domingo, 25 de mayo de 2025

La revelación de los zumbidos

 La existencia humana es muchas veces cuanto menos paradójica, y no me refiero solamente al mero hecho de existir, sino sobre todo cuando esta se desvanece como efecto de algún truco de magia cósmico. A diario, muchas personas desparecen de la faz de la tierra sin razón aparente, y quitando de esta extraña estadística a todos aquellos que huyen de sus hogares por cualesquiera motivaciones, los hay que simplemente desaparecen, sin dejar pista alguna sobre su paradero. Con una leve consulta a casos semejantes, uno caerá en la cuenta de que este hecho es bastante extraño, y la carencia de datos que puedan arrogar algún tipo de huella sobre qué aconteció para que esas personas dejaran de ellos tan sólo el recuerdo, lo hace todavía más raro. Pensar que un día de estos uno puede fundirse con la ausencia porque sí, me estremece interiormente a la par que me hace preguntarme por el sentido que tiene todo.

Uno de estos casos que se han dado recientemente fue el de Sebastían Heiss, el cual a pesar de no tener amigos ni conocidos, dejó consternado a sus vecinos y familiares lejanos por lo inhóspito de su desaparición. Al igual que ocurre en todas estas situaciones, tanto las investigaciones policiales como las detectivescas privadas no hallaron rastro alguno ni sobre lo que ocurrió ni mucho menos sobre dónde podría estar. No obstante, para deleite del lector este escritor aficionado encontró su diario a través de un informante que dejaré en el anonimato.

Al principio, he de reconocer que me fue bastante indiferente el recuperar el diario de Sebastían Heiss, ya que la policia tuvo acceso al mismo antes que yo y lo desechó por disparatado. Debido a ello, pensé que no iba a encontrar nada interesante ni para hallar pista alguna en torno al desaparecido, ni mucho menos datos algunos que dieran a esta historia cierto matiz literario y misterioso. Mas me equivoqué, puesto que según fuí leyendo llevado por el hastío de no tener nada mejor que hacer, me fue interesando cada vez más hasta que llegó el punto que lo consideré un documento bastante revelador en torno a existencias superiores que trancienden toda la vida cotidiana, y que por tanto revelan algo que va más allá de lo que mencionan todos aquellos propagandistas del materialismo y de la ciencia sin fundamento.

Así, pues, os hago llegar un resumen en torno a lo que considero interesante transmitir por este medio a mis lectores, y quizás consiga al menos dejar pensando a más de uno. Obviamente, he suprimido tanto las reiteraciones como los datos que por lo vulgar no merecen la pena llevarse por escrito. También, he de reconocer, que como nos hallamos ante una historia harto singular, otros elementos han sido omitidos porque podrían afectar a la cordura de quienes tengan una sensibilidad superlativa. No pretendo sugestionar en demasía a mis lectores, pero aún así considero que historias como estas merecen transcribirse por escrito en tanto que atestiguan un conocimiento de suma importancia que rara vez comentan las gentes. Una vez dicho esto, paso a resumir esta historia que espero que sea de vuestro interés.

La vida de Sebastían Heiss transcurría con anodino paso, sin detalles que mereciera la pena cosignar debido a su insignificancia y a su ordinariez, mas un día algo extrañó ocurrió. Sebastían se levantó tremendamente sobresaltado, sin comprender la razón de sus palpitaciones. Era de madrugada, y el sudor en el que se encontraba rodeado atestiguaba que había tenido como mínimo una pesadilla. No comprendía su turbación interna, además le latían las sienes como si estuviera aquejado por algún tipo de dolencia importante, e incluso una enfermedad de la que hasta ahora no tenía noticia. Para despejarse, se levantó de su cama desvencijada y húmeda, y fue al baño para beber agua fresca y con ello quizás aclarar sus ideas. Una vez que se hubo deleitado con la frescura del agua de si grifo, comenzó a escuchar una serie de zumbidos, como de molestas moscas que se hubieran infiltrado entre los intersicios de su tejado. Recorrió los pasillos, mirando a un lado y a otro, pero no pudo localizar con su mirada nada. Algo perturbado, sin entender que ocurría se fue a intentar dormir, logrando conciliar el sueño sólo un par de horas.

A la mañana siguiente casi se había olvidado de los acontecimientos nocturnos hasta que desayunando volvió a oír el dichoso zumbido, haciendo que retornase a su aturdida memoria mañanera el recuerdo de susodicha molestia. Ya con la luz del día, comenzó a ir a un lugar y a otro de la casa atenazado por el frenesí de la duda, y cuando ya iba a darse por vencido, dió con el origen parcial del ruido. Se trataba de una avispa que se chocaba insistentemente con una de las ventanas, vista la cual la propinó un golpe con una de sus zapatillas. Pensaba que aquel asunto estaba zanjado, pero tras un tenue silencio que duró unos segundos, los zumbidos volvieron a resurgir con mayor intensidad si cabe. Dió mas vueltas y revueltas para localizar a las molestas amigas de la susodicha avispa, pero todo fue en vano.

Transcurrió todo su día en esa extraña tesitura, yendo y viniendo para asomarse aquí y allá sin averiguar nada en concreto. Tanto tiempo pasó así que se le hizo de noche como por milagro, dándose cuenta que no había comido ni se había aseado en todo el día. A pesar de los zumbidos, hizo un esfuerzo por comer algo, pero no había manera, no cesaba de escuchar el maldito ruido de alas batiéndose. Incluso masticando con frenesí o pataleando al suelo con rabia, los zumbidos sobrepasaban todo sonido. A las veces daba la sensación de que surgían de su cabeza, de su interior, nublando sensaciones y sentidos en aras de una desdichada locura. 

Agotado por esta situación, nada mas terminar de comer acudió a su cama y cayó derrotado. Pero en esa extraña noche, no dejó de soñar con los zumbidos y avispas voladoras que amenazaban con picarle nada mas este se les acercase. Otra vez se despertó sobresaltado mas en esta ocasión muy temprano por la mañana, y cual no sería su sorpresa cuando mirando al tejado descubrió a dos avispas jugueteando y dando vueltas como si nada. Sebastían, ya hastiado y sin ganas de nada, cogió un veneno y lo esparció en dirección a las avispas, provocando que estas se derrubaran a los escasos minutos. Pero no obstante, los zumbidos insistían, e incluso podría decirse que aumentaron en intensidad.

Sin desayunar ni beber cosa alguna, Sebastían se hizo a la tarea de buscar otra vez el origen del zumbido, tanto dentro como fuera de casa, mas de nuevo todo fue en vano. Y otra vez de nuevo, se le hizo de noche sin sacar resultado alguno sobre el paradero del maldito zumbido que ya amenazaba su cordura. Esta vez sin ingerir comida antes de acostarse, cayó como muerto en su cama. Aquella noche sus sueños fueron trementamente raros, como aquellos que dicen que tienen los ciegos en los que sólo se escuchan sonidos y unas luces de colores aleatorias danzan en la oscuridad. Mas en su caso, el sonido que escuchaba eran zumbidos que iban descendiendo y subiendo en una escala tonal que valdría de calificar de armónica, en tanto que vislumbraba a través de las sombras líneas amarillas que se agitaban con frenesí. Prestando más atención, cayó en la cuenta de que aquellas líneas adoptaban una figura que correspondía a las de las avispas, y que amenazaban con picarle en la oniría.

Al despertarse al día siguiente, se sentía tremendamente somnoliento. Pero aquella sensación aletargadora no se alargó en demasía cuando volvió a escuchar los dichosos zumbidos. Estos parecían mucho mas fuertes que en días precedentes, provocando un fuerte dolor de cabeza en el desdichado Sebastían. Mas, dirigiendose al pasillo con paso trémulo descubrió que este estaba plagado por unas cuantas avispas, probablemente más de veinte. Sin pensarselo dos veces, usó del veneno como si fuera una ametralladora en una guerra, provocando así la caída paulatina de alados cadáveres, a los cuales remataba pisando con saña. Ya se creía liberado del malvado zumbido, cuando este ascendió en maldito frenesí taladrando su cabeza. Queriendo huir de esa enferma sensación, llegó al salón el cual estaba infestado de avispas que revoloteaban de aquí para allá como si estuvieran en su elemento. Ni todo el veneno del mundo iba a acabar con tal enjambre.

Desesperado, salió de su propia casa con premura y decidió acudir a los controladores de plagas. En una grísacea salita, le hicieron esperar unos interminables minutos hasta que le atendió un hombre rechoncho. Este le comunicó que el solicitar a una serie de sus embleados no era cosa sencilla, que tenía que rellenar una serie de documentos y pasar por una serie de pasos burocráticos, pero tanto insistió Sebastían en lo urgente de su situación -tanto que no podía ni retornar a su casa- que el hombre se solidarizó con su situación y decidió hacer una excepción, acudiendo a su casa con un par de empleados que descansaban desocupandos bebiendo unas cervezas.

Pero, cuando llegarón al inmueble, no vieron nada extraño. No había rastro de avispa alguna, como tampoco de zumbidos que atestiguaran su presencia. Esto enfandó tremendamente al hombre, que arqueando su cabeza en señal de desaprobación, le espetó a Sebastían que ese tipo de bromas estaban fuera de lugar. Mas este insistía tanto, que aún con el cabreo, se vieron obligados a recorrer la casa por si las moscas, aunque debido a la situación más valdría decir por si las avispas. Pero nada, seguía sin aparecer rastro alguno. Y una vez que acabaron, el hombre retornó a reprochar tan deshonrosa actitud. Mientras este le reprendía, Sebastían no dejaba de escuchar un tenue zumbido que surgía de su mente, y que hasta parecía que se burlaba de él.

Aquella noche, la insistencia de los zumbidos fue tan insoportable que se vió obligado a descender al sótano para mitigar aquella tortura que ya rozaba lo inhumano. Allí, en aquel frío, húmedo y abandonado sótano, se arrellanó en una solitaria esquina. Y tras despejar algunas de las viejas telas de araña que allí crecían con profusión, se apoyó buscando el negado descanso. Fue entonces cuando escuchó una vibración muy violenta que sacudió todo su cuerpo, y cuando quiso reaccionar fue demasiado tarde porque el muro que tenía a su espalda se derrumbó como si tal cosa. A través de la oscuridad, logró vislumbrar una presencia que se agitaba entre las sombras, lo que hizo que se apartase tremendamente horrizado. Cuando lo hizo alumbrado por la amarillenta luz de una desvencijada bombilla que tenía sobre su cabeza, pudo ver ante sí una avispa de un tamaño inmenso que se le aproximaba. Aquella avispa era descomunal, sus alas parecían aspas y hélices de algún helicoptero, y sus largas patas negras y peludas se debatían en una insensata ejecución. Sus fauces parecían querer comunicarle algo en una agitación que era acompañada por unas verdosas babas que se le escurrían. No obstante pudo entender algo así como: "El zzzsueño.... ve hazzía el zzzzzsueño..." Pero no se quedó mucho para averiguar el resto del mensaje, pues salió corriendo en dirección al jardín y allí se quedó.

Cuando se despertó ya era medio día, se encontraba tendido sobre el césped que debido a su descuidada situación estaba intercalado por las malashierbas. Pensaba que había tenido una pesadilla hasta que vió revoloteando ante su aturdida vista a un par de avispas, y entonces el dichoso zumbido retornó como en días anteriores. Así recordó y se cercioró de que lo que había vívido era real, y que se encontraba en una situación que valdría calificar de pesadillesca. Introduciéndose en su casa, atestiguó la presencia de innúmerables avispas que volaban con entera libertad por su vivienda, y esquivándolas como pudo, llamó a los controladores de plagas. Pero estos, una vez que supieron quién solicitaba su intervención, se negaron en redondo a ayudarle dejándole trementamente desamparado.

A partir de aquí, trancurrieron los días en una constante lucha violenta contra las avispas, aplastándolas sin piedad, comprando cantidades ingentes de veneno que diseminaba a su al rededor para instantes después contemplar la lluvía de sus cuerpos muertos, gritos e insultos que Sebastían profería ya instado en la locura... Pero todo era en vano, daba igual cuantas avispas eliminara porque al día siguiente se encontraba idéntico panorama si no peor. Todo se encontraba plagado de una cantidad ingente de avispas que se reproducían entre sí como si no hubiera un mañana, sobrevolando por encima de innúmerables cádaveres que Sebastían ya ni se molestaba en recoger. A tanto llegó su locura que incluso se alimentaba de ellas, y ya no sólo de las muertas saboreando un resquicio del veneno con esencia lima-limón, sino también de las vivas, notando cómo estás dejaban de agitar sus repugnantes alas una vez que sus cabezas eran aprisionadas por sus muelas, liberando un líquido que se le antojaba transparente.

Y así continuaron sus enfermizos días hasta que repentinamente en una noche despejada de nubes, permitiendo así que la luna reclamara su imperio a través de las salas de la casa entera, Sebastían cuasi-sonámbulo, recorrió el inmueble entero cerciorándose de que no quedaba rastro alguno de las avispas, ni tan siguiera de los cadáveres, e incluso el zumbido se había replegado para dar paso al silencio. Aquello le perturbó tanto más que si todo hubiera transcurrido igual a los días precedentes, puesto que se encontraba aturdido y ya hasta dudaba de su propia cordura, preguntándose si todo aquello se lo había imaginado o se trataba de un sueño al que debía de lanzarse como le aconsejó aquella avispa gigante. No comprendía nada, y cuanto mas se esforzaba en entender qué había pasado, más le dolía la cabeza por el esfuerzo a pesar de que los zumbidos habían sido consumidos en favor de una silenciosa bruma.

De entre todas las páginas de este diario, una de ellas destaca por su extrañeza, y que curiosamente corresponde con la última. En esta ocasión, en vez de hacer un resumen de la historia para dotarla de cierta coherencia a pesar de los extraños acontecimientos que narra, paso por último a transcribir con entera literalidad aquello que tengo ante mis ojos. Aquí os lo dejo por último para que cada uno saqué las conclusiones que crea propicias, si es que puede extraerse algo minímamente racional de lo ocurrido:

"Desconozco la razón de porqué tras los acontecimientos vividos, en aquella noche de relativa paz me puse frente al espejo, el hastío vital quizás. Parecía como si el silencio y el cese de aquellos horribles zumbidos me conduciera a la instrospección que me otorgaba el contemplar mi demacrado rostro en ese espejo.

Sin embargo, lo más extraño era que cada vez que me observaba menos identificaba aquel reflejo conmigo mismo. Según pasaban los minutos sentía que aquel otro yo era efectivamente un yo que más bien era un no-yo, y que aquellos otros no-yoes que se reflejaban en la pupila de aquellos enfermos ojos se multiplicaban ad infinitum en una escala eterna que quebraba toda espacio-temporalidad. Y, al darme cuenta de esto, el espejo comenzó a curvarse, encerrándome en una especie de cúpula de cristal que flotaba a través de la inmensidad del vacío. Y fue entonces, en esa supuesta nada, cuando reconocí en el exterior que ahí estaba mi verdadero yo. Aquel auténtico yo que me estaba más allá de las ondas vibracionales que se transmutaban en zumbidos para dar cabida a un sonido de tal inmensidad que anulaba su propia naturaleza auditiva. Fue un descanso de profunda paz para mí certificar que mi único contacto con la realidad exterior a partir de entonces fue el retornar a escuchar los deliciosos zumbidos de nuevo en el vacío. Así retorné al sueño eterno, tal y como la reina avispa me había indicado cuando yo era todavía un ignorante de tantas cosas.

Ahora, por fin, soy yo quién sueño mi vacua vida en vez de dejar que la vida sea la que me sueñe a mí. 

domingo, 11 de mayo de 2025

Umbrales: La historia del soldado-brujo y el origen de los zunhui

 Algunos ignorantes han difundido en su irredenta estupidez que uno no puede morir en sueños y salir ileso de ello, y que en el caso de que uno se muera eso significará que morirá también en el plano vigil. Pero eso no es así, yo digo que uno no solamente es capaz de morir en un sueño y despertarse -quizás sobresaltado y plagado de un sudor frío si es un sueño muy vívido- sino que además se puede morir en un sueño de un sueño, y así incesantemente dependiendo de la potencia de la propia psique. Eso se debe a que la realidad en sí misma se encuentra superpuesta por una serie de dimensiones o planos de la realidad que a las veces entran en relación, provocando que uno pueda traspasar de un umbral a otro, en ciertas ocasiones por mero azar, y otras provocándolo. Esto también ocurre cuando morimos en nuestra vida vigil, ya que según algunos eruditos en este tema, al morir no accedemos per sé a una realidad superior o trascendente, mas bien traspasamos un umbral que nos lleva a otra vida distinta de la anterior ¿Será esa otra vida el mundo onírico en el que nos vemos lanzados cuando dormimos? Es posible.

Sé de la certeza de estas palabras porque pude contemplar sin ser observado cómo un grupo de gente que no se conocía muy bien entre sí perecieron soñando, y se encontraron instados en otro plano que estaba desertico y deshabitado, a excepción de por ellos mismos. Al principio, todo fue perplejidad y confusión hasta que fueron informados por una clarividente que se encontraba entre ellos de la situación en la que se encontraban. Por lo visto, habían traspasado el umbral de la primera realidad soñada, y ahora se hallaban en las brumas de una ciudad solitaria que se encontraba en una de las dimensiones alternativas en las que uno puede caer una vez que ha muerto, ya sea en el sueño o en la supuesta realidad efectiva.

El lugar era cuanto menos extraño, se trataba de una ciudad de los años noventa que se encontraba cercada por un inhóspito bosque cargado de niebla. Si iban más allá del mismo, esta niebla se hacía más densa y retornaban al punto de partida en el que todos se encontraron nada más llegar a susodicho lugar, el cual era una plaza despejada y que tenía una insignia en el centro. Se trataba de una estrella de nueve puntas en la que un ser antropomorfoide con elementos animales de la cabra se situaba en su núcleo. Los ojos de ese ser eran tan detallados, que parecía que les mirase directamente con una mueca que connotaba cierta amenaza. Para evitar esta sensación violenta, podían alejarse de allí pero eso no quitaba de que esta imagen les atenazara mentalmente.

Además, el lugar en sí mismo era sumamente amenazador puesto que no había nadie a excepción de ellos mismos que componían un grupo de ocho en esa ocasión. Intentaron explorar la zona por si encontraban otros habitantes, mas aunque había pequeños negocios y un inmenso centro comercial, no había nada más que productos que en apariencia estaban caducados. También había viviendas, pero estás eran inaccesibles a no ser que se rompieran las ventanas y se internasen a través de las mismas. Aunque una vez en su interior, una opresión les atenazaba en su cabeza, a la par que percibían ciertas vibraciones con los oídos, e incluso creían que veían algunas tenues sombras que se deslizaban aquí y allá como espejismos de los espíritus de otro tiempo. Obviamente, con una experiencia así y las sensaciones que provocaba, no tardaban en salir de ahí por patas para que el asunto no se les complicase.

Otra de las cosas que les turbaba era pensar: ¿Por qué estamos solos aquí? Si ha habido otros que se han encontrado una situación semejante a la nuestra, ¿Cómo que no están andando por aquí? Estas incognitas asomaban de vez en cuando en sus interrogaciones internas, e incluso las expusieron algunas veces en sus reuniones de grupo tras las mencionadas exploraciones. Las formularon de un modo u otro, intentaron buscar algún tipo de respuesta a las mismas usando incluso de lo descabellado y de lo irracional, mas todo cayó en saco roto. Pero no tardarían en descubrir la razón de que así fuera.

En una noche, cuando las nubes cubrían el esplendor de la luna y todo lo que ya era de por sí inhóspito y solitario lo fue todavía más debido al aumento de las sombras, contemplaron el descenso a partir de unas elevaciones del terreno de lo que parecía una araña inmensa. Esta se desplazaba con cautela al principio, pero no tardo mucho tiempo en dar velocidad y ritmo a sus movimientos. Se trataba de un insecto increíblemente peludo, de un tono marrón oscuro y con unas patas fornidas. Lo que vendría a ser su semblante arácnido estaba plagado de ojos rojizos, y sus repulsivas fauces dejaban caer un liquido amarilliento que no presagiaba nada bueno. Obviamente, todos ellos salieron espantados y se escondieron donde pudieron, y algunos de ellos pudieron contemplar con insensato pavor cómo esta araña depredaba a los incautos. Cuando así lo hacía, desgarraba sus carnes aún palpitantes en tanto que estos gritaban con frenesí, y una vez que la vida escapaba de sus labios en forma de aliento, este adquiría un tono azulado que se rompía en mil pedazos.

Al día siguiente, preguntaron a la clarivirente qué demonios era aquello. Y esta les respondió lo mejor que pudo, indicándoles que aquel ser se trataba de una de las diversas formas que adoptaba el soldado-brujo para adquirir la energía vital de sus victimas. Así conocieron de la razón de por qué ellos eran los únicos que se encontraban ahí, pues aquel lugar era uno de los diversos patios de recreo del soldado-brujo donde se entretenía adquiriendo el aliento vital de quienes depredaba ¿Y qué pasaba con estas victimas? No se sabía a ciencia cierta, había quién decía que desaparecían para siempre, mientras que otros opinaban que transgredían otra dimensión personal del soldado-brujo para desconocidos fines. Mas en esto tampoco tardaron mucho en saber qué ocurría, pues fueron todos devorados en esa misma noche. Aunque, claro está, no quedan testimonios respecto a qué aconteció una vez que su energía vital fue asumida en el pegasoso estomago de tan horrenda entidad metamorfoseada.

Quizás el lector se pregunte: ¿Quién era ese soldado-brujo, y cómo había surgido llegando a dominar las instancias que gobiernan el mundo onírico? No se sabe con certeza, pero se cuenta que fue una persona muy solitaria y abandonada por todos en la vida vigil, que decidió indagar en la oscuridad que habitaba en su interior, y que debido a esto mismo logró dominar el poderío del yo en los sueños a la par que la magia negra que lograba manipular los elementos que se encuentran entretejidos en las esferas oníricas. En sus comienzos fue un desconocido, un errabundo solitario que vagaba según su propio azar por las sendas que él mismo recreaba en la medida que soñaba, pero con el tiempo fue adquiriendo muchísimo mas poder del que debía tener una persona particular, y terminó doblegando y conduciendo a quienes deseaba hacía el camino de la perdición.

Llegó hasta un punto en el que podíamos decir que fue una especie de rey a su particular modo, y que incluso ciertas criaturas y entidades decidieron rendirle pleitesía y servirle de acuerdo a ciertos pactos. Tal fue su dominio de los elementos y de la metafísica que sostenía el mundo onírico, que llegó a influir en determinados soñadores junto a los seres más oscuros que habitaban tales parajes. Es conocido sobre todo por su alianza con los temibles zunhui, aquellos seres grotescos y deformes que según se dice fueron creados a partir del barro y que cuentan con una fuerza descomunal. Y si ha eso le añadimos que portan armaduras pesadas junto a afiladísimas espadas y hachas, el asunto se complica todavía más. No recomendaría a nadie una lucha cuerpo a cuerpo con estos seres, a no ser que este individuo en particular dominase algún tipo de magia, de lo contrario uno podría darse por derrotado antes de entablar combate. Debido a esto, pocos son los osados que se atreven a enfrentarse a estos seres a excepción de los suicidas.

No obstante, considero que el narrar el origen de estos seres puede servir para explicar en cierto modo el surgimiento del soldado-brujo. Por lo visto, los zunhui antes de transformarse por lo que son a día de hoy conocidos, eran una raza similar a la humana pero cuya denominación se encuentra actualmente perdida. Estos vivían en una aldea muy remota en la que se ocupaban principalmente de tareas agrícolas y ganaderas para sustentarse, comían sobre todo muchas legumbres, semillas, queso y leche en abundancia, y muy poca carne. En general podriamos decir que vivían en austeridad y que comprendían la vida de una manera sencilla. No nos han legado un trasunto cultural específico, pero presume que desarrollaron sobre todo la poesía y la música, artes que exponían sobre todo en determinadas fechas a la luz de la hoguera.

Según se cuenta, el soldado-brujo descendió a susodicha zona en los primeros tiempos en los que estaba intentando adquirir mayor dominio de la magia negra. Por lo visto, consideró que aquella zona era idónea para hacerlo, ya que gozaría de la tranquilidad necesaria para leer luengos manuales, tratados cuanto menos extraños y toda la literatura referida a saberes tan ocultos como desconocidos. En sus comienzos allí, todo transcurrió con bonanza, e incluso se ganó la confianza de quienes habitaban la zona puesto que en las noches donde la luna menguaba y se ocultaba entre las finas nubes cuales agujas encantadas, les contaba terroríficas historias y leyendas góticas que versaban en torno a todo tipo de asuntos blasfemos y prohibidos, que se encontraban en cierta relación con la motivación de sus estudios. A aquella gente le entretenían esas morbosas historias, a los niños asustaba y a los adultos les daba curiosidad, lo que provocó que el soldado-brujo se convirtiera en una especie de cuenta cuentos oscuro al que todos recurrían cuando querían conocer todo aquello que anteriormente se encontraba velado a sus sentidos.

El tiempo transcurrió apacible, y aquellos ciudadanos aceptaron la presencia del soldado-brujo como si fuera uno de ellos. Se rumoreaba que hasta tuvo ciertos amoríos esporádicos con algunas de sus mujeres, especialmente con una de ellas de la que tuvo dos hijos según se cuenta. Se desconoce cómo aquella gente se desarrollaba en el sentido relacional, pero el caso es que se apunta a que era muy distinto a cómo lo entendemos desde la perspectiva del mundo vigil. Mas, como decía, todo era alegría y felicidad en aquella vida rural idílica en la que sus gentes trabajaban durante el día para el ganarse el sustento, y que con la llegada de la noche plagaban el ambiente de extrañas leyendas, composiciones inhóspitas y versos desquiciados para deleitar sus sentidos. Además, la existencia transcurría tan natural y calmada que el soldado-brujo adquirió sendos conocimientos a la par que brindaba de ciertas píldoras de los mismos a sus curiosos habitantes.

Todo fue así hasta que ocurrió algo monstruoso. Por lo visto, una extraña enfermedad comenzó a asolar la región de manera escalonada a la par que inesperada, lo que produjo una repugnante mutación a las gentes que antes habían vivido tan bien y tranquilas. A todos afectó menos al soldado-brujo que por entonces había desarrollado un escudo protector a este tipo de afecciones, mas al resto de sus habitantes afectó del peor modo que podría pensarse. De repente, toda aquella gente que antes era tan alegre y saludable, comenzarón a adquirir una tonalidad de piel entre grisacea y marrón, a vomitar excecrencias que se espandían a partir de cada uno de sus orificios, y a agitarse presa de una cantidad inmensa que convulsiones que iban deformando poco a poco su cuerpo dándoles las más atroces formas. Fue un espéctaculo repugnante el contemplar como todos ellos se encontraban cercados por un enemigo invisible que les hacía pudrirse lentamente en vida, dando como resultado unas masas retorcidas cargadas de supuraciones cadávericas.

Según se apunta, aquella enfermedad se expadió a partir de un hechizo creado por un mago verde de la frontera oriental a la demanda de un monarca que quería dominar aquella zona para construir una inmensa fábrica que le plagaría de poderío y de riqueza. Obviamente, las gentes del valle ignoraban esto, tan insertos estaban en su utópia que eran ignorantes de lo que podría tramarse en las afueras de un reino que les era ajeno. Y así ocurrió que les pilló desprevenidos, incluso al soldado-brujo que por entonces estaba tan centrado en sus investigaciones y estudios para dominar los elementos de la magia negra.

Este, desvastado, sostuvo su hijo en la cuna que se retorcía presa de la enfermedad, y que con los ojos hundidos sobre sus cuencas que ya parecían vacías, excecraba un fluído sanguiolento mezclado con pobredumbre que ya se expandía sin remedio por los bordes y que ceñía a su figura en una especie de masa comida por los gusanos sin remedio. Trementamente enfadado por esta situación, acudió a todo correr a la cabaña que habitaba, y allí abrió un libro cuyo nombre se desconoce y que se encontraba sellado bajo conjuro. El soldado-brujo lo recitó, y desplazando sus páginas apresuradamente, logró encontrar aquello que buscaba. Fue entonces cuando se subió al tejado, y recitando las palabras que el volumen contenía en tanto que desplazaba sus brazos con determinados movimientos, invocó una suerte de espesa neblina violácea que terminó sumiendo con su color toda la aldea.

Así, aquellas gentes que estaban descomponíendose, viendo cómo sus carnes se despedazaban ante sus ojos y sus orificios supuraban líquidos de muerte, de repente se pusieron firmes y altaneras, y si bien conservaban sus extraños tonos de piel, adquirieron cierta agilidad en sus miembros. Perplejos a la par que descolocados, miraron a su al rededor buscando a su libertador y contemplaron al soldado-brujo descendiendo de su cabaña. Fue así recibido con aplausos y ovaciones frenéticas, junto a un conjunto de gritos desarticularos que provenían de labios huntados de barro y de babas amarillentas. El jefe de la aldea le saludó con arrobamiento, y desde entonces decidieron sellar un pacto en el que siempre que necesitase de su ayuda estos acudirían prestos a su llamada, entrando en combate si era necesario independientemente de cuales fueran las circunstancias.

Este fue el origen de los temidos zunhui, los cuales han ido reproduciendose incesantemente a lo largo de los años a partir de esos primeros habitantes originarios, haciéndose así un ejército tan inmenso y poderoso que ni la vista más aguda podría captar con su visión la gran masa de zunhui agitados y desesperados por entrar en combate. Se preguntará quizá el lector qué ocurrió con el susodicho monarca y el mago verde que desató la pérfida enfermedad, pues no sería una sorpresa añadir que estos cobraron su consecuente venganza, arrasando toda la zona y esclavizando a los supervivientes según indicase el soldado-brujo. Desde entonces el paso de los zunhui siempre ha sido temido por lo arrollador de sus acometidas, siempre capitaneados por el soldado-brujo que instante tras instante se va haciendo más poderoso en este extraño mundo onírico que todos habitamos de un modo u de otro cuando cerramos nuestros párpados con la llegada de la noche.

Y como ya parece que el sol pierde fuerza con la llegada del atardecer, considero propicio cerrar esta desvencijada cuartilla plagada de asuntos cuanto menos extraños antes de que los espíritus de la noche ganen fuerza y tomen los dominios de los supuestos despiertos en esta pesadilla infernal que es la vida. Cerraré mis ojos y cruzaré mis brazos cual si estuviera en una tumba deseando pasar desapercibido tanto por los morales como por las entidades abominables que habitan los espacios siderales, a la par que quiénes estando muertos sueñan el sueño eterno que fue sus vidas, ya desgastadas por las plagas demoníacas que nos acechan, gobernando así el mundo en las sombras. 

viernes, 2 de mayo de 2025

Leyenda de la bruja-lamia

 Mas allá de la cordillera que divide por la mitad el mundo onírico, se encuentra una larga carretera que nadie sabe dónde empieza ni mucho menos dónde acaba. Y lo que quizás lo hace más extraño, justo en lo que se supone que es la mitad del trayecto se encuentra un palo rojizo que hace de parada de autobús. El caso es que efectivamente un autobús pasa de vez en cuando por allí sin un horario en apariencia fijo, pero la mayoría de las veces su parada y la apertura de las puertas traseras no produce la bajada de ningún viajero. Es más, el autobús en sí mismo se encuentra casi siempre carente de viajero alguno. El único ocupante es el propio conductor, el cual ya sea dicho de paso rara vez se muestra. Los rumores dicen que está tan delgado y ocupa tan poco sitio que es díficil verle, y a eso se le suma que parece ser que una sombra muy densa siempre se aposenta sobre él, impidiendo así su visión e identificación como individuo.

Yo muchas veces me he interrogado a mí mismo acerca de quién diablos iría a tal lugar en un autobús destartalado que no conduce a ninguna parte. Cuando menciono a los diablos no lo hago de forma retórica, ya que sólo las almas poseídas por algún tipo de demonio, o personas que son encarnaciones de seres que habitan en los infiernos se pueden aventurar por allí. Partiendo de que la trayectoria de esa carretera es sumamente aleatoria y guiada por el azar, podríamos desembocar en un barranco sobre el cual hubiera un inmenso abismo que nos condujese a la más oscura de las negruras, o en el mejor de los casos, acabar dando vueltas sobre un mismo punto incesantemente, por los siglos de los siglos como siguen rezando algunos.

No obstante, yo diría que un peligro que se encuentra en aquella zona aún mayor que los anteriormente mencionados, sería una especie de restaurante que se encuentra allende a lo que parece un poligono industrial. La única manera de llegar ahí es subiéndose al dichoso autobus, atravesando una suerte de urbanización que es habitada por unos seres paticortos que además son bastante estupidos y que viven en un hedonismo muy infantil. El caso es que una vez que uno vislumbra el restaurante que está más adelante, puede darse por pérdido a no ser que se tengan conocimientos de la magia negra más agresiva para salir del hechizo que circunda la zona, el cual se basa en retener a sus visitantes como una suerte de telaraña que no los soltará hasta consumirles por completo, dejándoles como un cadáver andante sin alma mucho más idiota que los seres paticortos.

Se cuenta que en susodicho restaurante con una decoración asiática, o cuanto menos influenciada por oriente, habita una suerte de bruja-lamia cuyos origenes se sitúan en el antiguo reino de Corea antes de la llegada de los imperialistas japoneses. Esta bruja de rasgos exóticos para los que tenemos los ojos como lupas, en el pasado no rondaba por el restaurante, sino que se encontraba vivita y coleando por donde gustase, atrayendo a sus victimas a un destino fatal. Como era bastante atractiva, los seducía cual canto de sirena y cuando los atrapaba en sus redes, absorbía su energía vital abriendo exageradamente la boca, mucho mas allá de la capacidad que consideramos normal. De hecho, tantas almas se tragó que desde entonces cogió bastante peso, quedándose bastante rolliza lo que provocó que lejos de perder su atractivo, lo ganase debido a las curvas y ondulaciones que adordaban su ya de por sí esbelto cuerpo.

Debido a tal situación, un mago blanco llamado Igbel que consideró aquello intolerable, estudiando con ahinco en los viejos libros heredados de sus predecesores, realizó un hechizo para lograr mitigar su poder. Y lo consiguió, replegándola a un exilo forzado que es donde a día de hoy se encuentra. Obviamente, no consiguió hacer desvanecerse su existencia ni tampoco eliminar su poder e influencia, pero al menos logró apartarla tanto del mundo onírico habitado por soñadores comunes como de las posesiones del vigil. Es una pena que este mago fuera derrocado poco después por el ejercito de almas pérdidas y de zunhui del soldado-brujo, pero aquello ya es otra historia que se aparta de la principal.

El caso es que aquella bruja-lamia no tenía por suerte muchas visitas debido a lo apartado del lugar, lo cual hizo que se pusiera a dieta de almas. Aún con ello, no pérdido ápice del peso que había ganado anteriormente, quizás aquella energía vital que había consumido en el pasado se le quedó retenida debido a su densidad en sus glúteos y sobre todo en sus anchos muslos que podían atrapar a uno como las pinzas de un cangrejo. Sin embargo, a pesar de encontrarse en el exilio, pudo apañarse para atraer a ciertos individuos incautos que caían sin saberlo en un maleficio que carente de toda razón les atraía hacía aquella embrujada zona y que les consumía irremediablemente.

Se sabe de un caso en el que un joven, reencontrándose con su amigo de la infancia y tras pasar una tarde plagada de recuerdos y de risas, acabó sin saberlo en susodicha zona. Su amigo había salido corriendo en dirección al restaurante, internándose en el mismo como si lo conociera de toda la vida. Desconcertado y sin saber por qué, él hizo otro tanto para lanzarse en búsqueda de su amigo. Una vez dentro comprobó que el lugar no tenía mucha iluminación, y que era habitado por unos seres que aunque tenían apariencia de personas normales, algo en su aspecto delataba que no era del todo así. Se movían con una rápidez extremada, tenían el rostro macilento e incluso grisáceo, y en sus ojos se reflejaba que su escasez de vida parpadeaba como el fulgor de una vela antes de extinguirse. Mas, a pesar de su extraña apariencia, el joven se arriesgó a interrogarles acerca de dónde se encontraba su viejo amigo, lo cual fue finalmente respondido en un sentido afirmativo.

De repente, algo en su interior le gritó desde las profundidades del alma que saliera del lugar, y así lo hizo. Nada más salir, se encontró un coche aparcado en una entrada desierta. De él salió su padre, al cual también hacía unos años que no veía, y que le saludó con total naturalidad.  El joven se encontraba cada vez más desconcertado, no entendía nada, algo le turbaba e insistía en las palpitaciones de su sien, sin embargo procuró fingir que todo estaba bien y le pidió a su padre que le llevase de vuelta a casa. Este sin escucharle, se sentó en una de las blancas mesas que ya habían adquirido una tonalidad amarillenta que se encontraban allende a la entrada, y justo cuando lo hizo salió su viejo amigo en compañía de un chico con un flequillo inmenso. Poco después, apareció la bruja-lamia de rasgos asiáticos sonriendo con afabilidad, e invitando a los presentes a que se sentaran a comer porque la comida pronto sería servida.

El joven se sintió cautivado por la belleza de aquella mujer. Cada uno de sus movimientos comprendía de una inusitada sensualidad, hasta el parpadeo de sus ojos invitaba a reconocer su voluptuosidad. Esto hizo que pese a que sus turbaciones interiores insistían, se sentase a la mesa sin rechistar para posteriormente probar una comida que reconoció deliciosa para congratular a la bruja. Todo era felicidad y charla vana hasta que fijándose con atención en su padre, notó que este se encontraba raro, como alelado mirando a un mismo punto sin pestañear siquiera. Fue entonces cuando sus palpitaciones cerebrales comenzaron a insistir cuales agujas clavadas en sus sienes, y se levantó como un automáta dirigiéndose al interior del restaurante, poseído por un influjo que no lograba controlar.

Ya en el interior, pese a que no conocía los vericuetos del sitio, se encaminó hacía la cocina como si supiese de su ubicación. Todo eran sombras, ceguedad y confusión hasta que llegó a la parte trasera de la misma y pudo identificar la figura de la poderosa bruja-lamia apoyada en unos viejos cajones. En ese momento, exhalaba una sensación trementamente sensual que casi rozaba la lujuría, sus rasgos denotaban un deseo desenfrenado y el contonearse de su apretujado cuerpo invitaba a las fantasías más mórbidas, situación que hizo que el joven se acercase lo máximo posible a la misma. Dispuesto a besarla sin pensárselo dos veces, descubrió en el instante precedente a rozar sus labios que el rostro de ella se comprimía en una mueca espectral, y que sus rasgos se alteraban formando un aspecto demente. Hasta su piel, antes tan pálida y delicada, se tornó del marrón de la putrefacción, y sus ojos antes entornados e inocentes, se volcaron en una apertura que reveló una mirada demoníaca del color rojo sangre.

Aquello fue en cuestión de segundos, pues poco después la bruja-lamia ya completamente deformada adoptando su figura originaria cuando obsorbe la energía vital, desencajó su boca para abrirla lo máximo posible y beber en frenesí de la alma de aquel desafortunado joven, el cual poco a poco comenzó a menguarse y a adquirir un tono de piel cetrino. De sus venas cada vez más enflaquecidas, sentía el escaparse de su flujo vital, y de sus miembros un peso que se aligeraba en la medida que la bruja-lamia iba dejándole seco como una parduzca hierba en cuanto llega el otoño. Ya completamente consumido, se dejó caer al suelo cual hoja de la mencionada estación, y nada más rozar las losas de aquella abandonada cocina, se deshizo en forma de párticulas de polvo que en la medida que flotaban se fueron desvaneciendo paulatinamente hasta que no quedó ni un ápice del recuerdo de la existencia de aquel joven.

Lo último que se sabe acerca del devenir de la bruja-lamia es que esta fue liberada precisamente por el soldado-brujo que derrocó a quién la encerró allí. Por lo visto, este tras lograr revertir el hechizo de otra bruja que intentó tomar el control de sus poderes, hizo un pacto sellado con la misma hasta el punto de conseguir que se convirtiera en una suerte de aliada suya. Poco después de sellar ese pacto, presintió que otro ser se encontraba presente en la sala. Esto lo supo al principio de forma cuasi-intuitiva debido a cierto instinto mágico, mas lo que ya lo hizo evidente fue el escuchar como los cacharros de su destartalada cocina se movían en frenesí, cayendo y volviendo a subir como si se tratase de un poltergeist.

En esos momentos su familia se encontraba con él, y aunque le dijeron con cierto temor que lo ignorase, que quizás pasaría tal y como apareció, el soldado-brujo no pudo controlarse y les comunicó su intención de solucionarlo. Así pues, se encaminó en dirección a la cocina e invocando con su voz a que la presencia que estaba en la sala se presentase y le conmitase a comunicarle cual era el motivo de su inesperada visita, esta se percato de su demanda, y lo que es mas, de quién era quién interrogaba a su presencia para que esta se revelase. Y así lo hizo, deformando con ondulaciones repentinas la sala, convirtiéndola en un lugar de pesadilla, cual si el soldado-brujo hubiera atravesado un portal que le permitiese transportarse al otro lado más allá del propio mundo onírico.

Mas a pesar de ello, permaneció sereno y se deslizó a través de las ondas ilusorias con total naturalidad, atravesando las deformidades que se le abrían al paso sin problema aparente. Así pudo localizar a la bruja-lamia en la sala central de aquella ilusión, y la prestó especial atención a sus demandas. Esta le contó lo que sabía de él, que derrocó al mago blanco que la exilio mucho más allá de los dominios conocidos en el mundo de los sueños, y que desde entonces se encontraba sedienta por la escasa cantidad de victimas. Al escuchar esto, el soldado-brujo conmocionado hizo un trato con ella cuyos términos son hasta ahora desconocidos. Pero, por lo visto, mediante unos gestos con la mano y unas palabras rituales, logró liberarla de su prisión. Hecho mediante el cual ella siempre le estaría agradecida por motivos obvios.

Desde entonces, la bruja-lamia campa a sus anchas de nuevo por el mundo onírico con total libertad dejando tras de sí una hilera de cadáveres despojados de esencia vital, completamente consumidos en forma de desechos carbonizados algunos, mientras que otros ya son efímera reminiscencia de las cenizas. Meros recuerdos todos ellos de una existencia que ya no importa a nadie, cadáveres que jamás serán reclamados por la hacienda del destino.

Lo más cruento de esta situación si atendemos a ciertos rumores que pululan por aquí y por allá, es el pensar que esta bruja ha logrado cierto control sobre los elementos, y que se ha aplicado muy seriamente al estudio desde su contrato con el soldado-brujo, puede que este incluso le revelase cierta información que ha sido velada a la mayoría de los mortales. El caso que menciono es el que señalan ciertas habladurías en torno a que esta bruja-lamia ha conseguido traspasar el umbral que divide el sueño de la vigilia, por lo cual si nos atenemos a las consecuencias de este hecho, puede hacer que devore almas vivas en nuestro día a día del mismo modo a como lo hace en la oniría. Si así fuera, en el caso de que uno se encuentre un cadáver completamente descompuesto que ha sido abandonado por ejemplo en medio del campo, y cuyos rasgos son indeterminados, y que al mínimo contacto con la mano del forense se deshace en millares de párticulas, ya se sabe lo que lo podría haber ocasionado...