Siempre he detestado Madrid. Si bien es cierto que por otro lado valoro la historia que se trasluce en sus estructuras arquitéctonicas, la gran cantidad de personajes importantes que por ahí han transitado y sus librerías cargadas de clásicos inmemoriables, me desagrada la cantidad de gente que pulula por sus calles, la sobrexplotación turística y el mal olor a meados que se encuentra en cada esquina. Sin embargo, aunque no me agrade en demasía, muchas veces me veo obligado a transitar por sus sucias calles de vez en cuando, ya que viviendo yo en la periferia lejana del campo, resulta inevitable cruzar el centro para los más diversos labores.
En esta ocasión, acudí en busca de un determinado conocimiento en torno a un personaje espiritual en concreto, lo que me llevó al barrio de Lavapíes. He de reconocer que siempre me ha agradado el susodicho barrio debido a su gran diversidad cultural, aquella zona recibe una gran influencia migratoria que hace que sus calles estén pobladas por gran multitud de senegaleses, guineanos, marroquíes, egipcios, indios, pakistaníes, etc... Debido a ello también hay gran cantidad de locales, restaurantes y bazares que nos trasladan a un centro metropolitano africano, lo cual da pie a pensar que uno está viajando sin necesidad de desplazarse mucho. Además, entre sus hogares se encuentran gran multitud de personalidades que tienen los más diversos conocimientos, desde religiosos conocedores de los textos coránicos, hasta sabios practicantes de sabidurías anteriores al racionalismo occidental, e incluso magos vudú capaces de manipular los elementos de acuerdo a dioses-guías que pueden conducir a uno hacía la salvación, o hacía su propia perdición.
Así, pues, me encaminaba yo sorteando calles donde no lograba ubicarme en busca de una vivienda baja donde vive el sabio Gudku, de origen nigeriano y conocedor de una pretérita sabiduría de la que yo ansiaba conocer una serie de detalles concretos de cara a mis investigaciones. Tras muchas idas y venidas, logré localizar la casa, y ante su puerta llamé con cautela, me recibió un hombre ya entrado en años y sumamente alto. Sus arrugas eran mudos testigos de su avanzada edad, mas a pesar de ello comprendía de un vigor que era atestiguado por la agilidad y la soltura de sus movimientos. Invitándome a que me sentara en una antigua silla de madera plagada de bajorrelieves con las más extrañas formas que uno pueda imaginarse, se sentó frente a mí rodeado de mantas y harapos y comenzó a decir:
"Me alegro de que por fin te hayas dedicido a venir. Desde que supe acerca de tus particulares intereses, yo también sentí una gran curiosidad por saber quién sería aquel que busca recibir de mí, un viejo al que los años ya le pesan, unos conocimientos que lamentablemente han sido olvidados por las gentes de nuestros tiempos. Tan preocupados están por sus asuntos mundanos y por su obnubilación ante los avances de la técnica moderna, que han olvidado lo que verdaderamente nos hace humanos, negándose así a siquiera vislumbrar la proyección de sus capacidades internas... Pero bueno, este es otro asunto que no viene del todo a caso. Soy anciano, y tiendo a divagar... En fin, ¿Por dónde ibamos? Ah sí, por su interés en torno a mis conocimientos. Como quizás sepas, en África la principal fuente de conocimientos antes de la llegada del hombre blanco eran las leyendas que eran transmitidas de generación en generación por los ancianos, y de las cuales las generaciones posteriores extraían conocimiento para afrontar lo que sería su vida adulta. Pues bien, yo no puedo hablar por África en general debido a que cada zona tiene sus particularidades tradicionales y culturales, pero sí puedo hablarte en torno a lo que me han legado mis mayores nigerianos en torno a nuestro propio trasunto mítico.
Verás, quizás una de las leyendas más sonadas de nuestra tierra es aquella que habla en torno a una hermosísima muchacha que no se cansaba de desdeñar a todo hombre que pretendía enlazar su vida con la de ella. Muchos lo intentaron, pero sobre todo un joven cuyo nombre se ha perdido insistía con cada amanecer en sus pretensiones amorosas, y aunque se deprimía en cada ocaso, al nuevo ascenso del sol volvía en insistir con fuerzas renovadas. Sin embargo, la hermosa joven de esbeltas caderas y finas facciones, también insistía en su desdén hacía su joven pretendiente, debido a que ella consideraba que por su talle y su belleza merecía algo mejor.
Esto pensaba la joven hasta que un día yendo de compras al mercado del pueblo para ayudar a sus padres, pudo vislumbrar entre la gente a un hermoso caballero. Este comprendía de una gran altura, un semblante que enamoraría a cualquiera y una musculatura muy desarrollada que atestiguaba que se trataba de un reputado guerrero. Además, sus tersos brazos, sus vigorosas piernas y su hermoso pecho estaba adornado por una armadura dorada que daba testimonio de una cuna muy ventajosa para los intereses de una joven pretendienta. Obviamente esta acabó prendada de él, y sin pensárselo dos veces acudió a su presencia, persiguiéndole por todo el mercado.
Una vez que pudo hablar con él, comprobó lo delicado de sus palabras y sus maneras, lo que hizo que esta se enamorase cada vez más, y cuando ya se iba de vuelta al hogar fue encaminándose en dirección a lo más profundo y frondoso del bosque. Y pese a que él la advirtió que se arrepentiría si insistía en seguirle hasta su aldea, ella hizo oídos sordos cegada por su fascinación por lo que consideraba que era el hombre ideal de sus sueños. Tras un largo recorrido, los ojos que antes eran de admiración y embeleso fueron tornándose sombríos cuando una vez que llegaron a una espesura, el susodicho hombre fue despojándose al principio de trozos de armadura, mas luego fue arrancándose miembros de su propio cuerpo, lanzándolos a un lado y a otro, y agradeciendo a unas criaturas amorfas el préstamo. Una vez que se deshizo de todos aquellos miembros impostados, la muchacha comprobó horrorizada de que tenía ante ella una calavera flotante. Con el despiste, esta calavera aprovechó en lanzarla a un foso que era habitado por gran cantidad de otras calaveras que se desplazaban dando vueltas por el suelo, o levitando con la ayuda de unos poderes extraños.
Cuando el joven que la pretendía dió cuenta de su desaparición, y se propuso encontrarla fuera como fuera. Con la ayuda de un informante supo de su huída del mercado con un esbelto caballero, e incluso la dirección que habían tomado. Decidió seguirla, y cuando ya llegó a la zona se espantó con la visión de criaturas deformes que portaban miembros humanos que se intercambiaban unas a las otras cual si se tratase de un extraño juego. Pero más le espantó el oír los sollozos de su amada y comprobar que esta se encontraba en un foso rodeada de calaveras que parecían reposar a su al rededor. Mas su amor era más fuerte que su terror, e internándose en el foso con la ayuda de una liana, pudo rescatar a su querida y salir corriendo de ahí. No obstante, las calaveras flotantes se percataron de su huida con su recíen botín, así que cuando el joven miró sin querer hacía atrás pudo ver una nube de calaveras que se desplazaban en su dirección, unas en el aire y otras rodando por la tierra mientras emitían los más espantosos sonidos y crujidos.
Pudo llegar a la aldea a salvo, pero mientras las calaveras iban acotando las distancias que les separaban. Así que decidió pedir la ayuda de un chamán que sirvió de intermediario con las horrendas calaveras flotantes. Estas accedieron a que se llevara a la joven y a que incluso se casase con ella si esta accedía a cambio de que pasados veinte años entregaran ambos su vida al Dios de las Calaveras flotantes y se metamorfoseasen en un par de ellas. El joven accedió y pasó una vida muy feliz en compañía del amor de su vida, mas llegado el plazo, se internó en la espesura del bosque y nadie más volvió a saber de él. Pero aún hoy día, hay quién vislumbra en los cielos extraños objetos que se desplazan a gran velocidad y que producen unos tenebrosos ruidos, y apuntan de que se trata de las calaveras flotantes de ambos amados."
Le respondí al sabio que aquella historia me parecía muy interesante, pero que quería saber algo más. Este, sin dejarme continuar la frase, me interrumpió para decir:
" ¿Así que quieres saber más? ¡Ay, la curiosidad por el conocimiento! ¡Tanto es una bendición como una condena! Verás, te contaré algo más... Al menos en Nigeria existe la costumbre de que si dentro de un matrimonio una mujer muere dejándo al hombre al cargo de los hijos, este esta en su derecho a volverse a casar con otra mujer que se haga cargo de la economía del hogar. Esto le pasó a un hombre de una aldea apartada cuya mujer murió debido a unas fiebres, la cual le dejó al cuidado de una niña. Pero este hombre era muy patoso, y como tal no lograba hacerse cargo como correspondía de una criatura. Así que volvió a casarse con otra mujer que ya de paso le dió otra hija. Ambas niñas crecieron en mutua compañía de juegos, mas la madrasta siempre guardaba recelos por la hija que no era de su sangre, así que un día sin venir al caso la abandonó en medio del bosque, contándole al padre que esta se había caído de un barranco y que por tanto, había muerto. Este, que era un patán ignorante la creyó y siguió con su vida familiar como si tal cosa.
Mientras tanto, la niña abandonada vagó por el bosque sin comida ni bebida a punto de la inanición hasta que se encontró una ogresa que decidió acogerla. Esta le dió tanto de beber como de comer, y le dijo que a partir de ahora sería su hija adoptiva, mas que si rehusaba de su compañía se la comería con la inmensa boca que guardaba en su nuca. Obviamente la niña accedió y así pasaron largos años en convivencia con la ogresa, mientras iba engordando a ojos vista.
Un día se celebró un banquete en la cueva de la ogresa, y acudieron gran cantidad de seres amorfos y monstruosos dispuestos a disfrutar de una agradable velada según el criterio de todos los seres mágicos que habitan en las sombras. La ogresa todo contenta y vivaracha, decidió encerrar a la niña en el desván con gran cantidad de dulces y la invitó a que se pusiera las botas hasta que ella retornase. En tanto que esta se disponía a comer con supremo deleite, apareció un cuervo sobrevolando la reducida sala. De repente, este habló y le comunicó que se trataba del espirítu de su madre fallecida que se había reencarnado ahora en una vida animal alada de acuerdo a los designios de los dioses. La niña escuchaba perpleja aún con la harina de yuca cayéndole de los labios, y entornó sus ojos en señal de horror cuando el espíritu de su madre muerta le comunicó que en aquel banquete era ella el plato principal. Sin embargo, le dijo que había una manera de salvarse, y era escondiéndose en una trampilla que estaba a su siniestra, y de la cual era la ogresa desconocedora.
Así lo hizo, ahí se escondió y cuando acudió la ogresa, no vió rastro de la niña ni de la comida que le había servido. Terriblemente alarmada la buscó a un lado y a otro, pero nada pudo encontrar. Mientras tanto, los comensales se estaban comenzando a impacientar, querían su plato principal, y aunque al principio esperaron, viendo que la comida prometida no aparecía terminaron por comerse a la comensal que no pudo hacer nada frente a la gran cantidad de babosos fauces que la rodeaban. Una vez que las bestias se saciaron, salieron de ahí en busca de otros manjares en la selva, y así la niña gorda pudo escabullirse de ahí en compañía del cuervo que había sido su madre en otra vida. Desde entonces, se dice que esa niña acabó tornándose en una ermitaña que vive en la profundidad de los bosques, y que extrañamente no envejece. También se rumorea que hizo una chamana que ha logrado alcanzar la inmortalidar alimentándose de los incautos que se pierden en el bosque atraídos por su sensual belleza, aunque supongo que esto daría para otra historia..."
Llegados a ese punto, retorné a señalar lo interesante que me pareció también aquella leyenda, pero que venía a buscar una información concreta en torno a un asunto más específico. Y sin dejarme acabar de nuevo, aquel portentoso hombre sabio empezó a decir:
"Ah sí, ya veo por dónde vas... Mira, en Nigeria aunque también en otras partes de África como en el Sahara, se tiende a dar gran importancia a los sueños. Desde siempre se nos ha dicho desde que éramos pequeños que lo que soñabámos era sumamente importante para nuestra vida vigil, e incluso mucha veces se ha apuntado a que probablemente sea de una relevancia mayor a lo que vívimos cuando estamos despiertos. En los sueños se nos presentan nuestros antepasados, y mediante un lenguaje entre simbólico y figurativo, se nos transmite un mensaje que mucha veces requiere de la interpretación de un sabio de cara a desentrañar su significado.
En relación a esto, en una de las millares de aldeas de mi Nigeria natal, se contaba la extraña experiencia de sus ciudadanos en relación a un sueño compartido que tenían todos ellos. Rara vez ocurre algo semejante, pero el caso es que todas aquellas gentes tenían idénticos sueños noche tras noche, y aunque lo comentaban con estupefacción con cada amanecer, nadie lograba encontrar una razón de ser que lo explicase. El sueño -o los sueños- versaban en torno a la presencia de un soñador incorpóreo que se encontraba en medio de un desierto nocturno en el que el viento desplazaba las arenas en forma de dunas como si fueran las olas de un mar. Al principio, todo permanecía en calma y sin aparente alteración más allá de la mencionada, hasta que de repente un extraño personaje aparecía y se desplazaba en dirección al inmaterial soñador, y con una vara de madera tallada en forma de serpiente, realizaba una serie de movimientos en dirección a quién estaba soñando. Aquel hombre portaba consigo un roñoso turbante, ajadas ropas y tenía el semblante pintado mediante unas franjas oscuras que le velaban de toda identidad definida.
Las gentes se levantaban con tremendo malestar, y a las veces no podían fanear el día siguiente de lo mal que se encontraban. Pero cuando por algún casual lograban levantarse del lecho, todos comentaban estupefactos su sueño compartido. Cansados de esta situación, se fueron al pueblo vecino para comentar la situación a un chamán que estalló en mil carcajadas cuando estos le revelaron sus sueños. En un comienzo pensaron que este se burlaba de ellos, pero cuando la risa se fue aminorando, este les confesó que su sueño era una especie de maldición de la que sólo se podían librar de acuerdo a un pacto de sangre de la aldea entera, y que una vez hecho esto, al soñar en la próxima noche debían realizar una serie de rituales ante la figuración soñada de cara a pactar con él y poder así salvar la vida.
Así lo hicieron todas aquellas gentes, y efectivamente, una vez que siguieron a pies juntillas las indicaciones del anciano chamán, todo volvió a la normalidad hasta el punto de que aunque siguieran soñando con aquel extraño hombre, su presencia ya no les turbaba ni se levantaban mal por las mañanas, sino que incluso les agradaba el encontrarse con él en sueños y le rendían su respeto. Y aunque en la aldea se pensaban curados de su maldición onírica, los pueblos que estaban allende comenzaron a considerar a sus vecinos cuanto menos extraños, ya que a partir de entonces le ridieron culto como si fuera un dios a ese estrafalario personaje que se les presentaba en sueños, a la par que -enlazándolo con las anteriores historias- estas gentes eran las únicas que no temían cuando veían las calaveras flotantes surcar los cielos, ni tampoco resultaban atacados cuando internándose en los bosques se cruzaban con la hermosa ermitaña que en su infancia se había librado de los fauces en la nuca de la ogresa.
Era como si aquellas personas vivieran al margen de todo una vez que sellaron su pacto con la figura que se les aparecía en sueños, como si ya todos los elementos que se consideran oscuros y agresivos para los hombres hubieran pasado a hermanarse con sus pieles a tanta profundidad que ellos mismos fueran ahora vástagos de las sombras. Personalmente, no sé bien que pensar en torno a esto. Supongo, que, al final ni la luz es tan resplandeciente como si piensa, ni la oscuridad tan sombría como se imagina, y que no hay un modo de vida que deba ser ejemplo para los demás, sino que muy al contrario hay diversas formas en las que vivir sin que una sea perfecta, simplemente diferente a pesar de que esta -como en la ocasión que he referido- no sea siempre del agrado de todos."
Después de unas palabras de cortesía y de agradecimiento, me fuí de allí con la sensación de que había conseguido aquello que venía buscando. De camino de vuelta a mi casa estuve pensando mucho, y al final llegué a la conclusión de que aquella manifestación onírica de la que versaba la última historia que me contó el sabio no era otra cosa que la presencia del soldado-brujo, cuya existencia se remontaba muy atrás desde el origen de los tiempos de las mas diversas formas...
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