miércoles, 2 de diciembre de 2020

Testimonio de un perdido

En verdad, no sé a ciencia cierta cómo he llegado hasta aquí, mas el caso es que aún desconociendo de un sentido integro de los acontecimientos aquí estoy. Mis recuerdos se me presentan disgregados, sin aparente hilo de unión entre unos fragmentos y otros, y a las veces hasta dudo de haberlos vivido yo mismo, u otra persona. Esto puede deberse al inevitable y raudo paso del tiempo, o también podría ser que hay en mí una suerte de error instrospectivo que me impide vivir las cosas para posteriormente recordarlas como se merecen. Pero, como todavía recuerdo alguna que otra cosa, y sé mas o menos dónde me encuentro actualmente, aquí voy a dejar escrito alguna que otra cosa antes de que se me desvanezca la memoria y pierda una parte de lo que soy. 


De mi padre nunca supe demasiado a decir verdad, pese a que en muchas ocasiones me han comparado con él. Por lo visto, su único logro fue ganar un concurso durante su mocedad de catar vinos, cuya única forma de resultar vencedor era adivinar cual era el vino mas valorado de los quince que se lo ofrecían. Además de catador de vino, tomaba en sus tiempos libres -que debían de ser muchos- todo tipo de alcohol y de licores hasta el punto que pasó de ser catador a un bebedor de renombre entre todos los bares de España. También era muy aficionado a las mujeres, ya que al parecer no le bastó con contraer un sólo matrimonio, sino que tuvo muchos, a los que vendría a sumarse la gran cantidas de ilícitas amates que adquirió entre matrimonio y divorcio, entre medias y durante. Así, pues, podría decirse que tuve muchos hermanos de los cuales nunca llegué a conocer ni a uno sólo. 


El único de los pocos recuerdos que tengo con él que me viene ahora a la mente, fue lo que quizás mejor haya descrito el transcurso de su vida. Y es que en cierta ocasión, me encontraba yo jugando con el barrizal de nuestro jardín. Al verme, él se puso de rodillas y me dijo: "¡Ay, desdichado hijo mío, esta vida es una pena constante. Por eso, lo mejor que un hombre puede hacer mientras dura esta fatigosa andanza es beber cuanto mas mejor, y aprovecharse de las mujeres que son todas unas arpías. Esto es lo único que puede ofrecerte la vida: placeres y alguna que otra modorra. Que no te engañen los moralistas y los que aparentan modestia, todos somos unos desgraciados, lo que ocurre es que unos lo dicen directamente como yo, y otros, lo hacen a escondidas" Obviamente, yo en esa época no entendí sus palabras, pero con el tiempo, comprendí a la perfección lo que quiso decir.


Mi infancia transcurrió con premura y llena de desdichas, mis únicos recuerdos mas amables son aquellos en los que estaba solo jugando y rehuyendo del mundo y sus gentes. En el colegio, se metían mucho conmigo debido a mis rarezas, y en el instituto poco mas de lo mismo. Al cabo, me ví forzado a aprender a defenderme como pude pese a que me llevase algún que otro pescozón. Aprendí que uno debe arreglarselas siempre solo, y que si uno contaba con un compañero de luchas y tristezas, siempre acababa por traicionarte por ganar popularidad en el patio. Respecto a los estudios, nunca fuí bueno porque jamás presté atención a una sola clase, a excepción de una ya entrada en el instituto donde el profesor nos habló de la equitación militar, y de los rangos que había en el ejercito. Me pensaba que acabaría siendo un soldado cualquiera que poco a poco iría ascendiendo, mas el tiempo me mostró que aún con mis arrebatos de extraña valentía cuando tenía que defenderme, generalmente era muy cobarde. Así que mis sueños y esperanzas juveniles fueron frustrandose poco a poco cuando la realidad se plantó frente a mí y me advirtió que nunca llegaría a nada importante.


Me quedé en mi casa materna hasta los dieciocho años cumplidos, ya que la vida allí era harto rara. Mi madre, acabó por juntarse con otro hombre, que aunque no era tan buen degustador de vino y mujeres como mi padre, tampoco se le quedaba en zaga. Ella, me daba el sustento material que consideraba necesario, y poco mas. A penas hablabamos, únicamente recuerdo un par de conversaciones, que por lo demás fueron bastante insustanciales, que debido a su escaso contenido no merecen la pena ni de reproducirse aquí. Se diría, pues, que ella estaba mas orientada a otros quehaceres ajenos a mi educación en lo que al alma se refiere, prefirió alimentar al cuerpo aún a sabiendas del hambre espiritual que pude sentir cuando mozo. Me acostumbré tanto a ese hambre, que la sensación de la pérdida de la de profundidad fue un hábito para mí. Supongo que algo parejo acontecerá a los niños en etapa de posguerra, o durante una hambruna generalizada, al principio, su estomago vacío les causará molestias, pero poco a poco se van habituando. Pues de igual modo me ocurrió a mí, pero respecto al alma.


Comencé a vivir en un pequeño barrio de Madrid, de cuyo nombre prefiero no hacer mención. Aquel lugar era bastante repugnante y no se encontraba en condiciones de ser habitable debido a su suciedad, mas poco a poco logré acostumbrarme como hacía con todo. Encontré un humilde trabajo en una obra donde cobraba una míseria, aún con ello me animaba a mi mismo pensando que trabajar en ello me dignificaría pese a que en mi fuero interno sabía que esto era mentira. Mi tarea consistía básicamente en cargar con ladrillos, cemento, materiales de obra y demás menesteres de un lado para otro, ya que como era aprendiz en los primeros tiempos me limitaba a observar cómo trabajaban los albañiles y a cargar con lo que otros debido a sus años no querían cargar por miedo a romperse algo, y así, perder su trabajo.


Mi vida en ese tiempo fue muy mónotona y rutinaria, cada día parecía el mismo día, uno tras otro los acontecimientos se me escapaban de las manos y yo no podía hacer nada. Vendí mi tiempo a otros por unas cuantas monedas, que después yo me gastaba en lo que me aconsejó mi padre, a saber: en vino y en mujeres. En esto último gastaba lo poco que tenía de tiempo libre y de lo que me sobraba de dinero, aunque otras veces -cuando me encontraba muy cansado y sin dinero- me limitaba a quedarme tirado en un sofá mustio y semi-roto, y miraba como una enorme acumulación de polvo era iluminada por la escasa y grisácea luz que entraba por la ventana. Podía tirarme las horas muertas en esta postura que pretendía ser meditativa, y en verdad bien podría decirse que tales horas -como las del resto de mi vida- estaban muertas, ya no sólo por salirme de la metáfora, sino porque yo estaba muerto en vida y no lo advertía. Tan distraído estaba con las ocupaciones laborales y mundanas, que no caía ni en la propia cuenta de mi condición.


Sin embargo, hubo un acontecimiento que iluminó cual ráfaga de novedad esta monotonía. Un día, de vuelta al trabajo me encaminaba al bar para tomar un par de baratas birras, y cuando me senté, ví frente a mí a la mujer mas hermosa que hasta entonces había visto. Era de mediana altura, ojos pardos velados por cierto misticismo, morena de tenues cabellos rodeados por tinieblas, sinuosas y recatadas curvas, esbelta y bien puesta. Al cabo, toda una auténtica mujer hecha y derecha. Así, pues, dándome aliento y valor a mí mismo, me acerqué a ella sin las acostumbradas cortesías, la besé olvidándome de saludar primero y dejé escapar de mis labios como si fueran un cúmulo de suspiros que ocultaban una rosa: "¿Te quieres casar conmigo?" Muda se quedó, mas contestó con un asentimiento con la cabeza en silencio, y desde entonces, esta fue mi mujer. 


Nuestro matrimonio durante los primeros tiempos transcurrió con la acostumbrada pasión propia de la juventud, y pese a que procuré enderezarme con el aumento de responsabilidades, esto me duró poco y volví a mis antiguos vicios. Ella me regañaba constantemente, mas de una vez me amenazaba alzando el brazo y profiriendo incontables insultos, yo me limitaba a apagar mis oidos, cerrar los ojos y reclinar la cabeza mirando al suelo, para cuando la bronca cesase retornar a mis infames costumbres. Aún con todo esto, y con la penuria empobrecida en la que vivíamos, teníamos unos fuegos interiores que apagar, y así lo hacíamos desfogandonos por momentos. Producto de tal incontrolable impetú, nacieron dos feminas criaturas muy adorables, de las que no lograba explicarme cómo habían podido salir de una ponzoña inmoral semejante. Al tiempo, incluso estos arrebatos pasionales, nos acabarón por cansar a ambos, quizás fuese por el olor a alcohol que salía de mi boca, o quizás también porque ella se cansó de regalarse ante mí con la remota esperanza de que dejaría algún día de gastarme el sustento mensual en los acostumbrados vicios. Debido a ello, no tuvimos mas hijas, y en el susodicho caso de que así hubiera sido, no sé cómo habríamos alimentado a las que fueran después, ya que tampoco sé a punto cierto cómo alimentamos a las que ya teníamos.


En todo caso, volví a intentar llevar una mejor y mas digna vida, problemente a raíz del nacimiento de nuestras hijas, así que me centré en intentar ascender en trabajo y en regresar al hogar lo mas antes posible. Creo recordar que esta renovada actitud me duró lo que vino a ser una semana, puesto que caí otra vez en el pecado al notar dentro de mí una sensación de agotamiento y languidez, algo díficil de describir que me acometía, junto a cierta pugna interna entre la buena conciencia que me aconsejaba que continuase en la senda del deber, y la tentación que me gritaba con iracundia para que volviese a caer. Y así fue, retorné a los acostumbrados vicios de siempre, bebidas alcóholicas y una lujuría desenfrenada que se calmaba a momentos una vez sofocada, para después volver con aún mas fuerza. Sin cesar, el pecado que emanaba de mi mismo cual castigo por mi condición cada vez era mayor, y yo, lloraba internamente y aparentaba de cara al exterior que me placía todo aquello. Tan oscuro es el mal del que somos participes, que no se límita a que insistamos en las malas afecciones, sino que se procura hacer parecer que son goces los que tenemos para evitar ser consolados por nuestros prójimos.


Ya hundido en el cieno y en la ponzoña, estaba de regreso a casa a las tantas de la madrugada, y me encontré una desagradable sorpresa, mi mujer estaba muerta. Se había suicidado colgándose de una mugrosa cuerda vieja, y dejó bajo sus blanquecinos pies una breve nota que decía así: "Me has robado la vida maldito ser inmundo, por tú culpa he perecido. Estabas hasta el cuello de fétidas tinieblas, y me has arrastrado a mí contigo. Yo ya había muerto en cuanto te conocí, aquella mirada y aquel beso fueron las flechas que traspasaron mi pecho. Me mataste en aquel bar, y desde entonces, he vívido como un alma en pena deseando salir de tu condena. Ahora, ya estoy condenada yo también, como tú y tu infame modo de vida. Sé, que aunque veas mi cuerpo aquí balanceandose y desfallecido, continuarás como hasta ahora, siendo quién siempre has sido." La última parte, me resultaba ilegible, debido a que estaba repletas de lágrimas que enturbiaron la tinta, y cierto temblor de las manos que provocó que pareciera en cursiva, mas creo que decía algo así como: "Nos veremos en el infierno" 


Reconozco, que tal suceso junto a la carta que le acompañaba, me dejó cuanto menos estupefacto y tremendamente conmocionado. Pero, al fin y al cabo, ella tenía razón. Este malestar interno con la búsqueda del consiguiente arrempentimiento poco me duró, y cuando quise darme cuenta, ya estaba de nuevo pecando, y cayendo en los vicios que heredé por parte paterna. Y pudiera ser, que aún con mayor intensidad, pues tan traumado me dejó la muerte de mi mujer que para intentar olvidarlo aunque fuera momentáneamente, le dí aún mayor rienda suelta a los malévolos vicios que ya en lo antecedente tenía. Insistía, insistía y me hundía cada vez mas, hasta llegar al punto que ya no reconocía mi propio ser, los recuerdos se me nublaban, aparecían las sombras y me perdía entre ellas sin encontrar un cúlmen a las mismas, ni el añorado descanso de una inocencia primera, puesto que como ella escribió en su nota, yo ya estaba condenado.


A partir de entonces, perdí la noción del transcurso temporal. Un día se parecía tanto a otro día, que ya no lograba distinguir entre unos y otros, era como si viviera el mismo día extendido infinitamente de cara a la eternidad. Mis recuerdos fueron tan parejos en este tiempo, tan exactos cual montaña de folios en blanco que se sobreponen sin lograr ver su cúlmen, que no considero necesario ponerlos aquí al parecerse tanto a lo antecedente. Lo único dispar que acontenció fue cuando me quitarón la custodia de mis hijas por abandono, cosa que me pareció sumamente injusta, ya que si bien no las cuidaba ni educaba como debiera al faltarles la figura maternal, yo jamás las abandoné. Al fin y al cabo, mas tarde o mas temprano, siempre estaba ahí aunque fuera sentado en mi sillón esperando algo que no encontraba, pero que nunca acudía a mí. Mas, no obstante, desde ese momento en que se las llevaron la supuesta protección civil y de las familias, para mi desdicha, no volví a verlas nunca mas, y a día de hoy sigo desconociendo su paradero, quizás porque ellas no se molestaron en buscarme al guardar tan mal recuerdo de mí, o también yo mismo por mi actual desgana. 


Ahora me encuentro aquí tirado, recordando y anotando en estos papeles sucios mis escasos recuerdos. Sigo esperando un ápice de esperanza, algo que me nutra de vida y me muestre el sendero ¿Pero acaso me queda algo que sea digno de ser recorrido? A estas alturas, lo dudo. Y mas teniendo en cuenta la mentira que ha resultado de mi vida, tantas carencias y miserias dadas por la mala fortuna y la nulidad de la voluntad propia, acaban haciendo mella en uno se quiera, o no se quiera. Pero en fin, supongo que ya es demasiado tarde para lamentarse y seguir divagando sobre estás cosas. Por mi parte, considero que ya he hablado y escrito demasiado, y ya es tiempo de callar dejado los recuerdos como algo préterito que por razón de su condición han sido relegados al pasado, a lo que ya pasó y nunca mas vuelve.


Creo que soy capaz de discernir entre todas estás neblinas y tinieblas nocturnas acumuladas que me circundan el final de lo que sería mi camino. Está todo muy oscuro, y estás sombras imprevistas no ayudan a ver con claridad. Siento algo que arde desde mi interior, comienza a hacer mucho calor y los latidos de mi corazón parecen que van a aumentar por momentos, mas poco a poco también van disminuyendo. Me falta la respiración, mi aliento se va entrecortando, y en esta sensación contradictoria que es gélida y ardiente, hallo el ocaso que desde los comienzos anduve buscando. Noto como mis párpados se van cerrando lentamente, y un extraño olor a azufre parece captar mi entaponado olfato. Hasta aquí llegó mi narración, no soy capaz de ver nada, y las letras ya impresas parecen que bailan al son de un canto fúnebre. Un requiém por mi alma suena, y advierto que esta es mi condena y a Dios gracias que ya todo acabó. Veo sin ver, escucho sin oír, pienso sin pensar propiamente, creo sentir algo, pero se me escapa de las manos...


lunes, 23 de noviembre de 2020

Sonetos para Esther

                                      -


Deleitate con mis caricias, amor mío,

estas pasan como lirios

que esparcidos, se plasman cual cirios

entre estos cristales en los cuales confío,


mas no temas, sustentate en este lío

de rosas rojas y negras, pasionales rios

que atraviesan portales fríos

pues has de saber que solo en amor fío


Así como nuestros corazones fundidos,

tan comprometidos como ardientes,

atienden a sus propias razones,


muchos nos tendrán por confundidos

¡Pobres de los que no saben de amores,

pues si supieran, nos tendrían por reyes!


                                     -


Oh, eres tú mi eterno amor,

formado entre millares de cosas bellas

de las que tú eres primicia entre ellas,

sutil e inhóspito fulgor.



Eres aquella que elimina todo dolor,

envidia de las mas altas estrellas,

 te mantienes silenciosa entre querellas

y no en vano vuelas en mi derredor


Terminantemente naciente y luciente,

sin excusa ni palabra que sobra,

mas obras cual fiel esposa,


tu hermosura en modo alguno miente,

pues basta a quién te nombra

para recordar tu imagen preciosa


                                    - 

Somos y estamos sobre un espacio

reservado a la amorosa esencia,

ambrosía angelical, divinal delicia

que merece ser degustada despacio,



así cual cabello enredado y lacio

se aposenta en la deseosa milicia,

quietud del instante, permanente caricia,

amado manjar del que nunca renuncio



Con paciencia me tumbo en tu regazo,

teniendo sumo cuidado con cada tacto

dejado como quién posa un pedazo



de su alma sobre fino lino, mientras tanto

nuestros espíritus encarnados enlazo

bajo aquellos eternos hilos que siento.


jueves, 13 de agosto de 2020

Sobre la escritura

A la hora de comunicar por escrito los pensamientos pueden darse diversas díficultades y ambigüedades, las mas sencillas y reconcentradas pudieren ser la escasa claridez de conceptos de su autor, o una anomalía en el entendimiento del lector, quizás parte de ambas cosas. Es preciso recordar una verdad perceptiva e intelectual que nunca está de mas volver a traer a la memoria, ella nos índica que el entender -el acto mediante el cual el entendimiento ejerce su función, y entiende de aquello de lo que se escribe o se habla- consiste en la acomodación del entendimiento con el objeto, y del que nace el concepto. Es decir, mediante los sentidos primordiales -en su mayoría la vista, pues la visión es de estirpe divina- se capta aquello que posteriormente se percibe, y de ahí el entendimiento lo abstrae y lo eleva al concepto, lo cual después se pasa a escrito para comunicar a los demás ya no sólo lo que se ha percibido, sino también el concepto que conlleva inscrito en su seno. Por ejemplo, veo una alondra sobrevolando el tejado de mi casa, y contemplandolo infiero que lleva una rama en su pico, y entonces escribo: "La alondra vuela fugazmente sobre la superficie de mi hogar, y por lo que parece va buscando donde anidar" Como puede verse, mientras se lee, pasan en el entendimiento imagenes, que posteriormente pasan a ser concepto, y uno además que nos advierte el orden natural, y concretamente, las causas y los efectos.

Muchos suelen usar de lo enrevesado para comunicar un despilfarro de pensares sueltos, mas ha de saberse que el buen decir no por ser luengo y extenso queda mejor dicho, normalmente acontece lo contrario, puesto que lo conciso habla suficientemente de sí. Mejor agudizar la intensidad que no la extensión, pues la intención se mostrará con mayor razón de ser, que no cubierta por un manto inventado. Es preciso reconcentrarlo todo sobre el concepto, afinarlo y pulirlo de accidentes en demasía que nos alejan de lo central, de la esencia que se comprende al penetrar el núcleo del asunto. Ello tampoco quiere decir, que haya que eliminar todo el decoro de una prosa elegante y que conoce de laberintos, y que usando de ellos nos llevan al tesoro recóndito, pero tampoco es lo suyo cargar de sombras y oscuridades aquello que debe asemejarse a la claridez y a la luz. Normalmente esto ocurre en los escritos académicos, los cuales se cargan de tecnicismos, y se establecen una serie de páginas como máximo o mínimo, que provocan un ambiente hostil y de confusión. Quienes usan de estos formatos, si algo son capaces de transmitir es su confusión y perplejidad hacía lo que no entienden, y ello obviamente nos provoca que nosotros tampoco lo entendamos, se diría que nos meten en una cueva muy oscura y luego tienen el descaro de no mostrarnos la salida.

Hay veces que es necesario dar vueltas a un asunto que tiene su complejidad, mas también se deben dar atajos lúminicos que permitan que el lector tenga atisbos del concepto al cual el autor quisiera llevarle, para que así la conclusión atienda a un precedente, a su desarrollo, y a su cúlmen. Así como los entes tienen su substancia, así también los asuntos que versan sobre las cosas comprenden de una esencia, de un orden de coherencia que quién escribe debe dar a entender para dar profundidad de concepto e íntima comprensión del asunto que usa de un cúmulo de conceptos, y siempre del particular al universal, jamás a la inversa. Creo que no es necesario advertir, que si quién escribe no ha entendido en su totalidad las vicisitudes de aquello sobre lo que escribe, lo mejor que debería hacer es callarse, y esperar a comprender mejor sobre aquello que escribe, como bien ocurre hoy día que mucho se escribe sin enterarse el propio autor de lo que está escribiendo, ni mucho menos a dónde quisiera llegar.

La escritura bien pudiera asemejarse a los rastros que podríamos encontrarnos en una senda que todavía nos es desconocida, y que recorremos con tiento. Ahora bien, no nos parecería acertado que se nos velase, pues el camino ya es, conviene a quién escribe delinear la verdadera senda en vez de la errada. No me refiero a que nuestra tarea sea meramente descriptiva, sino que muy al contrario esta debería ser la de desterrar lo que se encuentra profundo, y que gracias a los matices claros que nos presta el sol con la ayuda de nuestros propios ojos, se conozca el núcleo de aquello que procuramos explicar, aquello que queremos dar a entender, y que lo hacemos porque lo entendemos, y así se lo queremos comunicar a otros.

De todo lo dicho, adolecen mucho los supuestos escritores de nuestro tiempo en comparación a los inmortales clásicos -tanto latinos como griegos, como así nuestros clásicos renacentistas y del barroco- que pensaban mucho antes de decir lo que llegarían a escribir, y que afinaban y reconcentraban el concepto para mejor darse a entender. Primero se daba la experiencia, la cual se resolvía en sus andanzas diarias y en su contacto con el mundo, extrayendo lo que de espiritual tienen las vivencias, y ya posteriormente, escribían aquello que habían averiguado en torno a lo experimentado, dábase el objeto para después llegar al concepto. Y así ocurre -y no es extraño- que quién profundiza en la cosmovisión de los antigüos, además de adquirir un mayor sentido común, suele ser mas ordenado a la hora de vivir y de escribir, comprende de un sentido aparejado con el orden que es debido, agudiza la razón natural, y esto podría llevarle a Dios desde el entendimiento, cuyas obras darían testimonio de una comprensión ya vivencial de la razón revelada, y con ambas, ser hombre de inteligencia y de bondad acorde con lo establecido por el Señor.

Como apunte final, advertiré que no solamente importa lo qué se dice, pues también se ha de atender a cómo se dice, tan importante es lo que es como el modo en el que se da lo que es, ya que sin un pulido modo en el que referirse, nos será mas complejo acceder a la concreción de lo que se es a través de la escritura. Nuestro modo de conocer tiene sus particularidades como hombres dotados de una razón natural, lo que tampoco quiere decir que debamos hacer incidir a los objetos tal y como son percibidos, como si nuestro entendimiento legislase sobre algo, o nuestra percepción antecediera a lo que primero ha de ser captado, lo que debiera hacerse es usar bien de nuestra razón y acomodarla a lo natural, a lo que se da de manera que lo que transmitamos sea lo mas fiel posible a lo que se nos muestra ante los ojos. No sería justo establecer fronteras donde se dan cercanías, no nos distanciemos del mundo, cuanto mas aparejados estemos a el, mas acomodaremos al entendimiento con sus respectivos objetos, y por ende, los conceptos se nos mostrarán mas nítidos y en este sentido, mas perfectos. Es esta una tarea que requiere de esfuerzo, de un arduo estudio que dura toda una vida, y de la que al cabo no sabremos si saldremos ilesos al menos desde la materia, ya que el espíritu comunicará según acontezca cuando nos llegue la hora postrera de nuestra vida terrenal, no así de la eterna que siempre perdurará. Sea así dicho, y sentenciado.

miércoles, 29 de julio de 2020

Lamento nocturno

- Lamento nocturno

¿De dónde proviene esa tristeza
que invade el alma y aún sincera
pareciera que acometiera con braveza
este pecho cual hálito siniestro, y fuera
mera falta de templanza y tibeza?

En esta noche no quisiera mas heridas,
puesto que ya agotado y harapiento
sigo soñando con futuras auroras
que resultan atropelladas por mi lamento
postrero, lanzando luces despavoridas

¿De qué huyen al cabo estas luces?
Quisiera comprenderlas, entender
la razón de tales elevadas cruces,
y sin a los altivos ángeles ofender,
abrazarlas como si fueran niños dulces

Pero todavía mi congoja, cruel osamenta
que en vez de sostenerme me aleja
de una ilusión en la realidad incierta
a un estruendo dolorido se asemeja,
aplacando la herida ya abierta

¿Por qué el sufrimiento cerca e insiste
cuando ya ha sido lanzado el clamor
que último en apariencia asiste
a tales recuerdos comenzados en furor
ígneo que abrasa al pecho que resiste?

La sangre bermeja es proferida
como si se tratase de rico caudal
cuyas estrecheces no hay quién las mida,
tanta es la tristeza que en forma gradual
desempeña la pérdida sin cesar de vida

¿Cómo podría el anochecer detenerse
haciendo de este instante suspenso
en el aire un acontecer sin irse,
y del desafuero interno un suceso
que sin devenires logra verse?

No fue así, pues el tardío amanecer
ha dado la convenida entrada, y el astro,
iluminaria gigantesca, a emerger
empieza dotando de luz este antro,
despidiendose así del lento perecer. 










jueves, 4 de junio de 2020

Un par de poemas para el porvenir

- Dudas y tristezas

¿Quién de todos ustedes pretende
fundir la rosa con sus espinas
y con mayor osadía ofende
las hermosuras naturales vespertinas?

¿Quién ha vacíado las cantinas
y hablando en demasía entiende
que las hierbas y las aguas amigas
han de renovarse sin algo que trasciende?

¿Por qué la luna y sus estrellas
ocasionan dudas y querellas
a este hidalgo atormentado
pensándose un hombre despiadado?

¿Por qué tras la guerra tan aniquilado
he estado que ningún descanso
desemboca en adormiladas centellas
que den paso a las rosas a y otras cosas bellas?

¡Ay, inhóspito y cruel letargo
este pasar de los tiempos
reflejado en las ausencias del lago,
y en el ímpetu de cuatrocientos vientos
que volcándose producen el amago
de una caricia provocando aspavientos
frente a un paisanaje del que ya me largo!


- Un hidalgo medita sobre su propio corazón

Durante el silencio escucho el latir
constante de mi corazón, su palpitar
de vida incesante, su meditar
que jamás cesará de insistir,

en su coraje guerrero, en su raudo fluir,
se presiente la sangre dejandose arrastrar,
evitando que un suspiro le haga sofocar,
sus contenidos ecos consiguen resurgir

entre millares de recuerdos
almacenados en pecho y memoria,
en tanto siguen su marcha mis latidos

hasta que en su día sean detenidos
por la eternidad y su historia,
subiendo el alma, y quebrando los huesos míos







lunes, 1 de junio de 2020

Cuatro historias contadas en verso y un sonetillo

- Lágrimas infantiles


Lloraba la niña,

en llantos se deshacía

bajo unas sábanas sucias y frías,

desesperaba a cada instante,

cada una de sus lágrimas derramadas

eran testigo de su constantes devenires sufridos.


Vino su madre, y le dijo:

"Ay, hija mía ¿Por qué me lloras?"

Y la niña desconsolada le respondió:

"Porque estás luengas mantas gélidas

 se rompieron, se partieron en dos,

 se desvanecieron, y ahora,

 ya no tengo donde depositar

 mis añoranzas y mis tristezas en tales cofradías...."


- Los auténticos amores


La moza, estaba lozana,

de aparente buen ver,

mas guardaba en su recóndito seno

una frustración amorosa,

una idealización ficticia

que ella misma decidió creer,

se dejó llevar por perfumes vanos

que en antaño, la negaron su ser.


Por suerte, este mal de muerte,

pronto ha de ser restaurado

puesto que llegó recientemente

un hombre muy ufano,

que susurraba por lo bajo con sus labios:

"¡A esa mujerona he de querer

mientras viva, salvandola de la condena

de pensar haber amado,

cuando todo fue un cebo malogrado!

Por ello yo,cargado de auténticos amores

lanzaré mi lazo a su cintura,

ciñíendola con raudas flores

y demostrándole que su primer

y único amor, residía en la espera

a mi llegada, mas como ya presente

me encuentro, tan sólo queda

sellar mi pacto en un ferviente beso"


Y desde entonces así fué,

ambos se cansaron

en una boda íntima, y jamás cesaron

de amarse como desde el primer día,

no temiendo los lances del destino

ni los desaires vespertinos,

pues hallaron en el amor

ese palpitar con premura,

nudo estomacal

plagado de mariposas,

que aún estando animado con la brisa,

nunca dejará en balde 

aquel arrebatado beso,

del cual ahora son presos y obsesos

gracias a la mutua pasión

apresada en aquel amoroso recuerdo.


- Huérfano paternal


De la mano, iba el hijo con el padre,

bien sujetado estaba

aunque de vez en cuando resbalaba,

en tanto que el chiquillo andaba,

iba canturreando ciertas coplas

que había escuchado a las lavanderas

que acudían día a día allende al río,

muy hermosas y de fina voz

le parecían todas ellas.


Mas de repente, sin saber la razón,

el padre se desvaneció en el aire,

no le sintió ni irse

como así tampoco pudo despedirse,

así el pobre niño se quedó perplejo

mientras los vientos lo zarandeaban

a doquier, erraba por cualquier senda,

pues al faltar quién fuera su guía,

el recorrido era incierto,

el destino mera fantasía 

y la llegada una vacua esperanza


Muchos años anduvo el niño,

en los cuales careció de toda compañía,

pero en cierta ocasión pudo observarse

una suerte de ilusión transfigurada

de quien era su padre,

le abrío los brazos tal y como recordaba,

corrió hacía él mientras clamaba:

"¡Padre, padrecito, por fin te encontré!

Y ahora que estás aquí,

sigamos andando, atravesando

tales vírgenes caminos,

dejemos impresas nuestras huellas

y no perdamos la vía correcta

que pudiera llevarnos al Cielo,

retornando así en una sucesión

que no se detiene, al origen"

Así dijo, mas cuando sus palabras

dieron al silencio, la figura del padre

volvió a evaporarse, tuvo que asumir

que estaría solo para siempre


- Redención campestre


Alzó la escopeta, y pegó un tiro,

el cazador se levantó

para dirigirse a la gacela recién muerta,

y pudo verse que todavia agonizaba

rodeada por un halo de sangre

que le circundaba, haciendo parecer

que tenía un par de alas ensangrentadas


Acto seguido, se llevó las manos

a su cabeza ya inclinada,

empezarón a resbalarse de las mejillas

del hombre raudas y gruesas lágrimas,

al ver tal horrendo desastre,

no pudo evitar estremecerse,

querer perecer junto a aquel animal

y poniendose el arma en la sien,

disparó y se oyó un susurro

que venía a decir:

"Dos cuerpos se quebraron,

mas un alma los unió"


- Amor amante


Sucesivos abrazos entrelazados

y lastimeros manantiales fugaces,

funden en uno los pechos amantes,

como así son pactos sus besos


que no quisieran fraguarse en pedazos,

pues ante traicioneras despedidas, tales

daños alimentan a sus fervientes sentires

con el reencuentro que les hace únicos


Salvados se encuentran en el amor,

encarnados sus espíritus sin distinción

haciendo uno sus cuerpos con ardor,


puesto que hermanados ya el dolor

insistente y la reinante pasión,

sólo les queda degustar el celestial licor




domingo, 24 de mayo de 2020

Un poema de cumpleaños


Ha llegado a mis oídos
sin yo en principio advertirlo,
que hoy cumplo años
y cuando me han dicho la cifra,
no me lo he creído,
tanto tiempo he pasado
entre estas estrechas paredes,
que todo lo restante proveniente
del exterior, me resulta vana fantasía,
e incluso, lo mío, lo interno,
pura invención.

Me levanto de la cama,
ajustándome la sotana medio caída,
y contemplando la ventana
pienso en que hará mi amada
en este, que se supone mí día,
pues tan tremenda es mi añoranza
hacía ella, que este día es muda cofradía
si no son sus caricias el regalo anhelado
desde que lloré saliendo de mi madre
en préteritos tiempos de antaño.

Ahora abro los ojos,
también lloro y sollozo
como así lo hacía cuando niño
y del mismo modo busco con la mirada
allí donde esta reposa, donde descansa
teniendo el consuelo de ser tan querido
como amado, por esa persona
que sirve de cobijo a mi esperanza,
que ahora es cubierta por tibeza,
mas sigue ardiendo en mi pecho
con la presteza que dotan las llamas.

Un pájaro vespertino me saluda,
una nube es arreciada, y yo tan quedo
sigo apresado en el momento,
quieto respecto al cuerpo,
pero con el corazón viajando
en el recuerdo que intercala
memoria y deseo, 
hasta hallar su soñada y real figura
que camina cual sútil danza hacía mí,
apresándome en sus brazos
y sellando con un beso,
aquello que vuelve huera a toda palabra,
y necia toda obra que no sea acometida
por un amor diestro y sincero.

Sí, hoy es mi cumpleaños,
y tan extraño me es hacerme viejo 
que en este instante pareciera
que se me han acumulado a las espaldas,
infinitos desasosiegos
y algún que otro contratiempo,
durante esta espera,
que se me hace eterna
hasta volver a verla a ella,
rescatándome así de la tristeza, dándome la mano,
para así partir muy lejos
mientras el horizonte nos hace de arco,
y la sonrisa de Dios iluminando
en sus altares celestiales...
Pero... me interrumpen este afluente
de pensares, y me dicen: "Feliz cumpleaños..."

sábado, 9 de mayo de 2020

Una historia inverosímil


Un anciano un tanto desquiciado, me contó en cierta ocasión, que se cuenta entre las gentes unas historietas que no hay quién se las crea ¡Vete a saber tú de dónde se sacan tales habladurías! El caso es que, según me dijo, había un país de lo mas surrealista, al cual le cayó en forma de condena una especie de insecto invisible que enfermó a gran parte de la población, mas sin embargo, este bicho no era el problema primordial, sino mas bien un asunto secundario, lo verdaderamente nefasto era la conducta que adoptó la gente a raíz de esta maldición apocalíptica. Esta circunstancia tan particular fue aprovechada por poderes superiores para reforzar su carencia de principios y valores, y así, llevar a cabo lo que ya tenían pensado desde la oscuridad desde hacía largos años, se podría decir que tal enfermedad extendida les fue propicia para acelerar lo que ya se les ocurrió en los siglos pasados. Y para poner a efecto sus enfermizas ideas, obligaron a toda su población a que no saliesen de sus casas hasta nueva orden, la cual nunca llegaba, puesto que se alargaba cada vez mas y mas sin cesar en el tiempo, una espera que jamás se detenía, era como un hilo infinito que caía y caía sobre un abismo sin fin. Mientras tanto, los esclavizados ciudadanos de este país en concreto, no hicieron nada al respecto, se limitaron a seguir obedeciendo y alabando a su gobierno como si nada pasase, hasta les dedicaban aplausos a una hora determinada, y si alguien criticaba las medidas adoptadas, o se saltaba las normas, era cruelmente reprendido sin ápice ni de compasión ni de la mas mínima empatía, en tanto que apelaban a una solidaridad comunitaria que no existía, pues esto de la comunidad desde hacía varios años estaba extinta.

Mas no conformes con esto, la historia no acabó aquí, se empezaron a adoptar las medidas mas extrañas y estrafalarías, la mayoría de ellas nacidas de no se qué organo de la salud, y que, seguidas por este país tan digno de burla en alguna fábula satírica, dictaminaron conforme a ellas, y decidieron que la gente debía distanciarse -ya no solamente en alma como antes, sino que en cuerpo también-, evitar todo contacto afectivo o sentimental, no acudir bajo ningún pretexto a lugar alguno, llevar mascarillas y adoptar unas aptitutes higienicas completamente deshumanizadas. No contentos con ello, obligaron a que durante meses nadie se viera con sus seres queridos, que los amantes ya no yacieran bajo el mismo lecho, que los aflingidos no se despidieran de sus muertos, que el abuelo no abrazara a su nieto, que los amigos ya no volviesen a reconocerse entre ellos, que el mas nimio sentir fuese sofocado por unas medidas dictaroriales y tiranicas. Sorprendente es que nadie lanzara al aire la mas nimia queja, y sin rechistar, todos acatasen como si estas ordenanzas provenieran de la ley natural que se ha seguido desde siempre, como también produce estupefacción que en aquel gabinete tan amplio de donde nacían tales injustos decretos, nadie hiciera nada de nada ¡Pero bueno, qué iba a uno esperarse que hiciera la nulidad cuando su ejercerse está en su vacua inutilidad, es decir la nadificación que nada significa!

Pues bien, como iba diciendo, así se llevó a cabo todo esto, y tales medidas autoritarias fueron asumidas por toda la población entre aplausos y traiciones mutuas, como buenos perros serviles acataron cada mandato del amo, y este, se creía Dios cuando era realmente un conjunto de hombres cualquiera, y si se me permite añadir, eran menos que hombres porque aquel que acoge en su pecho el mínimo ápice de vida, jamás se le pasaría por la cabeza cometer acciones tan impías. Quizás, lo mas gracioso del asunto, es que tal horrendo aunque invisible insecto fue creado por aquellos que estaban deseando en su seno interno -o mas bien, de la carencia de toda interioridad- que este proliferara para coger una vara de mando que siempre les ha estado velada, pues solamente aquellos a los cuales ha escogido el Señor de los Cielos pueden alzar la palabra en este ínfimo mundo, siempre reconociendose pequeñuelos en correspondencia a quién les creó. Sin embargo, esto rara vez ocurre, en vez de procurar ser buenos y humildes entre nosotros, nos cargamos de vanidad y dañamos a los hermanos, los usamos, y cuando ya no nos son propicios, los tiramos como esos guantes de látex que una vez utilizados, son dispuestos a su lugar, el cual es la basura. Tendré que acudir a los verdaderos contenedores a tirar tantos guantes de látex que tengo ya raídos y viejos, a mi modo de ver, no hay mejor lugar donde tirar tal cúmulo de pobredumbre que no sea el parlamento. Pero bueno, puede que me esté desviando del asunto principal, que lo es esta disparatada historieta, aunque pudiera ser que no tanto como pienso.

En fin, cuando terminó el referido anciano del principio su luenga arenga, que yo he resumido en unos párrafos, me pareció imposible que algo así pudiera ocurrir ¿Quién podría creerse tal locura? Sin duda confío en que nunca llegaría a pasar algo así, y menos en nuestro país en concreto, el cual se encuentra rodeada de personas integras y consecuentes, a la par que prudentes, que nunca dejarían que algo así pasase. Si bien es cierto que lo que es propio del alma no les queda nada, y que han anulado todo sentir y padecer, hay que compadecer su ignorancia en este sentido, y no ponernos tan pesimistas en vano ni porque sí, ya que estoy completamente seguro de que todo irá bien y que una fantasía como la que inventó aquel anciano, es tan improbable como ficticia, seguramente lo sacaría de alguna novela barata de las que tanto se estilan leerse hoy día. Juzguen ustedes mismos lo que les parece esta fábula, y quitarme o darme la razón según gusten, como así al viejo y su mensaje, el cual he procurado transmitirles con honda sinceridad, siendo fíel al infeliz espíritu que me la narró. Sea así, les deseo la dicha en tiempos tan prósperos.


sábado, 25 de enero de 2020

Prosas veladas que anuncian

En un día que ya era casi noche, en alguna mesa dispersa en cualquier bar oculto por las calles de Madrid, dos enamorados se propusieron jugar a un juego. Este consistía en que uno de ellos escribiría una frase en un papel, y el otro, no vería lo escrito, excepto su última palabra, y en torno a esta seguiría con otra frase distinta. Lo que al principio parecía mero entretenimiento de dos líricos incomprendidos, se convirtió en revelación, la cual era sin duda amorosa, y preveo que Dios ayudó en mostrarla. Dicho esto, y sin rellenar espacio en vano, aquí dejo lo que resultó de una supuesta inspiración azarosa, que en verdad fue todo un designio divino, mas quién caiga en la duda declarando que todo se debe a una casualidad, le recomiendo que deje de mentirse a sí mismo y de negar lo que emana de su corazón para abrazar la verdadera fe. Gracias te sean dadas Señor por cuidarnos desde las alturas, que Cristo nos acoja en su pecho. Amen

- Nuestra historia

Rezagados, extasiados, tras liberar los fulgores amorosos, a tu presencia hago reverencia, la mía ante lo académico que llevó la sal, el mal y lo que percibí como enamoramiento. Aquel que siendo como el escurrirse de una estela, que en su senda deja un rastro eterno, constante, llega al mismo punto donde tus ojos ya me velaron que guardabas mi esencia en tu idea. Velado, cual atisbo de lo que se busca y que puede encontrarse, una vez que las pupilas se hallan, puede contemplarse a Dios. Y el Espíritu Santo en tu hablar cuando se dirigía a mí, pues en tus actos reside el amor.

-Tristezas diversas

Canta el gallo o tal vez el grito de la agonía que exhausta por ser participe del vivir quiere arrancarme de la vida. Reflejo de la muerte, deleite que huye la corriente, en semejanza a las miradas vespertinas de la gente, las cuales me maldicen por el mero hecho de existir.

Tal vez sin hacerlo, la agonía es lo propulsor al sin sentido, a la irremediable sensación y veneración de lo contradictorio. Así, también, mis suspiros son contrarios unos a otros, son lágrimas evaporadas, se escapan, se escurren de mi boca hasta culminar en lo que será mi tumba.


- El acostumbrado hidalgo quebrado junto con Esther González Bravo (https://filomedievalcomplutense.wordpress.com/author/leofloes/)

martes, 14 de enero de 2020

Monodiálogo


De nuevo, se encontraron ambos en el interior de la hórrida sala. Ya vieja y demacrada, la habitación en cuestión estaba adornada por telas amarillentas y roídas tras el paso del tiempo, solamente habría que destacar que justo en el epicentro había una mesa de madera maciza, y dos sillas de pino, a pesar de estar repletas de telarañas, aún conservaban su lustre proveniente del pasado. Los dos personajes se sentaron respectivamente a cada lado, uno de ellos sostuvo su mejilla izquierda con una de sus manos, y el otro cruzó ambos brazos en el pecho para apoyarse con mayor tesón. Tardaron en hablar, aproximadamente unos veintidós minitos, mientras tanto ocuparon su tiempo en indagarse con el auxilio de sus miradas, quizás así lo hicieran porque sabían que hay palabras que callan y dicen mucho mas de lo que debieran.

Tras el tiempo indicado, uno de ellos -el que arropaba su pecho- quebró el divino silencio para decir tan entusiasmado como eufórico:

- ¡Cuánto tiempo hacía que no nos veíamos! Te aseguro que he pasado por muchos lugares procurando encontrarte... ¿Y para qué? ¡Para nada! No parecías estar en ningún sitio, intentaba buscarte con el corazón constreñido, y parecías desvanecerte, cada vez estabas mas lejos.

- Vaya, vaya... Así parece que fue -respondió el que usó una de sus manos para apoyarse, mas ahora puso la contraria también, de manera que en ese momento se apoyó con ambas manos- Yo, en cambio, aunque te recordaba en la lejanía, jamás se me pasó por la cabeza buscarte. Es decir, si ya te tuve una vez, daba por hecho de que lo volverías a estar.

- A mí también me llegarón atisbos e intuiciones acerca de nuestro reencuentro, pero en mi incapacidad de conceptualizarlo y hacerlo concreto, la duda me invadió -volvió a decir este, tensando las brazos y fijando la vista- Te voy a decir una cosa, a pesar de la incertidumbre que sentí, tenía una certeza que nadie podrá robarme, y sé que te parecerá contradictorio que este caos afectivo tenga un orden en su desorden.

- Ciertamente, no le encuentro un sentido a nada de lo que me dices. Sin embargo, puedo encontrar algo valioso, y es que tus juicios apuntan a algo muy elevado y gracioso que tú te obstinas a replegarlo en tus neblinas. En lo que a mí se refiere, te diré que los acontecimientos se me dan muy claros y evidentes, pues estos pasan, en tanto que yo capto aquellos que pueden ser provenientes de los mas altos principios.

- Yo también sé de principios, aunque supongo que tengo otra forma de hallarlos. Voy andando mediante impulsos, la voluntad se infla, se destila, se derrite incluso, y el alma entera me palpita. Entonces, me detengo, me quedo en inhóspito suspenso y espero, y mientras así dura la espera me tumbo en el suelo y miro al Cielo, cierro los ojos y suspiro, y me digo a mí mismo desde el interior: "¡Ay, Dios mío, quién fuera ave para alcanzarte antes!" Después, recuerdo que soy hombre, y me tranquilizo, ni los ángeles están tan predispuestos como nosotros, tenemos la oportunidad de obrar, de ejercitar la ascensión, y en consecuencia, la salvación. Así, pues, me pongo en pie y sigo con lo mío.

- ¿Ese es el final de alguna historia? -dice este parpadeando- Podría explicarse de una manera mas diáfana, y no tan oscura como la tuya. Por ejemplo, imagina una gota de rocío mañanero cayendo de una verdosa hoja hasta el suelo, un suelo que por otra parte, debido a tal número de gotas, se encuentra repleto y ya ha formado lo que se diría un gran charco. Uno se pregunta: "¿De dónde ha nacido esa gota?" Y se responde: "Se trata de un proceso de evaporación celestial" El asunto versa en torno a causas y a sus efectos, a la recta vía que conduce hacia la Primera causa incausada de la que mana un fénomeno al que solemos llamar la causalidad. No resulta tan complejo plantearselo, a partir del mas nímio sentido común se puede llegar a los primeros saberes.

- He venido a decirte exactamente lo mismo sin usar de tantos tecnicismos que tanto embotan los sinceros sentires ¡Oh, se me acaba de caer a la memoria otra ocurrencia de las mías! O, lo que tú llamarías, mis historias -iba diciendo mientras se rascaba la nuca con una falta de sutileza, quizás intencionada- Se cuenta, que en cierta ocasión una santa mujer parió dos hijos, y estos dos tan sólo se diferenciaban en un año de distancia temporal. Ambos, como es de suponer, fueron muy bien críados, crecieron juntos con amor y armonía. Mas, no obstante, a partir de que alcanzaron la mayoría de edad, uno de ellos rompió el lazo del yugo materno, y podría decirse que se descarriló, tomó sendas sumamente distintas de las que su madre le dotó. El otro, en cambio, cumplió los preceptos, siguió desde el principio el camino que se le designó, y su madre se mostraba tremendamente orgullosa en lo que a él se refiere, pero no era capaz de olvidar la fuga del hijo menor, este dolor de su marchar le aflingía constantemente. Este último pasó por gran cantidad de abismos, cayendo por todos ellos, se ensució, se dejó sucumbir por todos los pecados imaginables, hasta él desde su consciencia interna se dió cuenta de lo mucho que se había alejado del fulgor primigenio. El mayor, mientras tanto, pereció en esta travesía que es la vida, hecho que también hizo aminorar la alegría que pudiera sentir su madre cuando estaba en su compañía. Mucho tiempo y muchos punzantes daños tuvo que pasar el pequeño, hasta que volviese de retorno al amado hogar. Sin embargo, así lo hizó. Volvió bastante desmejorado, sucio, con arapapos y con un semblante que parecía haber sido despojado de su alma. Su madre, cuando pudo volver a apreciar el rostro de su querido hijo, se le encharcaron las mejillas de gran cantidad de lágrimas, y lo recibió en sus regazos con todo el amor que su pecho era capaz de albergar, el cual, es obvio apuntar que era inmenso. Ello enterneció al hijo, y también dió rienda suelta a las lágrimas, y estas se mostraban entre amargas y dulcificadas. Y así le dijo su buena madre: Hijo mío, sé que has hecho cosas horribles y que has pecado, pero no te preocupes. Has sido perdonado, y ya que has vuelto, además, salvo." Esta es sin duda una fábula, pero de las reales, no de aquellas que dicen inventadas, sino que son tan trasparentes como la vida misma frente a un espejo

Se hizo el silencio, y se mostró tal cual es. El dialogante contrario se quedó mudo, probablemente porque encontrara semejanzas entre la historia y sus propias vivencias ¡Quién no ha sido el hijo descarrilado en alguna ocasión! Él también lo fue en su día, mas lo que no sabemos es si consiguió volver, o al cabo, aún se encuentra en camino. Se quedó, pues, la palabra trasquilada en el aire, un nudo de tela se le formó en la garganta, y solo pudieron responder sus ojos, que vidriosos, dieron paso a la emoción que se negaba a contenerse, ansiaba liberarse. Dejó de sostener con sus manos la cabeza, para que estás incurrieran en un golpe con tesón dado en la mesa, como un objeto muerto que se deja caer. Cerrando y abriendo sus párpados con lentitud, y deslizando sus dedos con tiento por los bordes de la mesa, comenzó a decir:

- Puesto que parece ser que aquí de lo que se trata es de contar historias, la tuya ha traído en forma de remembranza, algo que soñé o que leí, mas ya no me acuerdo exactamente donde: "Se cuenta en versículos sagrados, la historia de un divino pastor, el cual tenía un espléndido rebaño de ovejas que habían sido aparejadas para abastecer a esta corrompida tierra de los milagros de la creación. Este pastor al que me refiero, tenía cierta particularidad respecto a los demás pastores que han habitado en el mundo, puesto que seguía preceptos mucho mas altos, y prometía un reino donde ya las caminatas diarias serían leves sacudidas sin importancia. Así, entonces, todas las mañanas se ocupaba de liberar a las ovejas de la valla donde estaban cercadas, y así lo hacía hasta el ócaso, volvían allí, y vuelta a empezar. Todas estas ovejas, le eran obedientes y procuraban, en la medida de lo posible, seguir los mandamientos de una manera incondicional y desinteresada. No obstante, una de ellas que era un tanto mas oscura que las demás, dió en su pecho cabida a la duda. Después de cada paseo, se preguntaba a sí misma ¿Y esta rutina para qué? Por las noches, le daban temblores, y en una de estas incertidumbres nocturnas, salió sin que le viese nadie. Tan díscola era ella, que salió corriendo, rompiendo así el vallado que les impedía a las otras salir. Todas se dispersaron, y pese a que se mantuvieron bastante cerca en pequeños grupos, cada vez había mas distancia de las unas respecto a las otras. Al día siguiente, el buen pastor se encontró el panorama, mas él ya sabía que esto iba a pasar, pues conocía a la perfección a cada una de sus ovejas, y advirtió la rebeldía de la mas oscura. Se lo tomo con mucha serenidad, y emprendió la búsqueda de esta última, por mucho que el resto de los pastores le tomarán por loco, ya que desde el sentido común, no lograban justificar el por qué pudiendo encontrar a las otras con facilidad, se encaminó tras aquella que en cierta medida le había traicionado. Nadie entendía cual era su intento, pero el divino pastor, con un corazón lleno de espinas latiendo con una pasión que no le cabía en el pecho, siguió el rastro de la oveja perdida, y hay quién dice que efectivamente la encontró, y formó un nuevo rebaño"

Ambos hombres continuaron su animada conversación largas horas... ¡Quién sabe si llegaron a algo! Yo espero de que así sea, pues si al final lo consiguieron, alcanzaron aquello que venían desde el principio buscando. Y seguramente, tras tomarlo con sus propias manos, volverían a comenzar como suele ocurrir cuando se trata de pensamientos y sentimientos tan grandiosos y elevados. Así, al menos, me gustaría pensar a mí, que también estuve allí presente ¿Atendí como debiera? ¿He anotado lo importante? A mí parecer, he escrito aquí lo que tendría que escribir, sea la apreciación según quién lo leyere, yo por mi parte, me doy por satisfecho de que con auténtica fe ferviente, he podido beber un ápice de esta suculenta y pura agua, manjar para todo aquel que tiene sed.