- Un gato muerto abandonado en la calzada
sobre el que todos pasan,
pero nadie mira.
Da igual sea noche o día,
que llueva bajo la luna o que el sol clareé,
sigue ahí descomponiendose poco a poco.
La muerte posó sus ojos sobre él,
quiso acariciarle por última vez,
siendo abandonado por la vida.
Mientras todos continuan
con sus penas y alegrías,
hay quién llora y quien ríe verdaderamente
y los hay también que fingen.
Mas, todo eso ya carece de importancia
para aquel gato muerto abandonado
sobre el que todos pasan y nadie mira.
- Lágrimas resbalan en mi interior,
pocos las ven pero ahí viven,
en mi cercenado corazón.
Puede que a primera vista
parezca una persona alegre,
ampliamente sonriente,
y que intenta ser amable.
Pero, en realidad, mi interior se resiente.
Lloro profundamente
ante mis propios males, y el conjunto
de penurias que asolan el mundo,
mi sonrisa sólo es testigo
de esa apariencia atronadora.
Y, aunque el día sea soleado,
hay una especie de lluvia en mi pecho,
que fluye y fluye como sin razón.
- Ya anochece, se presiente en las nubes,
mientras que en mis labios,
cuelga una nota balbuciente
procedente de canciones de antaño.
Siempre me ocurre.
Cuando contemplo a la luna asomarse,
mis cuerdas vocales vibran tenuemente
como si quisieran lanzar un grito,
como si buscasen auxilio.
Siempre me ocurre, desde siempre.
Una estrella, solitaria, se desliza
en un cielo desolado, carente de compañía
y en cierta medida, no puedo evitar
sentir simpatía ante su desdicha.
Es triste, lo sé.
Sé que entristece esa nube pasajera,
ese paso brumoso hacía ninguna parte,
hacía un vacío inexistente,
una ausencia que se anula a sí misma.
Lo sé, es triste.
Pero, incluso, cuando el cielo nocturno
se ha instaurado en su totalidad,
los cuervos graznan
y los murcielagos revolotean.
Eso indica que en la sombra hay vida,
quienes han sido abandonados,
olvidados, marginados de la sociedad,
aquí acuden, a un reino que se dice ausencia
Es triste, pero siempre ocurre.
- No puedo dormir.
Cuando cierro los ojos,
tras mis párpados,
encuentro otros ojos,
unos ojos que no son míos.
Parecen pertenecer a otro ser
que vive en las profundidades de mí,
sin llegar a confundirse con mi yo,
habita y perturba mi interior.
Ahí se esconde, en mi seno,
agazapado, dentro de mi corazón
como si estuviera esperando
ese instante previo a la oniría
para saltar en forma de vibraciones,
templores que se reparten
mediante energías sucesivas,
focos de luz que parpadean,
sonidos estridentes
y aquel grito sofocante que se repite
en forma de eco eterno.
Aquel me pide ayuda,
me exije una respuesta,
algún tipo de reacción ante el sufrimiento
que nunca llega por mi parte
al yo quedarme mudo en el sitio.
Yo también espero en silencio
una respuesta ante una pregunta
un tanto diferente:
¿Quién vive en mí?
¿Soy yo mismo el que pide auxilio,
o es otro que está dentro de mí?
Pero el caso es que no puedo dormir.
Cuando intento cerrar los ojos,
tras un tupido velo,
encuentro otros ojos,
unos ojos que no son míos.
- Sopla el viento tras la ventana,
un vendaval tal que arrastra
todo a su paso.
En mi corazón también hay un viento
tan tremendo que agita mis venas,
las estirpa a ratos,
arracándolas una a una de cuajo.
Es inmenso el viento
que perciben mis oídos,
lo está derrumbando todo.
Pero, mas aún, es el aire
que acumulan mis pulmones,
provoca que todo mi ser se zarandeé
con tanta intensidad que desfallezco.
La tormenta, empieza,
y amenaza con no cesar jamás
con sus relámpagos de advertencia.
En mi cabeza, hay algo del rayo,
es como un fuego que prende
cada una de mis neuronas
haciéndolas soñar con el final.
Aquel paisaje exterior se desvanece,
todo acabará con un suspiro del cielo,
una venganza de la naturaleza.
Pero, en mi paisaje interior,
la desolación ha precedido a la creación.
Todo lo que ha nacido, ha perecido.
Y aún lo hermoso, se hermana con la muerte.
- Frente al desconocido,
intento que me salgan las palabras
pero no puedo.
Siento en mi garganta
el vómito reverberar, atascado,
incapaz de salir fuera
debido a una profunda presión
que me impide liberar
aquello que anida en mi interior.
Como un veneno, me corroe,
me va pudriendo por dentro
sin atisbar su salida,
atrancadas se encuentran las puertas
de mi alma, que con sus cerraduras
impiden la huída de las sílabas.
Y, a pesar de todo, lo intento.
Procuro con mi impetú entero
la escapatoria ante la declaración
irremediable, aquello que no puede
evitar decirse, pese a su tóxica sustancia
y a la devastación que provocaría.
Cantan unos, charlan otros,
ladran algunos otros,
mas mi voz es sinónimo de silencio,
es ese sonido inaudible procedente
de una tierra remota, tan lejana
que resulta una comedia de la cercanía.
Y cuando algo escapa
de aquel reino ignoto
denominado ondas sonoras por algunos,
sólo parece el eco de una nación
inexistente, la huída de un ladrón sin crimen, la melodía que se agota...
Así que lo siento,
intento que me salgan las palabras
pero no puedo.
- Cantan algunos pájaros
como si representasen una melodía
que careciera de fin,
y aunque en realidad lo tenga,
ellos continúan con su cantinela,
ignorantes en apariencia del final.
Puede que también las hierbas,
que juguetonas se balancean
impulsadas por el hálito del viento,
también caigan en la susodicha
ingnorancia, en el desconocimiento.
Pero, aún así, pájaros y hierbas,
junto a todos los seres que componen
el conjunto de la naturaleza,
a pesar de hallarse en la supuesta
inconsciencia, encierran una sabiduría
de la que carecemos los humanos.
Sí, todo parece una línea recta,
que va arriba y arriba, hasta que un día
va cayendo abajo y abajo,
mas en realidad esa línea que sube
y que baja, es una curva
que se retroalimenta constantemente.
Es decir, un círculo, la eternidad
de todo lo efímero.
Al final, esos pájaros que perecerán
y aquellas hierbas que se secarán,
tales seres individuales se perderán
en la memoria colectiva del olvido.
Mas si contemplamos el conjunto
de todas las cosas desde una perspectiva
que sea amplia, nos daremos cuenta
de que en este mismo día
del año siguiente, aquellos pájaros
seguirán cantando y esas hierbas
se seguirán balanceando.
Hay algo de eterno e infinito en este mundo...
- Todos se arreglan en su día a día,
dispuestos a triunfar en la alta
sociedad, aquel conjunto abstracto
de personas que mas que un abanico
parecen un sórdido desierto de soledad.
Algunos parecen fingir felicidad,
otros van con la cabeza agachada
preocupados quizás por su cuentas
corrientes, han oído hablar de crisis
en sus televisores de anchas pantallas.
Sus pasos, provocan ruido,
ruídos metálicos, de asfalto,
de piedras mal pegadas sobre el pétroleo,
todo siguiendo un ritmo monótono,
aburrido hasta la saciedad de sus corbatas.
Pueden verse sus sombras transitar,
errantes hacía un paradero
denominado trabajo, luego vuelven,
toman un descanso en la cafetería
antes de regresar a sus desdichados hogares
Desde una panoramica elevada,
todo es tralalí y tralalá,
vente aquí, regresa ahí,
llama a tal y a cual,
ayer pasó esto, hoy aquello, mañana lo otro...
Pero en una esquina, ajeno a todo ello,
un mendigo recién lavado
mira hacía el cielo estrellado
mientras sus lágrimas expresan
la nostalgia de los olvidados.
- Calada tras calada,
el humo asciende
hacía el cielo inclemente.
Una llamarada en mi pecho se enciende.
Se trata del regusto de una herida
de la emergen miles de virutas negruzcas.
En mi corazón algo se prende,
un sentimiento de hastío y adversidad,
el desafío último de la existencia.
Si esta vida es tan frugal
como aquellas chispas cenicientas,
yo quiero ser como las que se apagan
bajo la promesa del fuego.
No creas lo que susurran los vientos,
que anodinos anuncian algo imposible.
Hay quienes callan, y quienes hablan
demasiado, mas al fin y al cabo,
lo que dicen ambos viene a ser lo mismo:
que todo pasa, y que lo que retorna
es el olvido de un recuerdo,
cuya única esencia es el desasosiego.
También hay algunos suspiros,
voces demasiado bajas
para ser escuchadas por las montañas.
Y los discursos elevados,
resultan muy aburridos para ser escuchados por las colinas.
Un camino colindante, un extravío,
hacía allí me dirijo tambaleante,
quizás un tanto ebrio,
pero lo suficientemente consciente
para caer en la cuenta de aquel susurro
que proviene del subsuelo.
Una calada tras otra,
provoca que el humo se eleve
hacía otra alta promesa rota.
- Sobre las calles desiertas,
sólo cruzan algunos trozos
de períodicos desparramados
sobre una acera moribunda.
Es una mañana desoladora
tras una noche muy bulliciosa
en la que se sucedieron
inmensas explosiones de pasiones
tan desenfrenadas como enfermizas.
De aquello ya no queda nada,
únicamente el borroso recuerdo
que tras la borrachera
se convierte en jaqueca.
De repente, en aquellas calles solitarias,
aparece una figura desfalleciente,
que jadea, que se estremece,
que apenas puede respirar...
Se trata de una hermosa mujer
que con mini-falda,
y un escote prominente del que asoman
dos senos resplandecientes,
aparece en la escena de un teatro
que carece de espéctadores.
Ella mira a un lado y a otro,
sin encontrar nada que sea de su gusto,
excepto la luna que se mantiene
en un cielo grisáceo por la contaminación
Entre la basura, descubre un charco
tan sucio como si estuviera repleto
de estiércol, todo el lleno
de inmundicia humana acumulada.
Y, a pesar de eso, lo usa
cual si fuera el espejo de un palacio,
un fragmento de cristal
venido desde el mismísimo cielo.
Cuando se contempla,
ve un semblante demacrado,
y un rimel corrido adornado
con unos ojos vidriosos.
Entonces, le dice a su reflejo:
"Soy una prostituta malherida..."
- Desde un alto y agrietado edificio
ha caído un cuerpo
cual si se tratase de un trozo de plomo
que hubiera sido liberado de sus ataduras
Al caer, el cuerpo se ha roto,
ha estallado en varios fragmentos rojos,
pétalos de intestinos y otros órganos
que ahora tiñen el descolorido suelo.
Al parecer se trata de una joven
que desde lo alto parecía un saco,
o quizás un diente de león rojizo
que fuera soplado por un niño.
La gente se aglomera a su al rededor
poniendo caras de espanto,
baten palmas ante el teatro
y fingen lágrimas que no sienten.
Incluso, se atreven a sacar sus cámaras
para tomar una instántanea
de un tremendo acontecimiento
que ya es un secreto a voces muy usual.
Mas con el tiempo, aquella caída
de una flor que se ha marchitado
de aquella forma tan prematura
será algo que permanece olvidado
Entonces, llegaron sus padres
contorsionándose, llorando
a lágrima viva, alzando sus manos
al cielo, implorando por su hija...
Para ambos, aquel momento,
aquel instante, aquella fatídica
caída de una amapola en suspensión
será algo que no podrán olvidar jamás.
- La soledad es una aguja muy fina,
y tan juguetona que me atraviesa
las venas, muy lentamente
hasta irme devorando poco a poco.
Cuando estoy en mi habitación, a oscuras,
siento su agijón penetrarme,
mezclarse con mi sangre
y dotarla de un tono verdoso.
Algo se está muriendo en mí,
lo siento desde muy dentro
cual si se tratase de un líquido corrosivo
de un olor sumamente apestoso.
Y mientras, mi corazón fatigado
intenta bombear la escasa sangre.
Pum, pum, suena cada vez mas bajo
pum... pum... Casi es silencio.
Mis venas van inflamándose,
como un zumbido de aire.
Zum, zum van deshinchandose a ratos,
zum... zum... Casi es vacío.
Algo viscoso es expulsado por mi boca,
una sustancia parda, un poco oscura,
que al contacto con el frío suelo
se vuelve negro carbón.
Tantos sufrimientos, tantos resquemores,
tanta insondable pena...
Nada de esto es bueno para mí,
pero no puedo evitar su crecimiento
Yo, en tanto, me hago mas pequeño,
ya soy una bola de algodón...
No, soy todavía menos:
una mota de polvo volando.
- Una vida insignificante se desvanecerá,
y cuando lo haga otra,
serán dos vidas insignificantes
desvaneciendose sin retorno posible,
y así igualmente lo hará una tercera,
y después una cuarta, una quinta...
Así sucesivamente, desconociendo de fin.
Pero dime tú, pequeña vida insignificante
¿De verdad te consideras
tan poco importante como dicen?
No, responderás lo mas seguro,
fiel a tus nímios principios.
Está bien, reformularé la pregunta:
¿Crees que eres importante
para el conjunto del universo,
o al menos, para otro insignificante ser
como tú?
Oh, me temo que la vida insignificante
número trescientos catorce
se desvaneció sobre una desdichada
estrella colgada en el archíelago celeste
mucho antes de poder responder.
- No llores vanamente
aunque tu sombra sea un mero reflejo.
Pese a que todos estamos muertos,
aún late en nuestro pecho
un suspiro de esperanza.
Hay que tener paciencia,
sed de devenir
y la necesaria astucia
para encontrar en la oscuridad
que se cierne un hálito de tenue luz.
Grita si lo consideras oportuno.
Todavía en el abismo
hay espacio para el eco,
aunque cierto es que abunda el silencio
pueden escucharse repentinos sollozos
de los que aún conservan ilusión.
Muchos son los que sufren,
los que viven completamente solos,
los marginados e incomprendios
que han pasado a ser errabundos
recuerdos de sombras
que van de aquí para allá
sin ser reconocidos por nadie.
Al final, ¿Qué mas dá?
La nada tiene mas sustancia
que ese todo aparencial,
que ese cúmulo de luces articiales
de ciudades desoladas
construídas por magnates ociosos.
Y sí, yo soy un charlatán
que quizás habla por hablar,
haciendo supuesta poesía
de lo que para muchos sea una parodia.
Al menos esto es real,
este silencio incómodo,
las palabras inconexas
y ese vaho que resulta de mi aliento.
Así, pues, no llores
porque unos individuos brindados
con su armadura pre-fabricada
hayan decidido que es preferible
ignorar unas pisadas sombrías
que portan su particular felicidad.
Al menos, esto es real.
- Entro al metro,
a aquellos vagones que se asemejan
a un gusano inmenso
repleto de parásitos que lo devoran.
Este se zarandea,
se curva a través de lagunas oscuras,
sigue recto incansable
recorriendo el túnel del suicidio.
Los ruidos que provoca
son estruendosos, como bufidos
de un animal salvaje desbocado
con sus millares de engranajes.
Ahora se estremece, vibra,
suena la metálica campana
que indica que ya ha llegado
a una parada donde bajan unos anónimos
A través de sus flameantes pasillos
van caminando rostros desfigurados,
los cuales se sientan sobre plástico
mientras que otros siguen paseando.
Hay un ámbiente cargado
de una tal sustancia denominada amianto
que afecta a los ojos del gusano
dejándole a veces ciego o bizco.
¡Qué cúmulo de depresiones habitan
en este insecto tan tenebroso!
Parece alimentarse de recuerdos
y de algunas pesadillas de madrugada.
Y yo, mientras tanto, me desoriento.
Mis ojos no logran enfocar los carteles,
no puedo encontrar mi parada.
Jamás volveré a casa...
- Ponen ante mí un papel en blanco.
Pretenden que lo rellene con un lapíz
que tengo pendiente de mi mano.
Procuro enfocar con mis ojos,
los abro y los cierro parpadeando
sobre un horizonte lejano.
De repente, al ver, descubro
de qué se trataba el misterio.
Son carácteres que forman preguntas.
No conozco respuesta alguna.
Titubeo interiormente, indago
aquella sombra de la memoria.
A mi al rededor, todos parecen afanarse
en escribir sin cesar, sin duda ni miedo,
con tal naturalidad sin reparos.
Y yo, no sé qué responder
ni cual es la solución a ese problema.
Quedo en una duda perpetua.
Ahora miro arriba y abajo sospechando
que quizás este enigma sea una trampa,
algo inventado por unos instigadores.
No, esto no es conocimiento
ni mucho menos es vida.
Todo esto son cuentos aburridos.
Ya no me distraen estos pasatiempos,
el recorrido limitado y predeterminado
por unos rostros cubiertos de mantas.
Señalan un camino inexistente,
preconfigurado sobre unas mentiras
que llevan siendo creídas mucho tiempo.
Me marcho. Ya no aguanto más.
Me iré a buscar nuevas sendas,
otros paisajes no descubiertos.
Se trata de una búsqueda diferente
que atraviesa otro atajo lejano,
otro paraíso desterrado.
- Mis sueños son como hilos de seda,
que juntándose unos con otros,
acaban formando un sucio paño
tan desgastado que quién se atreve
a tomarlo termina con sumos trozos
desparramados entre sus manos.
Hay quién sueña para evadirse
de la tristeza cotidiana que le acompaña,
también los hay que usan de sus sueños
cual si fueran terapias encubiertas.
En mi caso, mis desdichados sueños
son mas bien otra forma de vivir.
Soñando descubro vidas posibles
dentro de lo que es mi vida efectiva,
todas aquellas que dejando de ser
al soñarse pasan a ser por instantes.
Podría haber sido esto o lo otro,
mas al soñar soy lo que podría
por unos segundos en retroceso,
en descenso por la alta escalera
que conduce a una cúspide desconocida.
No me perturban aquellos ecos soñados,
todo lo contrario.
Su curucú y su tantantán me encandilan
hasta el punto que me río bailando
sin poder evitar ser un loco a ojos ajenos,
incluso para aquellos ojos de personajes
que por ser oníricos dicen que no existen.
Qué bien me lo paso cuando sueño.
Pero, entonces, me despierto
quizás por el estrepito de fuera,
o porque cierta luz incide sobre mí.
Y cuando lo hago, cuando abro
pesadamente mis aturdidos párpados
recuerdo lo que es fantasía
y lo que es mi día a día.
Es entonces cuando lloro
y me siento muy solo.
- En todo lo que escribo, procuro
no limitarme al lírico acento,
eliminar brumas innecesarias
y mostrar con sinceridad y nitidez
aquellos ecos silenciados
que resuenan externos e internos,
revelando la humana pericia.
No me preocupan los aplausos,
o la escasez de los mismos,
siempre y cuando el elemento poético
sea sustituido por alguna reacción,
ya sea de reconocimiento
ante la dura realidad, o en su defecto,
el rechazo de pleno de un plato caducado
No temo, el rimbombante estornudo
del académico pedantesco,
ni tampoco la censura del ignorante
frente a mis profanas palabras,
interpretadas como un insulto.
Si esto es poesía o no
¡Que sé yo!
Si esto rima o es acompasado
¿Acaso importa?
Mas me vale desnudar pensamiento
y sentimiento, fundirlos en uno
cual si se estuvieran apareando,
fornicando el uno con el otro
para acabar dando a luz a su hijo,
el que se supone que es esto.
Es un poco feo, bastante malcriado,
llora a las veces demasiado alto,
y cuando ríe mas desagrada
que provoca empatía.
Y aún con ello, detrás de esta ponzoña,
creo que tiene algo de valor,
una suerte de valía por encima
de los hijos de nobles y ricos:
Habla con sinceridad, es honesto,
capaz de sobresaltar al auditorio
y además sabe deslizarse
con sorprendente espontaneidad
¿Qué mas se puede pedir?
Después de todo,
se trata de un poema más.
- Los que te conocieron,
no te olvidan, algo de ti llevan con ellos.
Y aún los que te vieron de soslayo,
de un aroma a tabaco negro se acuerdan.
Recuerdo a un hombre muy sobrio
con un puro suspenso en sus labios,
en apariencia muy serio,
mas con una risa muy potente y sonora.
Recuerdo aquel fuerte semblante,
aquella férrea e inmensa voluntad,
aquella estantería repleta de libros
de la que tomaste tantos conocimientos.
Y recordando, pienso también
en como te seguía adónde fueras,
de tus mundanales enseñanzas
y tus intuiciones de sabiduría fugaces.
Hoy, hubiera sido tu cumpleaños,
y yo te recuerdo con una liviana sonrisa
mientras las cenizas de mi ducado
se derraman sobre un pasado sombrío.
Pero no temo todas aquellas sombras,
ni aquel presente que se difumina
sobre un porvernir incierto
porque recuerdo a mi abuelo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.