sábado, 25 de enero de 2020

Prosas veladas que anuncian

En un día que ya era casi noche, en alguna mesa dispersa en cualquier bar oculto por las calles de Madrid, dos enamorados se propusieron jugar a un juego. Este consistía en que uno de ellos escribiría una frase en un papel, y el otro, no vería lo escrito, excepto su última palabra, y en torno a esta seguiría con otra frase distinta. Lo que al principio parecía mero entretenimiento de dos líricos incomprendidos, se convirtió en revelación, la cual era sin duda amorosa, y preveo que Dios ayudó en mostrarla. Dicho esto, y sin rellenar espacio en vano, aquí dejo lo que resultó de una supuesta inspiración azarosa, que en verdad fue todo un designio divino, mas quién caiga en la duda declarando que todo se debe a una casualidad, le recomiendo que deje de mentirse a sí mismo y de negar lo que emana de su corazón para abrazar la verdadera fe. Gracias te sean dadas Señor por cuidarnos desde las alturas, que Cristo nos acoja en su pecho. Amen

- Nuestra historia

Rezagados, extasiados, tras liberar los fulgores amorosos, a tu presencia hago reverencia, la mía ante lo académico que llevó la sal, el mal y lo que percibí como enamoramiento. Aquel que siendo como el escurrirse de una estela, que en su senda deja un rastro eterno, constante, llega al mismo punto donde tus ojos ya me velaron que guardabas mi esencia en tu idea. Velado, cual atisbo de lo que se busca y que puede encontrarse, una vez que las pupilas se hallan, puede contemplarse a Dios. Y el Espíritu Santo en tu hablar cuando se dirigía a mí, pues en tus actos reside el amor.

-Tristezas diversas

Canta el gallo o tal vez el grito de la agonía que exhausta por ser participe del vivir quiere arrancarme de la vida. Reflejo de la muerte, deleite que huye la corriente, en semejanza a las miradas vespertinas de la gente, las cuales me maldicen por el mero hecho de existir.

Tal vez sin hacerlo, la agonía es lo propulsor al sin sentido, a la irremediable sensación y veneración de lo contradictorio. Así, también, mis suspiros son contrarios unos a otros, son lágrimas evaporadas, se escapan, se escurren de mi boca hasta culminar en lo que será mi tumba.


- El acostumbrado hidalgo quebrado junto con Esther González Bravo (https://filomedievalcomplutense.wordpress.com/author/leofloes/)

martes, 14 de enero de 2020

Monodiálogo


De nuevo, se encontraron ambos en el interior de la hórrida sala. Ya vieja y demacrada, la habitación en cuestión estaba adornada por telas amarillentas y roídas tras el paso del tiempo, solamente habría que destacar que justo en el epicentro había una mesa de madera maciza, y dos sillas de pino, a pesar de estar repletas de telarañas, aún conservaban su lustre proveniente del pasado. Los dos personajes se sentaron respectivamente a cada lado, uno de ellos sostuvo su mejilla izquierda con una de sus manos, y el otro cruzó ambos brazos en el pecho para apoyarse con mayor tesón. Tardaron en hablar, aproximadamente unos veintidós minitos, mientras tanto ocuparon su tiempo en indagarse con el auxilio de sus miradas, quizás así lo hicieran porque sabían que hay palabras que callan y dicen mucho mas de lo que debieran.

Tras el tiempo indicado, uno de ellos -el que arropaba su pecho- quebró el divino silencio para decir tan entusiasmado como eufórico:

- ¡Cuánto tiempo hacía que no nos veíamos! Te aseguro que he pasado por muchos lugares procurando encontrarte... ¿Y para qué? ¡Para nada! No parecías estar en ningún sitio, intentaba buscarte con el corazón constreñido, y parecías desvanecerte, cada vez estabas mas lejos.

- Vaya, vaya... Así parece que fue -respondió el que usó una de sus manos para apoyarse, mas ahora puso la contraria también, de manera que en ese momento se apoyó con ambas manos- Yo, en cambio, aunque te recordaba en la lejanía, jamás se me pasó por la cabeza buscarte. Es decir, si ya te tuve una vez, daba por hecho de que lo volverías a estar.

- A mí también me llegarón atisbos e intuiciones acerca de nuestro reencuentro, pero en mi incapacidad de conceptualizarlo y hacerlo concreto, la duda me invadió -volvió a decir este, tensando las brazos y fijando la vista- Te voy a decir una cosa, a pesar de la incertidumbre que sentí, tenía una certeza que nadie podrá robarme, y sé que te parecerá contradictorio que este caos afectivo tenga un orden en su desorden.

- Ciertamente, no le encuentro un sentido a nada de lo que me dices. Sin embargo, puedo encontrar algo valioso, y es que tus juicios apuntan a algo muy elevado y gracioso que tú te obstinas a replegarlo en tus neblinas. En lo que a mí se refiere, te diré que los acontecimientos se me dan muy claros y evidentes, pues estos pasan, en tanto que yo capto aquellos que pueden ser provenientes de los mas altos principios.

- Yo también sé de principios, aunque supongo que tengo otra forma de hallarlos. Voy andando mediante impulsos, la voluntad se infla, se destila, se derrite incluso, y el alma entera me palpita. Entonces, me detengo, me quedo en inhóspito suspenso y espero, y mientras así dura la espera me tumbo en el suelo y miro al Cielo, cierro los ojos y suspiro, y me digo a mí mismo desde el interior: "¡Ay, Dios mío, quién fuera ave para alcanzarte antes!" Después, recuerdo que soy hombre, y me tranquilizo, ni los ángeles están tan predispuestos como nosotros, tenemos la oportunidad de obrar, de ejercitar la ascensión, y en consecuencia, la salvación. Así, pues, me pongo en pie y sigo con lo mío.

- ¿Ese es el final de alguna historia? -dice este parpadeando- Podría explicarse de una manera mas diáfana, y no tan oscura como la tuya. Por ejemplo, imagina una gota de rocío mañanero cayendo de una verdosa hoja hasta el suelo, un suelo que por otra parte, debido a tal número de gotas, se encuentra repleto y ya ha formado lo que se diría un gran charco. Uno se pregunta: "¿De dónde ha nacido esa gota?" Y se responde: "Se trata de un proceso de evaporación celestial" El asunto versa en torno a causas y a sus efectos, a la recta vía que conduce hacia la Primera causa incausada de la que mana un fénomeno al que solemos llamar la causalidad. No resulta tan complejo plantearselo, a partir del mas nímio sentido común se puede llegar a los primeros saberes.

- He venido a decirte exactamente lo mismo sin usar de tantos tecnicismos que tanto embotan los sinceros sentires ¡Oh, se me acaba de caer a la memoria otra ocurrencia de las mías! O, lo que tú llamarías, mis historias -iba diciendo mientras se rascaba la nuca con una falta de sutileza, quizás intencionada- Se cuenta, que en cierta ocasión una santa mujer parió dos hijos, y estos dos tan sólo se diferenciaban en un año de distancia temporal. Ambos, como es de suponer, fueron muy bien críados, crecieron juntos con amor y armonía. Mas, no obstante, a partir de que alcanzaron la mayoría de edad, uno de ellos rompió el lazo del yugo materno, y podría decirse que se descarriló, tomó sendas sumamente distintas de las que su madre le dotó. El otro, en cambio, cumplió los preceptos, siguió desde el principio el camino que se le designó, y su madre se mostraba tremendamente orgullosa en lo que a él se refiere, pero no era capaz de olvidar la fuga del hijo menor, este dolor de su marchar le aflingía constantemente. Este último pasó por gran cantidad de abismos, cayendo por todos ellos, se ensució, se dejó sucumbir por todos los pecados imaginables, hasta él desde su consciencia interna se dió cuenta de lo mucho que se había alejado del fulgor primigenio. El mayor, mientras tanto, pereció en esta travesía que es la vida, hecho que también hizo aminorar la alegría que pudiera sentir su madre cuando estaba en su compañía. Mucho tiempo y muchos punzantes daños tuvo que pasar el pequeño, hasta que volviese de retorno al amado hogar. Sin embargo, así lo hizó. Volvió bastante desmejorado, sucio, con arapapos y con un semblante que parecía haber sido despojado de su alma. Su madre, cuando pudo volver a apreciar el rostro de su querido hijo, se le encharcaron las mejillas de gran cantidad de lágrimas, y lo recibió en sus regazos con todo el amor que su pecho era capaz de albergar, el cual, es obvio apuntar que era inmenso. Ello enterneció al hijo, y también dió rienda suelta a las lágrimas, y estas se mostraban entre amargas y dulcificadas. Y así le dijo su buena madre: Hijo mío, sé que has hecho cosas horribles y que has pecado, pero no te preocupes. Has sido perdonado, y ya que has vuelto, además, salvo." Esta es sin duda una fábula, pero de las reales, no de aquellas que dicen inventadas, sino que son tan trasparentes como la vida misma frente a un espejo

Se hizo el silencio, y se mostró tal cual es. El dialogante contrario se quedó mudo, probablemente porque encontrara semejanzas entre la historia y sus propias vivencias ¡Quién no ha sido el hijo descarrilado en alguna ocasión! Él también lo fue en su día, mas lo que no sabemos es si consiguió volver, o al cabo, aún se encuentra en camino. Se quedó, pues, la palabra trasquilada en el aire, un nudo de tela se le formó en la garganta, y solo pudieron responder sus ojos, que vidriosos, dieron paso a la emoción que se negaba a contenerse, ansiaba liberarse. Dejó de sostener con sus manos la cabeza, para que estás incurrieran en un golpe con tesón dado en la mesa, como un objeto muerto que se deja caer. Cerrando y abriendo sus párpados con lentitud, y deslizando sus dedos con tiento por los bordes de la mesa, comenzó a decir:

- Puesto que parece ser que aquí de lo que se trata es de contar historias, la tuya ha traído en forma de remembranza, algo que soñé o que leí, mas ya no me acuerdo exactamente donde: "Se cuenta en versículos sagrados, la historia de un divino pastor, el cual tenía un espléndido rebaño de ovejas que habían sido aparejadas para abastecer a esta corrompida tierra de los milagros de la creación. Este pastor al que me refiero, tenía cierta particularidad respecto a los demás pastores que han habitado en el mundo, puesto que seguía preceptos mucho mas altos, y prometía un reino donde ya las caminatas diarias serían leves sacudidas sin importancia. Así, entonces, todas las mañanas se ocupaba de liberar a las ovejas de la valla donde estaban cercadas, y así lo hacía hasta el ócaso, volvían allí, y vuelta a empezar. Todas estas ovejas, le eran obedientes y procuraban, en la medida de lo posible, seguir los mandamientos de una manera incondicional y desinteresada. No obstante, una de ellas que era un tanto mas oscura que las demás, dió en su pecho cabida a la duda. Después de cada paseo, se preguntaba a sí misma ¿Y esta rutina para qué? Por las noches, le daban temblores, y en una de estas incertidumbres nocturnas, salió sin que le viese nadie. Tan díscola era ella, que salió corriendo, rompiendo así el vallado que les impedía a las otras salir. Todas se dispersaron, y pese a que se mantuvieron bastante cerca en pequeños grupos, cada vez había mas distancia de las unas respecto a las otras. Al día siguiente, el buen pastor se encontró el panorama, mas él ya sabía que esto iba a pasar, pues conocía a la perfección a cada una de sus ovejas, y advirtió la rebeldía de la mas oscura. Se lo tomo con mucha serenidad, y emprendió la búsqueda de esta última, por mucho que el resto de los pastores le tomarán por loco, ya que desde el sentido común, no lograban justificar el por qué pudiendo encontrar a las otras con facilidad, se encaminó tras aquella que en cierta medida le había traicionado. Nadie entendía cual era su intento, pero el divino pastor, con un corazón lleno de espinas latiendo con una pasión que no le cabía en el pecho, siguió el rastro de la oveja perdida, y hay quién dice que efectivamente la encontró, y formó un nuevo rebaño"

Ambos hombres continuaron su animada conversación largas horas... ¡Quién sabe si llegaron a algo! Yo espero de que así sea, pues si al final lo consiguieron, alcanzaron aquello que venían desde el principio buscando. Y seguramente, tras tomarlo con sus propias manos, volverían a comenzar como suele ocurrir cuando se trata de pensamientos y sentimientos tan grandiosos y elevados. Así, al menos, me gustaría pensar a mí, que también estuve allí presente ¿Atendí como debiera? ¿He anotado lo importante? A mí parecer, he escrito aquí lo que tendría que escribir, sea la apreciación según quién lo leyere, yo por mi parte, me doy por satisfecho de que con auténtica fe ferviente, he podido beber un ápice de esta suculenta y pura agua, manjar para todo aquel que tiene sed.