martes, 4 de junio de 2024

Poemas del interior

 - Recuerdos agradables del pasado

se hacen amargos con el paso

de los años hasta culminar

en un presente desesperado.


Caminan los amantes de antaño

ahora convertidos en un matrimonio

desdichado, con un par de hijos

que aunque amados, son fuente de desgracias


Lloramos cuando deslizamos 

nuestra mirada hacía atrás,

hacía aquellos acantilados escarpados,

y no porque su subida haya sido penosa,


sino porque su bajada fue demasiado 

veloz, y cuando vamos cayendo 

sin pararnos pensamos cuán hermosas

eran las vistas desde las alturas.


Ahora ya viejos y arrepentidos

de no haber gozado de aquel suculento

sabor como se merecía, de habernos

quejado por minucias en demasía,


volvemos la vista atrás con lágrimas

en los ojos y con una sonrisa resignada

que cuando es vista por los viandantes

suele ser malinterpretada.


A veces, sufrimos por mero gusto al dolor.

Nos regocijamos en la problematicidad

de una trágica fantasía cuyo drama

reside en la estupidez humana.


No en vano, muchos justo en el instante

previo a la muerte repasan varias veces

aquella escena en apariencia simple

donde sonreían siendo unos meros aprendices.


- La senda del maldito suele ser

bastante solitaria, y aunque en compañía,

esta no destierra del todo esa desolación

porque habita en el interior.


Los caminos son vastos, recónditos

a las veces y cargados de misterios,

mas aún con ello no dejan de ser

repetitivos, con los mismos enigmas.


Se trata de trazar líneas sobre espacios

que ya fueron marcados de antemano,

idénticos despliegues se dividen

sobre las mismas rotondas y desaires.


Dubitativo, pienso en lo anodino

de este sufrimiento que me tiene preso

en las cárceles de antaño, tan sólo

bautizadas con nuevos grilletes.


Viejas heridas vuelven a abrirse

bajo el sello de nuevos juramentos,

destinos entrelazados por promesas

que irrevocablemente retornan a romperse.


Escucho un sonsonete atrofiado

de tanto sublevarse, y grito 

para que esta tristeza que se cierne

conozca de algún tipo de sentido.


Siempre contemplo los mismos rostros

cuyos semblantes siendo diversos

reproducen esas extrañas muecas

que por hipertrofía no identifico.


Aquel rechazo creo haberlo visto

reflejado en alguna parte, pudiera ser

que fuera en los espejos rotos

de los que acuden a la ciudad de los pérdidos.


Ya no siento nada, sólo esa carencia

afectiva que olvidó su rima

cual el poema inacabado escrito

por un ángel caído que nadie ha llamado.


- Cuando perezca el viento seguirá

arreciando igual, del mismo modo

irá llevando hojas y recuerdos

a los mismos abandonados derroteros.


Cuando perezca las viejas canciones

continuarán sonando tal y como

lo hicieron antaño, y quienes las escuchen

proseguirán con idénticos llantos.


Cuando perezca el sol y la luna retornarán

con su pugna ancestral, en secreto

idilio romántico, buscándose y evitándose

cual amantes y sus rencores


Cuando perezca en los campos

hierbas y matojos se sucederán

en una cadena que se retroalimenta,

adornando lindes y caminos.


Cuando perezca todas las personas

proseguirán con sus vidas, yendo aquí

y allá sin cesar, desconociendo el por qué

de sus ilusiones y tristezas.


Cuando perezca...


- La tristeza es una lágrima 

que se esconde debajo de la piel,

se acumula bajo nuestras mejillas

y cuando ya no lo soporta más,

se dilata en el foso interno.


La siento como una caricia,

un recordatorio de la aciaga melancolía

que se desliza en aquella temida

despedida, es una mano rolliza

que nunca pasa desapercibida.


Incluso cuando pretendemos

ignorar su insistente presencia,

nos vemos irrevocablemente llamados

a su expectación, a posar los ojos

allí donde los demas no ven nada.


Contemplo a través de la ventana

un paisaje evolutivo, mas cuando

atenúo mi vista vislumbro mi propio

semblante, y justo ahí bajo mi piel,

hay una lágrima latente que se sostiene.


- Cuando es de noche, salgo para fundir

mis pensamientos en su negrura

insondable. Alzo mi vista y observo

un horizonte de color azul marino,

un páramo celestial plagado de estrellas.


Me embarga una tristeza innúmera,

de la que no sabría sondear su contenido.

Se trata de una melancolía sin razón,

una inconsciencia del dolor

que me produce espasmos y temblores.


Por eso, mantengo mi mirada 

en dirección al cielo para olvidarme

de mis tribulaciones egoístas 

y vislumbrar un todo único, absoluto,

que haga desvanecer mi yo sensible.


Es cierto que me embriago 

con un ideal de belleza que se encarna

en un paisaje que carece de particulares,

mas a menudo estos replandores

fosforecentes me hacen recordar


mi propia míseria. Siento sus parpadeos

cual insospechados guiños, su mutar

una suerte de confidencia callada

y su permanencia un recordatorio

de mi estremecimiento involuntario.


Quisiera plegar mi alma sobre la luna,

danzar a su al rededor como un hado

sombrío, y al perecer, ser lo mismo

que aquel todo abandonado de los ojos

de unos cuantos mortales desdichados.


Mas todo ello son fantasías, 

divagaciones de un loco solitario.

Al final, sólo queda aquel silencio

sólo interrumpido a las veces 

por el aliento primigenio, y el susurro de algún dios.


- Estoy fumando en la calle,

mirando desinteresado el paso

de los transeúntes. Todos parecen

carentes de alma, jarrones vacíos.


Inamovible, clavado en mi sitio,

espero un acontecimiento pasajero

de aquellos que aún efímeros

permanecen encerrados en la memoria.


Hasta el humo que se expulsa

por mi boca entreabierta se ha permeado

con la tristeza que este espirítu solitario

alienta desde largos años pasados.


Todo momento se sucede

encadenándose en una serie de instantes

desvanecidos cuales fotogramas

expulsados de unas viejas cajas llenas de polvo.


Demasiado melancólico para hablar

tiendo a considerar al silencio 

un nuevo tipo de lenguaje,

y a las bocanadas de tabaco meras exclamaciones.


- Sentado en un banco de carcomida

madera, exhalo y expulso humo

proveniente del majestuoso ducado

que cuelga pendiente de mis labios.


Mientras un humo nebuloso discurre

ante mis ojos, contemplo el transcurrir

de los seres siempre igualmente

repetitivo, animado por un resorte.


Desde los más pequeños a los más grandes, todos parecen insuflados

por una escasa llama azulada

que les permite vivir a penas.


Las hojas casi marrones se dejan

arrastrar por el embravecido viento,

diversas cajas abandonadas en la calle

se tambalean a las veces por contrapeso,


Hombres ociosos como yo fuman en soledad, mujeres andan en compañía,

los niños lanzan pelotas por todos los sitios y los ancianos les miran con mal ceño


Al principio creía comprenderlo todo,

pensaba que todo eran razones

concretadas en cosas, pero cuanto más

observo menos entiendo del espectáculo


Uno podría considerar que los seres

se desplazan por mero instinto,

o en su defecto, lo hacen por causas

que persiguen diversos efectos.


Mas en realidad, no hay nada de eso.

El conjunto, lo esencial, se reduce

a vacuidad. La vida en general

son secuencias desordenadas.


Los vivos son muertos movientes,

y los muertos vivos recordados.

Mis ojos son lo que ven, y mi mente

es lo que antes vió y después verá.


El estar sentado fumando, aquí ahora mismo será un poema que compondré

de pie, y los versos que serán leídos 

la sombra de un muerto y sus recuerdos.


- En el silencio de la noche medito,

y entrando en mí mismo encuentro

diálogo con los espíritus, los cuales

gozan de revolotear a mi al rededor

lanzando extrañas exclamaciones.


Yo siempre les digo lo mismo, 

que los entiendo a la perfección

porque aún vivo, encerrado en el cuerpo,

camino entre mis semejantes 

como si fuera uno de ellos.


Rara vez hablo, y también como ellos,

me comunico con calladas señales

que lanzo en aras de un ideal

indefinido, pues las palabras habladas

siempre son traidoras en su mensaje.


Mejor fuera que todo el mundo

adquiriese la virtud de la mudez,

que al verse se supiese cual es

la verdad que encierran las montañas

y cual el misterio del devenir marítimo.


Quiero ser esa roca desafiante

puesta por azar en la mitad del camino,

la lluvia que pilla repentina a los viajeros

y aquel símbolo del cuervo

cuando se posa en los ventanales de los amantes.


Danzar como andar, suspirar como gritar,

lanzar ese verso que dura un segundo

y deslizar mi castigo por los senderos

descubriendo la salvación

que se encuentra al caer del abismo.


Deseo cantar sin melodía, pasear

siendo sombra y volar en el descenso.

Sólo así podría afirmar rotundamente

que el miedo es una mera advertencia

y la valentía su secreto cómplice.


Si todo ello se cumpliera mas allá

de la metáfora sin rima que encierra

una sentencia bien dicha, pudiera

soñar con un paraíso que no requiera

de una única doctrina.


Pero cuando los espíritus que me acompañan me escuchan decir

sin hablar todas estas cosas, tienden

a despedirse antes de tiempo, quizás

para indicarme que pronto seré como ellos.


- Cuando pensamos en Dios, alzamos

la mirada porque lo imaginamos inmenso,

escondido en el cielo estrellado.


Cuando lo hacemos en el demonio, 

la bajamos a un suelo pantanoso

porque nos recuerda a nuestras faltas.


Fabulando con el bien, vislumbramos

una grandeza celestial cuyo resplandor

es tan intenso que entornamos los ojos.


Fantaseando con el mal, nos quedamos

ciegos porque en un pozo tan profundo

sólo nos queda oscuridad e ignorancia.


Mas yo sueño con ambas esferas

aunadas en una sola donde aquello

que reluce se reconcilia con lo sombrío,

donde lo Absoluto sabe y siente

que lo bueno y lo malo es en nosotros

un todo único que conforma aquel

universal concretado en nosotros siendo niños.


- Es la vida un sueño que participa

de las ilusiones que nosotros mismos

vamos proyectando, que se alimentan

de suspiros lanzados al azar sobre

abismos insontables que no logramos alcanzar.


Es la muerte el despertar de aquel

tumultoso impulso onírico, y su sensación

se asemeja a cuando nos despertamos

en la vida ordinaria, comprendiendo

todo aquello que parecía desordenado en el sueño.


Cuando despertamos de la vida

en la muerte, hay una trompeta

encendida que clama al entendimiento

para que conozca cual es la auténtica

verdad y la fantasía del orden racional.


Se desparraman las imágenes ilusorias

de cuanto creímos certero, mas ahora

en vez de llorar como algunos hacen

en el lecho de la muerte al irse,

reímos al darnos cuenta de nuestra ingenuidad.


Noche y día se entremezclan, 

oscuridad y luminosidad se intercalan,

y nace una sensación sin sensaciones,

una comprensión sin entendimientos

que nos hace unificar lo disperso.


También los sufrimientos se convierten

en anécdotas, las carcajadas cotidianas

en chistes malos y nuestros pasos por

el mundo meros aleteos ante una

elevación de mariposa que es superior.


Esta es la sabiduría secreta, el gran

misterio que profirió un anciano

tan viejo que todos han olvidado 

su nombre, pero que cuando perecemos

todos reconocemos sin sentidos ni razones.


- Quién solitario detiene los ojos

ante lo extraordinario que encubre

lo aparentemente anodido descubre

una llama que se enciende, 

que se inflama en su pecho cual pira

desfalleciente y que parece llamar

a gritos algo que superándole, 

le sobrecoge. 


No en vano, intenta acallar

aquello que es imposible contener

en el hueco colmado del que nace

la conciencia de saber y de sentir,

que allí donde desliza su mirada

es resultado de un vacío que todavía

no ha recibido el cobijo de la luz

replandeciente que no espera 

ser nombrada. 


Por eso, su aparición

siempre causa una mezcla de extrañeza

y miedo, una balanza que juega

con el asombro y el desasosiego,

amargo aún siendo dulce, 

milagroso pese a ser aciago,

y cuyo final siempre da como resultado

aquello que desde un principio

fue, será y es. 


Busca sin objetivo, deslizate obviando

el resultado ante el cual todos asienten

cuando anteriormente lo habían negado,

porque no hay nada más real y patente

como esa visión sin ver que acontece

allí donde muerte y vida se confunden,

donde se troncan todos los pares

para dar un nacimiento que perece

a la luz apagada.


- Damos pasos inciertos que se conducen

a un ignoto final que nos parece

brumoso por lo incierto del túnel.

Profetas y otros sabios nos dicen

que más bien se trata de glamorosa

luz que invoca a los espíritus benéficos

a los píos y demonios monstruosos

a quienes extraviaron el camino.

Mas ello hace a los ignorantes recaer

en el vacío, y a los inteligentes 

dudar todavía más acerca de su porvenir.

Es una visión con la que nacemos

pero que olvidamos, un recuerdo

que acude a veces doblegándonos

moralmente, donde hemos de tomar

una decisión durante la mundanal vida

¡Ojalá fuera tan sencillo!

No es tan fácil como optar por una

de las caras de la moneda, en tanto

que hay en cada uno de nosotros

algo de esa luz y de esa sombra

que oscila como la llama de una vela

a veces de un amarillo marcado

y otras tanto azulada y humeante.

Sé de mi fragilidad, de ese ritmo titubeante que es tan imprevisible

cual monzón repentino en el bosque.

Pero no, no quiero ser de los desechados,

de los perdidos cuyo designio 

es una taza de café agrietada.

Aún en la oscuridad, quisiera caminar

en la vía iluminada, en aquella habitada

por hombres y mujeres ilustres, poder

sentarme a su al rededor en circulo

aunque no lo merezca demasiado.

Y pese a que en mi senda se encuentran

demasiados desvíos, que al final del todo

un sentido único y elevado me lleve allí

donde los jardines están coronados.


- Desde los tronos de los cielos

los ángeles me dicen con voz risonante

que mis versos les parecen demasiado

depresivos, cargados de melancolía.


En un principio mudo, mas luego

meditativo doy vueltas a sus palabras

con cierta perplejidad interna,

y con un callado temblor de labios.


No era mi pretensión el causar negativa

conmoción con mis poemas a aquellos

reinos celestiales, cargados siempre

de trompetas y secretas danzas.


Todo lo contrario, quisiera que el canto

que encubre mi poesía fuera un tributo

a aquellos velados habitantes

que protegen a un Dios oculto.


Cuando lanzo exclamaciones a los cielos

es para que estos me recuerden

del mismo modo que yo porto en mí

esa chispa celestial inspiradora.


La escasa fuerza de mis palabras

no es otra cosa que un hálito divino

un tanto desinflado, titubeante

entre las cárceles del alma.


Pero imagino que lo que se interpreta

como alabanza aquí en la tierra

para los ojos elevados se trata mas bien

de algo tan nímio que resulta triste.


- Esta tristeza tan mía juega 

con consumirme lentamente

en una descomunal pira de fuego.


Tan ardiendo siento las venas

que el aire que entra sólo sirve

para avivar las llamas interiores.


No me queda otra que permanecer

en quietud, esperando lo inevitable

hasta mi desvanecimiento corporal.


Hasta que cada fragmento material

se evapore en una suerte de sustancia

que siendo espiritual se eleve.


Sé que una actitud de tal talante

sólo propiciará escrutadoras miradas

entre mis semejantes, que interpretarán

mi permanencia parada cual

conformismo irremediable.


Pero no es así. Esta es la posición

de alguien que aunque ignorante

comprende el paso efímero de toda cosa,

y que por mucho movimiento que haya,

todo acabará siendo lo mismo.


- Soy sombra que busca la luz,

cuervo amante de los amaneceres,

insecto de retorno a la madriguera,

luna que espera su encuentro en el día.


Se apagan los farores, la calle se muestra

desierta y quienes toman la vía noctuna

saben que su paseo es sólo una vuelta

cuya meta parece ser incierta.


Pero la esperanza sigue latente,

es una promesa que nadie pronunció

mas que todos saben que debe

cumplirse por señales en el cielo.


Ya esta noche representa un velo

que será rasgado una vez que se cumpla

el signo que fue esculpido sobre piedra

sagrada, noticia de sabios de antaño.


No hay que temer del azar, y menos aún

de los callejones interrumpidos

por oscuros presagios, anunciadores

de los infiernos amonestadores.


El caminante ha de mantener con espíritu

onírico ese estigma producido antes

de su propia creación, y que con un obrar

que es su mero deambular le libera.


Todo el mundo nocturno es un incierto

tránsito que reconoce lo lúminico

cuando todas las puertas estén cerradas

y sólo la más lejana de ellas se abra.


Entonces, todo capricho, todo paso

deviniente hallará la estabilidad pura

en el encaminarse hacía la vereda

donde sol y luna sean un Uno perfecto.


Soy sombra que busca la luz,

cuervo amante de los amaneceres,

insecto de retorno a la madriguera,

luna que espera su encuentro en el día.


- Andamos perdidos buscando

una verdad de la que no sabemos

con seguridad si atraparemos 

con nuestras manos, o se irá

desvaneciendo con nuestra cercanía.


A veces creo vislumbrarla a través

de millares de velos dispersos

encadenados por unas extrañas fibras,

que al contacto con la vista,

se dispersan y aumentan por doquier.


Nuestra vista es imperfecta, el intelecto

vano a la hora de intentar captar

aquello que es absoluto en toda

su integridad, como mucho nos otorga

atisbos que en las noches se trueca en imaginaciones


Fantasías y sueños se intercalan 

con razón y pasión dando por nacimiento

un ser amorfo cuya única intención

es alcanzar lo verdaderamente bello

escondido en una amapola que está muy sola


Caminado, atravesando el campo

sólo observo hierbas disecadas

y algún que otro canto lejano

proveniente de una melodiosa voz

que cada vez parece más perteneciente al recuerdo.


¿Cual es la causa de tanta tristeza?

¿Por qué los colores se tornan grisáceos?

¿Qué ocurre cuando el sol se esconde?

Misterios todos que sólo conducen

hacía otros enigmas indescifrables.


Prefiero el silencio, la meditación

prolongada, la oración infinita

en vías de esa unión tras la cual

todo y nada acaban sumidos

en aquel cometa que se estrella.


- Atravesando páramos desiertos

alzo la mirada hacía los cielos,

y no puedo evitar titubear

una pregunta en forma de un ¿Por qué? 


Sudando sin cesar durante el día,

temblando sin evitarlo a las noches,

creo escrutar en las alturas

una señal que no logro descifrar.


Pero cuando los vientos soplan

con frenesí, provocando el desplazarse

de inmensas nubes, comienza

la que será tu tormenta.


Y entre relámpagos y estruendos

creo poder observar un semblante

que está oculto para ojos humanos,

y me indica la pureza de la muerte.


Me oculto en una cueva que se encuentra

en los más lejanos bosques, y ahí

dejo pasar el fingimiento que es el tiempo

en completa oscuridad e ignorancia,


y cuando un leve de rayo de luz se filtra

entre las grietas, sigo su recorrido

con los ojos del corazón descubriendo

que este conduce a ninguna parte.


Pero cuando los vientos soplan

con frenesí, provocando el desplazarse

de inmensas nubes, comienza

la que será tu tormenta.


Y entre relámpagos y estruendos

creo poder observar un semblante

que está oculto para ojos humanos,

y me indica la pureza de la muerte.


En sueños me contemplo a mí mismo

escalando a través de innúmeros

peldaños, y a pesar de dedicar todos

mis esfuerzos me quedo en el mismo instante.


Así que finalmente opto por parar,

me detengo en el último escalón

que pisé para descubrir que ya había

llegado hacía donde nadie sabe.


Pero cuando los vientos soplan

con frenesí, provocando el desplazarse

de inmensas nubes, comienza

la que será tu tormenta.


Y entre relámpagos y estruendos

creo poder observar un semblante

que está oculto para ojos humanos,

y me indica la pureza de la muerte.


Desde los rascacielos se puede ver

muchas hormigas recorriendo

los centenares de montículos

que ellas mismas construyeron,


mas yo no quiero ser una de ellas,

y por ello fantaseo con la idea 

de poner fin a la eterna construcción

lanzándome al núcleo del adios.


Pero cuando los vientos soplan

con frenesí, provocando el desplazarse

de inmensas nubes, comienza

la que será tu tormenta.


Y entre relámpagos y estruendos

creo poder observar un semblante

que está oculto para ojos humanos,

y me indica la pureza de la muerte.


- Cierro los ojos, silencio mis oidos.

Ceso de hablar, tapono mi olfato.

El pensamiento se detiene, las sensaciones se evaporan.


Sólo busco el detenerse de las impresiones.


Sello mis párpados, clausuro mis orejas.

Coso mi boca, me arranco la nariz.

La mente se cierra, el tacto ya no es nada.


Sólo ansío la quietud de las imagenes.


Me quedo ciego, también sordo.

Mudo sin palabras, perdidos los olores.

La cabeza vacía, los dedos quebrados.


Sólo voy tras el vacío.


La oscuridad alivia, el silencio comunica.

Imposible describir la cárcel del alma

donde la presencia es mera utopía.


Después del viaje, ya no queda nada...


- Me encuentro perdido desde hace

ya largo tiempo. Imagino que fuí

caminando desde un punto incierto

llegando a estas sendas que no reconozco. He olvidado hasta

mi nombre, no sé de donde provengo

ni por qué escribo lo que está

aquí impreso. Tampoco sé la razón

de usar de estos simbolos 

para comunicar un mensaje tan oscuro,

tan desconocido para mí desde su origen.

Quizás hasta olvide por qué una palabra

con otra hace un sentido que se proyecta

como luminarias lejanas, en mi caso

todos estos sentimientos son cuales

estelas en el cielo que se desvanecen

nada más nacer y cuyo propósito

se deshace del mismo modo que

se formaron. Soy ya materia sin conciencia, ficha perdida del destino, movimiento tremulo que otro hizo por mí,

capricho de deidades aburrridas...

Sigo una sucesión de instantes

que fueron decididos por algo

que me sobrepasa, puede que tal sea

mi única certeza a la par que el saberme

un desconocedor nato que desde

hace muchos años no entiende nada.