sábado, 15 de octubre de 2022

Gatos y hormigas

 Antaño, se contaba acerca de la existencia de dos países que se encontraban muy cercanos entre sí, aunque eran muy diferentes el uno del otro. Tan cerca estaban sus fronteras, pero tan distantes eran sus corazones... Eran como dos personas que se querían mucho por la costumbre de los años, que se mantenían uno a la vera del otro constantemente. Pero, que, en el fondo, nada tenían que ver entre sí. O como dos hermanos gemelos que habían pasado toda su vida juntos. Y, que, sin embargo, a pesar de su idéntica apariencia externa, en lo que se refiere a su interior, no podrían ser mas dispares.

Lo mismo les acontecía a estos dos países, de los cuales su existencia se ha puesto muchas veces en entredicho, a excepción por algunos pocos hombres profundos. Como decía, estos dos países,  a pesar de encontrarse uno al lado del otro, no tenían comparación el uno respecto al otro. Si uno era la luz, el otro la oscuridad, si uno era el bien, el otro el mal, y si uno era la diestra, el otro era la siniestra ¿Por qué digo esto? Por lo que se sigue.


Su diferencia radicaba no tanto en su paisaje, como en el modo que tenían de funcionar. Llamemósle a uno "el país de las hormigas" y al otro "el país de los gatos". En el país de las hormigas, tenían un gobierno muy riguroso y estricto. Sus leyes eran muy severas, y sus gobernantes muy duros con sus ciudadanos. Había tanta cantidad de leyes, que ya nadie sabía lo que debía hacer, o lo que no. Y cuando, las mas de las veces sin querer, alguien infringía una de esas ilusorias leyes, se le castigaba con una tenacidad tal que la mayoría de las ocasiones se producía la muerte. En el caso del país de los gatos, el asunto era muy diferente. Ahí, no existía la noción de ley, ni siquiera la diferencia y la definición de lo que está bien, y lo que está mal. Su gobierno era suave y blando como el agua, se adaptaba a las circunstancias de sus ciudadanos en vez de que los ciudadanos se adaptasen a las circunstancias del gobierno. De hecho, sólo tenían un gobernante, el cual era un anciano bastante apacible que dejaba la vida pasar con serenidad. A él acudían todos a buscar consejo, y él nunca reprochaba nada a nadie. Simplemente se límitaba a escuchar, y a aconsejar tomando en cuenta la forma de ser y las circunstancias de cada cual.

Lo curioso del caso, es que en el país de las hormigas siendo tan estricto y estando tan cargado de leyes, la gente tenía muy mal fondo y guardaba mucho resentimiento en su interior. Campaban los ladrones a sus anchas, y los sinvergüenzas hacían lo que querían. Y si pillaban a cualquiera de los dos, siempre tenían algún tipo de justificación que les hiciera librarse de sus crimenes. Los gobernantes se enriquecían, mientras que el pueblo llano empobrecía. Y esto no sólo respecto a sus bienes básicos y materiales, sino también en el alma. Es decir, el exceso de leyes, de intervención por parte del gobierno y de su dureza,  envilecía y envenenaba a las gentes.

Mientras que, por otro lado, en el país de los gatos siendo tan liviano y pasajero, las personas se desarrollaban naturalmente, sin recelos los unos con los otros. Cada cual hacía lo que podía, y era cual su naturaleza original, moviendose por el mundo de acuerdo a la sencilla espontaneidad que les nacían de sus prístilos corazones. No había ni ladrones ni maleantes por las calles ¿Por qué iba a haber si cada cual era quién realmente era, y podían moverse con completa libertad? Los ciudadanos estaban completos y disfrutaban de una abundancia que no se podía pagar con nada. Y esto era así porque estando colmados en su interior, no requerían de nada externo para satisfacer sus carencias. El viejo gobernante era el único del que se podía decir que era pobre, y aún así, había quién lo dudaba porque todo se lo cedía a los demás, sobre todo su sabiduría. En fin, digamos que su carencia de leyes, su no-intervención y su blandura provocó que la gente viviera en paz y en completa libertad.

¿Dónde estaban ambos países? La verdad es que no lo sé con certeza. Y como no lo sé, prefiero callar. Sólo sé lo poco que sé, de lo que me han dicho otros y que yo he creído porque algo en mi interior me indica que debe de ser así. Sin embargo, y por último, he de advertir que cualquier parecido entre nuestra realidad efectiva con el país de las hormigas es mera casualidad...



domingo, 9 de octubre de 2022

Las ondulaciones del agua

 Una gota proveniente del rocío matutino cayó sobre un estanque. De las ondulaciones del agua, se formó un nuevo mundo. Un diminuto mundo, a decir verdad. Pero, un mundo al fin y al cabo. Una suerte de microcosmos en que pequeñísimos seres habitaban creyendo que no existía nada más allá de esas ondulaciones acuiferas. Sólo existía durante unos leves instantes, lo que para nosotros sería un suspiro, un mundo tan pequeño e infimo, resuelto en unas curvaturas efimeras. Esa gota que caía, contenía la escarcha evaporada que cobijó una hoja durante la noche, y que, con los primeros rayos del sol, se transformaba en el movil que crearía un mundo. El cual sería habitado por unos insignificates seres que desconocían lo que tenían al rededor, y que a su vez, eran desconocidos por seres muchísimo mas grandes que ellos.

En semejanza, nosotros somos como esos seres enanos que habitan un mundo desfalleciente. Nos creemos únicos, el epicentro donde surge algo sumamente importante, que dirigimos las riendas del cosmos y que el universo nos pertenece. También creemos que nuestro modo de conocer es infalible, certero e inagotable, que nuestros avances cientificos y técnicos conducen a un proceso en el que nuestro poderío se incrementará mas allá de lo imaginable. Mas ¿A caso no nos comportamos como esos diminutos seres inconscientes que se tienen como razón de ser de todo lo existente?  ¿Nuestros supuestos esfuerzos y avances no vienen a resumirse en ese escaso impulso que dura un segundo de uno de esos pequeños seres antes de desfallecer? ¿Y cada pensamiento nuestro no termina por parecerse a lo que dura esa ondulación de agua en desvanecerse para siempre?

Nosotros, en nuestra arrogancia e inconsciencia, creemos ser motor de todo existente, que nuestros conocimientos son innúmeros, y que, nuestras acciones vienen a cambiar el mundo entero. Pero, en realidad, cada pensamiento que formamos en nuestra mente, cada movimiento que realizamos en vida, cada paso, cada respiración, cada suspiro... No vale lo que una mota de polvo. Todo es en balde como el esfuerzo de esos pequeños seres que se creen que son capaces de alargar por mas de dos segundos su efímera existencia.

Aquí, en este mundo, hacemos igual. Desde la eternidad, todos nuestros pensamientos y motivaciones son vanos. Mas, aún con ello, todavía nos creemos importantes siendo en realidad ignorantes como las abejas que se creen dueñas de sí cuando sólo obedecen al espíritu de la colmena. Nosotros también obedecemos al espíritu de una particular colmena cuando salimos todos los días de nuestra casa. Llamese colmena al estado, al país, a la comunidad, a la ciudad, al pueblo, a la familia... Todo aquello nos ata, nos hace pensar que eso supone un mundo en el que hemos de colaborar para beneficiarnos a nosotros mismos beneficiando en verdad a alguien que está por encima de nosotros en la jerarquía social. Pensandolo mejor, la colmena de las abejas es más coherente que la nuestra.

Todos nuestros supuestos saberes no son más que un soplo desviado en una madrugada tranquila. Como el viento, nadie sabe a dónde va ni de dónde viene. Y aunque podamos saberlo en ese momento alzando un dedo, su cambio en cuestión de segundos es impredecible. Al igual ocurre con lo que puede entenderse racionalmente. El mundo, al estar en constante cambio, siendo las cosas tan pasajeras, es imposible saber a dónde se tornarán una vez que han cambiado. Lo único que sabemos es de la existencia de ese cambio porque lo percibimos. Pero mas allá del mismo, no parece que haya nada estable. Nosotros inventamos la estabilidad y el conocimiento racional para contentarnos. Mas, en realidad, todo lo que existe, lo hace y no lo hace a la vez. La vida se hace muerte, y viceversa. Lo duro frágil, y viceversa. Lo fuerte débil, y viceversa. Lo duro suave, y viceversa. Y así con todas las cosas.

No existe algo así como un sentido de las cosas, como lo inmutable del conocimiento, o al menos, si existe, no podemos comprenderlo por lo falible de nuestro entendimiento. Y como no podemos saberlo con entera certeza ¿Por qué nos devanamos los sesos intentando averiguarlo? ¿Por qué entramos en debates insustanciales sobre cómo si, o cómo no son las cosas? Lo mejor será que evitemos todo tipo de debates sobre las cosas porque en cuanto las señalamos para decir lo que son, la cosa en cuestión ha cambiado y ya no es la misma. Si debatimos, si entramos en el juego dialectico del es-no es, nos perdemos a nosotros mismos. Nos tornamos vanidosos, nuestro ego se piensa dueño de algo, siendo en verdad ignorantes de todo cuanto existe, e incluso de todo cuanto no existe.

Es díficil expresar en palabras todas estas cosas, ya que las palabras procuran cristalizar lo que está en constante tránsito, lo cual es imposible. Mucho mejor será el callarnos, el silencio es justo con lo transitorio. Sin embargo, usar de la palabra sobre todo por escrito, nos sume en la hermosa ilusión de habitar sobre una capa de mundo que se sobrepone con la del mundo real, que es a la vez irreal, existente y no existente a la vez, y que, nos hace vivir lejos a la corrupción. Por momentos creemos habitar en un lugar lejano que nos permite contemplar los cambios del mundo en la distancia. Eso incrementa nuestra creatividad, nuestra espiritualidad, el ejercicio imaginativo e interior nos lleva a ser por vez primera honestos con nosotros mismos para serlo también con los demás. Sobre todo la metáfora tiene mucho valor, la alegoría y la fábula también, como fábula que es nuestra vida y alegórica metáfora que es la existencia de todos los seres. Puede ser un mal cuento, una metáfora banal. Pero cuento y metáfora al fin y al cabo.

Hay que sobrepasar también lo que pensamos que es el bien y es el mal. Las cosas que cambian sin cesar no son buenas ni malas en sí mismas, tampoco lo son por otros. Son buenas y malas a la vez en el mismo tiempo, lo que pasa es que a nosotros nos dá la sensación de que son unas veces buenas, y otras veces malas, debido a lo limitado de nuestra comprensión. Al igual que todas las cosas son y no son al mismo tiempo, viven y mueren en un mismo lugar, estas ni son buenas ni malas, que es lo mismo que decir que son buenas y malas en un mismo tiempo y distinto lugar. Todo aquellas distinciones son términos que nos inventamos nosotros para pensar que llevamos el control de nuestra vida y del mundo. Pero en verdad, nada de eso nos aprovecha en nada. No tiene validez en la medida que tampoco lo tiene lo que creemos conocer racionalmente. Es un mal cuento. Un mal cuento que nos hemos creído como gusanos al arrastrarse por la tierra. Incluso, los gusanos tienen mas dignidad que nosotros en tanto que su arrastrase lleva mas lejos que las distinciones entre el es-no es, bien y mal, fuerte y débil, pobre y rico...

En este mundo, unos parecen ser felices, y otros lloran, unos sienten contento y otros sufren, unos parecen afectados y otros indiferentes. Y digo que parecen porque en verdad no podemos llegar a ser capaces de ahondar en ese interior. Al igual que nuestro conocimiento de las cosas es vano y superficial, lo mismo acontece con las personas. Al final todas estas cosas poco importan, son tan momentaneas como pompas de jabón. Unas veces estas son grandes, otras veces, pequeñas, pero al cabo siempre explotan y al tiempo vuelven a formarse otras. Al final, lo verdaderamente importante, tanto para conservar integro el espíritu, como simple y pura la mirada, es atenernos a lo que en realidad somos, aceptando el cambio, y que este, se encuentra intrínseco en la naturaleza de todas las cosas. Lo restante, es todo humo.

Acude en ti, retorna a quién verdaderamente eres en tu interior. Olvida el recuerdo, la opinión, los saberes superficiales, las palabras vanas y las experiencias pasajeras. Atente a la mirada interna, a lo que te comunica tu corazón cuando se encuentra limpio y no contaminado, corrupto por dejar que todo lo externo se extienda en ti cual una enfermedad. Lo único estable es esa verdad proveniente de reinos espirituales que sobrepasan la ilusión que resulta del mundo. Nada de aquí puede darte una certeza, la única certeza es que aquí no la hay, y que si puedes alcanzarla es únicamente cuando uno alcanza la conciencia interna ¿Cual es esa conciencia interna? No lo sé, ni yo la conozco. Quisiera, pero a día de hoy no he visto esa luz. Soy un ciego que intuye, que señala sin atisbar qué es lo que señala. Lo advierto, lo siento en mi interior. Estas palabras no son mías, son de algo que me sobrepasa. Un secreto camino que he recorrido en sueños, mientras tenía los ojos cerrados. Sólo lo he sentido con el tacto de mis pasos.

Harto díficil es intentar explicar estas cosas. Hago lo que puedo. Mas sé que mi escaso saber es limitado como el de muchos otros. Soy un ignorante que apunta a algo que está muy por encima de mí mismo, como también de la humanidad entera. Ese algo se encuentra en un núcleo que es y no es, que es parte de todas las cosas y de la nada, que existe y que no existe, que nace y muere, que se corrompe y es impoluto... Es decir, que es incomunicable. Lo he intentado de forma muy poco convincente, muy pobre como lo son mis palabras. Pero lo dicho, dicho está. Porque es así, y porque no puede serlo de otro modo. Porque no es así, y porque podría ser de otro modo. Y ahora, sólo cabe el silencio.