a aclarar en unas líneas. Atenta, por favor. He estado, estuve y estoy solo, y no digo que ello me haga sentir en pesadumbre. Lejos de eso, me he acostumbrado y le he tomado cariño a esta dama tal altanera llamada soledad. Pero desde que apareciste de nuevo, como un reflejo del préterito espejo, que en dos piezas se había partido y que inesperadamente ha vuelto a juntarse, nada resulta de la misma manera que antes de aquel acontecimiento al que ahora me refiero. Por ello, y por millares de cosas mas, he de decirte que necesito de ti una confirmación de tus parpados cuando nos veamos a la mañana siguiente. Si te ves dispuesta a amarme -aunque sea tu manera- y de crear un comienzo, un núcleo en el que restaurar valores pasados en desuso, abre bien los ojos cuando te sonría, toma mi mano y caminemos hacia donde sea con un proyecto de porvenir. Sé que no soy el prototipo de nadie, pues no soy ningún arquetipo dispuesto a ser disuelto en rasgos desfigurados. Yo sé quién soy ¡Ay, otra vez las fantasías! Olvidalo, eso jamás va a ocurrir. Ya estoy delirando y teniendo fe ciega en mi delirio, y encima simulo que detrás hay algún tipo de sentido ¿Quién va a soportar mis letanías? Seguramente tú no, ya lo sé...

En verdad lo siento, y esta lamentación se dice en muchos sentidos. Verás, he caído en un abismo tan profundo que solamente un ángel sería capaz de rescatarme, necesitaría un milagro emanado de los Cielos, y tú tenías pinta de serlo, mas ya me engaño respecto a lo ángelical y lo demoniaco ¿Puedes notar esta brisa melancolica que acaba de pasar? Es la ausencia, el olvido, el amor que está extinto, mis llantos y gemidos, tus desaires y desquites, nuestro próximo hundimiento, puede que un adios cada vez mas cercano... En fin, ¿Qué mas podré decirte? ¡Ah, sí! Guardo aquí mismo un retrato tuyo, no de tu rostro tal y como está ahora, sino mas bien es un trozo que une lo que fue con lo que es y lo que será. Proviene de ti, de eso estoy seguro. De pocas cosas he estado tan seguro como en esta ocasión que se nos escapa, o que se me escapa a mí. Bueno, sea lo que sea así es. Ya no sé si volveremos a vernos, o si volveremos a vernos como antes nos veíamos, e incluso, si me recordaras como lo que fui antes de lo que te acabo de escribir ahora. Espero que te vaya todo bien en la vida a partir de ahora, y que sobre todo en la muerte Dios pueda perdonarnos a todos, a ti y a mi por dejar viajar hacia tras lo que podría haber sido una oportunidad que se ha quedado encaustrada en esta mi desgraciada imaginación. Desgraciada porque se conforma con fantasmologías irreales para ser feliz en un mundo desdichado, a lo que se le suma el no haber sido correspondido con otra cosa que no sea los pasajes oníricos ¡Ay, vida mía! Te escurres entre mis dedos como el agua fría, te cubres con nubes en la lejanía hasta que plegada junto con tus sábanas te desvaneces y ya no puedes escuchar mis palabras. No pasa nada, ya me voy a dormir eternamente yo también.


Atentamente y con el debido cariño que te profeso, tu olvidado amante.

C.S.


domingo, 10 de noviembre de 2019

Una fantasía

Entré en un amplio salón iluminado por la luz del mediodía que penetraba en los grandes ventanales. La sala, espléndida toda ella, estaba adornada con múltiples utensilios, algunos de ellos lo eran los típicos objetos domésticos como a modo de ejemplo lo podrían ser los sofás, las mesas, las sillas, unas cuantas estanterías apiladas... Quizás, lo que más pudiera resaltar de todo ello, lo eran la gran cantidad de lámparas -en ese momento apagadas- que se encontraban en los al rededores, a lo que se sumaba, el curioso color de la pared, aquel azul marino que mostraba gran cantidad de flores ahogadas en tal profundidad marítima como lo eran los girasoles, las amapolas y las rosas. Parecía encontrarme, sin duda, en lo alto de un edificio dentro de una ciudad que me era desconocida, junto al gran número de habitantes de los que algo similar podría decirse. Me quedé de pie, petrificado, sobre el morado tapiz, pensando en cómo había llegado al lugar en concreto, y sin embargo, sabiendo dónde me encontraba desconociendo el motivo exterior, respecto a lo intrínseco todo se hallaba claro.

Así, me senté en el sofá que mas cercano estaba, junté mis manos como si estuviese orando y me quedé absorto sin mirar a ningún punto; quería encontrar las respuestas, los sentidos y los motivos en mi interior. Ansiando el éxtasis amoroso, invoqué lo que no debiera haber invocado, mas tal fue el asentimiento que me procuró mi voluntad que apareció lo que no sabiendo, a mi pecho trascendió. En tal momento anochecía, y mis raices se confundían con la estancia, en tanto que alguien parecía estar pululando en la sala de al lado. Mi corazón latiendo, mis entrañas exclamando, médulas esclarecidas, venas tragicas encontrando lo que en otro tiempo estuvo perdido. Imaginé acerca de quién pudiera estar allende, me ilusioné, y no en vano, soñé un ideal encarnizado.

Decidí tumbarme, cerré los ojos por un momento, sepulté la oscuridad y hallé luz en el instante, y allí donde para los muchos, en su mayoría, hay ráfagas sombrías, para mí aún era de día. Abrí de nuevo los ojos, y ví sobre mi cuerpo aquella pasada amada con la que hice fantasías hasta hace renglones arriba. Sus ojos verdosos, a la par que medrosos, me miraban y se apartaban consecutivamente, como si tuviese miedo de algo que le era imposible llegar a comunicar. Temblé intentando descifrar el mensaje, mas ella seguía procurando mandarme un cúmulo de palabras en el silencio. A través de sus pardas gafas, la nariz picuda que las sostenía, los finos labios que se contenían y los negros cabellos que ya sobresalían, ya caían, quisieran decirme algo que yo advertía a la manera intuitiva. Temía, me mentía a mi mismo sobre cual sería el contenido, las mas de las veces se han dicho que ciertas sentencias hacen perecer, yo digo que lo que nos hace morir es callarnos lo que creemos saber, siendo esta sabiduría la verdad en sí misma.

Entonces, agudicé mi mirada, la clavé en la suya, y sus ojos se quedaron clavados sobre los míos. Tenues lágrimas comenzaban a asomarse, sin llegar a caer, estaban columpiándose como podían, resistiéndose a tener que abandonar su origen. Pasaron segundos, minutos, puede que también horas, hasta que la intensión momentanéa fue suplida por un resquicio de movimiento, un detalle que podría pasar desapercibido, pero que en modo alguno, podía ser eliminado de mi imaginario. Ella, sintiéndo que la lágrima estaba a punto de insertarse en el abismo, el gran foso de los deseos colmados, pasó su alargada mano, que, recorriendo su rostro, hizo que tal agua bendita se quedase atrapada entre el dedo índice y el insultante. Después, lanzó una mirada a soslayo, de sospecha en dirección a la ventana, y emocionándose, oprimió sus escasos labios y se mordió su lado izquierdo inferior, señal del adiós inferido y que a mi sentir queda aterido.

Yo, pensé hacía mis adentros: "¿Qué es lo que está pasando? ¿Qué he de hacer? ¿Se puede saber qué es esto? ¿Por qué he estado desde hace tanto tiempo solo, y ahora, de repente vuelve a acudir aquello que me producía la sensación de soledad?" Mudo, respondí dejando una caricia posada en su mejilla, y su única reacción, pareció ser una mueca inexpresiva. Y, así, seguí diciéndome: "¿Hacía dónde va todo esto? ¿Cómo desembocará lo inevitable, lo terco de una situación sin vía transitable, lo que se ansía y rara vez se recupera? En aras de la salvación de mi conciencia, durante los principios, hice como si fuera capaz de olvidar, pero todo fue una mentira que yo mismo me provoqué. No hay nada peor como negarse a la verdad, me engañé para continuar viviendo y seguí tal cual. Ahora que ha vuelto el dolor, reconozco que amé, que sigo amando y que siempre amaré ¿Me estaré volviendo loco? Es decir, todo aquello de los amores eternos y los amoríos efímeros, ¿Tienen al cabo algún sentido? Espero que sí, ya que de lo contrario, mi vida habría sido una fábula que yo creí inventarme cuando en verdad eran otros los que jugaban conmigo."

Al fin, parpadeé, purifiqué mi mirar y con ello también lo que yo pensaba ser mi mundo. Pero, en cuanto mi vista recuperó su conciencia -también podría decirse en cierto modo, su particular cordura- ya ella no estaba, era como si se hubiese desvanecido de repente. Comencé a sentirme muy solo, y hasta pensé en irme y jamás volver. Exacto, así lo pensé mas no lo hice. Seguí en la misma postura por si volvería a aparecer ella, se quedó su imagen en mi memoria y su figura en mi alma. Esta vez miré, no a la noche que transcurría en las afueras de la ciudad, sino al techo grisacéo que suponía mi abandonado altar. Era, no lo dudo, una madera vieja, que estando carcomida, para evitarse de gastos la limaron un poco sin llegar a romperla, y después la pintaron. Me dije: "¿Será así también mi caso? ¿Me han reformado? Bueno, en verdad jamás creí en reformas de ninguna clase. Prefiero quedarme con lo eterno, con lo estable, lo que siempre permanece pese a lo que susurren los grillos en los atardeceres." Al rato, previendo que nadie me visitaría ni me haría caso, me acomodé en mi ya querido y estimado sofá, y me quedé dormido.

Desperté, los párpados se tornaron amargos y el sabor de mi boca era insipido. Ya no había llamadas alentadoras, las luces se volvieron desdichadas, las costumbres caprichosas y el día a día una tortura amable en la que uno tenía que acostumbrarse como si siempre hubiera sido así. Nunca se está uno tan solo que cuando no duerme acompañado, mas lo peor es despertarse solamente rodeado de una estancia sin vida donde solamente se da cabida a los recuerdos sin sustento presente. Años atrás, aquello de estar en la oscuridad dejando pasar el tiempo me resultaba hasta divertido, pero una vez que se ha amado, con el pecho inundado de fuego, con el corazón latiendo llamas, con el interior abierto con sus puertas de par en par, con el insolente secreto al descubierto propagándose así las voces, con una pena encendida en los altares que se consagró en alegría... Prefiero no acabar la frase. 

Me levanté dirigiéndome hacia la ventana, y pude ver un ancho parque donde las gentes seguían con sus tareas rutinarias: una mujer parecía hacer senderismo, un hombre sacaba de paseo a su perro, una familia decidía salir para que sus hijos se divirtiesen en los columpios y un tipo muy flaco estaba tirado en la entrada pidiendo dinero sosteniendo un gorro de lana muy roto "¿Cual es el contenido de la vida de estas personas? -pensé- ¿A qué objetivo atienden cada uno de sus pasos? ¿Tienen metas, aspiraciones, sueños que les animen en cierta manera a vivir, aunque en ocasiones se engañen a sí mismos?" Otra vez me olvidé del exterior y retorné a mi mismo como al principio.


Subí, ascendí una escalera metalizada de caracol que conectaba con un desván que se hallaba poco mas arriba. Este, se encontraba repleto de trastos viejos que me recordaron a mi infancia, me estremecí pensando en cómo el polvo se pegaba sobre aquello que en su día alimentaba de ilusiones una vida que se acaba. Sin pensármelo dos veces, encendí un ducado que estaba en los bolsillos de mi vaquero, y mientras el humo recorría la totalidad de la sala, todo se quedó en suspenso, allí me quedé muerto. El mundo, su transcurso, los indicios divinos que están en cada sitio, las noches repletas de estrellas, los días alumbrados por secretas centellas, los lugares desiertos, las ciudades repletas, las playas virginales, los rincones olvidados, las casas dejadas, los vivos en movimiento, los muertos en su quietud, los niños felices, el cúlmen de la senectud, ese final que se presiente y se acerca desde siempre y en cada momento sin parar ni en un punto... Todo continuaría igual, y la eternidad lo acogería con delicadeza, acunándolo en su seno con la nana del infinito. Y yo, aún estando muerto, recordaría aquel rostro de la amada que de mí se despedia hasta que Dios decidiera que ya basta, y me llevara -si así lo mereciera- a los Cielos junto con todos aquellos que durante mi fugaz vida me quisieron. 

sábado, 2 de noviembre de 2019

Por un amor


De camino se encontraba Sebastián hacia el dulce hogar de la amada "¿Allí estaría? ¿En su casa?" -pensaba en tanto que recorría sendos campos mortecinos, fatigados por la poca abundancia de las aguas caídas de los cielos. La tierra era árida, y las hierbas permanecían secas, prontas a morir hasta la llegada de una nueva estación. Sus pasos se asemejaban a sus propias lágrimas, ya que lánguidos se movían como arrastrados por impulsos internos de origen desconocido. Sin embargo, advertía cual podía ser ese origen; un amor camuflado en una esperanza que le  daba motivos por los cuales vivir, ilusiones amorosas afluían en su pecho, túmulos y ríos parecían lo mismo para su percepción maniatada, mariposas dañinas a la par de bellas, montañas celestiales eran porque llegaban a lo divino que adquieren las cumbres, culebras con rostros de doncellas, vuelos de pájaros que encuentran en su ocaso su libertad...

Mientras, seguía su camino hacia el castillo de los fulgores dolientes, cadenas que en vez de subyugarle le permitían ser libre. La senda era tan larga como fatigosa, incluso para unos pies como los suyos acostumbrados al mucho caminar. Así, pues, se puso a imaginar para entretener aquella impaciencia que le asalta a todo aquel que se haya enamorado, pretendía con la mente acallar los latidos del corazón cuando en verdad era este su pulso lo que le daba razones al alma. Su espíritu quiso jugar con la poesía, siendo en realidad a la inversa, puesto que el creador suele hacerse esclavo de sus criaturas cuando las ama. Exceptuando, claro está, al sumo Creador, aunque este ya sufrió lo suyo cuando el Hijo del Hombre pereció en la cruz por amor y para evadirnos del sufrimiento. Entonces, en estos pensamientos que podrían fundar su particular teología, comenzó a cantar hacía sus adentros los versos que ahora siguen:



Elegía de Sebastián



¡Ay, divina Melisa mía!
Te perdiste entre matorrales
siendo aún de día,

y yo, al verte, evadiendo moralidades
emprendí tu búsqueda, de amor cofradía,
creyéndote lejana a tales parajes,

mas me equivoqué, pues estabas
en verdad tan cercana
a la casa mía, mientras llevabas

los restos del que mi corazón mana,
que loco de mí pensé que amabas
esta sombra tardía ufana.

Te ví y me enamoré, siendo
las sumas luces interiores
que contaban mi espíritu ya perdido,

meros reflejos infractores
de un pecho que arde prendido,
creador por sí de ilusiones,

que celestiales, otorgando inusitada,
verdosa e infatigable llama
acuden cual inhóspita llamada

a estos ardores que carecen de fama,
al serles borrados el atributo del hada
que mucho revolotea y nada calma.

Tal cual tú apareciste
 bastante alta en ánimo,
y me sorprendiste

dejándome en todo mi ser un arrimo
del regazo amoroso, bendeciste
a un hombre mínimo,

que ya desde entonces
-y antes- guardaba en sí un dolor
que acumula a partir de los orígenes

del mundo, junto a un pasado amor
que pertrechando mis sienes
hizo al corazón parar su motor.

¡Oh, y ya cuando te conocí!
Creí haberte visto
en una pasada vida, y reconocí

que algo estable permanece, e insisto
en aquel aroma que tuyo olí,
proveniente de paraísos que no resisto,

los cuales parecen recordarme
a tiempos, que pretéritos,
a la Divinidad logra retornarme,

aquella Providencia primera, mellizos
de las virtudes, hicieron alumbrarme
los tuyos ojos de Dios

Labios melisos de tu boca,
los aspiro desde la lejanía
acogiendo aires, que no sofoca

mis ansías por tu compañía,
ya plácida, ya loca,
por puros placeres de quién fía

en los rayos de los amaneceres
suculenta salida,
enemigos de frías noches,

borrachos de vida,
últimos atardeceres
que no hay mortal que los mida.

Este fuerte sentimiento,
es testigo siendo mío
de lo que te quiero en un momento

de puro desconcierto, tal resquicio
dejó tu presencia, y en tanto
fue su potencia, que reverencio

a santos y a ángeles,
ya no sólo por sí mismos, sino
por haberte dado nacimiento, claveles

purificados de un destino
fue la mirada tuya, reales
las sensaciones de mi yo fidedigno.

Hasta ti quiero llegar,
dando realce a mis alas
y mis brazos plegar

sobre las sábanas esmaltadas,
deseo las flores regar
con las lágrimas libertadas,

dejando atrás todo recuerdo,
fuente y nacimiento del daño
en donde se posó todo lo ido,

pues ya desde antaño,
he estado profundamente dormido
hasta que te contemplé en este sueño.

Extraño empeño este fluir
de un alma a otra, lo restante,
lo que sobra, y empieza a confluir

en un estado relevante
de algo interior que no quiere morir,
desea vivir por tenerte,

doncella con rostro de duende
bénevola a la par que maliciosa,
que sin quererlo se esconde

entre una ninfa que canta melodiosa,
allí, más allá de los bosques, donde
ya en el mar la sirena salta caprichosa.

Allí, en las almenas, sobre la roca
te sentaste, eterna
en figura labrada en piedra,con voz ronca

pronunciaste lo inefable, linterna
cuya toda luz aparenta poca,
hablaste acerca de mi condena,

señalaste con tu dedo indice
el interno quebranto
que al enamorarme me hice,

y en cuyo espanto
el antiguo sabio dice
que no hay salida posible a tal lamento.

Llegó el tiempo en el que te fuiste,
y acudiendo la tristeza
con el recordar que insiste,

poco a poco y pieza a pieza,
sentía el resquemor que embiste
hacer nacer abrojos y maleza,

y si ya incluso en tu compañía
acudía la sensación de soledad,
imagina sin ti de lo que carecía

la luna y las estrellas que con lealtad
a ti por amiga te tenían, o eso parecía
a mi ánimo confundido por la fugacidad.

Volver a oírte cantar
deseo y sinceramente quisiera,
y que al verte se formase un altar

que tu esbelto porte fuera
grabado en mi memoria, y al levantar
el alba tu recuerdo no pereciera,

como en aquellos atardeceres
que guardaron de su rocío
para las auroras siguientes,

y que cada ser por nimio
que aparentara siguiera las ordenes
de un anterior estío.

Aún de mi jardín las rosas
apresan la imagen de lo efímero
que fue tu huída, pocas cosas

se quedan en su lugar, pero
te aseguro que tus mejillas melosas
todavía se posan en ellas, no es mero

decir por decir, es un sentir
sincero que mi espíritu sostiene
mientras procura hacer resurgir

tu lustre, el que tiene
la hermosura que no puede mentir
a quién la contempla y mantiene.

Un último adiós
no podría imaginar jamás,
pues tal fuiste, suma de delirios,

que de tus preciosas armas
a pesar de los delitos
no dejaría escapar entre las ramas,

de los pájaros en semejanza
a cuando ya crecen
y de sus padres hacen remembranza,

aún en la distancia enloquecen
por figurarse su nido en alabanza
 donde ya no se mecen.

Sueño, y reaparece tu risa,
aquella que me brindaba alegría
en tibios días, brisa

que tras pasar reconocía
la forma de tu sonrisa,
cubierta por la niebla de la fantasía,

tenue y oscurecido velo
que entre lechos y sábanas,
lo era tu curioso pelo

el que me encierra entre cornisas,
produciendo en mí el hielo,
aviso de tus distancias y ausencias

Ya a tanto ha llegado
esta mi enamorada locura,
que cansado y herido,

me poso ante tu escultura
e imploro seguir siendo tu amado,
pese a que mi estado no tenga cura,

he optado por morir en tus brazos,
osado premio y castigo
formado por dos lazos

de odio y amor contigo,
ambos por salvación y pena entrelazados
que jamás culminarán, Dios es testigo.



Una vez que hubo terminado de repasar en su memoria cada uno de los acontecimientos que le habían sucedido respecto a su amada en forma de elegía, ya estaba ante las puertas del lejano castillo, situado en los limites finales del campo. Empezaron a temblarle las piernas debido a los nervios, pero eso no le detuvo a la hora de llamar para comprobar si efectivamente su querida Melisa estaba en casa. Pocos segundos pasaron hasta que la gran puerta de madera carcomida comenzó a abrirse, primero se quedó entreabierta y cuando aquellos ojos otoñales comprobaron que era Sebastián el que allí esperaba, se abrieron de par en par y salió una hermosa dama. Melisa era sin duda muy bella, sus negros cabellos ocultaban un secreto, pero eso no le restaba belleza, sino que, muy al contrario, se le añadía.

Hacía tiempo que Sebastián no se sentía tan feliz, mucho había pasado desde la última vez que sus ojos se encontraron, posándose así el uno sobre el otro. No hubo palabras, mas sí intensas miradas que contenían un fuego incontrolable. Ella le cogió de la mano, sosteniéndola con fuerza, y le dirigió hacia la sala de arriba, que por su combinación de rosados colores parecía la de Melisa. Y mientras Sebastián estaba vuelto de espaldas, comprobando en la ventana lo sosegada que se hallaba la noche, sintió las frías y pálidas manos de ella recorrerle el cuerpo. Respiraba con fiereza y gozaba con emoción en tanto que una sonrisa se le impuso en el rostro llevado por el intenso amor que le tenía enclaustrado en unas jaulas, que, no obstante, para él eran un paraíso confortable. En tanto se sumía y embebía en la pasión, el pecho se le oprimió al notar que ella en ese momento le clavó un puñal en la zona donde los amores afloran. Sorprendido, se quedó en suspenso, y el puñal seguía saliendo y entrando de su enflaquecido corazón. Cayó al suelo de rondón, y mientras perdía sangre, cogiendo lo que sería su postrer aliento se dijo en un suspiro: "Volveré a amar de nuevo"














































domingo, 20 de octubre de 2019

Inserto en el sueño


- ¡Oh, vaya! ¡Qué magnánima sorpresa el encontrarte aquí! Ni en mis sueños más remotos sería capaz de imaginar el tener noticias tuyas en lugares como este. Quiero decir, que, además de sorprenderme de verte, también lo hago respecto al entorno que nos circunda, ya que ni yo mismo sé la razón de estar por aquí ni hacía dónde me dirigía en un principio. Estoy confuso a la par de exaltado, aturdido así como aplacado por estos supuestos azares del destino -dijo él con una meláncolica alegría

- Yo, en cambio, no puedo decir lo mismo. Pues sé quién soy y dónde me hallo en todo momento, y por lo visto, jamás te he perdido de vista al habitar constantemente esa memoria tuya. He de advertirte, que he leído algunos de los escritos que pululan en tu mundo; unos me han emocionado, y otros, me han desagradado hasta el punto de llorar. Tienes una verdadera obsesión conmigo, que si me permites decirlo, llega a parecer insana. Como sigas danzando por tales lares, acabarás enfermo y loco, si es que no lo estás ya - respondió ella espaciando cada una de sus palabras para darles un tono de gravedad

- En verdad, tu discurso no ha salido de razón alguna concertada, he de admitir de que no he sido capaz de olvidarte. Te tengo presente constantemente, incluso, cuando tu rostro parece no inundar mi alma, alguna sombra tuya acude y se hace una figura de lo que fuíste, bien formada. En este momento, por ejemplo, estás tal y cómo de recuerdo sin fallar un punto. Ya no sé si has sido mi desgracia o mi salvación, quizás un poco de ambas: eres un yugo de tela, tan confortable como opresivo. Así pienso que se resuelve el amor. Sí, el amor supone un yugo muy cómodo, del cual si uno acaba verdaderamente poseído, queda como ves, atrapado en sus redes para siempre.

- ¿Ves? Ahora, en este instante, hablas como escribes. Sin embargo, estoy dispuesta a satisfacerte, y acompañarte hasta nuestro hogar, aquel en el que nuestros brazos surgían entrelazados y nada importaba, excepto la mutua compañía. Desde que me fuí, como dijiste en la última despedida, no he sido capaz de dejarte atrás. He estado en múltiples lugares, pasado penas y desdichas, risas y lágrimas, aplausos y sacudidas, sendas pérdidas y nuevos hallazgos. Sé que soy una parte preponderante de tu recuerdo, mas deseo retornar a tu presente según mi antiguo yo, como si nada hubiese pasado que haya quebrado lo que el amor formó, aquella que no ha salido de tu cabeza y que habita incrustada en tu corazón.

- No puedes imaginarte lo feliz que me haces ¡Por fin! Llevo buscándote, incluso cuando aparentaba hallarme en otras tareas, largos años. Y, ahora, que desconozco qué me hago de mi mismo y dónde me hallo, reapareces tal cual tú misma. Cerremos las heridas, sepultemos las rencillas, eliminemos todo rencor, enterremos los odios mutuos, seamos lo que fuímos pese a lo imposible que pueda resultar a los muchos. No sé hacía dónde nos llevan estos vagones, pero eso ahora mismo no importa. Pues, según me siento en este momento, vuelvo a la felicidad que en su tiempo me pasaba desapercibida. En fin, buscando expresarme con exactitud, sólo puedo decir que te amo. Tras tantas lágrimas vertidas sobre los ya húmedecidos papeles, tras tantas noches no dormidas, tras sumas desesperaciones en mis acostumbrados viajes, tras la lucha interior que comporta el peso del sufrimiento... Aquí estás, y yo también. No podría pedir más, aunque quisiera, pues ya lo tengo todo cuando antes parecía no tener nada - acabó diciendo él, y ambos se abrazaron como antaño, se cogieron de la mano y se sentaron en uno de los vagones del metro.

De entre la oscuridad, apareció entonces un niño ruso con sus ojos azulados y una cabellera rubia. Se sentó frente a los dos ya felices amantes y los miró con interrogación, como si esa no fuese la primera vez que se hubiesen visto. Enarcando las cejas y con una sonrisa muda, salió del aposento de su silencio y comenzó a decir:

- ¡Ay, parece que me he perdido! Me he acercado porque creo que yo a ti te conozco. No es la primera vez que te veo ¿Me equivoco?-sentenció señalando hacía él

- Pues yo no sé quién demonios eres tú -le constentó consternado

- ¡Ah, seguro que le conoces! Es un buen escritor, que, aunque esté en sus comienzos, aún le queda por recorrer largos caminos hasta la añorada meta. Mira -dijo ella sacando sendos papeles de su bolso- estas son algunas de las cosas que ha escrito ¿Que te parecen? ¿Verdad que a lo menos resultan estrafalarias? Si prestas atención a las letras empequeñecidas, encontrarás una dirección a la que escribirle cuando lo necesites. Quizás tengas dudas y ansíes encontrar respuestas en tal inhóspito oráculo castellano.

De repente, el lugar se mudó y se hallaron en la mitad del vagón justo cuando el metro tenía que hacer una parada, un alto en el inusual viaje. El niño ruso por fin encontró a sus queridos padres, los cuales nada mas verle le cogieron de la mano porque ya debían de salir y marcharse allí donde iban a ocultarse. El padre estaba prácticamente calvo y le acompañaba una barriga propia de los que abusan de la cerveza, y la madre parecía vestir una luenga bata de un azul marino, a lo que se añadía su corto y rizado peinado, recién teñido. Él, se despidió del muchacho y de sus padres, y cuando quiso darse cuenta estaba solo en el vagón, ella había vuelto a desaparecer.

Entonces, comenzó a buscarla por todo el oscuro vagón mientras una tenue neblina parecía cubrirle la vista ¿Dónde volvería a hallarla? se preguntaba en tanto que corría y la buscaba entre la gente. A veces, la confundía entre las personas que subían y bajaban de las paradas. Después, entrándole en la mente una extraña intuición, cambió de tren pensando que la encontraría allí. Pero todo fue en vano, no estaba en ningún lugar. Solamente la soledad de siempre le acompañaba, se tenía a sí mismo y a sus remordimientos. Aquella culpabilidad, aquel malestar, la nostalgia, la tristeza por lo que nunca retorna, los pesares por no volver a ser capaz de amar... "¿Que he de hacer? ¿Hacía dónde tengo que ir?- le acudían estas preguntas mientras se perdía en un laberinto que parecía no tener salida.

 Recorría incesantes vagones, andaba por largos pasillos, se metía en unos y otros trenes, recordaba su dicha perdida, se incorporaba por momentos, y al rato, lloraba. Llegó el tiempo, que ya cansado, se tiró al suelo y sostuvo su rostro con ambas manos y comenzó a suspirar, gritó y nadie acudió en su socorro. Estaba, como dijimos, solo y lo peor de todo no era la soledad, sino que era consciente de ella y de que en un tiempo préterito no fue así ¿Lograría acostumbrarse a sostener tal cantidad de maleza emponzoñada en su pecho? ¿Algún día se salvaría y retornaría a su antiguo estado? ¿Recobraría la capacidad de amar? ¿Alcanzará la utópica felicidad?

Despertó, encontrándose allí donde siempre estaba. Entre sábanas se retorcía, el lecho era acomodada prisión, su desesperación ya acostumbrado estado. Miró hacía la ventana, y pudo ver que entre las rejillas asomaban rayos provenientes del amanecer, la llegada del día se infiltraba en su cueva cercada por las sombras que él se había impuesto durante algunos años. Se levantó y contempló su reloj, y pudo discernir en su todavía no concertada vista que eran las ocho y media de la mañana. Tras un rato en suspenso, sentado en la cama, cogió un envejecido papel y escribió lo que sigue:

Tras despertar de un sueño
donde volví a perder a quién amé

No es posible,
lo soñado fue real,
lo vívido una sombra banal
en modo alguno estable,
lo sentido un espectro en el abismo
que cuando muere ya no es lo mismo.
Desvelado por los sueños,
intento recuperar amores perdidos
pese a que ya despierto,
los busco como sombra sin sentidos
que alumbra los solitarios desiertos.
Ella sujetó el yugo fatal,
mas no volverá, así lo advierto,
dañado con arma letal,
a no ser que acuda cuando soñada
retornando a ser amada,
dando licencia al sentimiento.
Te perdí entre vagones
de un metro oscuro,
como aquellos trenes
se esfumaron en un conjuro.
Y, mientras yo, con un recuerdo,
que fue real al ser sueño puro,
soy de las sombras atuendo
y de las risas del hado señuelo sin freno.
Quebrado, imito sonrisa afable,
en tanto que un apagado trueno
aplaca en mi alma diciéndose:
[ "No es posible,
no..."
Es imposible porque este despertarse,
quedarse turbado sobre la cama
recordando a quién todavía se ama
no es meramente un desesperarse
sin un contenido definido,
estoy aquí porque ha resurgido
la llama que ha prendido y se ha hecho [imagen,
que onírica ha nacido
como así las fantasías surgen.
En este caso,
lo soñado es tan real y concertado
en semejanza a mi ánimo laso,
con el espíritu minado y agarrado
que figuró a la amada ausente.
Yo la buscaba sin encontrarla entre la [gente,
atravesando ínfimos pasillos,
mirando atentamente los rostros si acaso
ella podría aparecer enfrente.
Por una intuición guiado, caí al foso
de aquellos enamorados y olvidados
para decirme, con un temor terrible:
"No es posible, no... ¡Imposible!
Pero no, lo soñado fue real,
lo vívido una sombra banal..."

miércoles, 16 de octubre de 2019

Respuesta versada a Francisco de Quevedo por su soneto "Amor constante más allá de la muerte"

Respuesta versada a Francisco de Quevedo
por su soneto "Amor constante más allá 
de la muerte"

Soy, fuí y seré polvo enamorado
siempre con el pecho al descubierto,
y con una ardiente llama en aumento
que me recorre el espíritu encaustrado

De mi vida no caeré en olvido,
pues ante las gentes procuro el enfrentamiento
yendo allá con el rostro abierto,
despierto, incluso, estando dormido

Cuando la inesperada llamada
me sorprenda, invocaré a la llamarada
que me recorra el alma amada

cual lazo espiritual. Cada
lance o desaire otorga fuerza alada
que jamás muere, para siempre será vívida

Con agradecimiento al gran Francisco de Quevedo Villegas por su poesía y sus sentidos pensamientos.


lunes, 7 de octubre de 2019

Ilusión proveniente de amores pasados


Emprendo el camino de regreso al amado hogar por las acostumbradas sendas de los recuerdos, mas en esta ocasión voy a valerme de mis propias piernas para disfrutar así de los deleites que me ofrecen el paisaje. Y, de nuevo, las conocidas carreteras mal construidas en cuyos lados están repletos de hierbas silvestres muchas veces pisoteadas por quienes transitan por estas vías. También, como puestos a propósito, siguiendo unas determinadas líneas, se encuentran algunos árboles, que procurando mantener las distancias, han comenzado con el paso del tiempo a rozarse unos con otros mientras un suntuoso viento los zarandea aventurando aquello que regresa, lo inesperado del pasado.

Yo estaba como digo, recorriendo estos lares con mis pasos como así también con mi mirada. Cada cosa que veía no podía dejar de recordarme otros tiempos mayormente dichosos, que se me parecían ahora tras las tristezas pasadas, un lastre en semejanza a una pesada carga. En cada mañana sentía un saco a mis espaldas y me decía: "¡Ay, espero que al próximo día esta sensación de peso se me vaya!" Pero, al cabo, nunca cesaba e insistía con la luz del nuevo día. Hasta que me dí cuenta que aquel saco que tan pesado se me hacía, no era algo exterior a mí mismo como los objetos que a veces portamos, sino que, muy al contrario, era parte de mí. Y desde entonces, os juro que he procurado acostumbrarme. Sin embargo, todo ha sido en vano.

Precisamente por ello, puede que me encuentre como ahora mismo andando en dirección hacía ningún sitio. Me hago el perdido de cara a un plano real y tangible porque en verdad también lo estoy en un sentido mas interno, profundo incluso ¡Pero qué me digo! ¿Se puede saber a quién diablos estoy hablando con el pensamiento? En fin, yo seguí rastreando mis pesados pies por la carga que llevaba a las espaldas tan tranquilo, en sosiego aún que tuviese aquellos laberintos internos que jamás conducen a ningún lugar determinado, pero que, a su vez me mantienen en vida. Mientras se esté uno en contradicción consigo mismo se procura -aún con el pesar que conlleva- seguir vivo. Muchas veces mis allegados me aconsejan que procure escapar de esta encrucijada que me roe las entrañas, que deje de insistir en lo inevitable que tienen todos los asuntos préteritos. Yo les respondo muy ufano escondiendo mi dolencia en cuanto puedo en tanto que me aprieto sutilmente las sienes: "Es que no puedo... Después de todo lo que ha pasado, no soy capaz de olvidar. Me es imposible, y mucho mas dejar atrás aquello que me alimentó de vitalidad en mi etapa más oscura." Ellos me miran con cierta sospecha, como si mi secreto tuviera algo de misterioso y arquean las cejas mientras ladean la cabeza en señal de desaprovación ¡Pero qué voy a hacerle si esta búsqueda ha perdido desde hace tiempo su sentido y dirección!

Y, mientras esto contaba hacia mis adentros, una figura que en la distancia me parecía extraña hizo retornar de vuelta mis impresiones concernientes al mundo exterior. No comprendía la razón de que otro paseante me resultase lo suficientemente interesante para detener mis devaneos circulares. Pero, en la medida que me iba acercando, los latidos de mi corazón se tornaban acelerados. Parecía una mujer que esperaba al próximo autobús en una parada rodeada de una otoñal niebla, aunque no era una mujer cualquiera; era ella. Sí, no podía confundirme en esta ocasión, comencé a estar seguro de que se trataba de la mujer proveniente del pasado que ahora habitaba mis sueños Los ojos podrán engañarme de vez en cuando si no estoy muy advertido, mas este temblor de mi pecho no se agita por nada.

En efecto, cuanto mas cerca me hallaba más me certificaba en mi fuero interno de que sería ella "¿Que hará aquí de nuevo? ¿Vendrá para verme a mí? ¿Cómo debería reaccionar después de tanto tiempo?"- me preguntaba sin ser capaz de responderme. Sus rasgos eran cada vez mayormente definidos, la corvatura de su nariz y su particular esbeltez desproporcionada no podía matizarse entre la neblina como si se tratase de un capricho. Hasta sus ojos saltones y marrones parecían responder a lo que estaba ocurriendo en mi interior, incluso, podría decirse que miraban hacía mi dirección. "Es probable que me haya reconocido estando tan cercano a ella. Voy a comportarme como si todo me diese igual, pasivamente para que no advierta mi perplejidad ante su presencia" -seguía diciéndome frunciendo la frente y haciendo contorsiones con los dedos de la mano.

Ya cuando aquel estruendo que se ocasionaba en el foso de mi alma alcanzaba su culmen, cuando estaba apunto aquella tormenta de aplacar mi espíritu, cuando la respiración iba a dar paso a la mayor tempestad jamás pensada, cuando iban a ser las súplicas y las lágrimas, pude darme cuenta de que eran imaginaciones mías. Justo cuando estaba a pocos metros de aquella mujer, la ilusión se borró y su rostro me fue desconocido. No era ella, era otra persona ajena. Su estar y su presencia desde la lejanía se me hacía tan parecida, que por un momento pensé que... Otra vez dejé engañarme por una esperanza sin fundamento debido a mi frustración interior. Nunca lograré curarme de esta enfermedad amorosa. Me resultó tan similar a la distancia... Quizás sería por la niebla. Pero no, la culpa fue mía, toda la culpa siempre será mía.

Moriré tarde o temprano y la misma figura me seguirá acosando, ya sea en sueños o en espejismos como el narrado a modo de ejemplo. Mientras ella todavía permanezca en mí, seguirá componiendo la parte esencial de mi mundo. Debería interiorizarlo para que así en un futuro no me sea tan duro de replantearlo. No, de nuevo me engaño. Sé que eso no será así porque me perseguirá durante toda la vida en la medida que siga habitando en mí. No puedo dejarla pasar como si hubiere sido un acontecimiento cualquiera, como quién se quita la camisa al hallarse esta ya sucia. Al fin y al cabo soy el hidalgo quebrado, he de permanecer en mi posición y hacerle justicia a mi nombre. Sea así.


Desesperado del pasado amor, confunde el rostro de su antigua amada

Delante de mí, bajo mi sorpresa,
apareció un rostro conocido
que provocó el intenso latido
del que no responde y sopesa

Allí te vi, en figura luminosa
con tu aspecto acostumbrado y embellecido,
mientras, que, mi ánimo embebido
certificando y no creyendo tal promesa

se dijo: "¡Ay, cruel proeza
fue el volver a verte
en aquella forma ilusoria! 

¡Ay, qué onírica pobreza 
la de pensar por un instante,
poder volver a amarte ya no sólo en la memoria!






domingo, 29 de septiembre de 2019

Amada muerte y dos poemas

Muchas veces, a pesar de mi juventud, no puedo evitar pensar en la muerte. Aquella supone un puente entre dos estados: el primero que nos es en parte conocido y el segundo que resulta todo lo contrario. Es la esperanza, la promesa de salvación, que lejos de negar, afirma lo que resulta de la tierra y lo eleva hacia lo divino. El anhelado paraíso no es otra cosa que un mundo aumentado, como si impusiéramos ante un fragmento de barro una lupa que nos permitiese reafirmar lo vivido. Pensemos en los sueños, realidades oníricas que nacen y se esfuman como si fuesen deidades abstractas, mas en modo alguno son así puesto que mientras estamos insertos en ellas nos parecen la realidad más completa ¿No podrían ser así nuestras vidas? No lo pregunto en vano, lo dejo en el aire cual respirar que se inflama al instante para vivir espontáneamente.

A mí modo de ver, vida y muerte son las caras de una misma moneda. Y en cuanto tales, entienden de un mismo núcleo desde dos perspectivas diferentes, que en verdad son una y la misma. Aún con ello, no podemos evitar que se nos clave el cruel aguijón de la incertidumbre junto con aquellos susurros nocturnos que provienen de nosotros mismos, los cuales nos preguntan: "¿Qué será...?" Y entonces, son respondidos por el silencio, o incluso, por alguna cigarra que está tocando su concertado son. Pero, al cabo; ¿Es esto una respuesta?

Me duele el pecho, siento los latidos repiquetear y con su acostumbrado eco puedo oírlos a través de la almohada ¿Qué me intentan decir? Pueden ser el augurio de una larga vida, o el aviso en suspenso de una nueva parada, un cambio de posición que nos resulta incierto. El gran coro de fantasías se afinan en la medida que el sonido persiste, se insiste en conceptualizar lo que nace del sentimiento. Se trata de una batalla donde en modo alguno se siente pavor a la hora de gastar metralla entre la sensación y el pensamiento ¡Oh, amigos míos! Los contrarios no se dan en apariencia alguna, están en las cosas como la muerte en la vida, y viceversa. Aunque ello tampoco quiere decir, que no me sigan asaltando las dudas, invadiendo mi fortaleza cuyos muros día tras día se siguen cayendo hacía un negro abismo que culmina en una santa luz, aquel también llamado final y principio de los tiempos.

Desconozco el cómo salir de aquel escollo, mas sé de algo que lo puede hacer salir, volar en el aire en semejanza a las luciérnagas que en el verano se acercan a la ventana buscando cobijarse en una luz que les parece aún mayor; la intermitencia de una lámpara pronta a apagarse. Y en tanto que ve cercano su final, todavía ansía mantenerse lumínica como desde el primer día que se le concedió la facultad de dar luz. Por eso, voy a recurrir a una segunda naturaleza que viene a confundirse en ocasiones con la primera, porque como dije poco más arriba, su virtud nace de una misma moneda. Así, pues, se de paso al nostálgico cantar, que cargado de una extraña visión de oráculo, revele cual es el misterio, dando salida a este encierro:


Aspiraciones poéticas frente a la muerte

Pase lo que pase no puedo evitar
desde mi fuero interno seguir amando,
y, así, las ansias tornando
en vespertinas llamas que hacen resucitar

los elevados horizontes prontos a estallar
en tanto, que, mi corazón sigue latiendo,
mis pasos continúan recorriendo
las sendas que procuran finalizar

En ocasiones me da por pensar acerca
de aquel culmen de las aspiraciones
al último despertar fronterizo,

un abrir de ojos, y su inevitable marca
desfalleciente de ilusiones
que la Parca deshizo.


Muerte amante

Vi esta noche a la muerte,
y raro es que no temí su presencia
al llegarme ella con una caricia
que impulsó mi sangre ferviente,

la abracé y escuché atentamente,
y entre sábanas, con suma delicia
me besó como el viento que arrecia
con semejante furor al amante

Jamás pensé que amaría
a aquella que a los demás
suele provocar horrores,

por sus andares enloquecía,
y cuando el sol fue mil auroras
perecí junto a ella con honores.