martes, 22 de octubre de 2024

Africano blanco, el loco

 En las profundidades de la sábana africana, en una aldea que estaba prácticamente apartada de lo que los occidentales consideran civilización, había un pueblo que mantenía como podía sus costumbres ascestrales. Se decía que adoraban a una serie de dioses que vinculaban con elementos de la naturaleza que les rodeaba, y aunque algunos de ellos eran musulmanes, vinculaban a ese Dios absoluto denominado Allah como una suerte de emanación de la natura que aunaba a todos los dioses tradicionales de tal cultura, de tal manera que no había mucho conflicto interno, y menos por asuntos religiosos. No se podía decir lo mismo respecto a los vecinos, frente a los cuales había cierto recelo pero que normalmente se resolvía consultando al oráculo que era interpretado por los ancianos que casi siempre les recomendaba resolver estos conflictos mediante la negociación o la transacción comercial gracias al trueque.

Antes de la llegada del hombre blanco y sus imposiciones, la aldea Hiek era seminómada debido a que sus desplazamientos y asentamientos dependían de la estación del año, a las temporadas de lluvia o a la sequía, en las cuales basaban el estar asentados en tal o cual lugar dependiendo de si la naturaleza les pedía quedarse en una zona, o si en su defecto, debían partir hacía otra. Mas, una vez que fue el hombre blanco quién se asentó, mediante las normas que dictaminaron misioneros, jueces y auto-proclamados gobernadores, estos les obligaron a asentarse en un mismo lugar, a desarrollar una agricultura y una ganadería artificial, como también a limita la caza a una determinada zona debido a que las restantes se destinaron al turismo de los blancos, que organizaron safaris, recreaciones exóticas de la vida salvaje y sus propias partidas de caza con la ayuda de algún miembro de la aldea al cual pagaban un reloj oxidado, o algo por el estilo.

Al principio, esta situación provocó toda una revolución para conseguir la ansiada libertad, sobre todo por la casta de guerreros de la aldea, mas quizás debido al dominio de una técnica que los blancos desarrollaron para matar, estas rebeliones fueron sofocadas y los guerreros asesinados o vendidos como esclavos que se llevaron a lejanas regiones. Debido a estos resultados, el pueblo Hiek se encontraba bastante desalentado, sometidos a un poder que les resultaba desconocido, y que muchos interpretaron como un castigo de sus dioses o de Allah por las acciones de los antepasados, que injustamente arrastraban al ser los herederos de sus tierras. Esa parecía ser la única explicación que encontraban al comienzo, mas con el tiempo se dieron cuenta que la razón de tal injusticia no estribaba en un pecaminoso legado, sino mas bien en la avaricia y sed de poder de aquellos hombres desteñidos.

Un día, apareció otro hombre blanco en las profundidades del bosque. Mas este, era diferente de los demás, lo único que le hacía semejante era el color de su piel pero lo restante le diferenciaba bastante. Tampoco era albino, pues las gentes del poblado lo hubieran identificado como tal por sus rasgos, o por el mero hecho de que se conocían a pies juntillas los miembros de la aldea y sabrían si recientemente una mujer habría alumbrado a un albino. Aquel hombre era sin duda blanco, pero no actuaba como los blancos. Tenía los rasgos de los blancos, una nariz pequeña y fina, unos labios invisibles, pelo claro y unos ojos verdosos, y poco más. Sin embargo, su comportamiento era cuanto menos extraño, indescifrable tanto para la gente de la aldea como para los otros blancos que les forzaron a ser colonizados.

Cuando apareció entre los altos arboles, este realizaba movimientos raros en tanto que hablaba en un idioma desconocido que les recordaba a algunos de ellos al árabe, pero cuyo sentido integro se les escapaba. Parecía que danzaba abriendo mucho los brazos y separando las piernas cuanto podía, en tanto que miraba en dirección al cielo y abría mucho la boca en una especie de súplicas a algún dios desconocido. Otras veces, se paraba en seco y se quedaba ergido en el mismo sitio durante horas mientras miraba hacía ninguna parte. Unos decían que su mirada se concentraba hacía el horizonte, otros hacía la aldea, mas con el tiempo supieron que no miraba hacía ningún lugar determinado porque su visión parecía perdida en aras a otra dimensión.

Con el tiempo, el hombre blanco loco como algunos le apodaron, comenzó a acercarse cada vez mas a la aldea hasta que se convirtió en un integrante mas de la misma. Cuando estuvo inserto en la misma, los otros hombres blancos le interrogaron en su idioma pero este no respondía a ninguna de sus preguntas, incluso usaron de un interprete de la aldea para que le tradujera al idioma del poblado su mensaje, mas tampoco parecía comprender el idioma de la aldea. Tras insistir algunos días, recurriendo incluso a la violencia física al igual que hacían con los integrantes del poblado que se negaban a responder y que sospechaban que intentaban desarrollar algún movimiento de resistencia, le dejaron en paz y le soltaron por la aldea como quien libera a un perro rebelde.

Cuando este hombre blanco estuvo otra vez andando libremente por el poblado, volvió a actuar del mismo modo, es decir con sus bailes extraños y hablando en aquella lengua desconocida mirando hacía nadie sabe donde. Así continuó durante algún tiempo, y con este transcurso, algunos aldeanos le cogieron simpatía quizás porque sentían empatía ante su situación que tan semejante les parecía a la suya al no contar con la camadería respecto a los otros hombres blancos. Además, al final este tipo vivía en el poblado como uno más, y aunque no colaboraba activamente en la explotación de la tierra y de los animales, sus locuras y sus movimientos extravagantes les hacía más llevadera la situación de esclavitud en la que estos se encontraban.

Hasta cierto punto esto beneficiaba a los colonizadores porque suponía un entretenimiento pasajero que les servía para que continuasen trabajando para ellos sin tanta queja ni desvanecimientos, pues como en sus escasos ratos libres se entretenían observando las extravagancías del hombre blanco loco, por paradójico que pudiera parecer esto les animaba a seguir con vida a pesar de su penosa y precaria situación.

Todo continuó así hasta que en determinado días tras el paso de algunos meses, alguna gente procuró dar una interpretación a la presencia de aquel hombre blanco. Los aldeanos se reunían en torno a él con cada vez mayor frecuencia, incluso en las horas de trabajo, y se quedaban absortos en sus desplazamientos y movimientos, casi hipnotizados cual si buscasen la interpretación de algún surrealista sueño. Especialmente por las noches se formaban inmensos coros, en los que además se añadía una fogata para que aquel hombre tan raro se desplazara en circulos al rededor de la misma, usando de sus manos como si fueran castañuelas, y de sus brazos cual jabalina que se inclinaba en dirección a las llamas, siguiendo su ascenso hacía inhóspitos e invisibles lugares.

Al final, algunos aldeanos decidieron consultar tal situación a los ancianos que eran quienes interpretaban el oráculo y mantenían vivas las tradiciones, y pese a que las acciones de estos se encontraban acotadas por las reglas establecidas por los misioneros, aún actuaban al margen de esa ley que ellos por motivos obvios consideraban lejana y con la cual no se identificaban. Pero como iba diciendo, finalmente optaron por compartir lo que sabían de aquel loco con los ancianos, y tras largas deliberaciones con el oráculo e interpretando las indicaciones del mismo, llegaron a la conclusión de que aquel blanco era la reencarnación de un dios menor que todavía no había sido identificado con algún elemento en concreto, mas que venía en ellos para indicarles que en el porvenir se darían cambios en su modo de vivir.

Las gentes de la aldea consideraban tal interpretación un tanto vaga en tanto que estos cambios ya se dieron forzosamente con la llegada de los primeros hombres blancos, que les trajeron unos papeles prensados en una tapa y que les dijeron que ahí vivía un dios, lo que posteriormente fue convirtiendose en una obligación una vez que vinieron otras clases de blancos, unos uniformados y otros cargados por una pesada toga que les comunicaron que sus tierras ya no eran suyas y que debían obedecerlos por mandato de unos lideres que ellos ni conocían ni reconocían, pero que se vieron obligados a seguir debido a la represión que estos ejercieron. Mas, por otro lado, los aldeanos pensaban respecto a la cuestión de la aparición del otro hombre blanco: ¿Quienes somos nosotros para discutir las decisiones del oráculo interpretado por los ancianos? Si este es el mensaje que han descubierto en relación a este asunto, algo de verdad habrá en ello. De lo contrario, ¿Para qué nos lo hubieran dicho de tal manera entonces? No tendría sentido.


Después de estas consideraciones, los aldeanos aceptaron la presencia de ese blanco loco como algo natural, como un designio que nadie podía comprender pero que debía respetarse. Cada vez se sintieron mas cómodos en su presencia, se acostumbraron a sus movimientos gratuitos e incluso se sentaban a su lado y le invitaban a comer lo que ellos mismos habían cultivado sin su ayuda, como también la carne de la matanza tras terminar determinados ritos, o le daban de mascar hojas, y si en su defecto encontraban los cigarros a medio fumar de los guardias blancos, le ofrecían algunas caladas. Comenzo a darse una suerte de camadería entre ellos, y aunque no podían comunicarse ni entenderse ya sea con la palabra o con los gestos corporales, sentían que podían comprenderse desde un sentido interno que podríamos determinar que era una especie de intuición que se fue desarrollando con el paso del tiempo.

Esta situación fue incomodando a los colonizadores por diversos motivos, el más directo era que ese blanco bailarín distraía a los aldeanos de sus tareas de explotación, lo que hacía que se pudiera exportar menos materia prima a sus países, mas también otro motivo quizás mas indirecto, o al menos implícito, que les irritaba era la familiaridad y el trato cordial que se ofrecían mutuamente. Mientras que ellos trataban a los habitantes del poblado peor que a los animales y no tenían intención de comunicarse o de hacerse entender, este otro blanco sin necesidad de una comunicación directa les trataba como iguales. Es decir, lo que les daba rabia era que ese blanco considerase a los aldeanos como personas, que no les tratase con violencia y que encima la gente lo aceptase como algo natural.

Tal situación llegó a su cúlmen cuando en una de las celebraciones rituales, los aldeanos hicieron participe de las mismas al hombre blanco loco, incluso le pusieron una corona y en el desenfreno producido por el alcohol natural, se animaron a bailar con el imitando sus movimientos a la perfección. Además, sorprendentemente, este blanco rindió tributo a los ancianos adoptando una postura inclinada en su dirección, lo que congratuló a estos ya que por primera vez pudieron entenderse explícitamente entre sí, acotando así las distancias que parecían que les separaba en un principio.


Obviamente, para los otros blancos, esta situación fue el colmo porque para ellos suponía que uno de los que compartía la tonalidad de su piel se doblegaba al poder de aquellas gentes, lo que indicaba que se hacía semejante a ellos. En su opinión, eso no podía tolerarse y tenía que detenerse lo antes posible de cara a que quizás con la simbología que se derivaba de tal situación los habitantes de la aldea les perdiesen el respeto pensando y actuando como si todos fueramos iguales cuando según ellos pensaban eso no podía ser así de ningún modo. Era su civilización la que había aplastado a la otra, su modo de vida y sus cosmovisiones eran superiores porque habían logrado imponerse, no podía tolerarse en lo más mínimo acciones semejantes. Aunque lo más obvio era pensar que, encima teniendo esto en cuenta, les distraría de sus obligaciones haciendo que el trabajo fuera mas lento. Un esclavo no podía ser feliz de modo alguno, la felicidad les podía hacer pensar en la libertad porque incrementaría su ansía de soñar.

Así que, debido a esta situación, un día los aldeanos encontraron el cádaver del hombre blanco. Por los rastros de sangre coagulada que se encontraban en su cuerpo y los signos de violencia que auguraban, dictaminaron que había recibido una gran paliza antes de morir, después de darle de palos hasta agonizar, le habían subido a un árbol, y con una cuerda, le habían ahorcado cortándole la respiración hasta morir. Los guardias blancos se desentendieron del asunto, y al igual que ocurría cuando encontraban a un nativo muerto, encima echaron la culpa a la gente de la aldea diciendo que habían sido ellos quienes le habían matado. Mas todos sabían que en modo alguno era así, ya se olían las ganas que tenían de acabar con la vida del blanco loco en las miradas de iracundia que los guardias le echaban en cuanto le veían pasar. Sabían que habían sido los colonizadores quienes le habían asesinado como también hacían con los miembros de la aldea en cuanto se les encaprichaba por el motivo que fuera.

Ante el cádaver, uno de los ancianos mayores caminó en su dirección y situó su bastón sobre su frente, declarando las siguientes palabras:

- Este es un designio. Quiere decir que en el futuro los blancos seguirán matándose entre sí por diferentes motivos, ya sean debidos a sus ideales o a la envidia que nace de todo poder. Para nuestro pueblo esto implicarán cambios en lo sucesivo, han llegado los tiempos finales que darán cabida a otro tipo de comienzos, se abrirá el camino a una nueva era que supondrá un salto en el conocimiento respecto a lo que hasta ahora pensabamos. Ya en lo que respecta a este hombre blanco que ha sido asesinado por cuestionar su carencia de color, a partir de ahora dejará de ser denominado "hombre blanco loco" para pasar a ser "africano blanco" Será el primero y el último que tendrá susodicho nombre entre nosotros al tratarse de la reencarnación de un dios menor como dictaminó el oráculo. Así sea dicho.

Finalmente, optaron por enterrarlo siguiendo los pasos rituales de su propia tradición, y a a los años, desenterraron su cadáver para extraer su cráneo y ponerlo sobre la pila que componía las restantes cabezas de miembros pasados de la aldea. Concretamente sobre aquella que hicieron en honor a todos los asesinados por el colonialismo, y que marcaron con una señal de arcilla roja para hacerlo identificable en los años sucesivos. Ahí quedaba el legado de todos aquellos que sufrieron tal tremenda injusticia durante el proceso colonial que resultaron muertos a consecuencia del mismo debido a que unos hombres blancos que consideraban que tenían el derecho de oprimir a las gentes decidieron un día imponer sus costumbres a la fuerza, provocando innúmerables muertes que nunca podrán recuperarse.

Y aquel cráneo marcado con arcilla roja era del único blanco que fue victima del colonialismo, y que por ello, fue rebautizado de hombre blanco loco a africano blanco.


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