domingo, 11 de diciembre de 2022

La paradoja que se hizo realidad

 En la lógica antigua, e incluso, en la formal moderna, hay una paradoja con la que siempre se han quebrado la cabeza todos los teóricos del lenguaje. En esta, se nos cuenta, que todo lo que se predique de algo que no existe, si se niega, resulta verdadero. Es decir, si por ejemplo, asumimos que los duendes supuestamente no existen, todo aquello que neguemos de ellos será verdad. Por ejemplo, si decímos que los duendes no son altos ni azules, esto hará que tal proposición sea verdadera. Y así sucesivamente con todas las negaciones que se nos ocurran sobre cosas que suponemos inexistentes. En relación a esto, me acabo de acordar de una historia que escuché por ahí:

Hubo un pequeño pueblo aislado de todos los demás, donde esta paradoja  pareció que se llevó a la realidad. Allí vivía un viejo feo y gordo, pero que era sumamente inteligente, quizás demasiado. Este hombre como era un ocioso y no tenía nada mejor que hacer, se dedicó a estudiar por su cuenta filosofía, y sobre todo, lógica, desde la aristótelica hasta la analítica moderna. En estas estaba, hasta que se encontró con la paradoja mencionada. Su descubrimiento le produjo algún que otro dolor de cabeza debido a que no lograba resolverla por mucho que lo intentara. Ni las respuestas de los lógicos antiguos, ni la de los contemporáneos le satisfacían. Para él, lo único que hacían era marear la pérdiz.

Estando en estas, al final optó por dejar de devanarse los sesos por lo que decían otros, e intentó resolverlo él mismo. Pero claro, para hacerlo debía ser fiel a la fundamentación original. Es decir, tenía que aceptar por mucho que le costara, que todo negativo que se predicase de algo inexistente, era verdad desde la lógica. Así, desde entonces, se pasaba días enteros sentado frente a su mezquina mesa de despacho meditando sobre cómo dar un resultado a esta añeja paradoja que fuera convincente tanto desde la lógica como desde el sentido común.

Un día de aquellos, se quedó dormido con su cabezota babeando sobre la mesa de madera carcomida, y en un duermevela seguía pensando en la susodicha paradoja. Se dijo así en el mundo de los sueños : "Si aceptamos que biologicamente no puede una mujer de seis tetas funcionales, entonces esa mujer de seis tetas funcionales no puede ser morena. Y si digo esto... ¡Desde la lógica es verdad!" Y entonces, sin que él se diera cuenta, de su mesa comenzó a surgir una luz verdosa, y apareció de repente una mujer desnuda de seis tetas perfectamente funcionales. Del susto, acabó despertandose y ahí la vió, tendida en el suelo al lado de la mesa, restregando sus pechos en el suelo como si fueran las ubres de una vaca. Ella, al percatarse de que estaba siendo observada, huyó despavorida a buscarse algo con lo que taparse.

Este viejo feo y gordo se quedó gratamente sorprendido, aunque en el fondo, sentía un poco de temor. Quizás no resolvió la paradoja como en un principio pensaba. Pero sí logró llevarla a efectos prácticos. Lo cual, era mucho mejor que resolverlo solamente desde la teoría. No tendría sentido que aquellas cosas que no existían, existieran de repente. Mas el caso, es que así pasó en aquella ocasión. Todo esto no dejaba de maravillarle. Sin embargo, este descubrimiento tenía algo de misterioso y sombrío. Si efectivamente todo lo que pensaba en sueños negándole algún atributo se hacía real ¿Qué acabaría pasando?

Mas, con el tiempo, siguió insistiendo haciendo la misma prueba como aquella vez. Una y otra vez, sin cesar, pasaba lo mismo. Todo lo que al soñarlo le negaba un accidente, cuando despertaba estaba ante sus ojos. Y siempre cuando aquella nueva existencia le veía, salía disparada por el pueblo. Esto, obviamente, acabó por convertirse en un problema. Al final el pueblo acabó lleno de engendros de todo tipo: aguilas ancestrales que se llevaban a los niños, osos con cabeza de personas que amenazaban e insultaban a quienes les vieran, niñas zombies que mordían y convertían a doquier, extraños seres gigantes que aplastaban sin querer a la gente, tipos amarillos que levitaban y lanzaban llamas por los ojos cuando se enfadaban... Vamos, que lo de la mujer con seis tetas perfectamente funcionales que llamaba la atención a todo aquel que la veía, acabó por ser un problema menor.

En esta situación, al viejo gordo y feo, no le quedaba otra que intentar solucionarlo, a no ser que quisiera que se extinguiera su pueblo, y con el tiempo, no sólo los colindantes, sino puede que hasta el mundo entero. Pero ¿Cómo iba a hacerlo? Se quedó pensativo unos minutos contemplando lo que ocurría por la ventana, y al ver cómo la mujer de seis tetas perfectamente funcionales era atacada por un cocodrilo invisible, se dió cuenta de que no tenía tiempo para andarse con tonterías. Mas, de repente, se le ocurrió una idea. Queriendo probarla, se tumbó como si tal cosa en la mesa de las invocaciones lógicas, y con la barriga sobresaliendo a ambos lados, se quedó dormido.

En su sueño, sólo salía él mismo flotando sobre un lugar incierto en el que no se veía absolutamente nada. Y entonces pensó soñando: "Si digo de un yo que jamás se hubiese interesado por la lógica formal, y que por lo tanto, nunca hubiese invocado con su pensamiento soñado a todos esos extraños seres, que no tiene una verruga en la punta de la nariz... Esto es... ¿Verdad?" Y entonces, desapareció de repente, hundiendose en las tinieblas de aquel mundo soñado e incierto. Fue como una pompa de jabón. E, incluso, menos que eso porque no dejó ni el rastro húmedo que suele caer al suelo cuando una pomba de jabón estalla. Por lo tanto, digamos mejor que desapareció cual si todos los atomos que componen su ser material se hubieran dispersado de repente de aquel mundo.

En el pueblo, a los meses, descubrieron que en la casa de un viejo feo y gordo del que nadie se acordaba, olía bastante mal. Al forzar las puertas, se encontraron a un cádaver en descomposición que tenía decenas de moscas verdosas a su al rededor. Al día siguiente, se propagó rápidamente la noticia de este acontecimiento. Pero como nadie lo reconoció, decidieron tirar su cuerpo descompuesto por un barranco lejano al pueblo para que así al menos su carne putrefacta fuera aprovechada por los animales que vivían por ahí.

Esta historia no la cuento para que el lector saque algún tipo de moraleja. De hecho, creo que no la tiene. Sé que es bastante absurda, al menos, desde la lógica. Ningún lógico actualmente podría extraer una proposición con sentido de ella. Lo único que espero es que ningún lector esté tan loco como para tomarsela demasiado en serio hasta el punto de llegar a obsesionarse tanto con la historia como sobre todo con aquella paradoja. Si eso pasara, puede y sólo puede, esta historia dejaría de parecerle absurda a mas de uno. Pero como sé que esto no va a pasar, puedo dormir tranquilo.

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