- Me preguntas acerca del origen
de todos los males de este mundo
¡Que sé yo!
Me susurran las flores sobre la melancolía de la caída de sus pétalos
¡Que sé yo!
Me interrogan a escondidas los laureles
porque el viento los azota en demasía
¡Que sé yo!
Me acosan a preguntas las mariposas
que extraviaron a sus parejas
¡Que sé yo!
Yo únicamente sé lo que me es dado
conocer, que todo acaba menguando,
haciéndose tan pequeñito
que un día sin avisar desaparece
Yo sólo sé que los días y sus noches
avanzan velozmente, sin detenerse,
y que cuando uno quiere darse cuenta
ya es demasiado tarde para abrir los ojos.
- Recuerdo que cuando era niño
el sol calentaba con tonos rojizos,
en las noches no hacía tanto frío
y cada paseo era algo memorable.
También me vienen a la memoria
motas de polvo, gotas fragmentadas
de aquellas rápidas imágenes
que pasan como un suspiro.
En mi cabeza y en mi corazón
toda mi familia desfila ante mí
desde una altura considerable,
me ven a mí siendo muy pequeño,
tan frágil, sensible, inestable...
Todos ellos me cogen de la mano,
me llevan a un lugar y a otro,
siempre lejos de todo peligro,
muy alejado de todas aquellas cosas
que me dan miedo y provocan temblores.
Hoy en día, ya no soy tan inocente
como lo era entonces, y aún siendo
todavía un poco ignorante,
sé algunas cosas que me ha enseñado
mi frugal vida de tristezas contenidas.
Pero, a pesar de tener todo esto
en cuenta, a veces quisiera
que apareciera toda mi familia
en una sala reunida, y que todos ellos
me dijeran que el sol vuelve a calentar
igual, que esta noche la luna brillará
y que no tengo nada de lo que preocuparme porque las estrellas
guiarán mi camino a través de aquel
desolado desierto del miedo.
- Cuando llueve, quienes fueron abandonados se congregan
al rededor de una fogata en medio del bosque
Contemplando a la doncella atrapada
en la luna con un pícaro conejo,
todos borrachos cantan, bebiendo
vino hasta caer redondos del sueño.
De todos ellos, algunos permanecen
despiertos hasta que los rayos del sol
se esculpen en sus rostros, iluminando
sus lágrimas cual rocío en las hojas.
Cuando llueve, en la noche, alumbra
el fuego de la esperanza a unos pobres
que al amanecer vuelven a desilusionarse
- Tengo una pena muy grande atascada
en el pecho, que se va inflamando
a medida que voy viviendo.
Es tan inmensa esta pena que rara vez
consigo acallarla en mi soledad.
Temo que algún día alguien se dé cuenta.
Pues cuando miro a mis seres queridos
a veces se me escapa una mirada
de profunda y dolorosa melancolía.
Tan potente es mi tristeza.
Su imperio sobrepasa en fuerza
al resplandor de millares de soles,
y aún el huracán más poderoso
no puede con el vendaval de mis lágrimas
Locas ellas, son musculadas y traviesas.
Desde hace tiempo ya, me acechan.
Me enseñan sus fauces cual perra
rabiosa, y si hago amago de arrogancia
se me lanza a la yugular sin pensarlo.
Por eso, inevitable, ya la he aceptado.
Hoy día, campa a sus anchas
por mi desdichado corazón, salta
y grita a doquier sin parar nunca.
A pesar de su fiereza, es hermosa,
se ceba pero mantiene la compostura.
Sin evitarlo, lanzo lánguidas miradas
a los demás por si por un casual
alguien fuera capaz de liberarme
de este evocador cautiverio
del que soy adicto y preso.
Mas creo que con el tiempo he llegado
a acostumbrarme hasta el punto
de que en las tristes noches la acaricio
con una mezcla de pena y desgana,
y ella gime terriblemente consolada.
Últimamente ella me ha concedido
dos regalos maravillosos que rescaté
de mis lágrimas de madrugada:
una es inspiración, y la otra,
un hálito impuro de inmortalidad.
- En un lejano puente se escucha
un grito que es estremecedor,
y aunque se entrecorta, este me desgarra
como catáratas sobre montañas.
La niebla se zambulle sobre lo circundante, arrullando todos los seres
en una hábil sinfonía terrorífica.
Si el viento son los violines,
las pieles erizadas son las arpas
y mi conciencia quién las interpreta.
Danzan seres que antaño eran alados,
pero que hace tiempo que olvidaron
la capacidad de remontarse volando.
Sauces llorones decoran los pabellones
donde se amontonan cádaveres
de amantes disfrazados.
Y mientras tanto, los búhos se entienden
con los cuervos cuando lamentan
la ida de las concubinas.
Yo soy el espectador que hace de actor,
aquel que agarra la soga con temor
de soltarla antes de tiempo.
Ay, me quema la garganta...
- Llueve a cántaros en este día otoñal,
tanto que todos los caminos
se encuentras anegados de agua,
la cual huye con premura allí donde
esta encuentra salida, por cualquier
resquicio por nímio que sea.
Las calles se han convertido en un gran
río, y yo me pregundo: ¿Dónde tiene cabida aquí el mar? Quisiera poder
contemplar un océano artificial
con serenidad, como si mi mundo
fuera una isla desierta rodeada de sal.
Las gentes son presos que procuran
escapar de la catástrofica cárcel
marina. Porque aquella les recuerda
su debilidad, les lanza una lección
que para quién la descifra parece
indicar que nada está controlado.
Las calles inundadas son presagios
lanzados al azar, un destino deviniente
que juega con las andanzas ora
convertidas en nado, en barcos
que transportan de un lado a otro
las añoranzas de un sueño imposible.
Yo quisiera quedarme tumbado,
dejar que la marea me lleve
allí donde la seña me haya indicado,
y así poder visitar extrañas tierras.
Todas ellas plagadas de sombras
contenidas en un suspiro de mujer.
- Muchos cantan la belleza de la primavera,
mas yo lo hago con la melancólica
sutileza que se esconde en el otoño.
A través de las hojas caídas
de los árboles, atrapo los recónditos
secretos que me susurra la muerte.
Dicen que en los cielos nubosos
y en las inesperadas neblinas,
puede tomarse la hermosura desfalleciente.
También en las lluvías repentinas,
hay algo de mágico, sobre todo
en ese descenso y ascenso gradual.
Aspiro la húmedad, y esta, me dota
de caricias que transpiran
de mi nariz a mi surcado pecho.
En las noches hay un mensaje cifrado,
entre las estrellas que ocultan las nubes
un hálito señal de lo efímero juega.
Las sensaciones se trastocan
en los sentidos de las sombras
como esa rama que se balancea en la luna.
Los grillos entonan sus últimas canciones, los pájaros nos deleitan
con su belleza cuando emigran
y las gentes andan ligeros por el monzón.
Y, mientras yo, siento consuelo
al ver cuán bello es el perecer
de todas las cosas, viendome reflejado
en esa flor que deja caer sus pétalos.
- Sin ser capaz de evitarlo,
mis ojos siempre retornan
a posar su mirada en los poemas
de Li Bai, el Genio Inmortal de la Poesía.
Sus versos me trasladan a otra tierra
repleta de naturales paisajes de antaño,
y donde cada elemento parece tomado
del ensueño de algún lírico dios.
Mientras tomo el libro, y voy leyendo,
tremendamente deleitado, aparece
el cansancio, y mis párpados
poco a poco van atardeciendo.
Y ya inserto en el sueño, puedo ver
al poeta alejándose a través
de una blanquecina senda lejana,
sembrada de oscuros árboles en sus margenes.
Yo, le sigo. Y cuando creo estar
casi lindando con su figura,
este se gira sonriendo como bromeando
y se desvanece en el aire cual genio.
Me siento muy solo sin su armoniosa
compañía. Y pese a que los paisajes
son hermosos y las aventuras mas allá
de ellos propicias, sólo quiero
brindar con una copa de vino con él.
Cuando despierte, volveré a leerle.
Viajaré por sus versos, nutriéndome
de sus imágenes y poéticas impresiones,
así podré alejarme de este desquiciado mundo.
- Sólo aspiro a un remanso de paz
y de tranquilidad, a semejanza
de unas aguas estancadas
donde no haya turbaciones innecesarias
ni mundanos ruidos atrolladores.
Quiero habitar en el sosiego de un refugio
alejado del mundo, y decorado
con el canto de los pájaros al amanecer,
y en el atardecer, arrullado por el silencio
sólo interrumpido por melodías de insectos.
Las preocupaciones y aspiraciones
de las gentes son todas banales,
tan insignificantes como la mosca
sin alas que quiere ascender
encontrandose pegada al suelo.
Únicamente deseo que el olvido,
la ausencia de sonidos y de visiones
equivocadas borren todo atisbo
de egoísmo y de vanidad en mí,
despejándose cual rocío mañanero
Sueño con esa oscuridad tan callada
y elegante, como un beso dado
en la noche, un regalo de alguna
musa que desdichada y vacilante
alcanzó la sensación de la nada.
- El velo nocturno ya suplanta
nuestros sueños, y los convierte
en sútiles efluvios insatisfechos.
Tan insondable es su marcha.
Nuestros ojos no pueden verlo,
pero ella está ahí, presente,
hechicera lanzando sus fuegos fatuos
sobre nuestras cabezas huecas.
Estas cadenas que arrastro,
este fardo en mi espalda,
son tan sólo un par de muestras
de mis suplicios en esta rara aventura.
Sin embargo, ya no temo nada.
Ni a la bruja ni a su hermana la muerte
porque yo también soy hijo de la noche
y de sus apesadumbrados paisajes.
Conozco este hermoso jardín
desde antaño. Lo reconozco con mis ojos
todavía mas cuando es noche cerrada,
puesto que soy participe de las sombras.
Y a pesar de ello, de esta costumbre,
no puedo evitar entristecerme
y de llorar cada noche sintiéndome
desdichado e incomprendido por los mortales
- ¿Que será de mis lágrimas cuando
estas sean tan inmensas
que me sobrepasen en estatura?
Corren los tiempos, y con ellos,
las melancolías pasadas se atropellan
con las presentes, a lo que se añade,
el temor por el porvenir.
Inconstante raciocinio humano,
siempre divagando como el agua
que se precipita de la cascada,
camino hacía ninguna parte.
Caen piedrecitas de la montaña nevada,
y poco a poco van aumentando en grosor
hasta que se quedan encalladas
sobre una rama que les sirve de sostén.
Poco me importa ya el curso de todas
las cosas. Siempre es la misma melodía
que ya sé de memoria, la única diferencia
es el intercalarse del deleite y el sufrir.
¿Que será de mis silencios cuando estos
se acumulen con tal impetú, llegando
el momento donde no tenga nada que decir?
- El mundo es un paradero insondable,
que encubre un secreto innombrable.
Tras tanta corteza y segmentos de tierra,
se esconde una sútil esencia
que viaja a través del devenir constante
cual si fuera una estrella fugaz
que cruzase el cielo en una barca dorada.
Es casi tan imposible el descifrar
el significado de este transcurrir
de los años, del emerger de las canas
y del declinarse de las cosas,
que no es extraño señalar simplemente
que se trata de algo inefable
para después cruzarse de brazos, perplejo
Cruzo los océanos, los senderos
más recónditos y atravieso millares
de montes en busca de una respuesta
que nunca hallaré, y que todos los sabios
callan cuando llegan a la tumba.
Me iré lejos de aquí, conoceré
gran cantidad de paisajes desconocidos,
y entre unos ramajes a nada de perecer
descubriré el por qué en un gorrión al nacer.
- En esta noche, siento un cosquilleo
interno, algo que me recorre
pasando por mis entrañas
y desembocando en mi pecho.
No puedo adivinar con certeza
qué será, mas las serpientes
que se encuentran enredadas
entre mis pulmones parecen atestiguar
que se trata de una nostalgica añoranza.
Cuando veo la lluvia caer,
me acuerdo de que ya no estás conmigo
y que probablemente jamás te vuelva a ver.
Salgo a dar un paseo vislumbrando
unas parpadeantes estrellas en un cielo
encapotado. Pareciera un cuento
que inacabado atendiera a un cúmulo
de sucesivas tragedias, mi particular
leyenda quebrantada por tristezas.
Las imagenes se deslizan por mi
memoria, jugando con los recuerdos
y convirtiendolos en pesadillas soñadas.
Cuando veo la lluvia caer,
me acuerdo de que ya no estás conmigo
y que probablemente jamás te vuelva a ver.
Regreso a casa, acompasando mis pasos
a una lenta y desdichada letanía,
la cual lleva repitiéndose demasiado tiempo. Se trata de una cruenta sinfonía
cuyas notas están todas desmenuzadas,
demasiado sueltas en ocasiones,
y entremezcladas tantas veces
que desde hace mucho tiempo perdí
el hilo, o quizás simplemente me olvidé.
Cuando veo la lluvia caer,
me acuerdo de que ya no estás conmigo
y que probablemente jamás te vuelva a ver.
Ya tumbado en la cama pretendo invocar
al sueño sin conseguirlo. Este se me escapa, se desliza caprichoso entre mis
dedos, que procurran atraparlo en vano.
Entonces pienso que en mi vida jamás
he logrado alcanzar ese punto,
aquel núcleo donde todo se encuentra
en su sitio, impoluto y bien ordenado.
Todo es un caos constante, y yo, su prisionero.
Y cuando veo la lluvia caer,
me acuerdo de que ya no estás conmigo
y que probablemente jamás te vuelva a ver.
- Me encuentro suspendido sobre
una laguna brillante, cuyos arroyos
circundantes están sombreados
por la proyección de los lotos
en esta noche donde la luna
se encuentra velada por cúmulos de nubes.
Desde aquí me pregunto si en algún
momento bajará una ráfaga de luz
que dote de sentido a este brumoso
paisaje, sólo acompañado por el misterio
de abrojos convertidos en sombra.
Mas, me doy cuenta de que yo mismo
estoy hermanado con lo oscuro,
que mis palpitaciones son ecos olvidados,
mis ojos faros apagados, mis manos
cubiertas de palmera y mis sentidos
soldados caídos en un suspiro.
Por eso siempre paso inadvertido,
cual carencia de entidad,
como una ausencia que ya se desvaneció
hace mucho tiempo y cuyo recuerdo
no es otra cosa que el marchitarse
lentamente hasta dispersarse lejos.
Derramo una sola lágrima al caer
en el abismo de la certidumbre,
al asentir esta cruel realidad inversa,
sabiendo que soy lo que no soy,
que no ser es lo mismo que ser
¿Para que devanarse en divagaciones
que llevarán a un mismo punto?
Aquí me quedaré, quieto con la incognita
colgando de mis mejillas y con una
barbilla temblorosa debido a la emoción,
al menos sé que esta tristeza
que con los años se atenúa
me es más fiel que todas las verdades
inventadas que se han dicho
desde inmemoriales tiempos, desde antaño.
- Si quieres ascender, liberarte,
primero deberás descender
hasta lo más profundo,
hasta el cieno más sucio e inmundo.
Tienes que caer, y no dejar de gritar
en tu caída, cayendo, cayendo
para acabar siendo vastago del olvido,
pasar desapercibido hasta desvanecerte.
Ser la nada, sin reconocer todos esos
algos que van presumiendo
de su sustancia incompleta,
de lo inacabados que son.
Todo está vacío, huecos por donde
se filtra la nulidad de todas las cosas
que se resuelve en su propia negación,
pues todo aquello es ausencia.
La afirmación es ficción, frustración
la división de todas las cosas
cuya verdadera naturaleza es ser una,
la hermana de la nada que surgió
de la Madre Primigenia, de su seno
cargado de suculenta leche que nos dotó
de la vana ilusión que nos arraiga a la vida
Muerte, muerte es lo que yo amo,
y aquella infantil imagen de la parca
mi amante de novela,
aquella que no trae ni se lleva a nadie
porque uno en realidad siempre estuvo
colgando de la misma espinosa rama,
que tanto nos hace sangrar.
Gritamos porque caemos,
porque no podemos evitar este descenso
que muchísimo tiempo después
quizás nos permita escalar la montaña.
Pero mientras caemos, contemplamos el paisaje,
y la despedida de las hojas otoñales,
donde todo acaba sólo para comenzar
de nuevo en otro final.
Que la noria siga girando,
sin parar, y así podamos reír juntos
por última vez.
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