sábado, 2 de diciembre de 2023

Lamentaciones y exaltaciones

 - Me preguntas acerca del origen

de todos los males de este mundo


¡Que sé yo!


Me susurran las flores sobre la melancolía de la caída de sus pétalos


¡Que sé yo!


Me interrogan a escondidas los laureles

porque el viento los azota en demasía


¡Que sé yo!


Me acosan a preguntas las mariposas

que extraviaron a sus parejas


¡Que sé yo!


Yo únicamente sé lo que me es dado

conocer, que todo acaba menguando,

haciéndose tan pequeñito

que un día sin avisar desaparece


Yo sólo sé que los días y sus noches

avanzan velozmente, sin detenerse,

y que cuando uno quiere darse cuenta

ya es demasiado tarde para abrir los ojos.


- Recuerdo que cuando era niño

el sol calentaba con tonos rojizos,

en las noches no hacía tanto frío

y cada paseo era algo memorable.

También me vienen a la memoria

motas de polvo, gotas fragmentadas

de aquellas rápidas imágenes

que pasan como un suspiro.

En mi cabeza y en mi corazón

toda mi familia desfila ante mí

desde una altura considerable,

me ven a mí siendo muy pequeño,

tan frágil, sensible, inestable...

Todos ellos me cogen de la mano,

me llevan a un lugar y a otro,

siempre lejos de todo peligro,

muy alejado de todas aquellas cosas

que me dan miedo y provocan temblores.

Hoy en día, ya no soy tan inocente

como lo era entonces, y aún siendo 

todavía un poco ignorante, 

sé algunas cosas que me ha enseñado

mi frugal vida de tristezas contenidas.

Pero, a pesar de tener todo esto

en cuenta, a veces quisiera

que apareciera toda mi familia

en una sala reunida, y que todos ellos

me dijeran que el sol vuelve a calentar

igual, que esta noche la luna brillará

y que no tengo nada de lo que preocuparme porque las estrellas

guiarán mi camino a través de aquel

desolado desierto del miedo.


- Cuando llueve, quienes fueron abandonados se congregan

al rededor de una fogata en medio del bosque


Contemplando a la doncella atrapada

en la luna con un pícaro conejo,

todos borrachos cantan, bebiendo

vino hasta caer redondos del sueño.


De todos ellos, algunos permanecen

despiertos hasta que los rayos del sol

se esculpen en sus rostros, iluminando

sus lágrimas cual rocío en las hojas.


Cuando llueve, en la noche, alumbra

el fuego de la esperanza a unos pobres

que al amanecer vuelven a desilusionarse


- Tengo una pena muy grande atascada

en el pecho, que se va inflamando

a medida que voy viviendo.

Es tan inmensa esta pena que rara vez

consigo acallarla en mi soledad.


Temo que algún día alguien se dé cuenta.

Pues cuando miro a mis seres queridos

a veces se me escapa una mirada

de profunda y dolorosa melancolía.

Tan potente es mi tristeza.


Su imperio sobrepasa en fuerza

al resplandor de millares de soles,

y aún el huracán más poderoso

no puede con el vendaval de mis lágrimas

Locas ellas, son musculadas y traviesas.


Desde hace tiempo ya, me acechan.

Me enseñan sus fauces cual perra

rabiosa, y si hago amago de arrogancia

se me lanza a la yugular sin pensarlo.

Por eso, inevitable, ya la he aceptado.


Hoy día, campa a sus anchas 

por mi desdichado corazón, salta

y grita a doquier sin parar nunca.

A pesar de su fiereza, es hermosa,

se ceba pero mantiene la compostura.


Sin evitarlo, lanzo lánguidas miradas

a los demás por si por un casual

alguien fuera capaz de liberarme

de este evocador cautiverio

del que soy adicto y preso.


Mas creo que con el tiempo he llegado

a acostumbrarme hasta el punto

de que en las tristes noches la acaricio

con una mezcla de pena y desgana,

y ella gime terriblemente consolada.


Últimamente ella me ha concedido

dos regalos maravillosos que rescaté

de mis lágrimas de madrugada:

una es inspiración, y la otra,

un hálito impuro de inmortalidad.


- En un lejano puente se escucha

un grito que es estremecedor,

y aunque se entrecorta, este me desgarra

como catáratas sobre montañas.


La niebla se zambulle sobre lo circundante, arrullando todos los seres

en una hábil sinfonía terrorífica.


Si el viento son los violines,

las pieles erizadas son las arpas

y mi conciencia quién las interpreta.


Danzan seres que antaño eran alados,

pero que hace tiempo que olvidaron

la capacidad de remontarse volando.


Sauces llorones decoran los pabellones

donde se amontonan cádaveres

de amantes disfrazados.


Y mientras tanto, los búhos se entienden

con los cuervos cuando lamentan

la ida de las concubinas.


Yo soy el espectador que hace de actor,

aquel que agarra la soga con temor

de soltarla antes de tiempo.

Ay, me quema la garganta...


- Llueve a cántaros en este día otoñal,

tanto que todos los caminos 

se encuentras anegados de agua,

la cual huye con premura allí donde

esta encuentra salida, por cualquier

resquicio por nímio que sea.


Las calles se han convertido en un gran

río, y yo me pregundo: ¿Dónde tiene cabida aquí el mar? Quisiera poder

contemplar un océano artificial

con serenidad, como si mi mundo

fuera una isla desierta rodeada de sal.


Las gentes son presos que procuran

escapar de la catástrofica cárcel

marina. Porque aquella les recuerda

su debilidad, les lanza una lección

que para quién la descifra parece

indicar que nada está controlado.


Las calles inundadas son presagios

lanzados al azar, un destino deviniente

que juega con las andanzas ora

convertidas en nado, en barcos

que transportan de un lado a otro

las añoranzas de un sueño imposible.


Yo quisiera quedarme tumbado,

dejar que la marea me lleve 

allí donde la seña me haya indicado,

y así poder visitar extrañas tierras.

Todas ellas plagadas de sombras

contenidas en un suspiro de mujer.


- Muchos cantan la belleza de la primavera,

mas yo lo hago con la melancólica

sutileza que se esconde en el otoño.

A través de las hojas caídas 

de los árboles, atrapo los recónditos

secretos que me susurra la muerte.

Dicen que en los cielos nubosos

y en las inesperadas neblinas,

puede tomarse la hermosura desfalleciente.

También en las lluvías repentinas,

hay algo de mágico, sobre todo

en ese descenso y ascenso gradual.

Aspiro la húmedad, y esta, me dota

de caricias que transpiran

de mi nariz a mi surcado pecho.

En las noches hay un mensaje cifrado,

entre las estrellas que ocultan las nubes

un hálito señal de lo efímero juega.

Las sensaciones se trastocan

en los sentidos de las sombras

como esa rama que se balancea en la luna.

Los grillos entonan sus últimas canciones, los pájaros nos deleitan

con su belleza cuando emigran

y las gentes andan ligeros por el monzón.

Y, mientras yo, siento consuelo

al ver cuán bello es el perecer 

de todas las cosas, viendome reflejado

en esa flor que deja caer sus pétalos.


- Sin ser capaz de evitarlo,

mis ojos siempre retornan 

a posar su mirada en los poemas

de Li Bai, el Genio Inmortal de la Poesía.

Sus versos me trasladan a otra tierra

repleta de naturales paisajes de antaño,

y donde cada elemento parece tomado

del ensueño de algún lírico dios.

Mientras tomo el libro, y voy leyendo,

tremendamente deleitado, aparece

el cansancio, y mis párpados

poco a poco van atardeciendo.

Y ya inserto en el sueño, puedo ver

al poeta alejándose a través 

de una blanquecina senda lejana,

sembrada de oscuros árboles en sus margenes.

Yo, le sigo. Y cuando creo estar

casi lindando con su figura,

este se gira sonriendo como bromeando

y se desvanece en el aire cual genio.

Me siento muy solo sin su armoniosa

compañía. Y pese a que los paisajes

son hermosos y las aventuras mas allá

de ellos propicias, sólo quiero

brindar con una copa de vino con él.


Cuando despierte, volveré a leerle.

Viajaré por sus versos, nutriéndome

de sus imágenes y poéticas impresiones,

así podré alejarme de este desquiciado mundo.


- Sólo aspiro a un remanso de paz

y de tranquilidad, a semejanza

de unas aguas estancadas 

donde no haya turbaciones innecesarias

ni mundanos ruidos atrolladores.


Quiero habitar en el sosiego de un refugio

alejado del mundo, y decorado 

con el canto de los pájaros al amanecer,

y en el atardecer, arrullado por el silencio

sólo interrumpido por melodías de insectos.


Las preocupaciones y aspiraciones

de las gentes son todas banales,

tan insignificantes como la mosca

sin alas que quiere ascender 

encontrandose pegada al suelo.


Únicamente deseo que el olvido,

la ausencia de sonidos y de visiones

equivocadas borren todo atisbo

de egoísmo y de vanidad en mí,

despejándose cual rocío mañanero


Sueño con esa oscuridad tan callada

y elegante, como un beso dado 

en la noche, un regalo de alguna

musa que desdichada y vacilante

alcanzó la sensación de la nada.


- El velo nocturno ya suplanta

nuestros sueños, y los convierte

en sútiles efluvios insatisfechos.

Tan insondable es su marcha.


Nuestros ojos no pueden verlo,

pero ella está ahí, presente,

hechicera lanzando sus fuegos fatuos

sobre nuestras cabezas huecas.


Estas cadenas que arrastro,

este fardo en mi espalda,

son tan sólo un par de muestras

de mis suplicios en esta rara aventura.


Sin embargo, ya no temo nada.

Ni a la bruja ni a su hermana la muerte

porque yo también soy hijo de la noche

y de sus apesadumbrados paisajes.


Conozco este hermoso jardín

desde antaño. Lo reconozco con mis ojos

todavía mas cuando es noche cerrada,

puesto que soy participe de las sombras.


Y a pesar de ello, de esta costumbre,

no puedo evitar entristecerme

y de llorar cada noche sintiéndome

desdichado e incomprendido por los mortales


- ¿Que será de mis lágrimas cuando

estas sean tan inmensas

que me sobrepasen en estatura?


Corren los tiempos, y con ellos,

las melancolías pasadas se atropellan

con las presentes, a lo que se añade,

el temor por el porvenir.


Inconstante raciocinio humano,

siempre divagando como el agua

que se precipita de la cascada,

camino hacía ninguna parte.


Caen piedrecitas de la montaña nevada,

y poco a poco van aumentando en grosor

hasta que se quedan encalladas

sobre una rama que les sirve de sostén.


Poco me importa ya el curso de todas

las cosas. Siempre es la misma melodía

que ya sé de memoria, la única diferencia

es el intercalarse del deleite y el sufrir.


¿Que será de mis silencios cuando estos

se acumulen con tal impetú, llegando 

el momento donde no tenga nada que decir?


- El mundo es un paradero insondable,

que encubre un secreto innombrable.

Tras tanta corteza y segmentos de tierra,

se esconde una sútil esencia

que viaja a través del devenir constante

cual si fuera una estrella fugaz

que cruzase el cielo en una barca dorada.

Es casi tan imposible el descifrar

el significado de este transcurrir

de los años, del emerger de las canas

y del declinarse de las cosas,

que no es extraño señalar simplemente

que se trata de algo inefable

para después cruzarse de brazos, perplejo

Cruzo los océanos, los senderos

más recónditos y atravieso millares

de montes en busca de una respuesta

que nunca hallaré, y que todos los sabios

callan cuando llegan a la tumba.

Me iré lejos de aquí, conoceré

gran cantidad de paisajes desconocidos,

y entre unos ramajes a nada de perecer

descubriré el por qué en un gorrión al nacer.


- En esta noche, siento un cosquilleo

interno, algo que me recorre

pasando por mis entrañas

y desembocando en mi pecho.

No puedo adivinar con certeza

qué será, mas las serpientes

que se encuentran enredadas

entre mis pulmones parecen atestiguar

que se trata de una nostalgica añoranza.


Cuando veo la lluvia caer,

me acuerdo de que ya no estás conmigo 

y que probablemente jamás te vuelva a ver.


Salgo a dar un paseo vislumbrando

unas parpadeantes estrellas en un cielo

encapotado. Pareciera un cuento

que inacabado atendiera a un cúmulo

de sucesivas tragedias, mi particular

leyenda quebrantada por tristezas.

Las imagenes se deslizan por mi

memoria, jugando con los recuerdos

y convirtiendolos en pesadillas soñadas.


Cuando veo la lluvia caer,

me acuerdo de que ya no estás conmigo 

y que probablemente jamás te vuelva a ver.


Regreso a casa, acompasando mis pasos

a una lenta y desdichada letanía,

la cual lleva repitiéndose demasiado tiempo. Se trata de una cruenta sinfonía

cuyas notas están todas desmenuzadas,

demasiado sueltas en ocasiones,

y entremezcladas tantas veces

que desde hace mucho tiempo perdí 

el hilo, o quizás simplemente me olvidé.


Cuando veo la lluvia caer,

me acuerdo de que ya no estás conmigo 

y que probablemente jamás te vuelva a ver.


Ya tumbado en la cama pretendo invocar

al sueño sin conseguirlo. Este se me escapa, se desliza caprichoso entre mis

dedos, que procurran atraparlo en vano.

Entonces pienso que en mi vida jamás

he logrado alcanzar ese punto,

aquel núcleo donde todo se encuentra

en su sitio, impoluto y bien ordenado.

Todo es un caos constante, y yo, su prisionero.


Y cuando veo la lluvia caer,

me acuerdo de que ya no estás conmigo 

y que probablemente jamás te vuelva a ver.


- Me encuentro suspendido sobre

una laguna brillante, cuyos arroyos

circundantes están sombreados

por la proyección de los lotos

en esta noche donde la luna

se encuentra velada por cúmulos de nubes.

Desde aquí me pregunto si en algún

momento bajará una ráfaga de luz

que dote de sentido a este brumoso

paisaje, sólo acompañado por el misterio

de abrojos convertidos en sombra.

Mas, me doy cuenta de que yo mismo

estoy hermanado con lo oscuro,

que mis palpitaciones son ecos olvidados,

mis ojos faros apagados, mis manos

cubiertas de palmera y mis sentidos

soldados caídos en un suspiro.

Por eso siempre paso inadvertido,

cual carencia de entidad,

como una ausencia que ya se desvaneció

hace mucho tiempo y cuyo recuerdo

no es otra cosa que el marchitarse

lentamente hasta dispersarse lejos.

Derramo una sola lágrima al caer

en el abismo de la certidumbre,

al asentir esta cruel realidad inversa,

sabiendo que soy lo que no soy,

que no ser es lo mismo que ser

¿Para que devanarse en divagaciones

que llevarán a un mismo punto?

Aquí me quedaré, quieto con la incognita

colgando de mis mejillas y con una

barbilla temblorosa debido a la emoción,

al menos sé que esta tristeza

que con los años se atenúa

me es más fiel que todas las verdades

inventadas que se han dicho

desde inmemoriales tiempos, desde antaño.


- Si quieres ascender, liberarte, 

primero deberás descender

hasta lo más profundo, 

hasta el cieno más sucio e inmundo.

Tienes que caer, y no dejar de gritar

en tu caída, cayendo, cayendo

para acabar siendo vastago del olvido,

pasar desapercibido hasta desvanecerte.

Ser la nada, sin reconocer todos esos

algos que van presumiendo

de su sustancia incompleta,

de lo inacabados que son.

Todo está vacío, huecos por donde

se filtra la nulidad de todas las cosas

que se resuelve en su propia negación,

pues todo aquello es ausencia.

La afirmación es ficción, frustración

la división de todas las cosas

cuya verdadera naturaleza es ser una,

la hermana de la nada que surgió

de la Madre Primigenia, de su seno

cargado de suculenta leche que nos dotó

de la vana ilusión que nos arraiga a la vida

Muerte, muerte es lo que yo amo,

y aquella infantil imagen de la parca

mi amante de novela, 

aquella que no trae ni se lleva a nadie

porque uno en realidad siempre estuvo

colgando de la misma espinosa rama,

que tanto nos hace sangrar.

Gritamos porque caemos,

porque no podemos evitar este descenso

que muchísimo tiempo después

quizás nos permita escalar la montaña.


Pero mientras caemos, contemplamos el paisaje,

y la despedida de las hojas otoñales,

donde todo acaba sólo para comenzar

de nuevo en otro final. 


Que la noria siga girando,

sin parar, y así podamos reír juntos

por última vez.







sábado, 4 de noviembre de 2023

Sobre estética poética

 El mundo en su amplitud es un lugar vasto, cargado de detalles insospechados y de elementos que fácilmente pueden pasar desapercibidos. Por ejemplo, cuando admiramos un paisaje en su conjunto, tendemos a resaltar la grandeza de las montañas, la inmensidad del mar o lo extenso y profundo que es un tupido bosque. Sin embargo, a veces, quizás lo interesante no sea fijarse en lo que por su amplitud queda abarcado más allá de nuestra vista, sino a cosas pequeñas que están cargadas de significado, ya sea de forma personal o colectiva. Es decir, en el monte encontramos ciertos insectos que sólo hacen su aparición a la noche, y que están cargados de colores muy sugerentes, o en la playa una cigüeña se ha quedado posada sobre un risco cargada de majestuosidad, e incluso, no es raro que en algunos bosques nos encontremos con aves cuyo canto nos transportan a lugares que jamás pensamos que existían en los recovecos de nuestro corazón.

En este sentido, y a mi modo de ver, la figura del poeta se sitúa en una instancia intermedia, a saber: como todos, es capaz de reconocer aquello que se plasma en la mirada por todo lo que resalta, pero también y sobre todo contempla todo lo pequeño que hay en el mundo, encontrando una resonancia en su pecho que llega a identificarse tanto con el paisaje que llega un punto que no hay diferencia alguna entre lo que ve y lo que es, entre lo interno y lo externo. Ver el mundo así, para mí es tener una óptica poética de las cosas y de sus acontecimientos, algo que resulta un poco alejado a lo que se entiende hoy día por poético.


Actualmente, y teniendo en cuenta el sendero que sigue la mayoría de la gente, tenemos una concepción de lo poético acorde con unos tiempos donde se rinde constante homenaje a la velocidad, y donde el egoísmo y la vanidad son sus fieles acompañantes. No voy a negar que cuando se escribe poesía la subjetividad de cada uno es un elemento importante, como tampoco que en la medida en que se vive en una etapa histórica determinada, la poesía que se escriba va en cierta medida a reflejar "el espíritu de los tiempos" Mas tampoco tenemos que confundirnos, que se tengan estas dos cosas en cuenta no quiere decir que uno se rinda constamente culto a sí mismo poetizando sobre aquello con lo que sabe desde el principio que va a recibir el aplauso ajeno, de la mayoría de las personas que piensan que su manera de considerar la estética es la única válida.

Según yo pienso, el ejercicio poético va muy al contrario de esta concepción "tan moderna" defendida por tantas personas. Creo, que, poetizar es una suerte de ralentizar el tiempo hasta tal punto que nos quedaría una instantánea, que si llega a desplazarse, lo hace muy lentamente. Hacer poesía es capturar un instante en la medida que nos hace darnos cuenta de esos detalles que señalaba más arriba, llevando la mirada de la gente común hacía aquello que aparentemente pasa desapercibido. También considero, que si bien es cierto que la individualidad de cada uno dota de originalidad los versos, a su vez estos han de tener una suerte de implicación universal, algo que sea reconocible más allá de los tiempos y de las diferentes subjetividades. No quiero que aquí se entienda "universal" como univocidad, con un discurso único. Mas bien me refiero a un tipo de significación que vaya mas allá de las apariencias, que aunque parta de la imagen, la acabe sobrepasando mostrando algo que vaya mas allá de las propias palabras con las que nos servimos para escribir poesía.

La poesía, aunque se exprese con palabras, siempre deja algo latente tras su lectura, algo que se encuentra en las mismas palabras pero que no llega a confundirse con las mismas. Si nos paramos a pensarlo, un poema en su sentido estricto, es un conjunto de palabras cuya colocación hacen unos versos, y que se leen de una determinada manera que lo diferencia de la prosa. Mas, no obstante, tras esta apariencia se oculta un mensaje, el cual dependerá de dos factores principalmente: En primera instancia del poeta que lo escribe, y en segunda, del lector que lo lee. En cierto modo, uno ha querido dotar al poema de un sentido que sobrepasa las palabras que ha usado, y el otro al leerlo, encuentra un mensaje que quizás no se encuentra en el poema mismo, pero que él evoca de acuerdo a su formación literaria, como también a sus propios recuerdos. A esto me refiero yo con lo universal de la poesía, lo cual podría también denominarse "la naturaleza original de la poesía"

La lectura de la poesía se basa en la sucesión de imagenes, y a su vez, en lo que estas nos transmiten o nos retrotraen, lo cual podría ser desde impresiones, sensaciones o recuerdos, de ahí que tanto para escribir como para leer poesía, la imaginación es un elemento primordial porque partiendo del poema en particular, se nos lleva a una significación más alta y que lo sobrepasa. Se suele uno referir, además, de que la emoción es otro de los elementos a tener en cuenta cuando tratamos sobre poesía, y esto es cierto, mas tampoco se reduce a eso. Es decir, es verdad que la sensibilidad es lo que afina las cuerdas poéticas, pero también el pensamiento es el que las aúna. Se dá una combinación entre nuestros sentimientos y pensamientos, de forma que las imágenes que nos transmite la poesía tienen cierta coherencia desde la fáceta más formal del poema -ya sea más clásica, o experimentalista- y otra que es más sentimental y que proviene de la inspiración que sentimos tras un suceso de nuestra vida, o algo más general que acontece en nuestra sociedad.

Unas palabras sobre la inspiración que considero necesarias. En realidad, aquello que denominamos inspiración es algo que tiene un cáliz prácticamente místico en tanto que es algo que no depende de nosotros mismos, ni mucho menos de la práctica de ciertas técnicas. Es algo que muchos han querido vincular con la genialidad de cada cual, pero de lo que yo particularmente sospecho. No voy a negar que ciertos poetas tienen más espontáneidad que otros a la hora de componer sus poemas, mientras que otros necesitan de más tiempo y de meditación antes de emprender una antología poética, por ejemplo. Pero, aún con ello, me costaría mucho decidir cual de los dos es más genio que el otro. No sabría decir qué método es preferible, o si alguno está más vínculado con lo que se denomina un genio. Lo único que sé, es que con independencia de los métodos, hay algo que denominamos inspiración que no somos capaces de controlar ni de racionalizar, y que proviene de una significación más alta, que si se me pregunta, es la fortuna de entrar en el núcleo de las cosas, de la naturaleza, y que habría que vincular con el Tao, con aquel gran misterio que se infiltra en la tarea poética formando una combinación tal que si se estira puede hermanarse con el silencio.

Al final, cuando se compone un poema ha de darse una introspección en la que desde nuestro propio centro se llega al núcleo de la naturaleza misma, y en la que se opera en semejanza -pero a la viceversa- de cuando ese poema aún no tiene una plasmación concreta, que es a lo que me refería en el primer párrafo. Ahí es cuando uno cae en la cuenta de que no  hay diferencia alguna entre la propia persona y el mundo, o entre lo interno y lo externo, y precisamente por ello, tampoco entre inspirarse en el paisaje o en lo que uno mismo piensa o siente. Esa es la significación universal que con tanta insistencia he ido señalando, la unidad que acepta todas las particularidades poéticas para acogerlas en su seno, como también todos los tipos de genios, unos más acelerados, y otros mas pausados, pero al fin y al cabo, todos igualmente admisibles en tanto que sus poemas derrocan cualquier tipo de limitaciones fronterizas, tanto en el entendimiento como en la expresión de un sentimiento que se encuentra bullendo.

También quisiera dar unas notas a algo que considero de gran importancia, especialmente para la poesía, mas que también podríamos aplicarlo a la literatura en general. La estética entiende de un plano formal, pero este no debe reducirse meramente a sí mismo. Es decir, la estética poética tiene un trasfondo mucho mas allá del expresar la belleza mediante el ritmo en el caso de la poesía, las imagenes que nos evoca o lo que nos hace sentir cuando la leemos, y esto es el contenido de lo que cuenta aquello que leemos, que puede comprender de diversos trasfondos, ya sea una significación más filosófica, una implicación ética o política, e incluso, el narrar un determinado acontecimiento histórico del que se quiere dejar constancia por lo que fuere.

Por ejemplo, cuando pienso en la poesía clásica china, en los grandes poetas de la Dinastías Tang y Song, o mucho anteriores, veo que en sus poemas se va mucho mas allá de una adoración incondicional de la belleza. Esta se encuentra presente, pero, a su vez, también se nos habla de los sufrimientos de la gente debido a la guerra, de acontecimientos que ocurrieron en su tiempo, unos mas decisivos para la historia en general, y otros quizás mas anecdóticos, como también se nos poetizan reflexiones filosóficas y espirituales donde se nos habla de la condición humana o de los límites de nuestro pensamiento a la hora de entender el mundo. Es decir, se escribía mucho mas allá de la propia individualidad y de la belleza formal del poema en concreto. Además, tampoco hemos de olvidar la gran vinculación existente entre el ejercicio poético y la política que había en esos tiempos. La poesía tenía también una tarea que se vinculaba al propio gobierno, y jugaba un papel central a la hora de acceder a los puestos de funcionarios imperiales, hasta tal punto se valoraba la poesía que tanto la composición de poemas como el gusto estético a la hora de leer poesía de los antiguos eran requisitos necesarios para acceder a puestos del poder. Es más, se usaba de la poesía para enviarse correspondencia, para informarse sobre la situación del país, para repasar historia,  para acceder a la tradición de la sabiduría... Y todo a ello, a expensas de la prosa, a la que se consideraba un ejercicio vulgar y meramente ocioso, limitado a mera redacción de informes y de registros históricos que se combinaban con la poesía para dotarles de elegancia.

Teniendo esto en cuenta, a nivel personal yo me considero un esteticista declarado, mas tengo claro la tarea humanista que tiene la estética, y que esta se vincula con la sabiduría también. Si escribo poesía no es sólo para que quede bonito, sino sobre todo porque tengo algo que aportar al resto de los seres de este mundo. De lo contrario, el escribir poesía se reduciría a un mero entretenimiento ocioso, como pintar un paisaje que poner en el salón. Yo reverencio una y mil veces a la musa de la belleza, pero no puedo evitar pensar que soy también parte de este mundo, y como tal mi voz responde a tantas otras voces que nos animan a fijarnos en aquellos pequeños detalles que pasan desapercibidos, y que aumentan nuestro saber y nos hacen mejorar como personas. Siguiendo esta senda que me he trazado, considero que la estética poética ha de ser humanista en tanto que también es naturalista, reconocedora de las hermosuras de este mundo, así como de sus desgracias, que expresa los tristes sentimientos de la soledad, pero que también se reconcilia con la sociedad. Es como decía Lu Xun en su primera colección de relatos cuando en su prólogo menciona que lo que escribe son sus gritos para dar voz a los que no la tienen, sus gritos contenidos que se expresan en forma de palabras -o carácteres hanzi-, y que se liberan en la literatura como una vía de rebelarse contra la injusticia de este mundo.

En realidad, es imposible -además de desaconsejable- quedarse en el mero deleite estético, dejando de lado nuestro compromiso con nuestros semejantes y con el resto de los seres que componen la naturaleza. Obviamente, el factor estético es un componente harto importante para expresarnos, pero no hemos de olvidarnos de las voces que son acalladas, ya sea porque no tienen capacidad de habla o porque debido a sus circunstancias no tienen esa oportunidad de alzar la voz. Sería algo tremendamente nefasto el apartar de nuestra imaginería poética el hecho de que vivímos en un mundo junto a muchos seres de los que formamos parte, somos todos originados de una misma madre que nos dió origen, la cual no sólo se reduce a la belleza ¿Cómo iba a reverenciar sólo a una parte de la madre, cuando el resto de sus partes pese a encontrarse magulladas, son hermosas también en tanto que nos aportan algo?

Por último, quisiera indicir en una cosa más que antes he pasado de soslayo, y que sería la funesta manera en la que a veces se ejerce la literatura actualmente.  Algunos de los autores más vendidos, y que se encuentran en el negocio de la literatura, han pérdido esa vinculación introspectiva con el conjunto de los seres, y se mueven, con avaricia, solamente en busca de más fama, reconocimiento público y de dinero. No es raro encontrarlos diciendo bufonadas, llamando y consiguiendo la atención de una mayoría de la población bastante vulgarizada debido precisamente a la influencia de estos mentecatos sin corazón ni cabeza. Con esas actitudes sólo demuestran que no veneran a la literatura, sino el dinero que pueden ganar con ella. Y por eso, en parte, la literatura actual está en decadencia. Por escritores que no aman lo que hacen, lo que quieren es fama y poco más. No es raro encontrar a estos especuladores buscando influencia, yendose al lado del horno que más calienta para conseguir promoción y repercusión, produciendo unas obras carentes de la menor emoción, sin ápice de profundidad, y en suma, vacías, pero bastante aplaudidas por un gran número de ignorantes. Esto es bastante desalentador y deprimente, mas no por ello deja de ser verdad

Por suerte, siempre habrá pequeños hálitos de esperanza, leves iluminarias cargadas de valor que surcando un río plagado de malezas, se abrirán camino hacía nuevos mares. Quizás, en el tiempo presente, no se les preste ni la debida ni la merecida atención, pero confío desde lo hondo de mi pecho, que en el día de mañana se les reconocerá como las estrellas más brillantes en el panorama del cielo nocturno, mientras que aquellas otras luces artificiales acabaran por apagarse tarde o temprano, siendo relegadas al silencio y al olvido. No hemos de olvidar que en la oscuridad se esconden los más intensos resplandores, y que lo que ven nuestros ojos durante el día, no son otra cosa sino apariencias que terminarán por desvanecerse.

sábado, 7 de octubre de 2023

Impresiones versadas

 - Meditación nocturna


Gotas de lluvia repiquetean

sobre mi tejado, dejando mi corazón

arrebatado con su insistente sonido.

Su caída no cesa, cual desfiladero.


El viento sopla con fuerza, golpeando

todas las paredes, deseando arrastrarlas.

En esta noche, pienso en el imperio

de la naturaleza, que todo lo domina.


- Impresiones de una noche


Resoplidos intermitentes en la noche,

un ambiente cálido que todo lo circunda.

En el lecho, se abren los sueños

como la ventana que deja pasar el aire.


Yo también intento conciliar el sueño,

mas hay un furor interno que lo impide.

Miro a la derecha y no veo nada,

miro a la izquierda y veo un hermoso rostro.


- Inquietudes


Sólo se puede tener verdadera felicidad

allí donde se brinda con tranquilidad.

Cuando el corazón habita en calma,

sin querer uno se colma de alegría.


Lamentablemente, el sosiego no es perpetuo,

siempre hay una especie de inquietud

que me susurra al ritmo del viento:

"Cuando todo acabe: llorarás."


- Los días felices


Presurosos pasan los días cuando

somos felices, en letargo

cuando nos sentimos desdichados.

Qué pena tan grande, mas inevitable


Aunque todo pase fugaz,

pienso nutrirme del instante

y agotar toda esa dicha contenida.

Así tendré un bienestar para recordar.


- Recuerdos desvanecidos


Tengo un hondo pesar cada vez

que corazón en mano repaso

en mi memoria los buenos recuerdos.

Una gran punzada es mi tristeza.


Alejarse del regocijo de la libertad pasada

es clavarse múltiples puñales

allí donde palpita el seno de la vida.

Sufrir la pérdida es peor que la ausencia.


- Sentimientos en soledad


Mi lecho solitario transmite añoranza

por un sueño tranquilo cargado

de bonanza que se reparte por igual

entre los pliegues de las sábanas.


Lamentan las persianas el encontrarse

cerradas, de manera que no entre

luz alguna, ya sea diurna o nocturna.

La tristeza es desolado silencio.


- Pequeñez en el atardecer


Ya anochece, los tambaleantes árboles

lo notan al ser rodeados por un frío viento

Sus ramas, se sienten estremecidas,

arrulladas por luna y estrellas.


Alzo la mirada, viendome muy pequeño.

Tan diminuto soy, que bastaría 

la mera caída de alguna gran planta,

para que me uniera a los espíritus.


- Aspiraciones de sabio


Se sientan los sabios al rededor

de una vieja estufa. No se dicen nada,

simplemente meditan cosas sencillas

tomando de ellas profundidades insondables.


Sueñan con los inmortales, pensando

en convertirse en algunos de ellos,

transfigurarse en algún animal

y planear sobre ríos y mares.


Eso sólo ocurre en aquellas noches

donde la luna alumbra con todo

su esplendor, sirviendose del coro

de las estrellas para elevarse.


Parecen ya casi alcanzar el máximo 

saber, mas cuando quieren darse

cuenta abriendo poco a poco los ojos,

descubren que sólo estaban soñando

con nenúfares.


- Lección del silencio


Me siento ante la oscuridad de algún

ignoto lugar, y espero la llegada

del silencio que todo despierta al soñar.

Nada hay. Nada soy.


Me olvido de mi propia persona,

aspiro e inspiro como sin querer hacerlo

para hallar que en todo raro atardecer

se encubre un secreto amanecer.


- Lo inevitable


Innúmeras son mis tristezas,

y mis lamentos alaridos constantes.

Procuro refrenar de cara al exterior

el agudo sentimiento, mas imposible 

                                 [en el interior


En este mundo, inevitable es aflingirse

y aún quién lo esquiva por el momento, siempre acaba por ser alcanzado por esa flecha que algunos llaman melancolía.


- La enseñanza callada


Tal como las estaciones se suceden,

de la manera en que tras un día

soleado las brumas se ciernen,

cual el alocado río viene a desembocar


irremediablemente en un desolado mar,

así toda vida va caminando 

hacía la muerte inevitable. Y, aunque,

uno se detenga, esta siempre llega.


- Soledad


Rechazo produce mi presencia,

y cuando acometo por lo bajo sentencia

todo se huelca en un silencio pactado.

Yo, petrificado, veo las hojas caerse.


En un lado me encuentro, alejado

de toda red de contacto, llevado

a la vil indiferencia que acaso tolera.

Yo, esfumado, veo mi sombra irse.


- La única certeza


Vivimos y morimos, esa es la única

certeza que he llegado a escuchar

hasta ahora, que nos deshacemos

como hojas otoñales en escarcha.


Es una antigua sabiduría muy repetida,

hasta la saciedad, incluso siendo niños.

Pero no lo tomamos muy en serio hasta

que las nubes arropan a la luna.


- Mi yo interno y mi entorno


En mi interior hay un diluvio constante,

cuyo chapoteo y redoblar de truenos

impactan en mi corazón cortante.

Aún se oyen relámpagos relumbrantes.


Dispersan mis venas lejanos vientos

cuyos ecos se diluyen en gritos internos

que provocan acordes vibrantes.

Si salieran, todo serían sollozos y lágrimas


Miradas de sospechas a mi al rededor,

esas gentes siempre andan ojos avizor

por si captan alguna caída, 

algún descuido imprevisto que les dé risa.


Juzgado y sentenciado antes de tiempo

voy lentamente caminando, evitando

girarme o mirar de soslayo.

Vivímos en un mundo muy triste y solitario.


- Mi paisaje


Serena la noche transcurre

como de costumbre, alejándose 

las nubes entre un cielo cargado

de efluvios y estrellas parpadeantes.


Es un paisaje interior que conduce

hacía un nuevo mundo en el que no

se distingue entre fuera y dentro.

Lamento en vano, lágrimas derramo.


- El último episodio de un insecto


Un insecto tendido en el suelo

siente los últimos estertores

que le produce la llegada inminente

de una desagradable muerte.


Este estira sus débiles patitas mientras

tiembla, y sus alas, antes tan vigorosas

ahora se sacuden perdiendo su color.

Triste destino vivir para luego morir.


- De lo viejo y lo nuevo


- Vengo a venderos unos libros,

de aquellos antiguos de los que ya

no se acuerda nadie, de esos

cuyas hojas amarrillean y de tapas húmedas


- Lo sentimos. Nosotros no aceptamos

ese tipo de viejos libros, 

queremos de los mas vendidos,

los que suelen leerse de sobremesa


Entonces, el pordiosero se fue

por ahí de donde vino con la mirada

al rojo vivo, con unos ojos vidriosos

de salubres y sucias lágrimas.


Arrastrando sus envejecidos papeles,

se fue a la cuchitril esquina 

de donde provenía, alejado

de aquel mundo limpio y civilizado.


- En un paseo


Qué solitarias las hierbas en su zarzal.

Qué cansado el murciélago volando

en el crepúsculo. Y mientras yo,

contemplando todo este paso.


Qué dañado el sauce entre arbustos.

Qué desconfiado el gato curioseando

tras ese cubo abandonado. Y mientras yo,

caminando sin saber nada de una meta.


- Belleza constante


Las flores de las adelfas heroicas florecen

a pesar de que el otoño haya comenzado,

e incluso, las rosas de un blanco impoluto

les acompañan en su fantasiosa travesía.


Nada detiene a la belleza hermanada

con la justicia persistente,y aunque llueva,

eso sólo realza todavía mas a la luna llena

Lo hermoso destaca entre oscuras nebulosas.


- El placer de fumar


La única manera en la que escapo

del hastío que a veces resulta la vida

es prender fuego a mi ducado,

y cuando este acaba consumido


por las llamas, convertido en ceniza,

tomo otro y vuelvo a encenderlo,

una vez y otra vez, sin cesar.

Se me ocurre que algo así es vivir.


- Nada, nada, nada...


Llego a un espacio indeterminado

donde el caprichoso tiempo parece

haberse congelado, quedado quieto,

estático, como supendido sobre nada.


Espero, pacientemente, a que todo

vuelva a marchar como siempre,

sin turbaciones. Mas, es en vano,

sólo nos queda el vacío en nuestras manos.


- Mi sombrío hogar


Una inmensa oscuridad me rodea.

Con sus lentos movimientos, 

puedo escuchar en su paso 

cómo suculenta ronconea.


Tan habituado estoy a las sombras,

que, cuando el sol asoma en lo alto,

no puedo evitar entrecerrar los ojos

al producirme su contacto gran daño.


Este reino negruzco es todo lo que tengo.

Me conozco todos los atajos,

cualquier recoveco ha sido aplastado

por mi arrapientos zapatos.


Si a la noche, alguien por mí pregunta,

decidle que estoy como de costumbre

bajo un olmo alumbrado por el claro

de luna, llorando cabizbajo.


- La sociedad


Hay mucha gente en las calles, 

y aún así están desiertas.

Yo, camino entre ellos, esquivando

espacios ocupados por masas de aire.


Escucho sonidos en el silencio,

veo siluetas en el vacío,

percibo olores insípidos al tacto.

Estoy encerrado en una cárcel muy grande.


- Presente recordado


Cantan los grillos a sus anchas

una melodía improvisada que me hace

rememorar mi presente tristeza

procedente de imagenes pasadas.


Hace unas horas me han asestado

tan duro golpe, que la herida

no se cierra por mucho que la presione.

Hay colores apagados en la noche.


- Incomprensión


Tumultos, estruendos y pasos airados.

Un montón de luces por doquier,

ahí donde se posa la mirada y se afinan

los oídos produce mareos y vértigos.


Ni mi entendimiento ni mi empatía

consiguen acercarse a este mundo,

que pasa tan raudo como insistente.

Los miro, pero mi pensamiento

                    [navega a otro lugar.


- La línea del horizonte


Existe una fina línea en el horizonte

que son pocos los que consiguen verla.

Mas cuentan, que quién la contempla,

se deshace del gran fardo que algunos llevan.


Yo ya llevo tiempo agudizando mis ojos

por si logro apresarla en mi retina.

Creo que ya casi puedo apreciarla.

Mientras, me olvido de todo lo existente.


- Mi castillo


Vivo en un castillo muy alto,

situado en una lejana montaña

inaccesible para la mayoría de las gentes.

Allí no hay nada, sólo un enorme ladrillo.


Casi nadie sabe dónde vivo, 

tampoco preguntan pero puedo decir

que se trata de un lugar apartado,

que pasa tan desapercibido como un suave sílbido.


Aquí, en esta montaña hace mucho frío.

Todo al rededor se encuentra congelado,

a excepción de mis libros y mi tabaco,

quizás porque me refugio en ellos.


Desde esta altura, puedo contemplar

un tenue verdor, y puedo escuchar

las risas y las fiestas del exterior.

No suelo participar. Están muy lejos.


- Recuerdos difusos


En aquel prado proveniente del recuerdo

que acaba confundiendose con un sueño,

yo estuve ahí siendo muy pequeño

quedandome extasiado con su amplitud.


Algo había en el viento, en ese moverse

de las sucesivas hierbas infinitas

que me cautivaba, que me apresaba ahí.

Ya no sé qué es recuerdo, y qué sueño.


- Una noche inusual


Hay noches en las que un cuervo vuela

solitario, donde los murciélagos 

se quedan colgando en su sitio

y los búhos esperan al roce solar.


Las ramas de los árboles se desplazan

muy lentamente, sus raíces se restriegan

veloces y las luminarias ya no parpadéan.

Que hastío, que sosiego, que templanza...


- Noche y día


De madrugada paso la noche pensando,

en aquel día del pasado, tan lejano.

Ha transcurrido tanto tiempo, tantísimo,

que ya a la distancia lo veo nublado.


Recuerdo aquella primera inocencia,

la sonrisa lánguida y el trato amistoso.

En esos días todo era espontáneo y puro,

ahora la oscuridad y la desconfianza

                                 [se ha adueñado de mí








domingo, 3 de septiembre de 2023

Divagaciones poéticas

 - Suicidios de luna,

cantares melancólicos

hacía vastos prados,

y aquellos suspiros ahogados

de un hada malherida.


Brilla mi condena a través de mis pasos,

se escucha mi tristeza por los ecos,

me acompañan aquellas urracas

que volando de un lado para otro

expresan desasosiego.


Ráfagas de plata,

mudas de cigarra olvidadas

que se remontan a unos antepasados

de los que nadie recuerda el nombre.

Se cree que sufrieron mucho en vida.


Pon la mano en mi pecho,

siente los ralentizados latidos 

de mi desvastado corazón.

Son como pequeñas cuchillas,

me duele cada segundo que pasa.


Sueños fragmentados,

zorros escarlata en huída,

aquel anochecer que se sucede

transmutándose en un cúmulo de sangre,

en pesadillas rojizas de otros tiempos.


Por esa profunda caverna

parece no haber salida, 

mas aún así llegué al final.

Aquí dentro hace mucho frío

y me siento muy solo.


- Flores marchitas te indicarán

el camino gracias a sus pétalos

cobrizos y desgastados.


Los susurros de los vientos

dicen que tras aquella gruta

se encuentra un monte escarpado.


En el interior del monte, existe

la única flor que ha sobrevivido

al crudo invierno,


y que tiene un nombre desconocido,

aunque un aspecto que se asemeja

al del lirio rojizo.


Cuando la viste sentiste fascinación,

una mezcla de mudo terror

y de enamoramiento tembló


en ese profundo hueco del que cuelgan

algunas cuerdas que al ser pulsadas

emiten una melodía inusitada.


Pasiones carnales palpitan 

en las húmedas ramas,

estas se entrelazan aprisionando

a un espiritu cautivo de sí mismo.


Es imposible escapar de ese instante

que tan placentero es condena

y salvación momentánea,

un efluvio de lo que pudo ser.


Respira antes de que se acabe el aire,

sonríe antes de la decepción,

sueltalo porque se va a escapar,

dejalo atrás porque se irá.


Todo se transforma inevitablemente

como aquellos recuerdos esfumados.

No lo lamentes en vano porque el vaso

ya se ha acabado nada mas posar los labios.


- Veo el anochecer, que, inevitable,

asciende cual el humo de mi ducado

hacía mundos espectrales,

tanto de ensueño como de pesadilla.


Poblan aquellos lares cien mil espíritus

que ya dejaron pudrir sus cuerpos

desde antaño, y que ahora,

pretenden renacer en un paraíso ficticio.


Dignos de ficción son algunos sueños,

unos nos provocan risas, y otros,

nos llevan a un llanto descontrolado,

al igual que nuestras supuestas vidas.


De vez en cuando sucede algo imprevisto,

que en cierto modo nos libera

del paso aparentemente lineal del tiempo.

Por un momento, todo se detiene.


Se queda congelado el instante,

las hojas ya no se mueven,

los ladridos se silencian

y el inquieto se queda dormido.


Pero esa breve iluminación dura poco,

es como un relámpago repentino.

Al final las nubes se dispersan

y aparece la solitaria luna.


Y entonces, el cigarro se me apaga,

las lágrimas inundan mi rostro,

todo mi cuerpo se agita nervioso

y comprendo el sufrimiento de todas las cosas.


- Sobre el mantel se derramó la copa.

El vino violaceo, como de bermellón,

se arrastra a través de la seda,

inundándola de su fulgor asesino.

Parece como si un hermoso cádaver,

hubiera caído ahí mismo,

y que de sus carnosos labios

saliera una sangre muy densa.

Ya nada puede hacerle.

La copa se cayó, y no queda ninguna jarra

con la que pueda rellenarse,

de dotar a aquel vaso de nueva vida

que se disfrutase a lento fuego.

Aún así, yo aquí mismo, prometo

y juro solemnemente,

que si por un azar del destino

se me diera otra copa cargada

de suculento vino, néctar divino,

no sólo me lo bebería hasta llegar

a su abismo, sino que además,

me deleitaría con cada trago

cual si se tratase de una ambrosía

prohibida que un dios robó para mí.


- El rocío como perlas

cada mañana se desliza

por encima de todos los seres,

tanto por las reverdecidas plantas

como por aquellos que se desplazan.

Así, un ciclo vital comienza

llenando todo de cierto encanto,

de colores y de cálidas sensaciones...


Luego, ese rocío se petrifica

cual gélidas lágrimas,

sucediendose la noche

y la tristeza de la luna esculpida

por su compañía de estrellas,

y aún así, se siente tan sola...

Sólo emite muecas inexpresivas

que pretenden ser una sonrísa

ante el coro de sonidos nocturnos.


Lástima provoca el pensar que todo esto

acabará, que algún día dejará

de amanecer, que todo será oscuridad,

una noche perpetua donde ni la luna

se asomará en un silencio eterno.


- ¿Será verdad...?

¿Es cierto que el aroma de los campos

proviene de un monstruo oculto

que nos vela su presencia

distrayéndonos con aquellas fragancias

provenientes de otros tiempos?

¿Es auténtico el brillo de los cielos

cuando un resplandor fugaz

ilumina nuestra vista haciéndonos soñar

con su apariencia que nos impulsa a

buscar una secreta belleza?


No sé, desconozco si será verdad.

Lo único que con certeza aseguro

es el contemplar que unos seres

viven un tiempo, mas que al poco

perecen para dejar paso a otros seres

que igualmente terminarán muriendo.

Parece ser que está inscrito en nosotros

desde antaño, desde el comienzo 

de los tiempos, que todo es caduco,

que todo lo que existe dejará de existir.


Mas algunas noches, sentado en el lecho

empiezo a divagar tras pasajeras

ilusiones que se transmutan en curiosos

personajes que festejan, bailando

acompasadamente ante mis ojos.

Estos cantan letras que me son desconocidas acompañadas de melodías

que sospecho que son de otro mundo.

Y, pese a no entender muy bien,

me hacen creer por un instante

que todo lo que veo es una mentira

inventada por un tipo muy feo.

¿Será verdad...?


- Aunque la brisa me acaricia,

danzando a mi al rededor 

como una loca y sensual bailarina,

temo que amaine mi fuego interno,

o que este se avive tanto

que mis mariposas perezcan al momento.


Me deslizo sobre fuertes brasas,

esquivo las hierbas circundantes

para que estas no sean dañadas,

y de vez en cuando, tropiezo con piedras

que provocan el estallido de gran cantidad de chispas.


Si se contemplase en dirección sureste

probablemente se viesen mis llamas

ardiendo hasta el cielo noctuno,

a pesar de estar rodeado

por altas montañas o por anchos campos

se me vería sin dificultad.


Callan los que se cruzan a mi lado.

Noto cómo se estremecen por su miedo

a ser calcinados en cualquier momento.

Pero no caen en la cuenta,

de que puedo escuchar el aire que sale

de sus orificios, hasta sus suspiros...


Los ignorantes no advierten

que yo les temo más a ellos.

Con el mas leve roce 

de mis sutiles dedos invocaría un volcán

en sus pechos, del que nacería una lava

que se expandería a sus miembros.


Por eso yo me alejo.

No quiero saber más del mundo

y sus vanos afanes. 

No me interesan sus efímeras glorias

ni sus cómicos fracasos.

No tienen nada interesante que ofrecerme


Quiero irme muy lejos.

Viajar a través de horizontes

aún no descubiertos,

aquellos que se esconden en la falda

de los montes cual fémino secreto

sólo accesible para los afortunados.


Mas llegará el momento que mi llama

se apague, que se agote 

en forma de una exhalación en el aire.

Cuando eso pase me limitaré

a cerrar los ojos muy poco a poco...

Por fin podré gozar de la brisa vespertina.


- Li Bai, amigo mío:

tú que con la copa en mano

cantaste a la luna mientras bailabas

con tu sombra,

tú que con el rostro arrasado en lágrimas

te despedías de tus compatriotas

con la esperanza de volver 

a beber juntos,

tú que rendiste los mayores tributos

tanto a las alegrías 

como a las desgracias de la vida

tomando suculento vino,

tú que supiste captar desde la melancolía

de una brizna de hierba

que se alejaba como de una dama

abandonada por su amado,

tú que en sueños trepaste 

las más altas montañas

y vislumbraste a diosas e inmortales.


Dime, hermano mío 

de devenires poéticos:

Después de toda esa aventura

que fue tu vida viajando 

de un lado para otro en busca

de gente que apreciara tus poemas,

¿Qué descubriste al final del sendero?

Tras tantos exilios voluntarios e impuestos y todos los curiosos

personajes ajenos al mundo letrado

e imperial que conociste,

¿Qué aprendiste de sus lecciones?

Tú que conociste de la inmortalidad

hasta el punto de a día de hoy ser 

cantado y recordado tanto en tu pueblo

como en los lejanos

¿Qué viste en aquellos parámos

que unos llaman Cielo, y otros Nada?


- Ando, solitario, en medio del campo

mientras escucho entristecidos

maullidos de gato.

Su canción es de una melancolía inmensa


En la lejanía percibo parpadeantes luces

que indican que mas allá de mí

hay otras vidas, cargadas todas ellas

de las esencias lumínicas y sombrías.


De la espesura descubro una anodina

mariposa que me recuerda

la fragilidad de nuestras vidas,

incluso volando parece que se tambalea.


Detrás de ella, hay gran cantidad de flores

que se esconden ante mis ojos.

Permanecen agazapadas, ocultas

tras una madera carcomida: su casa


Para proteger su intimidad, alzo la mirada

hacía el cielo desfalleciente.

Aquel que se escurre con sus interminables ciclos en sucesión.


Todo parece tan vano, y tan importante a la vez, cada detalle del paisaje

es un cuadro que cuando desaparezca

seguirá en pie eternamente.


Siento en mi corazón una esperanza

enterrarse, y un sueño que asciende.

Qué triste y qué alegría sería

ser recordado para luego olvidarse.


- Cierro los ojos y clamo al cielo nocturno

por unos plácidos sueños

que me alivien los sufrimientos

que poblan los rincones de esta vida.

Quisiera soñar con extraños paisajes

aún no avistados por ojos humanos,

con pequeños e infimos seres

que se conduzcan con la inocencia

de los niños recién nacidos.

Desearía poder habitar lejanos palacios

situados en las entrañas

de un solitario bosque donde cantar

y bailar a mis anchas sin ser juzgado.

Se celebrarían grandes fiestas

donde el lujo pasaría a segundo plano

porque lo importante sería

el mero disfrute delicado,

y si por un casual alguna pena del pasado

nos acongojara, escanciaríamos

suculenta bebida que nos traería

la alegría pérdida en la vigilia.

En tales parajes se podría ser feliz,

ya que se tendría el estar colmado

con el estar vacío, la abundancia

con la escasez y la pomposidad

con la simplicidad de ser.

Ojalá habitar por allí más tiempo,

pero todos tenemos que regresar

al hogar por mucho que nos duela.

Unos lo denominan nacer,

y otros, despertar.


- Desvelado, me levanto de la cama

y alzo mi mirada hacía la oscuridad

insondable de mi cerrada habitación.

Creo que oigo algo, un grito extraño.


Prestando atención, me percato

de que se tratan de tristes gemidos.

Una especie de llanto que se propaga

a través de unos cuantos kilometros.


Parece una mujer llorando,

que sin poder evitarlo, ha estallado

en millares de lágrimas repartidas

por todos estos desolados lares.


Siento que sus tristezas se huelcan

en una sútil melodía desfilando

a mis oídos en notas discordantes,

que poco a poco se vuelven armoniosas


Los sonidos proferidos por su boca

terminan por atenazarme el pecho,

me dejan en suspenso, como colgando

de una cuerda impuesta por la vida.


Se quedan atrapados en mi corazón

cual cuchillas lanzadas al azar

en busca de que su sufrimiento

sea rememorado por largos años


Lamento no ser un poeta reconocido.

He intentado que tus lastimeros

chillidos queden escritos en unos versos.

Aunque raro sería que alguien los leyera.


Aún con ello, no he podido evitar

poetizar tu sufrir para que se quede aquí.

Hay un algo en tus tristezas

que tiene un eco de otro mundo mas allá.


- Sopla una fresca brisa,

y ya se escucha a las hojas murmurar

gracias a un viento travieso.


La húmedad del ambiente lo cubre todo:

desde el paisaje exterior fragante

como mi cuarto titubeante.


Mensajes lejanos se expresan

en la escased de luz

y en el aumento de sonidos.


Yo, despierto a deshoras, me dejo

arrebatar por una pulsión interna

que me predispone a una alegre

melancolía que añora otros tiempos.


Continúa siendo el estío,

mas el otoño ya se asoma por la ventana.

Con añoranza me despido,

y con un sabor agridulce doy la bienvenida.


- Paso mis días entre el humo

de mis ducados, y las páginas

de mis apreciados libros

que llevan a mis ojos

a sobrepasar fronteras imaginarias.

En su conjunto, ambos elementos

aunados por mis dedos

dan alas a mis espaldas,

echandome a volar muy lejos.

Rodeado de exquisita fragancia

de tabaco negro, y arropado

por las solapas de los libros,

logro construir un hermoso refugio

que me aparta de las constantes

míserias del mundo.

Tras mi guarida improvisada,

puedo escuchar los atronadores

ruídos de los truenos, y vislumbrar

por una pequeña rendija,

los amenazadores a la par que bellos

relámpagos que estallan en mil colores.

Ojalá me alcance alguno de ellos,

ese es mi sueño secreto.

Así podría fundirme 

con la excelsa naturaleza

y ser uno de nuevo.



jueves, 3 de agosto de 2023

La casa de la vida y los sueños

 A Fabián le apenaba que sus padres se mudasen definitivamente de aquella casa. Al fin y al cabo, había pasado gran parte de su infancia ahí, y el saber que jamás volvería a pasar por allí le dolía en lo más profundo de su corazón. Aquel lugar estaba plagado de recuerdos: en esa casa dijo su primera palabra, aprendió a andar, a nadar, a montar en bicicleta, tuvo sus alegrías y sus desgracias, supo qué era el amor y qué el desamor, qué tener compasión y qué actuar con crueldad... Se diría que ahí aprendió todo lo que formaba parte de esa parte de la vida a la que se le suele denominar la primera y la más inocente de las restantes. Por eso sentía aquella congoja interna, pensaba.

Tampoco pudo evitar pensar en la biografía de sus padres, y en que acabarían en una residencia perteneciente al estado donde seguramente estarían mal cuidados. Como padres hicieron lo que pudieron, aunque cada uno tenía su particular mancha. Su padre, por un lado, era un bebedor y un mujeriego de toda la vida, demasiado egoísta para darse cuenta del daño que sembraba, y por otro lado, su madre era una martír, que aguantaba con paciencia y haciendo oídos sordos a los desaires de su marido, demasiado sumisa para hacer justicia. En suma, ninguno de los dos era enteramente una buena persona, como tampoco seres malvados, mas lo que sí Fabián sabía es que ambos le querían a su respectiva manera.

Desde muy pequeño recordaba las fiestas que se pegaba su padre, o mas que las fiestas, lo que ocurría después. Entraba a casa dando tumbos, completamente borracho y con un olor pestilente de veinte tipos de alcohol destilado. En cuanto cruzaba el umbral de la puerta, su madre se plantaba justo en frente, y tapándose la naríz, no podía evitar que las lágrimas cayeran en profusión a través de sus mejillas. Su tristeza no provenía al descubrir el olor de alcohol, sino el olor de otras mujeres y de los perfumes de estas que se quedaban adheridos a las ropas de su marido. De vez en cuando, también encontraba rojos pintalabios en su cuello, e incluso, rastros del recorrido de unas uñas en su espalda. Todas esas cosas le dolían profundamente a su madre, pero se guardaba el sufrimiento para sí misma, cual si se mortificase a solas para trascender el dolor que compone el conjunto de la vida.

Se acordó de todo esto porque se encontraba justamente en la puerta principal de su casa, ahí donde se quedaba su padre en su ebriedad, parado en seco y con el rostro petrificado. Fabián no estaba borracho, no se había acostado con una mujer y tampoco tenía a ninguna que le recibiese al regresar a casa, pero a pesar de eso, sintió en parte que él mismo era su padre volviendo a casa y que una mujer invisible estaba arrodillada ante él, derramando abundastes lágrimas que se desparramaban por el suelo en forma de charco. Esta visión le estremeció, haciendo que su cuerpo temblase enteramente durante un instante.

Para evitar esa perturbación, decidió entrar en la casa con tiento, recorriendo cada uno de sus pasillos hasta que llegó a la sala principal. Todavía ahí estaba la mesa en la que todos se sentaban los fines de semana para comer en familia, con alegría, como si nada hubiera pasado. Entre semana todo era un infierno de desenfreno y perversión, mas cuando llegaba el fin de semana, de repente todo adquiría un clima temblado, como una brisa fresca que pasa a principio de verano. Con la llegada de la vejez de sus padres, esa brisa se instauró de forma permanente, puesto que llegó un momento en el que a su padre ya no le quedaban fuerzas para salir a beber y a disfrutar del cuerpo de las mujeres. Cierto era que seguía bebiendo y fumando como si fuera el fin del mundo, pero ya sólo lo hacía en casa. Se ponía bastante festivo, a soltar risotadas y a dar palmadas de asentimiento a cada tontería que escuchaba, provocando que hasta el semblante de su madre, que normalmente tenía una expresión triste y decaída, se alegrase un poco.

Aquellos recuerdos eran una de cal y otra de arena para Fabián, le sacudían internamente suscitándole muchas sensaciones a veces contradictorias entre sí. Su rostro parecía interpretar toda la amalgaba de sentimientos que experimenta un ser humano durante su vida, se retorcía y contraría como si se tratase de una máscara teatral. A veces sus ojos se humedecían de la emoción, otras veces se cerraban ansiando olvidar, en ocasiones su boca esbozaba una sonrisa ligera y algunas otras veces se quedaba boquiabierto, alelado contemplando por ejemplo una antigua pieza de cerámica que le evocaba imágenes de juventud. Y todo ello, mientras caminaba sintiendo cada paso dado, un turista que se despedía del sitio que visitó duranre unas vacaciones que pasaron demasiado rápido.

Se asomó a la puerta de la cocina, de aquella estancia donde su madre le preparaba los mas ricos manjares, y que daba acceso al jardín. De niño solía estar corriendo de aquí para allí, y siempre aquella estancia le servía a modo de puente para salir en dirección a la piscina. También, durante su rebelde adolescencia, usaba de aquella sala como salvoconducto para escaparse en las noches, evitando así la posible reprimenda de su madre. Sin embargo, en esta ocasión no quiso salir a la fuga tan rápido, quería quedarse un momento sentado en el suelo para experimentar esa sensación hogareña por última vez. Ello le hizo pensar que no veía a sus padres a menudo, tan afanado estaba en su propia vida, que rara vez se veían como mucho un par de veces al año. Siempre los encontraba taciturnos, sentados en las viejas sillas del jardín que se encontraban poco mas adelante, le acusaban en silencio de su falta de respeto y consideración hacía sus padres, y a él no le quedaba otra que asentir en su mutismo, dándoles la razón con su mirada.

Decidió levantarse, y se dedicó a observar mas allá de su ventana. Ahí podía ver las hierbas pajizas que habían dominado la totalidad del jardín, y a través de las cuales los grillos emitían su sonata acostumbrada. Mas, si miraba mucho mas allá, podía contemplar las arizonicas abandonadas por sus vecinos. Estas habían crecido tanto que parecían ya árboles, tan altos que no dejaban vislumbrar los tejados de las casas. Cuantas veces había soñado Fabián en sobrevolar aquellas arizonicas cuando estaban cortadas en forma cuadrada, en ir mas allá de la frontera de su casa, para atravesar aleteando aquellas otras casas que jamás en la vida real había visitado. En sus sueños, el plegar las alas marinas y ascender lo mas que se podía, costaba un precio, que era el reducirse de su fuelle interno. Así que llegaba un momento en el que sin él quererlo iba descendiendo en alguna de esas desconocidas casas. Normalmente se agarraba a algún árbol, el cual solía ser un pino, o en su defecto, se apoyaba sobre alguna ventana, evitando caer al suelo por si algún perro salvaje le atacaba.

Después, se las apañaba para entrar en la casa, y en su interior podía vivir mil historias diferentes, que podían transmutarse en un sueño placentero, en la mas cruel de las pesadillas, o en un poco de ambas. A veces se encontraba una fiesta en la oscuridad, donde extraños personajes danzaban sin parar, frenéticos y alocados. Esa escena era muy recurrente. Pero, en otras ocasiones, el panorama era muy distinto. La casa estaba desolada, aparentemente estaba vacía, y Fabián la recorría curioso. Constataba la soledad de aquella casa hasta que encontraba a una joven de largos cabellos apoyada en la baranda de la ventana. Al principio, esta no parecía percatarse de su presencia, mas cuando iba avanzando, esta se giraba repentinamente y le dedicaba una amplia sonrisa, y aunque sus ojos estaban vidriosos, lo eran de alegría. Se sentía algo así como el confidente de aquella joven. Y cuando despertaba de su sueño no era rara la vez que pensara que jamás había visto a su madre dedicar una sonrisa así a su padre ¿A qué se debía? ¿En el fondo sus padres no se amaban? ¿O quizá era aquella mujer la que no le amaba a él, reduciendole a un mero objeto de disfrute sexual?

Retornando de aquel ensimismamiento, Fabián decidió atravesar la puerta y salir de la casa para acceder a la parte trasera del jardín. Sólo bastaron unos pasos para encontrarse justo delante de una piscina cuya agua estaba verdosa y cuyos bordes que antes eran blancos, ahora estaban entre amarillos y marrones. Esto le sirvió de impulso para volver al pasado, a cuando de niño se lanzaba en dirección al agua como un sediento lo hubiera hecho sobre la alucinación de un lago en un desierto. Y pese a que nada mas meterse en el agua, comenzaba a nadar como un loco de un lado para otro, se cansaba con rapidez, y dedicaba gran parte del tiempo a desplazarse de un lado para otro cual si fuera un trozo de madera que hubiese caído en el agua. Lo que mas le entretenía era rescatar a las mariquitas que se quedaban atrapadas dentro de la piscina, moviendo sus patas, fabulando con la idea de que quizás podían andar por el agua como cierto mesías.

Fabián, con verdadera incondicionalidad, las transportaba en la palma de sus manos, y las llevaba hasta el borde, liberándolas de la prisión de agua. No era rara la vez que volvían a meterse, obligándole a sacarlas de nuevo, mas esta vez desplazandolas mas lejos para que no cayesen en el mismo error. Podía pasarse las horas muertas con esta tarea, llevando a las mariquitas de un lado para otro, dejandolas en el suelo sólido para que regresaran a su hogar. También, muchas veces, estas le meaban encima aquel líquido amarillento y algo pegajoso. Sus padres le comentaban que sus meados eran producto del miedo que sentían al encontrase frente a un gigante que les apresaba en sus manos. Fabián no se tomaba del todo en serio esta afirmación, le parecía un producto de fantasía que sus padres se habían inventado en vías de una explicación. Pero, como tampoco estaba del todo seguro, sentía compasión por ellas, y si le meaban, intentaba liberarlas lo antes posible para que no sufrieran mas debido al miedo.

Cuando ya salía de la piscina, ascendía los escalones poco a poco, dándose la vuelta de vez en cuando para comprobar que no quedaba ninguna mariquita en el agua. Luego, sobre todo por las noches, se turbaba pensando en que muchas mariquitas morían ahogadas en el agua durante el día, ya que él no podía estar constantemente atento a remojo para salvarlas a todas. Esto le deprimía, haciendole soñar con todas las mariquitas que morían porque él no pudo liberarlas de los barrotes de agua. En ocasiones esas mariquitas muertas, se fundían todas ellas en una sola, formando el rostro de su madre llorando porque él tampoco pudo salvarla de su sufrimiento y soledad, causado especialmente por su padre, pero también por él.

Durante su adolescencia, fue un joven que entendía la rebelión como una suerte de huída. Cuando estaba mal el ambiente en casa debido a las juergas de su padre, en cierto modo actuaba como él, puesto que se escapaba para beber y tomar drogas. Se juntaba con malas compañías que le conducían a la depravación interna mas absoluta en forma de botellas vacías y de tabaco mezclado con hierba. Ese ilícito escape le hizo comprender a su padre cuando huía de las responsabilidades de su familia oliendo a whiskie barato en el regazo de una sudurosa mujer, mas también entendía el sufrimiento de su madre y lo injusto de aquella situación. Pero no podía con ello, era un muchacho sin experiencia en la vida y al que todo aquello se le quedaba demasiado grande. Por eso, salía por patas, corría tanto como podía hasta alcanzar un leve fragmento de luz, a pesar de que para insertarse en él tuviera que atravesar la mas infame oscuridad.

Para evitar que todas aquellas sombras le envolviesen, volvió a entrar en la casa para recorrer por última vez todos aquellos pasillos hasta que llegó a una habitación por la que todavía no había  pasado. Se trataba de una sala de estar en la que estaba colocado a un lado un viejo sillón repleto de agujeros que habían salido por el paso del tiempo. Según supo después, en aquel sillón había sido concebido por sus padres cuando estos eran felices, en una noche alocada durante la cual se plantearon la posibilidad de formar una familia. Él se sentó en ese mismo sillón sin escrúpulo alguno, en tanto que este chirrió estruendosamente. Era como si en cierto modo volviera a nacer, o mas bien, cual si fuera concebido de nuevo por un par de entidades espirituales que fornicasen en la estancia para dar vida a una sustancia material, que era él mismo.

Cerró un poco los ojos, y cuando los abrió, encontró frente a la puerta a dos mujeres idénticas sin ropaje alguno. Estas parecían gémelas, tanto en aspecto físico como en sus movimientos. Se deslizaban con sutileza en su dirección, acompañadas por una pícara sonrisa que connotaba cuales eran sus intenciones. Cuando llegaron justo delante de él, se agacharon, y ambas se apoyaron en sus rodillas sin dejar de esbozar aquellas insinuantes sonrisas. Se alzaron un tanto, y le susurraron cada una a un oído y a la vez: "Somos las mariquitas que salvaste hace ya tiempo atrás. Venimos a agradecerte tu buen corazón y amabilidad" Entonces, se levantaron muy pegadas la una a la hora y riendo de forma infantil, se fundieron en una, formando una sola persona.

Parpadeando, Fabián se percató de que se trataba nada mas y nada menos que de aquella joven de luengos cabellos con la que de vez en cuando soñaba. No pudo evitar sentirse tan alegre que soltó una exclamación de sincera gratitud hacia aquella joven que acabó mutando en un alentador suspiro. La joven, tomando este gesto como una especie de asentimiento que confirmaba que Fabián estaba dispuesto a recibir su regalo, se abalanzó hacía él aunando sus cuerpos en una mezcla entre lujuría y compasión mutua.

...

Tiempo después, la policía recibió varias llamadas por parte de un gran número de vecinos que se quejaban del mal olor de una de las viviendas del lugar, junto con otra llamada de un hombre muy enfadado e indignado que reclamaba a los agentes para que interviniesen en un asunto relacionado con la compra de una vivienda. Al final, todo el mundo fue tan insistente, que no les quedó otra que acudir al inmueble en cuestión. Ya desde la puerta exterior el nauseabundo olor era patente, como también la desagradable visión de un hombre enfurruñado con cara de pocos amigos que les esperaba para acompañarles en la puerta. Forzando la entrada, lograron entrar y recorrer las distintas salas en dirección hacía donde provenía aquel tufo desagradable. Su origen lo encontraron rápidamente, y en cuando así fue, el hombre de mal humor y algunos agentes tuvieron que salir despavoridos para vomitar. Los que se quedaron tapandose la nariz con un trapo, descubrieron que era un cádaver y cuando hicieron la investigación lo identificaron bajo el nombre de Fabián, el cual se había volado los sesos. Posteriormente, informaron a sus padres, omitiendo esto último.

martes, 25 de julio de 2023

Otros poemas de un loco

 - Colgué algunos poemas

en una plaza pública

para que así otros pudieran empatizar

con el sentimiento de mis palabras.


De ahí me fuí caminando,

casi trotanto, evitando

volver a aparecer ante el público

hasta después de un buen tiempo.


Cuando volví, me encontré

mis poemas tirados por el suelo.

De los que aún podían leerse,

la gente reía o miraba con indiferencia.


Muchos se atrevían a mearlos encima

mientras soltaban insultos a doquier,

comentarios muy cruentos

y los señalaban con sus dedos grasientos


Yo me quedé perplejo,

ahí parado, quieto en el sitio

con un leve temblor

en la comisura de mis escasos labios


De repente, uno de esa gente,

se plantó en medio 

con una barriga prominente

y mirandome de frente, me dijo:


"Tus letras están rotas,

mudas sílabas que no importan a nadie.

Sin rima, sin estructura, demasiado

decadente y pretencioso"


Me limité a sonreír con desdén.

Me dí la vuelta, y por ahí no volví.

Pataleé una piedra pensando

en escribir mas poemas.


- Con los años, algunos recuerdos

se quedan como lastrados,

fragmentados en sutiles piezas

que se deslizan, ya sean por sábanas

encubiertas o por paredes de gotelé.


Incluso lo que viví ayer mismo,

se va disolviéndose, haciendose nímio,

una bruma silenciosa 

en la que cualquier suspiro,

pasa a ser parte del infimo abismo.


Todo lo veo a pedazos, en forma

de trozos arrugados, cachos de papel

que fueron tirados hacía las papeleras

de una memoria cautiva de sus sueños

que ya nadie recuerda.


A pesar de esa mente olvidadiza,

queda todavía algo que permanece

en los segmentos de cristal

que vuelan desperdigados por los aires,

una especie de halo misterioso.


Intento captarlo, atraparlo en mis ojos

lagrimosos, incluso lo canto

con una voz quebrada, próxima

a la tristeza del desconocimiento

ante la inevitable huída.


Sí, yo te grito, te canto y te lloro.

Todo a la vez, querida nostalgía

imprecisa mía.


Pero llegará el momento en el que no pueda ni gritarte, ni cantarte ni llorarte,

pues habré muerto.


- Te veo llorar ante mí,

y espero que no te confunda mi mutismo 

porque te aseguro que yo también lloro.

Lloro por ti,

lloro por mí,

lloro por nosotros,

lloro por todas las tristezas de este mundo.

Lloro, aunque lo hago por dentro,

desde mi interior caen sendas lágrimas.

Lágrimas de melancolía,

lágrimas de desesperación,

lágrimas de impotencia,

lagrímas que llueven cual anécdotas anodinas.

Desde mi recóndito corazón,

en un rincón agazapado,

te juro que lloro mucho

pese a mi aparente pasividad.

En realidad, lloro un montón,

voy dando saltos en mi interior,

pegando trompicones como un loco,

como una bestia salvaje,

un animal liberado en su peor noche.

Pero he sufrido tanto, tantísimo,

que me escondo en mi caparazón,

ahí dentro se está lo suficientemente

fresco, para poder danzar en libertad

y también para llorar, para dar

todos aquellos berridos semejantes

a los de un asno recién parido,

un burro mal amaestrado

que es quemado por un hierro candente.

Por ello, confía en mis palabras,

es lo único que en esta vida

no es una mentira.

Por ello, te prometo que yo lloro mucho,

y al hacerlo, gimo como un enfermo

mental dispuesto a ser encerrado

en algún manícomio,

en algún centro comercial mal habilitado

convertido en una institución psíquiatrica.

Lloro sin parar, y cuando lo hago,

recuerdo aquellas lágrimas

que proferías frente a mí.


- Ya es de noche, una oscuridad

profunda de madrugada me circunda.

Ya es el momento perfecto,

la aparición idónea de la soledad,

de la tristeza impoluta,

de aquellas cosas que no logro olvidar...

Me asaltan resquemores,

la sensación de que algo no va bien,

o para ser justos, la impresión

de que no actúo bien en este mundo.

Mas bien, lo que hago es dejarme llevar

por la ignominia del momento,

me ofusco y vomito sobre el rostro

de quienes me rodean, y luego,

me alejo corriendo, casi casi trotando.

Eso no es lo suyo, no es lo justo,

y no sólo porque así lo considere

la moral pública o el decoro

¡No! Eso poco importa, como las leyes,

que no son nada relevantes,

ninguna de ellas me dirá cómo vivir.

Pero sí, hay que ser paciente y considerado, respetuoso y moderado,

evitar dejarse arrastrar 

por ese primer impulso malvado.

Si vuelvo a vomitar a alguien en la cara,

como mínimo, le limpiaré después,

y si seguidamente salgo huyendo,

me giraré un momento para disculparme.


He hablado antes de soledad,

mas eso tampoco es así.

En verdad, nunca estamos del todo solos,

siempre hay alguien que está escuchando

atento a esos pensamientos sordos

pero que gritan demasiado.

No, nadie conoce una soledad absoluta,

y la solitaria senda del caballero errante

no es mas que otro canto épico,

para entretenerse un momento,

para creernos héroes sin serlo.

Al final, hemos de contar con los demás

y los demás con nosotros,

nos retroalimentamos en nuestros

sucesivos amaneceres y anocheceres,

vidas y muertes que se multiplican

cuando se dividen, incesantemente

sin fin ni confín,

empezando desde un mismo punto.

Mira, ahora lo digo completamente 

en serio, escucha:

Cada paso que doy, 

es un paso que da el mundo. 

Cuando el mundo se para,

yo también me paro.


- Tristes cantares se escuchan

detrás de aquellas colinas.

Se tratan de melancolías narradas

mediante los cantos de los pajaros

que nos cuentan el absurdo 

de sus vidas de pajaro,

de como nacen y mueren 

sin otra tarea que traer otros pajaros

al mundo para que nazcan y mueran,

trayendo estos a su vez otros pajaros

que realicen la misma tarea de apareamiento una y otra vez

durante miles de vidas.


No puedo evitar entristecerme

cuando escucho sus lastimeros sollozos,

como tampoco puedo evitar pensar,

que nosotros los humanos,

que nos consideramos más inteligentes

y sensibles que el conjunto 

de todos los animales

que habitan este vasto mundo,

no nos diferenciamos tanto

de la vida que llevan esos desdichados pajaros cantarines.

Es verdad que lo adornamos todo,

que celebramos con diferentes rituales

y reuniones sociales cada acontecimiento

de nuestras rutinarias vidas,

pero, en el fondo:

¿En qué distan nuestras ajetreadas vidas,

apareándonos sin tón ni son

para luego igualmente morir?


Cuando pienso en ello,

no puedo evitar entristecerme,

y por eso, escribiendo poemas

entiendo y empatizo con los pajaros.


- Hoy el autobus se paró repentinamente.

Sonó un estruendo, un rrrhis... Y se paró.

Se quedó en el sitio, mientras un humo

negruzo ascendía por el cielo nocturno,

cual si fuera un cigarrillo mal apagado.

La gente ya empezó con sus susurros,

los cuales pasaron de murmullos

a voces alzadas que culminaron

en gritos estruendosos.

Con tal jaleo, el conductor salió

escopetado de su propio vehículo,

y haciendo aspavientos con las manos,

suspirando de manera sonora,

no supo qué hacer.

Llamó a alguien, pero nadie respondió.

Mas, al rato, sonó la llamada de vuelta:

tilín, tilín, tilín... Y al instante entró

afanoso en el autobus declarando

el desastre que provocaría

una impresionante retención

de veinte minutos infinitos.

Yo, permanecí indiferente,

mirando el paso de la gente

a través de una ventana empañada,

en tanto que los pasajeros continuaban

sus peroratas, quejándose a grito pelado.


Sin atenderlos lo mas minímo,

pude observar cómo la noche cerrada

se cernía sobre nosotros,

cómo nuestro entorno ajeno a los dramas

humanos continuaba su fase natural.

Yo ansíaba fundirme 

con ese toque fantasmal de la naturaleza

que se despliega cuando la luna asciende,

cuando las estrellas bailan a su compás.

Al parecer el problema técnico

del autobus se solucionó,

y por ende, el ambiente se sosegó,

ensimismandose ya cada uno

en sus aburridas vidas individuales.

Pero mientras el autobus seguía

su acostumbrado recorrido 

de todos los días, yo me quedé quieto,

exactamente en la misma postura.

Todo el mundo seguía su marcha,

y yo, decidí detenerme, deseando

aunarme con ese cielo oscurecido,

con ese sueño olvidado,

colgado en la bóveda celeste...


- Canto a la luna en esta noche

tan silenciosa que pasa presurosa,

casi inadvertida entre nubes amarillentas,

cual si fuera un susurro...


La luna es una doncella mimada,

de piel pálida y con algunas manchas.

Mas también es una sufridora

que ha hecho de sus heridas delicadezas.


Y yo, soy como un mendigo

que la canta con la voz quebrada,

desentonando a las veces,

aunque con una emoción contenida.


En aquella neblina dispersa

puedo advertir los suspiros de la luna.

Quizás se ha derrumbado

con mi triste canto de loco despiadado.


No te asustes. No hay nada que temer.

Esta melancolía que encubre mi voz

tú también la has sentido alguna vez,

como cuando te llevaron allí arriba.


Sé que estás muy sola, que los inviernos

son demasiado fríos, y que los veranos 

demasiado calurosos, que el viento

azotándote te despeina 


y que cuando hace sequía,

esta rompe tu piel en centenares

de pedazos. Todo eso lo sé,

lo veo desde las profundidades.


Pero sobre todo lo sé 

porque te conmueves con las desgracias

de los abandonados por el mundo,

por todos aquellos repudiados.


Nos alumbras a todos con tu palidez 

helada, incluso cuando todas las farolas

se apagan repentinamente, apareces

entre las nubes para consolarnos.


Y por eso sé que cuando te canto,

mis gallos te hacen llorar de risa,

mas cuando escuchas con atención

comienzas a llorar en serio


al descubrir que las tristezas que narro

son las tuyas mismas, que contandote

mi historia, o las de otros, te ves

a ti misma reflejada en mis malos sones.


Por ello, te pido que tomes tú la voz.

Úsala para despertar a todos

en la madrugada para que sepan

que tanto tú como nosotros existimos.


Llorar durante la noche 

no es un asunto que deba ser

desconocido para este mundo inventado,

deben saberlo bien todos.


He ahí tu magia, la de la poesía,

la de la literatura, la de todas las artes...

Dar voz a quienes se la robaron,

a la luna que dejaron tan sola en lo alto.


Cuando todos terminen de escucharlo,

tú te habrás ido hasta la próxima muerte,

pero la melodía que todos cantamos

quedará impresa para siempre.


- Dolido, camino sin rumbo

a través de mi corazón desdeñado

En una madrugada, me abrí

el pecho, y desde entonces,


en mi interior voy andando,

recorriendo mi sacorfágo corpóreo,

cual si se tratase de un terreno inexplorado,

dispuesto ante mis ojos


La decepción y la frustración

resultan palpables para mis pies,

que van pisando con tiento,

evitando hacerme demasiado daño.


Hay veces que piso algún que otro

cristal roto, y cuando lo hago,

no puedo evitar gritar estruendosamente.

Yo mismo me asusto de ese gran grito,


que se repite en esta cueva abandonada

formando un eco que se prolonga

desde mi garganta hasta la caja torácica,

culminando en las venas de mi corazón.


Aquí dentro, hay algunas húmedades

dejadas por lágrimas despavoridas,

algún que otro elefante soñador

y rastros de sangre solidificados.


Pero también hay un rastro de púrpurina,

que si lo sigues conduce hacía un inmenso

árbol cuyas hojas están iluminadas

por un amanecer del pasado.


- La madrugada se desliza

a través de mis sábanas

cual la mano de una amante,

que rezagada busca aquello intangible:

un corazón que mas bien parece

un concepto demasiado abstracto.

Mientras yo, miro hacía la pared

impotente, esmaltando sueños

y pensamientos sobre esa claridad

un tanto turbia después

de tanta observación infructuosa.

Es bastante vano ver desfallecer

todos los entes imaginarios

que se traslucen en la mente,

y que flotan, como ideas anodinas

que fueron inventadas 

por un ocioso parlanchín.

Si nada o todo es real,

al fin y al cabo da igual

cuando la apariencia lo tiñe todo

en semejanza a aquella madrugada

materializada en una pared entre nubes.

Todo es tan raro, tan impreciso,

como una fantasía que ha sido tomada

demasiado en serio, un juego de apuestas

que por azar siempre 

da el mismo número.

Yo contemplo todo este espéctaculo,

me embriago con las mil imagenes

hasta que finalmente me duermo.


- En la calle puede sentirse

esa desolación que todo lo cubre,

desde los transeúntes hasta el aire

está marcado por esa dejadez.


No importan las perturbaciones externas.

Todo parece sumido en esa desdicha

automática que provoca el frenesí

de esos engranajes corporales.


Cada cosa sigue su curso preestablecido

por las llamadas "grandes ocupaciones"

Obviamente es muy importante

que todo marche como una rueda.


Esta gira y gira, a pesar de ese chillido

proveniente de las desgastadas llantas.

Y si por casualidad el mecanismo

se parase, ya lo arrastrarían al desguace.


Todas las cosas marchan según 

lo previsto, y los asuntos menos

importantes, ya se han desechado

como se expulsa a los mendigos.


Según esta idílica sociedad,

hay gente sobrante, gente que no debería

estar en ninguna parte, que merecen

el desprecio de todos y el exilio.


Prueba de ello es lo limpia que está

la calle principal, la mas tránsitada,

y lo sucias que se encuentran

aquellas otras que se alejan.


Rostros sonrientes poblan los grandes

edificios, mientras que en los pequeños

la tristeza y la desesperación 

son las únicas comidas, el pan de cada día.


Un anónimo desconocido parece gritar:

"¡Por fin soy un hombre nuevo!"

La potencia de su voz se hace eco.

Pero, a pesar de ello, nadie lo ha oído.


- Yo soy la sombra que merma.

Yo soy aquella estrella muerta.

Yo soy el cuervo de una hechicera.

Yo soy la llave que no abre ninguna puerta.

Yo soy la lágrima que se seca...


A través de innúmerables laberintos,

se encuentra la oscura estela,

aquella que todos ven y todos niegan

cual si fuese una utopía barata.


Se inventan muchas historias

acerca de su leyenda: unos hablan

del abandono de una mujer, otros

de un monje travestido,


pero algunos otros dicen que es esclava

de alguna condena impuesta

por los que viven ahí arriba,

los que tanto hablan acerca de la luz.


¿Y quienes son esos? Os preguntaréis.

Yo sólo sé que soy unos embusteros,

que mienten mas que hablan,

y que se les ocurren únicamente calumnias


acerca de un pasado glorioso

que si se sigue llevará a una supuesta

salvación demasiado cursi

para ser cierta, repugnante incluso.


Cada vez que escucho sus fantasías,

mis tripas se retuercen y mis puños

se cierran, hasta que no aguanto mas

y doy un certero golpe sobre la mesa.


Y aquel golpe produce un sonido,

el cual si se repite en el tiempo 

es hasta rítmico, es el redoblar

de un tambor desgastado: tom,tom, tom...


Dice así:


Yo soy la sombra que merma.

Yo soy aquella estrella muerta.

Yo soy el cuervo de una hechicera.

Yo soy la llave que no abre ninguna puerta.

Yo soy la lágrima que se seca.


Yo soy... YO SOY YO.


- Camina el viandante desconocido,

y con sus lágrimas, va enhebrando 

una delicada tela que mantiene escondida en un hueco entre corazón

y mente, para que nadie se la vea.

Le tiene tanto tanto recelo

a que descubran su secreto, esa melancolía que guarda, 

que antes moriría que dejar

que otros descubran su tela de seda.

¡No! Esos infames insensibles

no deben contemplar bajo ningún

concepto, esa tristeza de su corazón

ni esa perdición mental,

de lo contrario, es muy posible

que todos se rían mientras le muelen

a palos dados con saña.

¡No! Jamás verán ni con el rabillo del ojo,

como tampoco de soslayo,

esa añoranza deprimente que le atenaza

como un parásito inserto en el seno

y que medra sus pensamientos.

Eso piensa y siente aquel sin nombre,

en tanto que va caminando despacio,

muy despacio hacía nadie sabe donde

a pesar de que no tenga dónde

caerse muerto el muy desgraciado.

Pero recordar, esa desdicha inmensa,

aquel carcomerse celebral

no puede decirse ni enseñarse a nadie.

Eso sería lo que le faltaba,

el último golpe de gracia

para aquel viandante desconocido,

aquel sin nombre que no tiene

ni dónde caerse muerto...