Buenas tardes,
Le escribía ya que ayer a la tarde me llegó la nota de su bloque administrativo, es decir, de su asignatura, y bajo mi sorpresa, me encuentro que la tengo suspensa, y con nada mas ni nada menos que la nota mas baja que uno pudiera imaginarse. Si le soy sincero, me decepcionó bastante y me pareció sumamente injusto su suspenso, y mas cuando en lo que a mí se refiere a pesar de las dificultades que hemos tenido en este curso, he seguido sus bochornoaas clases, las repetitivas lecturas y las tareas respectivas a la asignatura, a lo que vendría a sumarse, que mi examen no estaba en condiciones de quedar suspenso. Esto no lo digo con afán de soberbia, ni porque esté mal solamente en lo que mí atañe, sino porque es cuestión de justicia, la cual ha sido quebrada por una negligencia injustificada de índole tan azarosa como caprichosa.
Este problema, como vengo diciendo, tiene un cáliz mas general que particular, aunque obviamente esta vez he sido yo el afectado, en tanto que todos participamos de este problema que me atrevería a calificar de universal. Así, pues, acontece que nos encontramos en una situación de perpetua decadencia, que antecede incluso a esta pandemia, y que en esta universidad especialmente se adolece de este mal general, el cual tiene su raíz bajo los muros de un edificio pudrefacto. Nos ceñimos en demasía a academicismos tan falaces como innecesarios, que lejos de alimentar nuestra sed de apetitos intelectuales, nos conducen al mas negro de los abismos, y estos, no se limitan a la mera ignorancia, sino que la traspasan siendo una maldad proclamada ¡Qué razón tendría Schopenhauer cuando acusó a la comunidad universitaria de su tiempo de inservible, y así también Nietzsche cuando cayó en la cuenta de como las universidades publicas eran otro mecanismo del estado para evitar que los pensares aflorasen!
Por eso, yo también acuso tanto a la comunidad universitaria en su totalidad como a usted mismo por su negligencia rellena de meros contenidos que no se proyectan hacía ningún sitio, puesto que no buscan su expansión lúminica de sentido, al limitarse a ser unos créditos -cual tarjeta de puntos monetaria- acúmulados en algún abstracto fichero de procedencia nefasta y desconocida. En esto podría resumirse la actividad docente en general, a poner una serie de números a otros números, cumpliendo así diligentemente con un trabajo que en verdad no le importa a nadie, excepto a un par de burocrátas que sentados desde su sillón lanzarían algunos filosofemas basados en erradas ideologias para que los loros del lugar los repitiesen como si fuesen papagayos aburridos y hastiados de la cadena industrial que resultan sus desdichadas vidas.
Por último, no se preocupe, no voy a reclamar nada ni tampoco a recuperar cosa alguna porque ya tengo todo lo que necesito en mis manos. En lo que a usted se refiere, supongo que descartará mi fichero, lo dejará atrás, en alguna esquina sin importancia, como un asunto fallido del que usted no tiene culpa alguna. Al fin y al cabo, cumplió con su tarea, dió sus clases con una sonrisa de complaciencia, y pusó sus notas a cada uno según se ajustase mejor o peor a sus expectativas como docente, y al terminar su tarea laboral, dejó unos horarios establecidos para que sus estudiantes le llorasen las notas de cara a superar una matricula que les sacan los higados a uno año tras año. Mas le diré una cosa, si bien es cierto que entre los alumnos hay una clara falta de disciplina, orden y semejanza a los principios, usted también es uno de los mayores culpables de esta ponzoña que con el paso de los tiempos es cada vez mayor.
Un cordial saludo, espero que le vaya todo bien, y que continúe con su tarea administrativa sin problema alguno hasta que le llegue la jubilación y pueda descansar con la conciencia tranquila tras haber realizado un trabajo estupendo, al menos sobre el papel.
Hidalgo Quebrado.
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