viernes, 2 de mayo de 2025

Leyenda de la bruja-lamia

 Mas allá de la cordillera que divide por la mitad el mundo onírico, se encuentra una larga carretera que nadie sabe dónde empieza ni mucho menos dónde acaba. Y lo que quizás lo hace más extraño, justo en lo que se supone que es la mitad del trayecto se encuentra un palo rojizo que hace de parada de autobús. El caso es que efectivamente un autobús pasa de vez en cuando por allí sin un horario en apariencia fijo, pero la mayoría de las veces su parada y la apertura de las puertas traseras no produce la bajada de ningún viajero. Es más, el autobús en sí mismo se encuentra casi siempre carente de viajero alguno. El único ocupante es el propio conductor, el cual ya sea dicho de paso rara vez se muestra. Los rumores dicen que está tan delgado y ocupa tan poco sitio que es díficil verle, y a eso se le suma que parece ser que una sombra muy densa siempre se aposenta sobre él, impidiendo así su visión e identificación como individuo.

Yo muchas veces me he interrogado a mí mismo acerca de quién diablos iría a tal lugar en un autobús destartalado que no conduce a ninguna parte. Cuando menciono a los diablos no lo hago de forma retórica, ya que sólo las almas poseídas por algún tipo de demonio, o personas que son encarnaciones de seres que habitan en los infiernos se pueden aventurar por allí. Partiendo de que la trayectoria de esa carretera es sumamente aleatoria y guiada por el azar, podríamos desembocar en un barranco sobre el cual hubiera un inmenso abismo que nos condujese a la más oscura de las negruras, o en el mejor de los casos, acabar dando vueltas sobre un mismo punto incesantemente, por los siglos de los siglos como siguen rezando algunos.

No obstante, yo diría que un peligro que se encuentra en aquella zona aún mayor que los anteriormente mencionados, sería una especie de restaurante que se encuentra allende a lo que parece un poligono industrial. La única manera de llegar ahí es subiéndose al dichoso autobus, atravesando una suerte de urbanización que es habitada por unos seres paticortos que además son bastante estupidos y que viven en un hedonismo muy infantil. El caso es que una vez que uno vislumbra el restaurante que está más adelante, puede darse por pérdido a no ser que se tengan conocimientos de la magia negra más agresiva para salir del hechizo que circunda la zona, el cual se basa en retener a sus visitantes como una suerte de telaraña que no los soltará hasta consumirles por completo, dejándoles como un cadáver andante sin alma mucho más idiota que los seres paticortos.

Se cuenta que en susodicho restaurante con una decoración asiática, o cuanto menos influenciada por oriente, habita una suerte de bruja-lamia cuyos origenes se sitúan en el antiguo reino de Corea antes de la llegada de los imperialistas japoneses. Esta bruja de rasgos exóticos para los que tenemos los ojos como lupas, en el pasado no rondaba por el restaurante, sino que se encontraba vivita y coleando por donde gustase, atrayendo a sus victimas a un destino fatal. Como era bastante atractiva, los seducía cual canto de sirena y cuando los atrapaba en sus redes, absorbía su energía vital abriendo exageradamente la boca, mucho mas allá de la capacidad que consideramos normal. De hecho, tantas almas se tragó que desde entonces cogió bastante peso, quedándose bastante rolliza lo que provocó que lejos de perder su atractivo, lo ganase debido a las curvas y ondulaciones que adordaban su ya de por sí esbelto cuerpo.

Debido a tal situación, un mago blanco llamado Igbel que consideró aquello intolerable, estudiando con ahinco en los viejos libros heredados de sus predecesores, realizó un hechizo para lograr mitigar su poder. Y lo consiguió, replegándola a un exilo forzado que es donde a día de hoy se encuentra. Obviamente, no consiguió hacer desvanecerse su existencia ni tampoco eliminar su poder e influencia, pero al menos logró apartarla tanto del mundo onírico habitado por soñadores comunes como de las posesiones del vigil. Es una pena que este mago fuera derrocado poco después por el ejercito de almas pérdidas y de zunhui del soldado-brujo, pero aquello ya es otra historia que se aparta de la principal.

El caso es que aquella bruja-lamia no tenía por suerte muchas visitas debido a lo apartado del lugar, lo cual hizo que se pusiera a dieta de almas. Aún con ello, no pérdido ápice del peso que había ganado anteriormente, quizás aquella energía vital que había consumido en el pasado se le quedó retenida debido a su densidad en sus glúteos y sobre todo en sus anchos muslos que podían atrapar a uno como las pinzas de un cangrejo. Sin embargo, a pesar de encontrarse en el exilio, pudo apañarse para atraer a ciertos individuos incautos que caían sin saberlo en un maleficio que carente de toda razón les atraía hacía aquella embrujada zona y que les consumía irremediablemente.

Se sabe de un caso en el que un joven, reencontrándose con su amigo de la infancia y tras pasar una tarde plagada de recuerdos y de risas, acabó sin saberlo en susodicha zona. Su amigo había salido corriendo en dirección al restaurante, internándose en el mismo como si lo conociera de toda la vida. Desconcertado y sin saber por qué, él hizo otro tanto para lanzarse en búsqueda de su amigo. Una vez dentro comprobó que el lugar no tenía mucha iluminación, y que era habitado por unos seres que aunque tenían apariencia de personas normales, algo en su aspecto delataba que no era del todo así. Se movían con una rápidez extremada, tenían el rostro macilento e incluso grisáceo, y en sus ojos se reflejaba que su escasez de vida parpadeaba como el fulgor de una vela antes de extinguirse. Mas, a pesar de su extraña apariencia, el joven se arriesgó a interrogarles acerca de dónde se encontraba su viejo amigo, lo cual fue finalmente respondido en un sentido afirmativo.

De repente, algo en su interior le gritó desde las profundidades del alma que saliera del lugar, y así lo hizo. Nada más salir, se encontró un coche aparcado en una entrada desierta. De él salió su padre, al cual también hacía unos años que no veía, y que le saludó con total naturalidad.  El joven se encontraba cada vez más desconcertado, no entendía nada, algo le turbaba e insistía en las palpitaciones de su sien, sin embargo procuró fingir que todo estaba bien y le pidió a su padre que le llevase de vuelta a casa. Este sin escucharle, se sentó en una de las blancas mesas que ya habían adquirido una tonalidad amarillenta que se encontraban allende a la entrada, y justo cuando lo hizo salió su viejo amigo en compañía de un chico con un flequillo inmenso. Poco después, apareció la bruja-lamia de rasgos asiáticos sonriendo con afabilidad, e invitando a los presentes a que se sentaran a comer porque la comida pronto sería servida.

El joven se sintió cautivado por la belleza de aquella mujer. Cada uno de sus movimientos comprendía de una inusitada sensualidad, hasta el parpadeo de sus ojos invitaba a reconocer su voluptuosidad. Esto hizo que pese a que sus turbaciones interiores insistían, se sentase a la mesa sin rechistar para posteriormente probar una comida que reconoció deliciosa para congratular a la bruja. Todo era felicidad y charla vana hasta que fijándose con atención en su padre, notó que este se encontraba raro, como alelado mirando a un mismo punto sin pestañear siquiera. Fue entonces cuando sus palpitaciones cerebrales comenzaron a insistir cuales agujas clavadas en sus sienes, y se levantó como un automáta dirigiéndose al interior del restaurante, poseído por un influjo que no lograba controlar.

Ya en el interior, pese a que no conocía los vericuetos del sitio, se encaminó hacía la cocina como si supiese de su ubicación. Todo eran sombras, ceguedad y confusión hasta que llegó a la parte trasera de la misma y pudo identificar la figura de la poderosa bruja-lamia apoyada en unos viejos cajones. En ese momento, exhalaba una sensación trementamente sensual que casi rozaba la lujuría, sus rasgos denotaban un deseo desenfrenado y el contonearse de su apretujado cuerpo invitaba a las fantasías más mórbidas, situación que hizo que el joven se acercase lo máximo posible a la misma. Dispuesto a besarla sin pensárselo dos veces, descubrió en el instante precedente a rozar sus labios que el rostro de ella se comprimía en una mueca espectral, y que sus rasgos se alteraban formando un aspecto demente. Hasta su piel, antes tan pálida y delicada, se tornó del marrón de la putrefacción, y sus ojos antes entornados e inocentes, se volcaron en una apertura que reveló una mirada demoníaca del color rojo sangre.

Aquello fue en cuestión de segundos, pues poco después la bruja-lamia ya completamente deformada adoptando su figura originaria cuando obsorbe la energía vital, desencajó su boca para abrirla lo máximo posible y beber en frenesí de la alma de aquel desafortunado joven, el cual poco a poco comenzó a menguarse y a adquirir un tono de piel cetrino. De sus venas cada vez más enflaquecidas, sentía el escaparse de su flujo vital, y de sus miembros un peso que se aligeraba en la medida que la bruja-lamia iba dejándole seco como una parduzca hierba en cuanto llega el otoño. Ya completamente consumido, se dejó caer al suelo cual hoja de la mencionada estación, y nada más rozar las losas de aquella abandonada cocina, se deshizo en forma de párticulas de polvo que en la medida que flotaban se fueron desvaneciendo paulatinamente hasta que no quedó ni un ápice del recuerdo de la existencia de aquel joven.

Lo último que se sabe acerca del devenir de la bruja-lamia es que esta fue liberada precisamente por el soldado-brujo que derrocó a quién la encerró allí. Por lo visto, este tras lograr revertir el hechizo de otra bruja que intentó tomar el control de sus poderes, hizo un pacto sellado con la misma hasta el punto de conseguir que se convirtiera en una suerte de aliada suya. Poco después de sellar ese pacto, presintió que otro ser se encontraba presente en la sala. Esto lo supo al principio de forma cuasi-intuitiva debido a cierto instinto mágico, mas lo que ya lo hizo evidente fue el escuchar como los cacharros de su destartalada cocina se movían en frenesí, cayendo y volviendo a subir como si se tratase de un poltergeist.

En esos momentos su familia se encontraba con él, y aunque le dijeron con cierto temor que lo ignorase, que quizás pasaría tal y como apareció, el soldado-brujo no pudo controlarse y les comunicó su intención de solucionarlo. Así pues, se encaminó en dirección a la cocina e invocando con su voz a que la presencia que estaba en la sala se presentase y le conmitase a comunicarle cual era el motivo de su inesperada visita, esta se percato de su demanda, y lo que es mas, de quién era quién interrogaba a su presencia para que esta se revelase. Y así lo hizo, deformando con ondulaciones repentinas la sala, convirtiéndola en un lugar de pesadilla, cual si el soldado-brujo hubiera atravesado un portal que le permitiese transportarse al otro lado más allá del propio mundo onírico.

Mas a pesar de ello, permaneció sereno y se deslizó a través de las ondas ilusorias con total naturalidad, atravesando las deformidades que se le abrían al paso sin problema aparente. Así pudo localizar a la bruja-lamia en la sala central de aquella ilusión, y la prestó especial atención a sus demandas. Esta le contó lo que sabía de él, que derrocó al mago blanco que la exilio mucho más allá de los dominios conocidos en el mundo de los sueños, y que desde entonces se encontraba sedienta por la escasa cantidad de victimas. Al escuchar esto, el soldado-brujo conmocionado hizo un trato con ella cuyos términos son hasta ahora desconocidos. Pero, por lo visto, mediante unos gestos con la mano y unas palabras rituales, logró liberarla de su prisión. Hecho mediante el cual ella siempre le estaría agradecida por motivos obvios.

Desde entonces, la bruja-lamia campa a sus anchas de nuevo por el mundo onírico con total libertad dejando tras de sí una hilera de cadáveres despojados de esencia vital, completamente consumidos en forma de desechos carbonizados algunos, mientras que otros ya son efímera reminiscencia de las cenizas. Meros recuerdos todos ellos de una existencia que ya no importa a nadie, cadáveres que jamás serán reclamados por la hacienda del destino.

Lo más cruento de esta situación si atendemos a ciertos rumores que pululan por aquí y por allá, es el pensar que esta bruja ha logrado cierto control sobre los elementos, y que se ha aplicado muy seriamente al estudio desde su contrato con el soldado-brujo, puede que este incluso le revelase cierta información que ha sido velada a la mayoría de los mortales. El caso que menciono es el que señalan ciertas habladurías en torno a que esta bruja-lamia ha conseguido traspasar el umbral que divide el sueño de la vigilia, por lo cual si nos atenemos a las consecuencias de este hecho, puede hacer que devore almas vivas en nuestro día a día del mismo modo a como lo hace en la oniría. Si así fuera, en el caso de que uno se encuentre un cadáver completamente descompuesto que ha sido abandonado por ejemplo en medio del campo, y cuyos rasgos son indeterminados, y que al mínimo contacto con la mano del forense se deshace en millares de párticulas, ya se sabe lo que lo podría haber ocasionado...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.